viernes, octubre 30, 2009

Esa sonrisa con brackets me mata



A veces, por las tardes, cuando estaba muy aburrido de ser un adolescente de segundo o tercero de secundaria, me sentaba frente al televisor. Mi mamá normalmente veía una telenovela en la que salía Ricky Martin. La trama era muy cursi y predecible: la admiradora adolescente de un cantante pop, se enamoraba de él y luego los dos se conocían y él también se enamoraba de ella.

Ricky Martin interpretaba a otro cantante pop, de un grupo juvenil llamado Muñecos de Papel. Él era el rebelde del grupo. Traía una larga cabellera rizada que le llegaba a los hombros. Aunque eran caracteres muy distintos, su apariencia me hacía asociarlo con Lorenzo Lamas

Al igual que el protagonista de “El Forajido” –un programa de TV que pasaban entre semana alrededor de las once de la noche y que raras veces podía ver porque entraba a la escuela a las siete de la mañana–, Ricky no sólo traía el cabello largo, sino que también se ponía unas arracadas enormes y una chamarra negra de cuero. 

No había reparado mucho en el personaje de Ricky Martin, ni en su cabellera, ni en Lorenzo Lamas, sino hasta que vi a la chica de mis sueños. 
Ocurrió en un receso en la escuela, un día que parecía como cualquier otro día. 

Ella era de otro grupo, pero del mismo año escolar que yo. Ella era muy alta. Su cabellera era idéntica a la de Ricky Martin y brillaba bajo la luz del sol del mediodía y era agitada por el viento mientras ella caminaba. También le llegaba a los hombros. 

Ella llevaba puesto el uniforme deportivo de la escuela: pants azules, playera blanca y chamarra azul. También llevaba unos tennis azules Adidas.

La playera blanca era tan ajustada que resaltaba su busto. 

También traía unas arracadas enormes, como las que usaba Ricky Martin en la telenovela que a veces veíamos mi mamá y yo. 




La seguí con la mirada, cautivado por la ligereza de sus pasos y por la forma en la que su cabellera parecía flotar a su alrededor como una aura. 

En algún momento, nuestras miradas se cruzaron. 
Ella sonrió y me di cuenta de que usaba brackets

Nunca antes me había fijado en ninguna chica que usara frenillos, pero ella me pareció tan perfecta y tan atractiva que no pude dejar de pensar en ella. 

Varias noches estuve recordando su sonrisa y varias noches se me ocurrió que sus frenillos le conferían el poder de besar mejor que cualquiera otra chica en el mundo. 

Al poco tiempo, me acerqué a ella en un receso y le pregunté su nombre. 

Ella sonrió de nuevo, me permitió volver a ver sus fantásticos frenillos, y con una de las manos, de un modo terriblemente natural, se pasó la cabellera por detrás de una oreja, dejando al descubierto una de las enormes arracadas que usaba. 

Sentí que el corazón casi se me salía por la garganta y que el tiempo se detenía.

Me dijo que se llamaba Araceli.  

Logré reponerme y fingir que me encontraba tranquilo. 

A partir de entonces, hablamos en otros recesos. 
Siempre era yo quien la buscaba y a ella no parecía molestarle. 

Ella les pedía a sus amigas que la dejaran sola y entonces los dos caminábamos alrededor del patio, hasta que terminaba el receso. No recuerdo sobre qué hablábamos. 

Tampoco sé por qué ella era tan amable conmigo. 

Era obvio que yo le hablaba porque ella me gustaba –tal vez incluso se lo dije desde el principio– y ella me había dicho que tenía novio. Y también me había dicho que su novio era mayor que los dos, que él estaba en la preparatoria y que a veces iba a verla a la salida de la escuela. 

No sé cuál era mi propósito al hablarle, pues nunca la invité a ningún lugar ni le propuse mi amistad incondicionalmente, ni mucho menos consideré posible que nos hiciéramos novios. 

A pesar de todo lo absurdo que parecía la situación, a diario me sorprendía pensando en ella, a todas horas.

Casi todas las cosas que veía o que escuchaba, las asociaba con ella: Ricky Martin en la televisión, la canción más cursi que sonaba por la radio, un desconocido que traía puestos un par de tennis Adidas en la calle...


Cuando le dije que su cabellera era como la de Ricky Martin, se rió. Bromeó y me dijo ella prefería a Jon Secada. Fue una coincidencia tal vez predecible. La canción más popular de ese cantante me hacía pensar en ella. 

Volví a decirle que me gustaba y que pensaba mucho en ella. Entonces se puso un poco seria y me dijo que no olvidara que ella tenía novio. 

Me volvió a decir que su novio era mayor que los dos, que estudiaba el último año de la preparatoria y que a veces iba a verla a la salida de la escuela y que la llevaba a su casa. 
Nunca lo vi a la salida de la escuela y llegué a sospechar que no existía. 

Independientemente de que él existiera o no, mientras ella hablaba de él, no parecía estar profundamente enamorada, y, sin embargo, me sentía tan poca cosa que consideraba imposible que ella se fijara en mí y que dejara a su novio. 

Aun cuando me había obsesionado con descubrir si los frenillos le habían conferido un poder que le permitiera besar mejor que cualquiera otra chica del mundo, no hice nada para convencerla de que tal vez podríamos relacionarnos de un modo más cercano. 

Durante casi todo un año esperé a que ella y su novio se dejaran de ver, pero cuando salimos de la secundaria creo ellos seguían juntos. 

En algún momento, conocí a la hermana menor de una de sus amigas y dejé de hablar con Araceli. 

Últimamente me he encontrado con algunas personas de esa época (en internet), pero jamás he vuelto a saber de ella. A veces escucho accidentalmente a Jon Secada, o recuerdo a Ricky Martin y a Lorenzo Lamas, y me pregunto qué ha sido de su vida y si las chicas que usan brackets besan mejor que cualquier otra mujer. 

1 comentario:

Wereja dijo...

Hace casi poco mas de un año que uso brackets y hace poco menos de un año que encuentro este post tan particular. No recuerdo haber escuchado, visto o platicado sobre algo similar pero hoy mientras buscaba algo de información sobre qué piensan los demás de una chica con brackets, fue que leí esto y me pareció muy.. sincero, extraño y porque no decirlo? Hasta tierno.
No soy una chica con baja autoestima, al contrario soy muy segura y animosa, pero la verdad es muy incomodo esto de llevar un pasador debajo de las mejillas, el hecho de que los demás piensen que es de nerd, ñoños y muy poco higiénico o vergonzoso, te mueve algo por dentro que me suena a un tambaleo exagerado de la adolescencia.
Pero al leerte, me has recordado lo bonita que puedo ser y el recuerdo tan especial que puedo dejar en la mente de alguien. Tengo otra sonrisa de oreja a oreja que compartir con el mundo gracias a ti.

Te sigo, ahora.

Ten un lindo día.

W.