jueves, mayo 20, 2010

Pude ser futbolista profesional




Escuchábamos Blue Boy, mientras el Jetta circulaba por Fray Servando y Teresa de Mier. Íbamos a La Faena otra vez, porque Nos Llamamos y The Primos tocarían allí. Mi hermano conducía y creo que yo iba en el asiento del copiloto. Como nadie decía nada de la canción, él dijo que alguien le había comentado que la cantante de The Primos era como Björk pero Región 4. Era la única referencia que teníamos de ellos y parecía un poco irónica. 


Yo conocía más o menos al baterista de esa banda, porque teníamos un amigo en común. Una vez, los tres tomamos una clase de teatro en la preparatoria. Teníamos que actuar en una adaptación de La Iliada. Yamil escogió su personaje y después de leer una parte del diálogo que le correspondía, dijo que Shakespeare estaba muy cabrón. No entendí si quiso ser sarcástico, o si realmente pensaba eso.


Llegamos a Eje Central y allí dimos la vuelta. Hacía mucho calor y comenzó a llover. Antes de que pudiéramos tomar Venustiano Carranza, la lluvia arreció y la humedad dentro del Jetta se volvió sofocante. Sin ninguna razón aparente, recordé cuando jugaba futbol al mediodía casi todos los sábados. Al principio, jugaba en una cancha de asfalto y no podía quedarme en un solo sitio porque sentía que las plantas de mis pies comenzaban a hervir. Una vez alguien consiguió un partido en una cancha de pasto. Creí que sería como jugar en una alfombra, pero me equivoqué. Antes de que empezáramos a jugar, alguien se puso a regar el césped. Cuando empezó el partido, la humedad era sofocante, como en el Jetta. 

Tenía 10 años, y era el portero de ese equipo. Me gustaba jugar de portero principalmente porque me habían regalado unos guantes de portero Uhlsport. Eran de la marca que usaban  porteros como Preud'homme y Walter Zenga. 



Esos guantes me parecían fascinantes. El dorso era de piel, pintada de blanco, y tenía una medialuna bordada en azul y rosa. La palma de los guantes era azul cielo y estaba hecha con un plástico texturizado. Tenían un pequeño cinturón alrededor de la muñeca que se ajustaba con velcro. Algunos porteros profesionales solían usar ese cinturón para poner sus nombres. 
Los guantes desprendían un aroma excitante, como a juguete nuevo, y eran muy cómodos.

En el futbol, casi nadie quiere ser portero, a menos que juegues en una cancha de pasto, o a menos que puedas usar unos guantes Uhlsport. Muchas veces mis compañeros equipo querían ser porteros por esa razón. Cuánto los odiaba cuando se portaban así. 



Llegamos a La Faena, dejó de sonar la canción y, de repente, me sentí ridículo por andar pensando en mi adolescencia, cuando jugaba futbol y consideraba la posibilidad de convertirme en un futbolista profesional. Era un buen portero.

miércoles, mayo 05, 2010

El sangrado de Twinkle




En Discovery Channel pasaron un programa acerca de una chica que sangraba sin razón aparente. Buchanan -supuestamente un médico tradicional con una gran reputación- estaba convencido de que la chica padecía el síndrome de Münchausen

Dwivedi -otro médico con una gran reputación, pero abierto a emplear métodos alternativos- fue más práctico y decidió que ella sufría el sangrado de Twinkle

Así se apellidaba la chica.

Lo que más llamó mi atención no fue la rareza de la enfermedad, sino la forma en que ambos médicos le buscaban una explicación y descartaban posibles causas. 

En los comerciales no pude dejar de pensar en los fanáticos religiosos que creen en leyendas escritas hace más de 1, 000 años en arameo, latín y griego, y que ni siquiera saben que originalmente la palabra "demonio" se usaba para nombrar al "conocimiento". 

No pude dejar de pensar en las personas que prefieren orar en vez de buscar ayuda de un especialista de la salud; en las personas que esperan que orando se solucionen todos sus problemas y que consideran a la ciencia una cosa del demonio. 

Generalmente culpan a otros de sus fracasos -necesitan que alguien les diga qué es lo correcto o incorrecto- y agradecen a Dios todo lo bueno que les ocurre. No parecen capaces de asociar las consecuencias con sus propios actos. 


Al volver de los comerciales, Buchanan escudriñó la frente de Twinkle en busca de cicatrices ocultas a simple vista. Dwivedi sopesó la posibilidad de que el sangrado fuera el resultado de un condicionamiento clásico. Él pensaba que el sangrado podía ser evocado por la presencia de la madre de la chica y que la madre podía estar asociada a algún evento que por sí sólo hubiera hecho sangrar a Twinkle.

Aparecen otros comerciales y ahora no puedo dejar de pensar en lo horrible que debe de ser ponerse a sangrar y no poder controlarlo -se me ocurre que puede ser como vomitar-, y ya quiero saber en qué termina todo.

Antes de que acaben los comerciales, llegan unos conocidos de visita al departamento.

Uno de ellos me pregunta qué veo en la televisión y le explico. Me dice que ya vio el programa y que sin duda el sangrado de Twinkle es una milagro de Dios.