domingo, abril 19, 2020

Strange Days



Mientras intento ignorar los monótonos beats del reggaetón que proviene de alguna casa del fraccionamiento y me levanto de la silla para estirar las piernas un poco, pienso que en estas semanas de cuarentena he trabajado más de diez horas al día y que, sin embargo, no me siento nada productivo. 

Me levanto de la cama cuando para mi cerebro siguen siendo las cinco de la mañana y cuando me doy cuenta el reloj de la computadora ya marca las diez de la noche y yo continúo trabajando. 

Los días y las semanas se van rápidamente y no puedo terminar nada de lo que debo terminar. 

Culpo al horario de verano, pero va más allá de eso. 

Me vuelvo a sentar frente al escritorio e intento regresar al artículo que estaba leyendo. 

Apenas leo un párrafo y recuerdo por qué lo abandoné. 

Los autores usan tantas abreviaturas en el texto que no puedo dejar de pensar que el propósito de esta clase de artículos parece ser que uno olvide cuál es el objetivo del estudio y cuáles son los hallazgos principales.         
                          
Estoy en estas conclusiones cuando, por enésima ocasión en la semana, suena la alarma del automóvil de uno de los vecinos. La alarma no tiene horario: puede sonar a las tres de la mañana, puede sonar a la hora del noticiero de Ciro Gómez Leyvapuede sonar a las cuatro de la tarde, puede sonar a la hora del desayuno, puede sonar a la hora en la que Hugo López-Gatell da por concluida la conferencia de prensa... 

Es un misterio por qué suena la alarma. A lo mejor basta que alguien pase cerca del automóvil para que la alarma se active.

A veces creo que el vecino la activa accidentalmente cuando abre la puerta de su auto, pero esto ocurre con tanta frecuencia que tal vez no sea así. (Puedo estar equivocado, pero no creo que se requieran varios meses de arduo entrenamiento para aprender a no activar una alarma por accidente.) 

Otras veces creo que el vecino simplemente lo hace a propósito para que todos los demás inquilinos sepamos que él tiene un automóvil. 



Esto último no es un disparate. 

Prácticamente toda la gente que vive en el fraccionamiento tiene automóvil. A juzgar por la clase de mensajes que comparten en los chats de Whatsapp y por lo que hacen cotidianamente los domingos, tienen una extraña fascinación por los automóviles.  

Hace un mes y medio, cuando el COVID-19 sólo le importaba a los chinos, un domingo salí a caminar por el fraccionamiento y me encontré a algunos vecinos que lavaban sus automóviles. (Lo hacían con tanta alegría que incluso parecía un festival.) 

Me llamó la atención lo que hacía uno de ellos. Había dos automóviles –un BMW y un Beetle– estacionados frente a su casa. Mientras lavaba uno de los autos con cubetas y cubetas de agua, en el otro tenía las puertas y las ventanas abiertas y el estéreo encendido con los Chemical Brothers a todo volumen. 

Ya sospechaba que era medio infantil y que le gustaba alardear, así que su comportamiento no me sorprendió. 

Lo he visto recorrer distancias menores a cien metros dentro del mismo fraccionamiento (cuando va alguna tienda, por ejemplo) en su Beetle. También lo he visto andar en una escandalosa motocicleta a toda velocidad dando vueltas, como si las calles fueran una pista de carreras.

Total que, además de que no le gusta caminar, parece que sus vehículos son muy importantes para él y que le gusta llamar la atención.

Otro vecino tiene una camioneta, una motocicleta y tres Pugs. Parece que se dedica a la venta de automóviles. Me lo he encontrado en el “Dogpark*” del fraccionamiento, sentado en una banca y revisando su teléfono, mientras sus perros están “ejercitándose”, echados a sus pies. Lo he visto trasladar a los Pugs, desde su casa hasta el parque de perros, en su camioneta. La distancia tampoco es mayor a cien metros.



Hay de todo en el fraccionamiento. 

También hay vecinos quisquillosos que se quejan de cualquier estupidez que ponga en duda su “consciencia social”, pero que sacan a caminar a sus perros (o, peor aún, los dejan salir solos) y que se hacen los locos cuando deben recoger las heces de sus perros. 

También están los vecinos que hacen carnes asadas cada fin de semana y que se la pasan preguntando cuándo pasa el camión de la basura, pero que dejan sus botes de basura semanas enteras afuera de sus casas y que se la pasan quejándose en el chat de vecinos de que la Seguridad Privada del fraccionamiento no da “una buena imagen”. 

También hay vecinos que han hecho fiestas en las últimas semanas y que creen que el coronavirus es un invento del gobierno para controlarnos a través del miedo.  

Durante la cuarentena han empezado a surgir otras actividades. 

Curiosamente, ahora, a los vecinos que no caminan más de cien metros, les ha dado por salir a correr diariamente. A otros vecinos les ha dado por escuchar música a todo volumen los domingos. (También es un misterio por qué lo hacen sólo los domingos, pero está bien: espero que conforme pasen las semanas y aún no podamos salir a la calle a hacer nuestras vidas cotidianas, no extiendan esta actividad a los demás días de la semana.)



Hoy me desperté a trabajar a las 6 de la mañana. 

El CONACYT lanzó en estos días una convocatoria dirigida a proyectos que permitan lidiar con la pandemia en el país. 

Según estimaciones de la OMS, actualmente hay alrededor de 200 millones de mujeres embarazadas en todo el mundo. En México, a principios de marzo, hubo dos casos de COVID-19 en mujeres embarazadas y una de ellas murió.

En el grupo de trabajo en el que estoy hemos intentado adoptar un modelo de infección viral durante la gestación, así que resulta (más o menos) evidente que debemos concursar en esta convocatoria.

Desde la mañana estoy consultando información en Pubmed relacionada con artículos de programación fetal y de cambios plásticos asociados a la gestación. Uno de los estudios más referidos es el NorFlu. 

Casi son las 6 de la tarde y todavía no termino. 


De lunes a viernes, el trabajo es más demandante. 

Básicamente tengo reuniones académicas por Zoom y por Skype, al menos tres veces –mañana tengo una a las 8 de la mañana y otra a las 3 de la tarde–, y también debo tomar talleres virtuales de casi 4 horas consecutivas para impartir clases en línea –mañana tomaré un taller desde las 10 de la mañana– y preparar clases y terminar de escribir la discusión de un artículo de investigación original... 

El otro día, mientras me tomaba un descanso, me metí a twitter y me encontré un tweet que me llamó la atención. Una psiquiatra le preguntaba a sus seguidores qué están haciendo durante la cuarentena para cuidar su salud mental. 

Mi respuesta obvia iba a ser: “¿Acaso hay tiempo para eso...?”

Cada quien tiene sus problemas y les da la importancia que merecen de acuerdo a sus propias capacidades y límites, pero yo, de momento, no tengo tiempo para pensar en mi salud mental. 

Me encuentro en una situación privilegiada respecto a otras personas. Puedo trabajar desde mi casa, sin preocuparme por el dinero. (Hace un año estaba en una situación totalmente distinta: en la universidad hubo una huelga que duró tres meses y trabajé desde casa, pero sin sueldo. Fue una locura.) Sin embargo, ayer, mientras impartía una plática en línea para un diplomado, me di cuenta de que el encierro también me ha afectado mentalmente. 

A pesar de que me he mantenido en contacto con mis colegas desde hace casi un mes –antes de que comenzara la recomendación de quedarse en casa, tuve síntomas de resfriado, permanecí un par de semanas en reposo y desde entonces me he quedado en la casa–, me comuniqué torpe y atropelladamente en esta plática. No me gustó nada cómo dije lo que dije. 

Ni siquiera pude hablar con fluidez de los experimentos que soñó Otto Lewy y que lo llevaron a descubrir la acetilcolina. (Y se supone que es una de las historias de las neurociencias que más me gustan.) 

Me pregunto cómo han sido estos días extraños para los demás. 
Me pregunto si alguien, además de los psiquiatras y de los psicólogos clínicos, ha considerado la importancia de la salud mental durante la cuarentena. Me pregunto cuáles serán las secuelas de este virus entre la gente asintómatica y entre las niñas y los niños que nazcan durante la cuarentena (o que sean procreados en la cuarentena). 

Me pregunto qué haremos mañana. 


NorFlu

We shall go on playing
Or Find A New Town
___________

*La mayoría de los vecinos no saben escribir apropiadamente en español cuando usan Whatsapp, pero usan términos como éste para llamar al pedazo de tierra y de pasto a donde llevan a jugar a sus perros.


domingo, abril 12, 2020

A la sombra de las muchachas en flor de Marcel Proust

Marcel Proust es probablemente uno de los escritores más citados y menos leídos en el mundo. Tal vez se debe a mi falta de sueño, a que estoy más irritable que de costumbre (por mi falta de sueño) y a que soy menos tolerante y más exagerado que en condiciones normales, pero creo que, de no ser así, algunas “mentes brillantes” de nuestra sociedad –pienso en les luchadores incansables que abogan por “el lenguaje inclusive” y que al mismo tiempo hablan el inglés con la exquisitez del acento británico–, ya habrían intentado censurar algunas de sus obras. 

Creo que si las personas equivocadas leyeran esta novela –el segundo tomo de los siete tomos que constituyen su obra maestra, que tardó ¡casi veinte años en escribir!–, podrían ignorar el contexto en el que fue escrita: el autor no podía hablar abiertamente de su sexualidad, estuvo enfermo casi toda su vida (y dependió de un modo insano de su madre y de su abuela) y su padre siempre lo vio como un inútil y un perezoso y lo comparó con su exitoso hermano.

(No estoy seguro, pero tal vez Proust se sentía profundamente culpable y menospreciado y quería impresionar a su padre y demostrarle que tenía talento para escribir, y, tal vez, por esta razón –y por muchas otras razones que desconozco y sobre las que ni siquiera puedo especular– le dedicó obsesivamente un tercio de su vida a la escritura de “En busca del tiempo perdido”.)



El lector equivocadamente podría interpretar esta novela como la historia de un acosador que espía a mujeres jóvenes en las fastuosas reuniones de Odette de Crécy, mientras se enreda en conversaciones pretenciosas y fútiles con personajes que aparentan formar parte de “la crema y nata de la aristocracia europea, para después fantasear e idealizar a esas mismas mujeres en la soledad de su habitación en la casa de sus padres o en el hotel de Balbec al que huye con su abuela para superar el rechazo de Gilberta

El lector equivocadamente podría enfocarse en los detalles anteriores e ignorar las asombrosas semejanzas entre los diversos personajes superfluos de principios del Siglo XX que aparecen en este tomo –talentosos pintores que engañan a sus esposas con alguna cocotte, damas de la “alta sociedad” que se reúnen para hablar mal de otras damas de la “alta sociedad”, arrogantes herederos de fortunas inconmensurables cuyo único propósito es humillar a la gente que consideran inferior a ellos, escritores que alaban patéticamente a quienes consideran influyentes para que les ayuden a publicar sus novelas y para que esa misma sociedad falsa los considere “artistas”, burócratas que hablan de negocios y de política como si se tratara de la vida y de la muerte, gerentes “aspiracionales” de restaurantes que tratan a los comensales de la manera en la que los ven vestidos– y la gente de nuestra sociedad.
 
Si en la época de Proust habían salones fastuosos en los que se reunía la aristocracia a perder el tiempo, ahora tenemos las redes sociales. 

Es tal y como lo dijo Juan Villoro en una conferencia a la que asistí. Palabras más, palabras menos, él dijo:
“Usamos las redes sociales de la misma forma en la que nuestros antepasados usaban el cuchillo cuando lo descubrieron: para asesinar a sus enemigos.”
(Basta que pasemos 5 minutos en las redes sociales de nuestra preferencia para que encontremos mensajes de odio, de humillación, de desprestigio, de “superioridad moral”...) 

Independientemente del lenguaje sesquipedálico de Proust –tal vez es un efecto del ambiente aristocrático en el que vivió– y de las digresiones características de su narrativa –que hacen un poco difícil la lectura–, todos aquellos que se consideran “escritores” deberían leer “A la sombra de las muchachas en flor”. 
 

domingo, abril 05, 2020

5 de abril de 1994



El 1 de marzo, terminó afónico un concierto en una vieja terminal aérea de Munich. El concierto fue muy malo e inusual –incluso tuvieron que tocar dos veces “Come As You Are” porque hubo una falla en el suministro de energía eléctrica en el recinto–, interrumpió a Krist Novoselic cuando intentaba bromear con la audiencia respecto al futuro de Nirvana. La relación entre ellos dos no era muy buena. – La última canción fue un desastre. Los médicos le diagnosticaron laringitis y Nirvana tuvo que cancelar su gira por Europa

Luego, viajó a Italia para encontrarse con su esposa y con su hija. Mezcló champaña con Rohypnol. El 4 de marzo tuvo que ser ingresado en estado comatoso en un hospital. Después de un par de días en cuidados intensivos, despertó y se recuperó. Su esposa insistió en que se había tratado de un intento de suicidio y sin embargo los médicos declararon que él se veía como un hombre feliz que no tenía ninguna intención de abandonar a su hija. 

El Departamento de Protección a Menores, ya les había quitado a ambos la tutela de Frances Bean debido a su historial de consumo de drogas, pero en esa ocasión, por alguna razón, la situación no ameritó  

 regreso a Seattle, su familia y sus amigos intentaron persuadirlo para que entrara a un centro de rehabilitación. 

A finales de marzo, voló a Los Ángeles e ingresó a Exodus, pero escapó de allí en menos de 24 horas. Lo hizo saltándose la barda, justo como un personaje del que le había hablado Gibby Haynes mientras charlaban y fumaban un cigarrillo. Todo mundo se burlaba de ese personaje –era la anécdota que siempre le contaban a los recién llegados–, porque nadie estaba a la fuerza en ese centro de rehabilitación y cualquiera podía salir por su propio pie –y por la puerta principal– cuando quisiera. 

No tenía ni 24 horas en el centro de rehabilitación. Esa misma tarde, la niñera había llevado a su hija de visita. Courtney también estaba en Los Ángeles, pero se preparaba para el lanzamiento de “Live Through This” y ni siquiera le había dado la bienvenida a la ciudad.

Él no se quejó. 

Quería aparentar tranquilidad y que los ejecutivos de Geffen, su esposa y Krist Novoselic lo dejaran en paz. Quería que todos los que vivían en la órbita de su banda creyeran que estaba dispuesto a intoxicarse. 

Estaba consciente de su adicción a las drogas, pero estaba convencido de que no tenía ninguna razón para dejarlas. Después de todo, era una estrella de rock... y ni siquiera había cumplido treinta años.

Mientras se alejaba de Exodus y encendía un cigarrillo, recordó la anécdota de Gibby. Pensó que los pacientes tendrían otra anécdota que contarle a los recién llegados, y le pareció divertido. 

Luego recordó que conoció a Courtney Love en un concierto de los Butthole Surfers y sintió escalofríos. Le pareció irónico. ¿Quién diría que su vida cambiaría radicalmente desde ese momento?


Duff McKagan lo vio unos días antes en el aeropuerto de Los Ángeles en un estado lamentable. Los dos volaron en el mismo avión hacia Seattle.

Cuando bajaron del avión, Duff pensó en preguntarle si quería acompañarlo a su casa, pero lo perdió de vista en cuanto recogió sus maletas. Lo buscó en la salida del aeropuerto y vio que se subía a una limosina que estaba esperándolo. 

Camina encorvado y con la cabeza baja, como se le verá en Live Tonight Sold Out (el VHS que será lanzado en noviembre de 1994, que ha sido concebido por él y cuyo propósito es documentar la trayectoria de su banda), en el clip donde acaban de tocar Territorial Pissings en el show de Jonathan Ross.

El público y la producción no pueden creer que hayan hecho lo que se les dio la gana. 

Tenían la instrucción de tocar una versión "amistosa" de Lithium.

Le ha contado a Michael Azerrad que camina de ese modo porque tiene un problema en la columna vertebral –escoliosis congénita– y que el continuo peso de la guitarra lo ha agravado.

Sus admiradores están acostumbrados a verlo caminar de ese modo cuando abandona el escenario y ha destruido una  Fernandes (gira de 1991) o una Stratocaster (gira de 1992) para dar por concluido un concierto. 

Jamás destruye la Mustang que portó durante la grabación del video de Smells Like Teen Spirit, ni la Jagstang que Fender diseñó exclusivamente para él.


La destrucción forma parte de la música de Nirvana

Endless, Nameless –la pista secreta de seis minutos y medio al final de Nevermind, con la que acostumbraban terminar sus conciertos hasta la gira de 1992 por Australia– fue resultado de su frustración al no quedar satisfecho con las voces y la guitarra de Lithium y destrozar una Stratocaster negra y de golpeador blanco contra el piso del costoso estudio de grabación. 

A la televisión francesa le dijo en una entrevista que destroza instrumentos porque es un buen pretexto para no tener que dar encore

A otros medios de Estados Unidos les dijo que alguien ya había destruido un árbol para construir sus guitarras y que por esa razón no encuentra nada de malo en destrozarlas. 

A partir de 1993, John Duncan –su técnico de guitarra– se encarga de arreglar, afinar y modificar todas las guitarras que Cobain destruye al final de los conciertos.

Él mismo lo hacía antes de volverse mundialmente famoso, en la época en que compró la Jaguar '65 con un adelanto de Geffen

Duncan asegura que Cobain está por abandonar Stratocaster

Courtney Love le regaló una Telecaster y Duncan la ha adaptado con todos los cambios que el líder de Nirvana le ha sugerido. 


Lleva puestas unas gafas vintage Christian Roth*, un gorro de los Buzzcocks, una playera de Half Japanese, una chamarra de esquimal, unos jeans raídos y unos Converse

En un lapso de tres años, desde que Nevermind (1991) –el segundo álbum de estudio de su banda– le arrebató el primer lugar de la lista de Billboard al Rey del Popse ha encargado de repetirle a la prensa que nunca quiso ser una estrella de rock y que odia los reflectores.

Su vestimenta dista mucho de ser lo que cualquiera consideraría "bajo perfil". 

Además, no importa qué tan discreto vista. 
En ese momento es quizá la persona más conocida en todo el mundo. 

Tiene tantos admiradores que puede darse el lujo de exigirles a aquellos que son homofóbicos, misóginos, machistas y fanáticos religiosos que dejen de asistir a sus conciertos y que dejen de comprar sus discos.

Es tan famoso que cualquier declaración suya es noticia. 

Habla de sus problemas de adicción a la heroína y luego se queja de la prensa amarillista que ha inventado historias acerca de él y de su esposa y que los señala como criminales.

En algunos medios, circula una grabación telefónica en la que amenaza de muerte a una columnista de Vanity Fair.


En un lapso de tres años, Nirvana ha tocado para miles de personas en eventos tan importantes como Reading Festival (1991 y 1992) y Hollywood Rock (1993).

Su banda ha encabezado festivales en Europa, en Sudamérica y en Australia.

En los últimos dos meses de 1993, tocaron para MTV en los estudios de Sony en Nueva York y en el Pier 48 de Seattle

Apenas en marzo, Cobain canceló la gira de In Utero en Europa, después de un extraño concierto con laringitis y fallas eléctricas, en la terminal aérea abandonada de Münich.

Sus mánagers lo presionan para que no rechace la oferta multimillonaria de Lollapalooza.
Su mujer insiste en que firme ese contrato, porque le hará ganar tanto dinero que podrá renunciar a Nirvana e incluso pagarle a los abogados que lo demandarán por haber cancelado la gira en Europa

Cobain ni siquiera ha cumplido treinta años y ya tiene al mundo rendido a sus pies.
Aun si abandonara la música, seguiría siendo famoso.

David Fricke –uno de los periodistas más influyentes de Rolling Stone–, lo ha comparado con John Lennon.

Los periodistas más ortodoxos no están de acuerdo, pero Fricke se defiende.

Dice que Cobain no sólo hace música que llega al corazón de las masas, sino que la hace sin respetar las reglas establecidas por la industria predadora, tal y como Lennon lo hacía en su época. 


Cobain le ha repetido a la prensa que toda su vida había estado enfermo y que había usado drogas para lidiar con el dolor, porque ningún tratamiento médico había funcionado.

También ha repetido que había decidido volverse un drogadicto porque había sido tan miserable que todos los días pensaba en acabar con su vida. 

Sin embargo, sus declaraciones cambiaron desde el lanzamiento de In Utero (1993). 

Frances Bean, su hija, tiene dos años de edad, y lo hace muy feliz la oportunidad de verla crecer y de ofrecerle un hogar como el que él perdió cuando sus padres se divorciaron, tal y como lo canta con un cierto hartazgo en Serve The Servants

Está entusiasmado porque Krist Novoselic y Dave Grohl compusieron el riff de Scentless Apprentice y porque él no intervino en la composición de Marigold

En las pruebas de sonido de un concierto en Lisboaescuchó una canción compuesta por Dave Grohl y está seguro de que, en su siguiente álbum –que ha prometido "será más etéreo que los anteriores" y que dejará a un lado "la fórmula Nirvana"–, la música de su banda ya no dependerá exclusivamente de él. 

Exhausted terminará en el primer álbum de los Foo Fighters.


Hace menos de un mes, días después de la cancelación de la gira europea, Kurt terminó en el hospital. 

Se reunió con Courtney en El Hotel Excelsior de Roma y mezcló accidentalmente alcohol con rohypnol y tuvo que ser intervenido de emergencia

Según algunos medios, estuvo en coma alrededor de veinticuatro horas. 
Según los médicos, cuando despertó se le veía feliz y más como una persona que disfrutaba jugar con su hija que como un suicida. 

A nadie, dentro de la órbita de Nirvana, le convenía que el Departamento de Protección de Menores tuviera motivos para quitarles la tutela de Frances Bean a él y a su esposa. 

Si Cobain hubiera sufrido otra separación de su hija, habría sido más difícil convencerlo de que saliera de gira. Poco después de que naciera Frances Bean, a él y a su esposa les retiraron la tutela, debido a una nota de Vanity Fair en la que se sugería que Love consumía heroína durante su embarazo. Él desapareció de los reflectores. 

Todo es una vorágine. 

Sólo uno de los tíos de Kurt murió accidentalmente por un disparo de escopeta, cuando él ni siquiera había nacido, pero durante tres años Courtney Love se ha encargado de esparcir rumores entre la prensa, acerca de los genes suicidas de la familia Cobain. 

El incidente en Roma reforzó esa idea.

La opinión general es que Kurt siempre ha sido un suicida. 

Extrañamente, el Departamento de Protección de Menores creyó ciegamente la versión del accidente en Roma.

Sus amigos y sus conocidos, sin embargo, siempre dicen que él no tiene rasgos suicidas. 


Dentro de unas semanas, la prensa amarillista especulará que debido a este incidente, Cobain sufrió un daño cerebral que le impidió volver a tocar la guitarra y que su muerte era la única opción que tenían los mercenarios detrás de él para mitificarlo y seguir viviendo de las ventas de sus discos. 

Más de veinte años después, en Montage Of Heck –el documental autorizado por su viuda y producido por Frances Bean–, Courtney Love declarará que ella viajó hasta Roma en esa ocasión para encontrarse con su esposo, porque él sospechaba que ella había estado viendo a Billy Corgan mientras Nirvana estaba de gira en Europa.

Según ella, Kurt estaba destrozado y pensaba que ella lo estaba engañando y por esa razón había intentado acabar con su vida, mezclando benzodiacepinas con champaña.  

El incidente en Roma reforzará esta idea, incluso veinte años después de su muerte. 


Desde que regresó a Seattle, tras permanecer en observación unos cuantos días en El American Hospital de Roma, su familia y sus amigos lo han presionado para que ingrese a un centro de rehabilitación. 

Les preocupa su salud, pero es obvio que les preocupa, sobre todas las cosas, que el imperio de Nirvana se desmorone.

Hay algunos rumores entre gente cercana a la banda que señalan que Kurt despidió a Novoselic y a Grohl, a finales de marzo, y que les dijo que Nirvana es su banda y que él puede hacer lo que quiera con ella y que estaba pensando seriamente en invitar a otros músicos a formar parte de ella. 

Años después, circulará una carta de puño y letra de Kurt en la que despide a Novoselic y le reclama su pasividad hacia la banda, durante los últimos meses. 


También está cansado de que Buzz Osborne –su amigo y cantante de Melvins– quiera entrometerse en la dirección que debe tomar su banda. 

La tensión es tan fuerte que, sólo unos días atrás, Novoselic y él se pelearon. 

El bajista de Nirvana lo llevaba en su auto al aeropuerto de Seattle para que viajara a Los Ángeles e ingresara a Exodus. Kurt se quejó y lloró en el camino, se rehusó a hacer check-in en el aeropuerto, le dio un puñetazo a Novoselic en el rostro y huyó maldiciéndolo.

Será la última vez que se verán.

Otros rumores circulan entre allegados a la familia Cobain.

Kurt quiere hacer canciones como Neil Young y tiene pensado colaborar con Michael Stipe.

Según su abogada, Rosemary Carroll –esposa de Danny Goldberg, mánager general de Nirvana–, Kurt ha pensado en el divorcio y quiere cambiar su testamento. 


Cobain continúa caminando con la cabeza baja y encorvado. 

La escoliosis congénita no lo deja en paz.

Algunos admiradores lo identifican. 

Les sonríe y ellos, curiosamente, respetan su privacidad. 

Se quita el gorro de los Buzzcocks

Incluso para tratarse de un lunes de abril y de haberse mudado a su casa en Lake Washington a principios de año, Kurt Cobain es un personaje al que se ve con relativa frecuencia por allí. 

Su casa queda a unas cuadras del Viretta Park.

Si los admiradores supieran que ésta será la última vez que lo verán por allí, probablemente lo acosarían en busca de un autógrafo o de un mechón de cabello. 


El líder de Nirvana levanta la vista momentáneamente y se rasca la cabeza.

Parece que ha recordado algo importante a última hora y que está a punto de volver a su casa.

Quizá sólo le da comezón la cabeza. No se ha lavado el cabello desde el sábado, cuando escapó de ExodusCourtney Love le ha confesado a la prensa en múltiples ocasiones que su esposo no es amante de lavarse el cabello.

O tal vez ha recordado los acordes de una de las canciones que improvisó con Pat Smear en el sótano de su casa, aquella tarde en la que su familia y sus amigos lo presionaron para que ingresara a un centro de rehabilitación.

A lo mejor la situación es totalmente distinta y sólo siente la necesidad de escribirle una carta a Frances, a Courtney, a Krist y a Dave.

Quizá sólo quiere volver a su casa y tumbarse a dormir.

 

Analiza si continúa su camino o vuelve a su casa, cuando una corriente de aire le pega en el rostro y le alborota el cabello. 

Usa uno de los índices para pasarse el cabello detrás de una oreja y quitarse un mechón que le cubre la frente.  

La sensación del viento en su cuerpo, lo hace reparar en que está vestido como si se encontrara en el invierno más crudo de todos los tiempos. 

También repara en los tres jeans que usa para disimular su delgadez** y en el reloj de pulsera que aprisiona su muñeca izquierda. 

Estira las piernas y abre y cierra el puño izquierdo, mientras contempla el brazalete de Exodus que no se ha quitado aún.

Se ríe. El brazalete le hace recordar el chiste que le contó Gibby Haynes, el cantante de Butthole Surfers y su compañero de habitación.

Pudiendo haber salido por la puerta del centro de rehabilitación, él mismo –al igual que el personaje del chiste– escapó saltando la barda.  


Vuelve a avanzar. 

Le da la impresión de que sus pisadas suenan a papel celofán en el césped, conforme aplastan las hojas caídas de los árboles. 

Baja la mirada y se da cuenta de que la agujeta de su tenis derecho se ha desanudado. 
Se pone de cuclillas y comienza a atarla. 

Los Converse azules que usa tienen una estrella blanca a los costados.

El viernes, cuando Gary Smith encuentre su cadáver y lo reporté a una estación de radio y al 911 y en pocas horas el mundo de la música lamente su pérdida, un paparazzi se subirá a uno de los árboles que rodean el invernadero de su casa y conseguirá fotografiarle un brazo, una pierna y ese tennis cuya agujeta está atándose. 

Por muchos años, esa imagen será lo único que sus admiradores verán de la escena de su muerte, en la que su cuerpo yace en el suelo con una Remington en el pecho, apuntando a su boca.

Aun ahora, veinticuatro años más tarde, es difícil imaginar el estado de su rostro y la posición del cañón de la escopeta. Algunos periodistas amarillistas han hecho hasta lo imposible para que salgan a la luz todas las fotografías de su rostro deshecho. 

Por fortuna, Frances Bean y el Departamento de Policía de Seattle lo han impedido. 

Otras fotografías circularán en los medios, en los siguientes meses: la de su billetera, la de su licencia de manejo en la que luce un extraño corte de pelo y la de una caja de puros Moore, llena de jeringas de 1 ml, cucharas con quemaduras y encendedores.


En unos días, Kurt se convertirá en lo que más odiaba: un cliché del rock n' roll.

Unas horas después de ese macabro descubrimiento, su rostro aparecerá en las portadas de decenas de revistas. Por el resto de los tiempos, estará condenado a aparecer puntualmente, cada 5 de abril.   

La leyenda de su suicidio y de las teorías conspirativas alrededor de su muerte, no cesarán jamás. Alimentarán libros, documentales, cómicsblogs...

Año tras año, millones de adolescentes confundidos e iracundos, se sentirán atraídos por el encanto de su muerte (más que por el legado de su música) y terminarán idolatrándolo y llenando los bolsillos de quienes no se cansarán de explotar su nombre. 

Está tan abrumado que todo le es ajeno.

No imagina el impacto que causaría su muerte en quienes se sienten identificados con su música, en quienes han seguido su carrera, en quienes han oído hablar del concierto de Nussbaum de 1987, en quienes han conseguido una copia de Fecal Matter, en quienes asistieron al Paramount Theatre en la noche de Halloween de 1991, en quienes quedaron atónitos cuando él solo interpretaba Pennyroyal Tea en los estudios Sony de MTV en noviembre de 1993, en quienes jamás asistiremos a un concierto de Nirvana.


Kurt se quita las gafas vintage Christian Roth y las guarda en uno de los bolsillos de su chamarra de esquimal.

Se sienta en una banca del Viretta Park.

Se le antoja un cigarrillo. 

Echa un vistazo alrededor. 
Hay algunas personas por ahí. 
¡Cuántas veces ha deseado pasar desapercibido, como en ese momento!

Su banda es la banda más popular en todo el mundo.
Los momentos como éste son raros. 
La idea lo abruma. 


Le llega a su cabeza el coro de la pista número cinco de In Utero.

Desde hace unos meses, hasta cuando está triste, se siente incómodo y vigilado. 
Muchas personas lo rodean, pero nadie está cerca de él. 
Todos quieren una rebanada de Kurt Cobain y de Nirvana.

Todos quieren pedirle favores. 
Todos quieren explotar la mina de oro. 

Extraña la época en la que podía salir a la calle como cualquier otra persona y componer canciones todo el día en un departamento de Olympia.

Extraña la época en la que su banda tocaba en bares de mala muerte y hacía giras infernales por la Costa Este de Estados Unidos



Se coloca un cigarrillo en los labios.

Tiene todo el aspecto de una estrella de rock. 

Es imposible creerle cuando dice que odia la fama y que siempre quiso estar en un segundo plano y ser como Ringo Starr en Los Beatles.

Siempre ha sido evidente que le gusta rodearse de reflectores.

Si odiara tanto la fama, no habría permitido que Michael Azerrad lo entrevistara para que pudiera escribir la biografía autorizada de Nirvana, ni se la pasaría diciéndole a la gente de MTV que necesita tomar un curso que le enseñe a ser una estrella de rock.

Suspira.

Piensa en encender el cigarrillo.

Piensa en la forma de las volutas de humo, esfumándose en la nada.

Esa imagen tal vez lo remite a una pregunta: ¿en verdad es mejor quemarse que desvanecerse, como dice la canción de Neil Young...?



Tal vez reflexiona en los problemas que lo han atormentado en las últimas semanas. 

Todos son recurrentes. 

Se repiten en su cabeza como un delirio febril.

¿Acaso sí tiene un problema de adicción a la heroína, pero no encuentra un motivo para rehabilitarse?

¿Lo único que necesita es alejarse del mundo de Nirvana y olvidarse de la música y de la gira europea que canceló unas semanas atrás? 

¿Siente remordimiento y desea hacer las paces con Krist y formar una nueva banda con Pat Smear?

¿Quiere hacer carrera solista y divorciarse?

¿Quiere poner a prueba a Dave Grohl, para saber hasta dónde puede llegar como compositor?

¿Cometió un grave error, al rechazar la oferta de encabezar el festival de Lollapalooza?


¿Y si le da un giro a su carrera y comienza a componer canciones al estilo de Johnny Cash?

¿Y si busca a Mark Lanegan y retoma The Jury?

¿Qué clase de álbum podrían grabar él y Michael Stipe?

¿Y si hubiera una manera de volver al anonimato de Olympia... y si encontrara una forma para concentrarse en dibujar? 

¿Y si su pesar fuera transitorio y en un mes se volviera a sentir como en aquellos tiempos, cuando vivía con Tracy y su máxima ambición era tener una banda y una canción que saliera por la radio?

¿Y si regresa a Exodus y, en sólo un mes, la ausencia de droga en su cuerpo le permitiera ver todo más claramente y sentirse tan emocionado como cuando escuchó por primera vez la versión de Love Buzz de su banda en la radio?

¿Y si, independientemente de lo que hiciera, jamás volviera a sentir la emoción de salir al escenario, cuando las luces del foro se apaguen y sus admiradores comiencen a gritar?


En los últimos conciertos en Italia y en Eslovenia, sus viejos amigos –los Melvins, con quienes se siente en deuda por haber traicionado los principios punk que ellos respetan– lo acompañaron durante la gira. 

Ni siquiera con su presencia fue capaz de sentir todas estas cosas que sentía cuando audicionó para tocar el bajo con ellos y los nervios lo traicionaron. 

Se supone que el líder de la banda más popular del mundo, debería sentirse estremecido por la música que crea y por la reacción de sus admiradores. 

¡Si tan sólo tuviera un gramo de la pasión que Freddie Mercury desbordaba en el escenario!

Últimamente se siente un farsante y no quiere seguir engañando a nadie. 


Frunce el ceño.

Está tan ensimismado en sus pensamientos que el cigarrillo se le ha pegado en los labios. 
Ha olvidado encenderlo. 

Cruza una pierna encima de la otra y se queda contemplando el horizonte. 

Ya casi no hay sol en el Viretta Park

La gente que andaba por ahí, ha desaparecido. 

Se acomoda en la banca.

Se despega el cigarrillo de los labios. 

Siente un ligero dolor, como si se hubiera arrancado un pedazo de piel muy sensible. 

Pone el cigarrillo frente a sus ojos y lo contempla detenidamente, como si fuera un viejo enemigo***. 

Se lo lleva a los labios y saca un encendedor de una de las bolsas de su chamarra de esquimal. 

Se vuelve a poner el gorro de los Buzzcocks que ha sujetado bajo una de las axilas y enciende el cigarrillo. 

Mientras le da una chupada al cigarrillo y deja escapar el humo por la boca y observa las volutas de humo esfumarse entre los árboles, no tiene idea de que le restan menos de veinticuatro horas de vida y que un electricista encontrará su cadáver hasta el viernes ocho de abril. 


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*En una sesión de fotografías para la promoción de In UteroJesse Frohman lo fotografió usando estas gafas que se pondrán de moda veinte años después y que serán conocidas como "el modelo Kurt Cobain".

**Tracy Marander –su novia en la época de Bleach (1988), le dará una entrevista a Nick Broomfield a finales de 1994 y le confesará que Kurt Cobain siempre se avergonzó de su delgadez. Sin Marander, quién sabe si Kurt hubiera tenido tiempo para trabajar en las canciones de BleachMientras él escribía y componía, ella trabajaba todo el día y cubría todos los gastos. El departamento en el que ambos vivían en Olympia ahora es una atracción turística.  

***Juego con la letra de Come As You Are.