sábado, mayo 07, 2011

Odio ir al supermercado



Odio ir al supermercado.

Cuando acababa de entrar a la secundaria, inauguraron uno cerca de la casa de mis papás.

No había ninguna tienda de ese tipo en la colonia, así que fue toda una novedad y prácticamente todos los vecinos fueron a la inauguración.

Me quedé en la casa. 

Esa tarde el Olympique de Marsella y el Estrella Roja de Belgrado disputaban la final de la Copa UEFA en el Estadio San Nicola de Bari, en Italia

El partido estuvo aburridísimo -los técnicos de ambas escuadras plantearon sistemas de juego ultra defensivos- y lo ganó el equipo yugoslavo en tanda de penales.

Yo acababa de aprender a usar la videocasetera para grabar programas de la televisión, y me quedé en la casa a grabar todo el partido en una cinta Betamax.  


Mi mamá volvió a la casa cuando el partido había terminado.

Llevaba globos, una rebanada de pastel y el autógrafo de un luchador que estaba en la inauguración del supermercado.   

Mis hermanos y yo íbamos con mis papás muy seguido a ese supermercado, y no me resultaba tan tedioso, tal vez porque no gastaba mi propio dinero y porque mis papás nos compraban alguna golosina que se nos antojara.

Acabo de volver del supermercado.
Odio ir a comprar mi despensa. 
Al recorrer los pasillos, siento un vacío.  

Me resulta tan aburrido como esa final de la Copa UEFA de la temporada 1990-1991.

También es triste hacer cuentas para que alcance el dinero.   


No quiero volverme a dormir




3: 45 a.m., un molesto ardor en el vientre me despierta y pienso que no está nada bien fumar y beber en exceso. Debería ignorarlo, pero el dolor no cesa. 
5: 50 a.m., mi gato comienza a maullar y se sube a la cama. Me suelta 2 ó 3 mordidas en las piernas. Debería ignorarlo, pero me levanto de la cama para alimentarlo. 
6: 20 a.m., miro el reloj otra vez, pero esta vez no puedo moverme. Todo se vuelve terrorífico alrededor. Cuando recupero el tono muscular, pienso que quizá debería escribir. Me quedo en la cama. 
* * * * *
Una especie de vaho de color rojo giraba lentamente junto a la cama. Brillaba en la penumbra como los ojos de un búho. El vaho luminoso se parecía a una esfera, pero cuando tocaba una de mis manos, se convertía en un artefacto. Aunque yo sabía que estaba soñando, me inquietaba el hecho de que el vaho se convirtiera en algo sólido.
El artefacto se transformó en una cara horrible, llena de agujeros enormes y de bocas desdentadas inmensas. La cara iba a decirme algo, así que decidí voltearme hacia el otro lado de la cama, y logré despertar.
* * * * *
8: 41 a.m., el sol atraviesa la ventana y enciendo un cigarrillo. Está terriblemente mal fumar en ayunas, pero no puedo resistirme. Además, no quiero volverme a dormir.