sábado, noviembre 28, 2015

El cajero automático se tragó con mi dinero


Tengo varios meses sintiéndome mal.
Hace unos días, saqué una cita por teléfono con un gastroenterólogo.
Llamé desde el trabajo. 
Aproveché un momento en el que me quedé solo en el cubículo.

Quería mantener en secreto mi enfermedad. 

(Me he acostumbrado tanto al malestar que me resulta difícil creer que podría sentirme como cualquier otra persona. Muchas veces he pensado que el malestar desaparecerá paulatinamente, pero la verdad es que me he adherido a dos tratamientos médicos y no noto mejoría.)

Hace una semana, una colega me regaló un chocolate amargo después de la comida. 

Estaba delicioso, pero me hizo daño. Sentí que me asfixiaba, que se me cerraba la garganta, que ascendían por mi esófago litros y litros de saliva que no me permitían pasar aire hacia los pulmones y que en cualquier momento ya no podría respirar. 

Tuve que volver al departamento. El camino fue infernal. 

El malestar desapareció mientras estaba dormitando en el sillón, viendo la televisión para distraerme y preguntándome qué diablos ocurría conmigo. Ésta es la enfermedad más rara que he tenido. Los síntomas son difíciles de explicar. 

EC ya me había insistido en que debía ir con un especialista, pero soy desidioso y pesimista.



El día que saqué la cita por teléfono, ya estaba harto de mi condición. 

Todo el camino desde el departamento hacia el trabajo, estuve pensando en que debía de haber algún modo de acabar con los síntomas.

Llegué al cubículo y me senté frente a la computadora a buscar en internet consultorios de gastroenterólogos. En la Sección Amarilla encontré el número de un gastroenterólogo del Hospital Ángeles Metropolitano de la Colonia Roma

Anoté el teléfono y marqué el número cuando estuve solo en el cubículo. 
La recepcionista me ofreció la cita para esa misma tarde o para el día siguiente. No sé por qué le pedí una cita para la semana siguiente. (Creo que quería tener suficiente tiempo para prepararme mentalmente y para que hubiera las condiciones apropiadas para ir a la cita. Odio comprometerme repentinamente a cualquier actividad.) Luego volví a llamar y la cambié para esa misma tarde.

La cita era a las cinco y salí directamente del trabajo al consultorio.

Durante el camino, estuve teniendo pensamientos positivos y preguntándome por qué no había sacado una cita antes. Pensé que mi problema sería resuelto fácilmente y que volvería a tener una vida normal. (En los últimos meses he tenido mucho cuidado con mi alimentación: entre otras cosas, evito las grasas, los irritantes, los dulces y las bebidas carbonatadas.) 


Domingo 16 de mayo del 2015
El consultorio del gastroenterólogo estaba en el quinto piso del hospital. 
La sala de espera estaba llena de gente que hablaba de temas banales. 
La recepcionista me dijo que el médico había tenido un contratiempo, pero que no tardaría en llegar.

La idea de abandonar el consultorio cruzó mi mente, pero el médico apareció pronto. 
Hizo pasar a una mujer antes que yo (ella no había dejado de hablarle a su acompañante, de su último viaje a Europa en el que conoció el Museo de Louvre y El Vaticano) y terminé pasando a su consultorio cuarenta minutos más tarde. 

Le referí mis síntomas y me revisó. 

Me dijo que parecía que tenía reflujo gastroesofágico (ERGE) y que era indispensable que me realizara una endoscopía cuanto antes, para descartar cualquier posibilidad de tumor cancerígeno. (También le dije que he estado escupiendo flemas con sangre.) 

Volví a la casa en metro, a la hora pico. 

Estaba muy preocupado y consternado. Todo parecía peor de lo que había pensado.
Podía tener un tumor cancerígeno.

Hacía más de un año que no usaba el metro a la hora pico.
Eran las seis de la tarde y estaba a reventar.
Yo estaba tan consternado que no me importó el mar de gente ni el ruido ni el hacinamiento dentro del vagón.  
Sólo pensaba cuánto podría cambiar mi vida si en verdad tenía un tumor cancerígeno.  


Miércoles 25 de noviembre del 2015
Cuando llegué al departamento no estaba EC. 

Encendí el televisor y me senté en el sillón.
Había un partido de futbol. Jugaban el América contra el León en El Estadio Azteca
Eran los cuartos de final del torneo. 

Yo estaba inerte en el sillón, tratando de distraerme con el televisor, pero sin prestarle atención al partido. Las imágenes se difuminaban en el césped y yo sólo recordaba vagamente otras escenas de otro partido del torneo anterior. 

El domingo 16 de mayo del 2015, jugaban el Querétaro y el Veracruz en el Estadio Pirata Fuente. Eran los cuartos final del Torneo de ClausuraRecordaba la fecha con precisión porque desde entonces no he vuelto a fumar.

Recordaba que EC  y yo acabábamos de volver de la casa de mis papás. 
Casi todos los domingos íbamos a verlos.  

En esa temporada, Ronaldinho jugaba en Querétaro
Su equipo había ganado el partido de ida. 


Después de fumarme mi último cigarrillo en la vida (espero), me comí una rebanada de pastel e inmediatamente me sentí terrible. 

Comencé a secretar mucha saliva y a ahogarme. No podía eructar. 
Sentía como si tuviera una burbuja de aire o algo atorado en el esófago. 
Cada vez me costaba más trabajo pasar saliva y aire. 

Jamás me había sentido así.

El malestar desapareció paulatinamente y Ronaldinho dio el pase de gol con el que el su equipo avanzó a las semifinales del Torneo. 

El Querétaro llegaría a la final y la perdería contra Santos

Volví a la realidad. 

El partido en El Estadio Azteca, terminó. 

El América ganó 4 a 1.

No recuerdo un solo gol.

Sólo pensaba en el tumor cancerígeno y en el rumbo que podría tomar mi vida.

No sabía cómo le diría a EC que era probable que tuviera un tumor cancerígeno. 


Al día siguiente fui a realizarme la endoscopía. 

El consultorio privado del gastroenterólogo estaba cerca del World Trade Center.

Salí de la casa en ayunas, sintiéndome miserable y experimentando los síntomas del reflujo.

El metro estaba a reventar y había mucho ruido. 
Me sentía tan mal que todo eso era irrelevante. 
Pensaba que preferiría vivir esas condiciones de encierro y de ruido, el resto de mi vida, en lugar de sentirme como me había estado sintiendo.  

Tenía unas terribles náuseas y me sentía ansioso.
Siempre creía que las naúseas acabarían en vómito y que de alguna manera terminaría ahogándome con mi propio vómito. Aunque esto no había ocurrido jamás, la idea de vomitar en público me torturaba. 

Siempre cargaba con una bolsita de emergencia para el vómito. 

La endoscopía me costaría $7, 500. 
Era una fuerte suma para mí. 
Nunca llevo conmigo tanto dinero. 

No se me había ocurrido sacar dinero del banco y mi plan era bajarme en la estación Chilpancingo, buscar un cajero automático, sacar el dinero y subirme al metrobús. 
El consultorio privado del gastroenterólogo quedaba cerca de la estación  Nápoles.  


Me bajé en la estación Chilpancingo y caminé en busca de un cajero automático.
Eran casi las ocho de la mañana. La cita para la endoscopía era a las nueve.
Encontré un cajero en la calle de Tlaxcala, junto a una farmacia.

Introduje mi tarjeta y mi NIP y la cantidad que quería sacar. 
El cajero automático marcó que la operación había sido exitosa y escuché el sonido que emite la máquina cuando está contando los billetes. 
La compuerta se abrió, pero no salió ningún billete. 

El cajero se quedó con mis $7, 500. 

¡No sabía qué más podría salir mal!

Jamás me había ocurrido algo así con un cajero automático. 

Pensé que ésa era una señal de que todo saldría mal. 
Pensé que el médico me diría que tenía un tumor cancerígeno y que no había mucho por hacer. 


Me subí al metrobús, enojado y preocupado.
Me bajé en la estación Nápoles y me perdí.

Llegué al consultorio casi una hora después de la cita, sudando, enojado y consternado a la vez. 
Odio llegar tarde a cualquier parte. 
No quisiera ser una de esas personas que incluso llegan tarde a su funeral. 

Le dije al gastroenterólogo que me había perdido y que el cajero automático se había quedado con mi dinero y que no llevaba dinero para pagarle, y él sugirió que después de la endoscopía yo fuera a otro cajero y que regresara más tarde al consultorio a pagar. 

Me preguntó si nadie me acompañaba y le dije que no.

Creo que ni EC ni yo habíamos considerado que la endoscopía requería que ella me acompañara. 

Eso me puso paranoico y me hizo pensar que el médico podría dormirme, extraerme los órganos que quisiera y traficar con ellos y que luego podría deshacerse de mí y que nadie sabría dónde buscarme. 



El médico me hizo pasar a otra habitación y me hizo acostarme en la cama de auscultación.
Una enfermera me tomó los signos vitales y me puso una mascarilla.
Me dijo que en poco tiempo la anestesia surtiría efecto y me dejó solo.

Cuando empecé a sentir los efectos de la anestesia, todas mis preocupaciones desaparecieron. Consideré que los anestésicos podrían ser una opción, si el panorama no era alentador. 
Imaginé el resto de mi vida como un adicto a los anestésicos y escribiendo en ese estado.  

Nunca perdí la consciencia por completo –ése era el protocolo– y el gastroenterólogo me explicó cada cosa que veía. Me realizó una biopsia y me mostró los resultados unos minutos después de terminar con la endoscopía. Confirmó que tenía ERGE y me dijo que además tenía una hernia hiatal y Helicobacter PyloriNo parecía que tuviera algún tumor cancerígeno, pero de todas formas me envió a ver a otro especialista.

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Cuartos de Final Torneo de Clausura 2015: Veracruz vs Querétaro
Cuartos de Final Torneo Apertura 2015: León vs América

lunes, junio 29, 2015

Arjen Robben engañó al árbitro


La selección de México fue la penúltima en calificar a La Copa del Mundo de Brasil 2014, después de vencer con un marcador global de 9 a 3 a la selección de Nueva Zelanda en el repechaje. 

Jugó contra los neozelandeses en El Estadio Westpac de Wellington y en El Estadio Azteca, gracias a que la selección de Estados Unidos derrotó en tiempo de reposición a la selección de Panamá en la última jornada de la eliminatoria rumbo al mundial. 

El equipo "de las barras y las estrellas", los ticos y los hondureños llegaban a esa última jornada clasificados al mundial, por la zona de CONCACAF

Para asegurar la repesca contra los neozelandeses, México necesitaba ganar o empatar su último juego en Costa Rica.

La selección panameña tenía que ganar y esperar a que México perdiera.

Ambos partidos se disputaron a la misma hora. 

México anotó primero en San José.

Estados Unidos perdía en la Ciudad de Panamá.

Costa Rica anotó dos goles.
Acabó el partido en San José .

Esos resultados dejaban fuera a México y calificaban a los panameños a la repesca.


Todo era alegría en el Estadio Rommel Fernández.

Pero en los minutos 92 y 93, con anotaciones de Graham Suzi y de Aron Johannsson, la selección de Estados Unidos derrotó a los panameños y le dio el pase a la repesca a los mexicanos. 

La selección de México había tenido unas eliminatoria desastrosa. 

Antes de Miguel Herrera, la habían dirigido José Manuel de la Torre y Víctor Manuel Vucetich.

En la Ciudad de México empató sin goles contra Jamaica, contra Costa Rica y contra Estados Unidos; perdió contra Honduras y apenas pudo ganarle a Panamá 2 a 1 con un gol de Raúl Jiménez que pasó a la historia. 

La selección mexicana quedó en el Grupo A del mundial. 

Enfrentaría a Camerún, a Brasil y a Croacia en la fase de grupos.

Los cálculos eran ganar a Camerún, perder con Brasil y buscar la clasificación a octavos de final contra Croacia en la Arena Pernambuco


Caía una lluvia torrencial en Natal. 

La selección de México salió a la cancha de la Arena das Dunas con un planteamiento ofensivo. 

La selección de Camerún era un caos. 
Le habían exigido a su Federación unas primas por haber calificado al mundial y la Federación no les había respondido aun. 

El árbitro colombiano le anuló dos goles a Giovanni dos Santos.
  
Oribe Peralta anotó en el segundo tiempo y la selección obtuvo sus primeros tres puntos.


En el Estadio Castelão, Guillermo Ochoa fue la figura del partido. 

Tal vez la jugada más espectacular fue cuando le atajó un remate de cabeza a Neymar, casi en la línea de meta. 

Héctor Herrera estuvo a punto de anotar con un tiro de media distancia. El balón se estrelló en uno de los postes de la portería de Julio César

El equipo empató a ceros en Fortaleza, y fue una sorpresa.

Antes del mundial, los pronósticos indicaban que la selección de México perdería. 


El último partido de la fase de grupos contra la selección de Croacia, se jugó en Recife. 

Los croatas tenían que ganar para avanzar a la siguiente fase y a los mexicanos les bastaba con un empate. 

Los europeos subestimaron a la selección mexicana de futbol, aun cuando en el último enfrentamiento entre ambos equipos, en la fase de grupos del mundial de Corea-Japón 2002, ellos habían perdido 1 a 0. 

Rafael MárquezAndrés Guardado y Javier Hernández anotaron en la Arena Pernambuco y la selección ganó 3 a 1 y avanzó a los octavos de final. 



El nivel de juego del equipo había sido mucho mejor de lo que esperábamos, incluso la prensa internacional lo elogiaba. 

El partido de octavos de final se disputó el domingo 29 de junio en Fortaleza.

El rival de México fue Países Bajos. 

Los holandeses habían ganado sus tres partidos de la fase de grupos.

En Salvador, golearon 5 a 1 a los españoles que habían sido campeones en Sudáfrica 2010, ganaron 3 a 2 a los australianos en Porto Alegre y ganaron 2 a 0 a los chilenos en São Paulo


Algunos comentaristas mexicanos estaban tan entusiasmados con el desempeño de la selección que aseguraban que este equipo tenía una verdadera oportunidad para cambiar la historia del futbol mexicano y avanzar al quinto partido

Yo no creía que México avanzaría a los cuartos de final.

Sólo esperaba que jugaran mucho mejor que en los octavos de final del mundial anterior, cuando la selección argentina les pasó por encima en Johannesburgo

El equipo de Miguel Herrera salió a la cancha de Fortaleza con un planteamiento ofensivo y dominó el partido desde los primeros minutos. 

La jugada más peligrosa de los holandeses en el primer tiempo fue provocada por un balón que Francisco Javier Rodríguez perdió en media cancha. 

Héctor Moreno tuvo que barrerse a unos metros de la portería de Guillermo Ochoa para quitarle el balón a Arjen Robben y terminó con una fractura.

A pocos minutos de iniciar el segundo tiempo, Giovanni dos Santos tomó un balón en los linderos del área holandesa y disparó con la pierna izquierda y anotó. 

¡Increíble! ¡Estábamos ganándole a los holandeses! 

Empecé a recordar a varias selecciones nacionales que habían llegado a un mundial en condiciones similares a las de México, y que habían cambiado por completo en el mundial. 

Empecé a divagar y a ilusionarme.

(Maldito alcohol.) 


Después de esa anotación, México siguió atacando.
Los holandeses,  se veían desconcertados y fatigados. 

Miguel Herrera decidió cambiar de estrategia y echó al equipo atrás y apostó por el contragolpe. 


Poco a poco, la selección de Holanda empezó a tomar fuerza y a meter en aprietos a Guillermo Ochoa.


El empate era inminente.


Wesley Sneijder tomó un rebote de un tiro de esquina y disparó.

Ochoa no pudo hacer nada.
Cuando el balón mecía las redes de la portería mexicana, presentí que la historia se repetiría, como en todas las Copas Mundiales en las que he visto a la selección de México perder en los octavos de final.

Y así fue, pero de la manera más triste que podía ocurrir. 


Después de ese gol, Arjen Robben fingió una falta en el área de la selección mexicana de futbol, en los últimos minutos del partido.


El árbitro portugués marcó la falta y Klaas Jan Huntelaar anotó el penaltie.  


La resaca de todo el alcohol que había bebido desde el primer partido de la selección mexicana en Natal, me pegó de repente. 


Me sentí muy mal.


Se respiraba una profunda tristeza en la casa de mis papás, y también se percibía en las tribunas del estadio y en la cancha.  


Cuando acabó el juego, volví a la casa y no quise saber nada más del mundial. 


Hace un año de ese partido, y sigo creyendo que Arjen Robben fingió una falta. 


En su equipo, el Báyern de Münich, ha ganado la Bundesliga y la Champions League.


Lo peor que le ha pasado deportivamente es que algunos árbitros no le marcan faltas a favor.