jueves, diciembre 28, 2017

Der Himmel über Berlin


Las Alas del Deseo es una película alemana de 1987, dirigida por Win Wenders

El filme ganó los premios Bundesfilmpreis de oro, Bayerischer Filmpreis, entre otros, e hizo acreedor a Win Wenders del reconocimiento como mejor director en el Festival de Cannes de ese año. 

En la película, dos ángeles -Damiel y Cassiel-, encargados de vigilar y cuidar a los humanos eternamente, recorren Berlín y escuchan los pensamientos de sus habitantes y les dan consuelo a los más necesitados.


Damiel consuela a una trapecista que trabaja en un circo.
Marion es una mujer solitaria y triste, que atraviesa una crisis existencial. 
Su belleza lo cautiva y lo intriga.  

Colombo, un director de cine estadounidense, llega a Berlín a filmar una película y, mientras Damiel está desesperado por experimentar los placeres humanos, lo encuentra. 

Colombo parece disfrutar hasta lo más insignificante, como caminar por una horrible plaza lodosa o frotarse las manos para calentarse en el crudo invierno alemán. 

Damiel quiere experimentar las emociones humanas y está dispuesto a abandonar la inmortalidad a cambio de ello.

miércoles, diciembre 13, 2017

Tus ropas caen lentamente


A finales de los ochenta, Soda Stereo ya era una banda muy popular en México. Sus canciones sonaban en la radio todo el tiempo. Entonces yo era un niño y, sin embargo, recuerdo haber escuchado “Persiana americana”, “Cuando pase el temblor” o “Nada personal” mientras íbamos a ver a los abuelos en el auto de mi papá, o mientras mi mamá preparaba la comida y escuchaba la radio. No estoy seguro, pero tal parece que la influencia de Soda en la música latinoamericana era ya innegable. Tampoco estoy seguro de que entonces hubiera habido una audiencia tan culta como la de nuestros días, que no se cansa de denunciar que Soda plagiaba canciones y ritmos de otros continentes.

A pesar de tener estos recuerdos de mi infancia, empecé a escuchar a Soda seriamente, cuando Cerati promocionaba Fuerza Natural. La banda nacida en los sótanos de Buenos Aires ya se había desintegrado y había dado un memorable concierto final en El Estadio de River. MTV y otros medios importantes habían estado transmitiendo incansablemente “De música ligera” grabada en vivo en ese último concierto, en donde Gustavo se había despedido con un “Gracias totales” que terminó convirtiéndose en una especie de eslógan del rock n' roll

Ya había escuchado a Cerati en un Vive Latino y en un festival donde también tocaron Café Tacuba Placebo, pero no le había prestado mucha atención a su música. 

Sólo recuerdo que en algún momento dijo que tocaría una canción de Luis Alberto Spinetta y que las mujeres no dejaban de gritar mientras él lo decía.

Creía que Soda Stereo era una banda sobrevalorada y que la carrera solista de Gustavo Cerati dependía de su imagen.  




https://es.wikipedia.org/wiki/Spinetta/García
Sin embargo, se me ocurrió escuchar rock argentino, cuando faltaban unos meses para que comenzara el mundial de Sudáfrica 2010.

La selección argentina siempre ha sido el némesis de la Selección Nacional -los había eliminado con un gol de Maxi Rodríguez en el mundial anterior y les había ganado la final de La Copa América de 1993-, y no quería quedarme con la idea de que a los argentinos sólo les importaba el futbol.  

Javier Aguirre haría todo lo posible para que su equipo enfrentara al equipo de Diego Armando Maradona en Johannesburgo y para que fuera eliminado por segunda ocasión consecutiva por los argentinos en los octavos de final de un mundial, pero yo descubriría Artaud y Clics Modernos.

Esos álbumes me harían escuchar a Soda Stereo.  



He leído artículos en revistas de música y tweets de gente que trabaja en la industria de la música y que critica severamente a Soda Stereo

Los acusan de plagiar canciones de bandas europeas desconocidas y de haber tenido una gran influencia anglosajona en sus inicios.

No soy experto en música, pero no conozco a muchas bandas tan populares como ellos y que hayan evolucionado como ellos. 

Sus álbumes pasaron del punk, del reggae y del  jazz al funk, y del sonido de Nueva York al shoegaze, antes de tener un sonido propio.

Su primer álbum suena a The Police, pero el último suena a Soda Stereo

Nadie puede negar que son una de las principales bandas del rock en español.



Descubrí a Soda Stereo poco antes de Gustavo Cerati sufriera el accidente cerebrovascular que lo mantendría en coma durante varios años.

Fuimos a ver el espectáculo de SEP7IMO DIA.

Fue un espectáculo asombroso.

Será lo más cerca que estaré de Soda Stereo en vivo.


domingo, noviembre 26, 2017

La tinta es racista




Ella se hizo uno en abril de este año. Ese día hacía tanto calor que ni siquiera llevábamos suéteres. Su primera experiencia fue un diseño "a la Gestalt". Dependiendo de dónde te enfoques, puedes ver la huella de un gato o el rostro de un gato. 

No sé desde cuándo estuvo planeándolo, pero, a juzgar por la familiaridad con la que ella y su amigo hablaban del diseño en esa ocasión, parecía que tenían varias semanas discutiendo los detalles. 

Ese día yo estaba enojado porque, finalmente, después de haberle insistido durante varios meses a mi hermano, él había accedido a que los dos grabáramos unas canciones en las que he estado trabajando desde el año pasado –no sé si debe a que no tiene tiempo a que se aburre o a que cree que, tal y como decían mis papás en tiempos de Selena, yo no tengo coordinación y que no sé tocar ni Re–, pero ella ya había sacado una cita con su amigo y tuve que cancelar el ensayo con mi hermano. 

Aunque ella me dijo que podía ir sola al estudio de su amigo, yo tenía presente que me había contado que una vez se había desmayado cuando le hacían una perforación en la ceja y entonces no estaba seguro de que fuera una buena idea dejarla sola.

El estudio de su amigo estaba en la Escandón


Ahora es mi turno y el amigo de mi esposa se acaba de mudar a Tláhuac. Su nuevo estudio está en su casa y su casa queda cerca de la Estación Periférico Oriente y cerca de una plaza que, según él, van a inaugurar muy pronto.

Ella decidió que tomáramos el metro y la ruta fue muy larga. Tardamos casi dos horas en llegar. Le digo que habríamos llegado más rápido en Über –incluso en un viejo RTP– y que conozco la zona. Fiel a mi costumbre, hasta el último momento me tomo en serio las cosas y se me ocurre que yo mismo habría podido planear el recorrido. Normalmente, evito planear los recorridos de los lugares que visitamos. No sé por qué, pero me pone de mal humor. 

Caminamos por unas calles más o menos de difícil acceso y finalmente llegamos a la casa de su amigo. Nos saludamos y nos hace pasar a una habitación que queda al fondo de su casa. Las paredes están pintadas de color verde o azul agua y en ellas hay algunos dibujos psicodélicos a mano o los esténciles de los tatuajes que él ha realizado. 

A diferencia de la ocasión en la que lo conocí, el día está nublado y hace frío. Tan sólo están por cumplirse dos meses desde el terremoto que coincidió con el aniversario treinta y dos del terremoto de 1985 y continúo en estado de alerta y cualquier ruido que se parezca al de la alerta sísmica me sobresalta y me hace recordar mi situación en el tercer piso del Edificio S de la UAM-Iztapalapa. 




En estas semanas, a través de mi esposa, él y yo hemos estado en contacto por Facebook
Le mandé unas ideas y él trabajo en ellas. Decidí que mi primer tatuaje sea el ángel de In Utero. Me gustó su diseño final y acordamos que hoy me lo tatuaría en el hombro izquierdo.






Saúl Hernández cantaba mientras la aguja penetraba mi piel. John Frusciante.

El arte objeto de Kurt Cobain.

Gustavo Cerati y el baile del bajista de Santa Sabina.

Dimebag Darrell y Philip Anselmo hablando alemán. 

El tatuaje de Ian, el de Anthrax.

Saúl Hernández sonaba mientras la aguja penetraba mi piel. 

domingo, noviembre 19, 2017

Tendré que ir a Australia a escuchar a Courtney Barnett


El 16 de abril Axl Rose, Slash y Duff McKagan tocarían, juntos por primera vez después de casi 20 años, en el Festival de Música y de Arte de Coachella.

En unos cuantos días, ellos vendrían a tocar a la Ciudad de México, pero yo veía la transmisión del festival por internet.

Cuando estaba aburriéndome de la infinidad de bandas synthpop y dance-punk que tocaban en ese festival de Coachella, vi a Courtney Barnett.

No sabía nada de ella, pero me llamó la atención.


Tocaba una Telecaster para zurdos y cantaba con desgano.

Su banda de psychedelic rock la completaban un baterista y un bajista.


Algunas de sus canciones tenían una atmósfera semejante a las canciones de Thurston Moore y de Lee Ranaldo con Sonic Youth.


Courtney Barnett nació en Sidney y comenzó a tocar la guitarra a la edad de diez años, influenciada por Jimmy Hendrix y por Kurt Cobain.

A los doce años compuso sus primeras canciones. 

Tocó en algunas bandas de garage, como Immigrant Junior y Rapid Transit

Junto con su pareja, Jen Cloher, es dueña del sello discográfico Milk! Records.


Supuestamente, le pidió un préstamo a su abuela para fundar la compañía. 

Entre el 2011 y el 2013, publicó tres EPs bajo este sello. 

Su álbum debut, Sometimes I Sit And Think, And Sometimes I Just Sit, fue publicado en marzo del 2015. 

Su música no suena a ninguna banda australiana conocida. 


Las letras de sus canciones fluctúan entre lo convencional, lo divertido, lo sarcástico y lo inesperado, pero algunas de ellas están llenas de pasajes existencialistas y crueles. 

Elevator Operator, la canción que abre el álbum, habla de un chico que odia su trabajo y que un día decide faltar a él y subirse en elevador hasta lo más alto de un edificio a contemplar la ciudad, para reflexionar acerca de su vida. 


Una chica con sonrisa de botox -que huele a perfume caro, que es tan delgada que se le notan los huesos y que lleva una bolsa de piel de víbora-, lo mira de arriba abajo y lo confunde con un suicida y lo acompaña hasta el último piso.


Cuando los dos llegan al último piso y el chico está por presionar el botón para abrir las puertas del elevador, ella trata de convencerlo de que no vale la pena matarse y le dice que ella daría lo que fuera por tener una piel tan bonita como la de él.  


El chico -se supone que es un amigo de Courtney Barnett y que la historia está basada en una historia real- le dice a la chica que él no es un suicida y que toda su vida ha soñado con ser operador de un elevador. 


Pedrestian at best es una canción que relata la historia de una relación sentimental desde la perspectiva de la persona dominante que no soporta a su pareja, que es una persona débil y dependiente, totalmente opuesta a ella. 

An Illustration Of Loneliness (Sleepless in New York) es sobre la soledad que experimenta alguien en una ciudad desconocida, mientras cuenta las grietas de las paredes de la habitación en la que intenta dormir y no puede dejar de pensar en un ser amado.


Small Poppies es la historia de una mujer que se debate entre el deseo de ser alguien más y encontrarse a sí misma, mientras contempla una amapola.

Depreston habla de dos personas que han ahorrado suficiente dinero para comprar su primera casa en un lugar deprimente; la casa es más pequeña de lo que pensaban y está llena de recuerdos de los inquilinos anteriores y requiere varias reparaciones, pero aun así tratan de ver el lado positivo. 


Kim's Caravan tiene un carácter más fatalista y describe el abandono que siente una mujer que vive en una caravana junto al océano, al contemplar el paisaje, encontrar el rostro de Jesús por todas partes y preguntarse por el sentido de su vida.  


Comencé a escuchar este álbum después de haber visto a Courtney Barnett en el Festival de Coachella y a los pocos meses -hace un año- vino a la Ciudad de México a tocar en el Festival Corona Capital.


Tenía muchas ganas de ir, pero los boletos estaban carísimos. 

Además, había tenido faringoamigdalitis durante casi 2 meses -ya estaba harto de los medicamentos y de permanecer todo el día en cama- y no quería volver a enfermar.

El día que ella tocó los artistas estelares eran The Killers, Air y Pet Shop Boys, y no tenía ningún interés en poner en riesgo mi salud para escucharlos.


Consideré que era demasiado dinero por un boleto para escuchar a una sola artista, pero apenas terminó el sábado, me arrepentí.

Raras veces me intereso en los álbumes de artistas nuevos, pero podía escuchar varias veces consecutivas el álbum de Courtney Barnett y cada vez que lo hacía le encontraba cosas diferentes que me gustaban

Sin embargo, mis prejuicios hacia los festivales de música fueron más fuertes que mi interés en la música de Courtney Barnett y no hice ningún intento por asistir. 


Tengo la impresión de que esos festivales están llenos de gente que se la pasa grabando a los artistas con sus teléfonos celulares, y que no importa lo temprano que llegue para encontrar un buen sitio cerca del escenario, porque a última hora siempre llegará alguien a empujarme y a quitarme de ese sitio. 

Lo más irónico de todo fue que un primo nos regaló 2 boletos para el segundo día del Festival.

Él tenía un compromiso y no podría asistir.

Aunque hacía mucho frío, aceptamos los boletos. 

Tuve arcadas casi todo el tiempo y hacía tanto frío que, mientras caminábamos hacia el Festival, no dejaba de pensar que volvería a enfermarme y que tendría que pasar otras semanas en reposo.

Disfruté mucho la música de Eagles Of Death Metal y de Suede

Estuvimos a unos metros de los escenarios y la gente que escuchó a esas bandas en particular fue muy respetuosa.

No quiero ni imaginarme cómo fue el público en la presentación de Courtney Barnett. 

martes, octubre 17, 2017

Michel Jouvet fue parte de La Resistencia Francesa


Michel Jouvet nació en 1925, en Lons-le Saunier, al este de Francia, en la frontera con SuizaEl lugar es mundialmente conocido por las montañas de Jura, cuya cordillera se extiende a lo largo de Francia, Suiza y AlemaniaEstas montañas son un importante atractivo turístico para los amantes del esquí, del ciclismo de montaña y del senderismo

El padre de Jouvet era médico, pero él quería ser oficial de la Armada, así que en 1942 se encontraba en Lyon estudiando "matemáticas especializadas" para ingresar a la Escuela Naval; sin embargo, en diciembre de ese año, gran parte de La Armada Francesa se había mudado a Toulon y, por lo tanto, en ese momento resultaba imposible convertirse en oficial. 


Desde junio de 1940, la prefectura de Jura había sido ocupada por el ejército alemán. 


Lyon era la capital de la Resistencia Francesa y, además de estar sometida a constantes bombardeos, estaba ocupada por tropas alemanas y brigadas especiales de la SS




En estas circunstancias, Jouvet se trasladó a las montañas de Jura y se unió a los maquisardos, una guerrilla de la Resistencia Francesa conformada por hombres y mujeres que habían escapado a las montañas para evitar el Service du travail obligatoire (STO) y ser forzados a trabajar para los alemanes. 

Con los maquisardos, Jouvet peleó principalmente contra "La Armada de Vlassov", un ejército constituido por soldados anti-stalinistas hechos prisioneros en Ucrania y que recibía órdenes de la SS.  


Estos soldados eran sumamente crueles y asesinaron a centenas de civiles y a varios compañeros maquisardos de Jouvet.




Después de la liberación de Jura en agosto de 1944, Jouvet fue voluntario en las tropas de Los Alpes y allí realizó patrullajes en esquí a lo largo de la frontera con Italia

En enero de 1945, su brigada fue enviada a defender Estrasburgo -que había sido atacada por pánzers alemanes- a lo largo del Río Rhino.


Ya como Sargento, después de mayo de 1945, Jouvet entró en ocupación en Viena durante dos meses y finalmente volvió a la vida civil en octubre de ese año. 


Tras una breve incursión en la Antropología y en la Etnografía, Michel Jouvet se dejó convencer por su padre e ingresó en la Escuela de Medicina en Lyon. 


Su padre le había insistido que "la medicina abría muchas puertas". 


En 1951, Jouvet fue admitido como residente en neurocirugía y allí se sintió atraído por la forma tan lenta con la que los pacientes parecían "recobrar la conciencia" durante los periodos post-operatorios. 




Entonces Ivan Pavlov era reconocido como una de las figuras más eminentes en el campo de la fisiología del cerebro y Jouvet se interesó en sus estudios. 

Al igual que el fisiólogo ruso, Jouvet estaba convencido de que el cerebro no era una caja negra y, además, pensaba que la corteza cerebral participaba tanto en el aprendizaje como en el sueño. 

En ese mismo año, gracias a un intercambio académico entre las Universidades de Lyon, de Moscú y de Leningrado, tuvo contacto con dos discípulos de Pavlov. 


El aprendizaje pavloviano ya no le pareció tan interesante.


Más adelante, tuvo la oportunidad de leer el trabajo de Moruzzi y Magoun en el que mostraban que la formación reticular podía controlar los estados de vigilancia en el gato, y esa experiencia le dio sentido a su vida académica.     


Arch Ital Biol 

martes, septiembre 26, 2017

En el tercer piso del Edificio S


Hace una semana se cumplieron treinta y dos años del terremoto del 19 de septiembre

Como es costumbre desde hace más de diez años, hubo un macrosimulacro en el que participaron escuelas, distintas instancias del Gobierno y alguna que otra empresa de la Ciudad de México 

Por la mañana, la Comisión de Seguridad de la Universidad ya nos había informado sobre el macrosimulacro: durante el mismo, tendríamos que permanecer en la zona de seguridad, entre las escaleras y los baños del tercer piso del Edificio S, a unos quince metros del cubículo en el que he trabajado como posdoc en los últimos años. 

A las once de la mañana, tal y como estaba estipulado, sonó la alerta sísmica. Me dirigí a la zona de seguridad. Nos reunimos alrededor de veinte personas; la mayoría eran estudiantes de licenciatura y de posgrado, y administrativos; habíamos unos cuantos posdocs

De las cinco personas que regularmente ocupamos el cubículo, sólo estaba yo: B, como representante del Departamento en la Comisión de Seguridad, coordinaba el simulacro; E impartía una clase en otro edificio de la universidad; Ó, arreglaba algunos trámites en la Rectoría de la Unidad; R, tenía una reunión en otro instituto. 

No había dormido bien. Estaba despierto desde la madrugada y me habían estado dando vueltas en la cabeza algunos recuerdos del terremoto de 1985. El simulacro me puso la piel de gallina y se me ocurrió acercarme a unos estudiantes que andaban por allí en la zona de seguridad y platicarles cualquier cosa para dejar de pensar en mis recuerdos, pero les importó un carajo. (Una de las tantas cosas que he aprendido como posdoc es que los estudiantes no te toman en serio, si no les marcas tus límites, si no eres mamón con ellos y si no te la pasas presumiéndoles cuántas publicaciones tienes ni cuántas cosas sabes hacer.) 


Cuando acabó el simulacro, regresé al cubículo a trabajar en una propuesta de investigación para concursar por financiamiento en una convocatoria del CONACyT. La fecha límite de recepción de solicitudes era el viernes 22 de septiembre y todavía me faltaban algunos detalles. 

Poco después, E y Ó volvieron al cubículo y se pusieron a hablar sobre la muerte de René Drucker*. La muerte de Drucker tenía pocos días. F
ue “mi abuelo académico” –tutor de mi tutor de doctorado–, presidente del Comité de mi examen de candidatura y, además, es co-autor en uno de mis artículos como primer autor, pero lo traté muy poco. Siempre estaba muy ocupado y toda la comunicación que tuve con él fue a través de su secretaria. En ese tiempo, él era Director General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM y ni siquiera pude verlo en persona cuando necesité alguna firma suya. (Eso sí: después de 40 minutos, o poco más, frente al Comité de mi examen de candidatura, cuando ya había mostrado los avances de mis datos –casi tenía listo mi primer artículo como primer autor– y respondido a todo lo que me habían preguntado los miembros del Comité, él les puso un alto a algunos de los integrantes que parecían buscar respuestas innecesarias.)

Tenía muchas ganas de hablar con E y con Ó sobre Drucker, pero me enfoqué en completar mi solicitud de Ciencia Básica. Tan sólo la parte legal y administrativa implicaba la redacción  de varias Cartas Compromiso que requerían las firmas del Jefe de Departamento, del Jefe de Áreadel Secretario de Unidad y del Rector de Unidad, y actualizar toda la información de mi trayectoria académica desde el 2008 en la plataforma que recién estrenaba el CONACyT. 

El proceso estaba resultando desesperante. Mientras E y Ó hablaban sobre algunas anécdotas de Drucker, abandoné la solicitud y me puse a leer un artículo. Los autores empleaban un protocolo de discriminación que no conocía en la Aplysia, y evaluaban el impacto de la restricción de sueño sobre la memoria a corto plazo. 

Estaba tratando de entender el protocolo, cuando el suelo se sacudió de un modo tan fuerte que pareció que un enorme gusano atravesaba los cimientos del edificio S. (La imagen que se me ocurre para describirlo es esa película en la que Kevin Bacon y Fred Ward intentan acabar con los monstruos subterráneos del Desierto de Nevada.) 

Desde la primera sacudida, presentí que no sería un terremoto cualquiera

Emilio, Óscar y yo salimos del cubículo. 
Sólo habían transcurrido unos segundos, pero el movimiento era tan intenso ya que ni siquiera intenté llegar a la zona de seguridad. La alerta sísmica comenzó a sonar y el sonido detonó los recuerdos que habían estado dándome vueltas en la cabeza desde la madrugada. Me puse paranoico y pensé en volver por mis cosas al cubículo y en salirme del edificio. 

Estaba a unos pasos del cubículo, pero temblaba tan fuerte que apenas pude volver sin perder el equilibrio. La puerta del cubículo estaba abierta. Tomé mi mochila lo más rápido que pude, dejé la computadora encendida en el escritorio, salí del cubículo y cerré la puerta con llave

Apenas volví al pasillo y reparé en las seis o siete personas que estaban aglomeradas junto a una de las columnas del tercer piso del Edificio S. Me acerqué a ellas.


Miré a mi derecha y reparé en otro grupo de personas que estaban aglomeradas en otra de las columnas del edificio. Entre ellas estaba una investigadora que 
conocí hace diez años en un congreso. Desde entonces, año tras año, hemos coincidido en otros congresos y en algunos eventos similares. Ella está tan familiarizada con mi trabajo que incluso fue sinodal de mi examen de grado; sin embargo, hace unos meses le dijo a otros investigadores que yo saboteaba sus experimentos y dejó de hablarme. Algunos investigadores incluso dejaron de contestarme el saludo. 

(En algún momento que ni siquiera recuerdo, probablemente alguna de sus estudiantes haya llegado a realizar su visita mensual al bioterio, mientras yo pesaba a mis animales –tal y como lo hago todos los días– y que la estudiante haya concluido que yo estaba allí precisamente ese día para sabotear sus experimentos.)  

Tenía una cara que dejaba ver que no podía creer lo que estaba ocurriendo. 

El terremoto me hizo evaluar la situación. 

Aunque lo que más me molestaba no era que ella y que otros investigadores hubieran dejado de hablarme –¡qué más da!–, sino que ella no hubiera intentado aclarar la situación directamente conmigo y que hubiera preferido creerle a alguna de sus alumnas –de por sí, algunas de ellas me trataban como si estuvieran convencidas de que apenas estoy decidiéndome a estudiar el bachillerato– y que hubiera esparcido el rumor de que yo soy un saboteador, en ese momento me pareció irrelevante

                                       

El piso continuaba sacudiéndose tan fuerte que parecía inminente que el Edificio S colapsara y que nada volviera a la normalidad. 

Por si todo esto no fuera suficientemente aterrador, empecé a escuchar algunos gritos que provenían de alguna parte del edificio. 
Hasta ese momento, consideré seriamente que el terremoto duraría tanto tiempo que el edificio no lo resistiría. 

Para no dejarme llevar por estas ideas, volteé hacia otra parte. 

A mi izquierda, a unos tres metros de mí, vi a Emilio.  
Él permanecía solo, cerca de otra columna.
Trataba de mantener la vertical. También parecía que no podía creer lo que estaba ocurriendo.  

Supuse que estaba pensando en su esposa y en sus hijas. 

En ese momento, su esposa impartía una clase en otro edificio de la Universidad y sus hijas se encontraban a varios kilómetros de distancia en sus respectivas escuelas. 

Hasta que lo vi, me puse a pensar en mi esposa y en los gatos. 



Entonces también me di cuenta de que estaba sujetando de la cintura a una chica que sólo conozco de vista. Fue irónico. A pesar de que tengo tres años trabajando en esta Universidad y de que la he visto al menos tres veces a la semana y de que ni siquiera nos saludamos y de que no sé su nombre –ni ella sabe el mío–, era posible que, si se caía el edificio y quedábamos entre los escombros, los dos tuviéramos que permanecer juntos quién sabe cuántas horas

Deseé encontrarme tan cerca de mi esposa como nos encontrábamos ella y yo.

Esta idea me llevó a pensar que tal vez todos los que estábamos en el tercer piso del Edificio S nos preguntábamos si el edificio resistiría el terremoto y si nuestros seres queridos se encontraban a salvo. 

Quise dejar de pensar en todas estas cosas y me concentré en los gritos de las mujeres y de los hombres que intentaban tranquilizarlas y me pareció escuchar los crujidos de las tuberías y de las varillas del Edificio S

Los crujidos me hicieron recordar el terremoto de 1985 y entonces me llegaron a la mente varias imágenes de aquella mañana de septiembre en la que mi mamá y yo nos abrazábamos en el quinto piso del edificio en el que vivíamos hacía treinta y dos años, esperando a que el terremoto terminara y a que todo volviera a la normalidad.  

Irónica y trágicamente, a lo largo de estos treinta y dos años, jamás me había 
puesto a pensar en el terremoto de 1985... excepto esa mañana del martes 19 de septiembre del 2017. 

¿Había sido una señal...?
¿Después de más de tres décadas, había pensado en ese evento por la mañana para prepararme mentalmente...? 
¿Había sido un presagio de lo que me ocurriría...?
¿De algún modo, había sido un macabro dèjá vuh...?

No quería continuar pensando, pero imaginé que el Edificio S se desplomaría y que yo me quedaría atrapado entre los escombros, y entonces recordé algunas de las anécdotas que escuché en los meses que siguieron a la catástrofe de 1985, cuando parecía no haber otro tema de conversación entre los familiares y entre los amigos de mis papás. 

Todo mundo hablaba del terremoto. 
Todo mundo parecía haber conocido a algún sobreviviente o a algún fallecido.   

El movimiento del piso y los gritos de las mujeres me devolvieron a la realidad.

Una pared se derrumbó muy cerca de nosotros y luego unos cristales se rompieron. 

Ese derrumbe fue una señal: el Edificio S podría caer en cualquier momento. 


(Por desgracia, he visto en algunos documentales cómo se desploman los edificios en cuestión de segundos: comienza con un pequeño derrumbe y después todo se desploma, como en efecto dominó.)


No quería pensar que podríamos quedar atrapados entre los escombros, pero era mi único pensamiento. 
Volví a preocuparme por mi esposa y por los gatos. 

Se suponía que alrededor de las dos de la tarde, mi esposa iría a la Universidad y que después iríamos a ver a uno de sus primos a La Colonia Roma
No sabía si ella continuaba en el departamento, o si ya había salido a la calle. 

El departamento en el que hemos vivido durante los últimos cinco años está en el quinto piso de un edificio, a veinte minutos de la Universidad

¿Qué tal si ese edificio, de más de treinta años, que fue inaugurado algunos años después del terremoto de 1985 y que es más alto que el Edificio S, se encontraba en peores condiciones...?





Cuando el terremoto terminó, bajé a la explanada de la UAM-Iztapalapa

Frente a la Rectoría de la Unidad
había decenas de estudiantes, de administrativos y de académicos que intentaban comunicarse por teléfono con sus familiares. 

Intenté comunicarme por teléfono con mi esposa, pero mi teléfono no tenía señal.

Siempre he tenido la idea de que las líneas telefónicas sólo dejan de funcionar cuando los terremotos han sido realmente catastróficos. 

Regresé a la entrada del Edificio S y me detuve a unos metros del muro Omnisciencia de Arnold Belkin
Tenía dos aparatosas grietas que lo dividían horizontalmente en tres secciones. El terremoto había sido tan violento que había dejado esas grietas visibles en el muro.

Intenté llamar de nuevo a mi esposa. 

El teléfono seguía sin señal. 

Salí de la Universidad


No habían transcurrido ni diez minutos desde el terremoto y la calle era un caos. 
Pasaban pocos taxis y todos estaban ocupados. 
Pasaban pocos camiones de pasajeros y todos estaban llenos. 

Tuve que caminar sobre la Avenida Javier Rojo Gómez más de tres kilómetros, desde Gavilán hasta Canal del Moral

Sólo quería llegar al departamento y saber cómo estaban mi esposa y los gatos –mi teléfono seguía sin señal– y no había modo de tomar taxi o transporte público. 

En la avenida había varias decenas de peatones y no se veía ningún edificio derrumbado.

Había mucho tráfico y constantemente pasaban patrullas y ambulancias hacia Ermita



Después de caminar alrededor de media hora, me detuve en una tienda en la que varias personas escuchaban la radio. En las noticias decían que se habían caído varios edificios en La Colonia Roma.

(¿Qué tal si mi esposa se había adelantado y ya estaba en La Colonia Roma con su primo...?)

Volví a caminar. 
Todo era tan incierto.

Sentía que mis piernas ya no daban más. 
No había otra opción para llegar al departamento, así que continué caminando.
Tampoco había modo de comunicarme con mi esposa. Tenía que seguir caminando. 

Después de casi una hora, finalmente logré subirme a un camión de pasajeros. 


Iba llenísimo y el tráfico estaba a vuelta de rueda. 


Unos pasajeros iban haciendo bromas –seguramente, ellos ya se habían logrado comunicar con sus familiares– y no dejaban que los demás escucháramos la radio que traía encendida el chofer. 

Hasta ese momento, supuse que también alguien (además de mi esposa) podría estar preocupado por mí. 
La idea me hizo sentir incómodo. 

(¿Qué tal si alguien ya había intentado comunicarse conmigo varias veces y esa persona temía lo peor...?)  

Llegué a la casa alrededor de las cuatro de la tarde.

Tardé casi dos horas y media desde que salí de la Universidad.  
Normalmente, hago de quince a veinte minutos. 

Me bajé del camión y miré alrededor.

Los edificios y las casas se veían bien. 

Apresuré el paso. 

Desde la calle, logré ver que el edificio donde vivimos se encontraba en buen estado. 
Por primera vez desde que salí de la Universidad, me sentí tranquilo. 

En el estacionamiento del edificio, me topé con uno de los vecinos.

Él inspeccionaba los alrededores en compañía de sus hijos. Uno tiene como diez años y el otro tiene como dieciocho. Los tres se veían tranquilos.

Avancé hacia el edificio. 


Las manos todavía me temblaban. 
Apenas pude meter la llave en la cerradura de la puerta.

Una de las vecinas de la planta baja, me dijo que mi esposa acababa de subir al departamento y que ella estaba bien.

Subí hasta el quinto piso.


Mi cuñada me abrió la puerta.

Me dijo que tenía como media hora en el departamento.

Ella y mi esposa estaban bien.
Los gatos estaban asustados, escondidos debajo de la cama. 

Mi esposa me dijo que había intentado llamarme por teléfono muchas veces.
Me contó que los gatos se habían asustado y que los niños de la escuela que queda junto al edificio habían estado gritando durante el terremoto.

Me dijo que el edificio se mecía y que chocaba con el edificio contiguo. 
Me dijo que ella creyó que el edificio se caería y que se metió en el clóset de la recámara. 

Me contó que había escuchado cómo crujían las tuberías y las varillas del edificio. 

Me dijo que ya se había comunicado con sus papás y con mi mamá.
Mis suegros estaban bien. 
Mi mamá, mi papá y mis hermanos, estaban bien.

El departamento también estaba en buenas condiciones.

No había luz ni agua. 


Sólo tuvimos internet hasta que se acabó la batería del módem, pero fue suficiente tiempo para que viéramos en redes sociales la destrucción que había causado el terremoto.

Las imágenes me hicieron recordar el terremoto de 1985. 


Al igual que hacía treinta y dos años, mi familia estaba bien. 
Me sentí la persona más afortunada del mundo.

Mi esposa, los gatos y yo nos fuimos 
a pasar la noche a la casa de mis papás
Les conté la odisea que había vivido de regreso de la Universidad al departamento.
Les conté lo horrible que había sido estar en el tercer piso del Edificio S e incluso les sugerí que era probable que hubiera sufrido algún daño, pero no me creyeron: creyeron que había exagerado. 

Nos alojamos en mi recámara. 


Los gatos estaban inquietos y deambulaban de un lado a otro. 
Yo tenía la impresión de que el suelo continuaba moviéndose y de que en algún momento volvería a sonar la alerta sísmica. Cualquier movimiento ligero me recordaba el movimiento en el tercer piso del Edificio S.

Si cerraba los párpados, me veía caminando sobre la Avenida Rojo Gómez...

Me sentía exhausto, pero no pude dormir en toda la noche. 

Eran las 13: 14.


    
[Recomiendo que leas de nuevo esta entrada, mientras escuchas OK Computer]

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*Drucker murió el domingo 17 de septiembre. Fue un científico muy conocido. Como estudiante, fue alumno de Raúl Hernández Peón –uno de los mexicanos pioneros en los estudios sobre la participación de la acetilcolina en el sueño– y como investigador publicó más de 200 trabajos relacionados con la regulación del sueño. Se convirtió en uno de los científicos más reconocidos en este campo de estudio, pero es probable que la mayoría de la gente lo identifique por sus cápsulas de Divulgación de la Ciencia en distintos medios, o por sus estudios relacionados con el Parkinson.)

**CONACyT cambió su plataforma hace unos meses y todos los implicados tuvimos que cargar toda la información que avalara nuestra trayectoria académica –comprobantes, constancias, artículos, nombramientos, etc.– y volvernos expertos en la nueva plataforma, por ensayo y error. Considerando que algunos investigadores tienen más de cincuenta años de trayectoria, no es un proceso que pueda ser completado de la noche a la mañana.