domingo, noviembre 26, 2017

La tinta es racista




Ella se hizo uno en abril de este año. Ese día hacía tanto calor que ni siquiera llevábamos suéteres. Su primera experiencia fue un diseño "a la Gestalt". Dependiendo de dónde te enfoques, puedes ver la huella de un gato o el rostro de un gato. 

No sé desde cuándo estuvo planeándolo, pero, a juzgar por la familiaridad con la que ella y su amigo hablaban del diseño en esa ocasión, parecía que tenían varias semanas discutiendo los detalles. 

Ese día yo estaba enojado porque, finalmente, después de haberle insistido durante varios meses a mi hermano, él había accedido a que los dos grabáramos unas canciones en las que he estado trabajando desde el año pasado –no sé si debe a que no tiene tiempo a que se aburre o a que cree que, tal y como decían mis papás en tiempos de Selena, yo no tengo coordinación y que no sé tocar ni Re–, pero ella ya había sacado una cita con su amigo y tuve que cancelar el ensayo con mi hermano. 

Aunque ella me dijo que podía ir sola al estudio de su amigo, yo tenía presente que me había contado que una vez se había desmayado cuando le hacían una perforación en la ceja y entonces no estaba seguro de que fuera una buena idea dejarla sola.

El estudio de su amigo estaba en la Escandón


Ahora es mi turno y el amigo de mi esposa se acaba de mudar a Tláhuac. Su nuevo estudio está en su casa y su casa queda cerca de la Estación Periférico Oriente y cerca de una plaza que, según él, van a inaugurar muy pronto.

Ella decidió que tomáramos el metro y la ruta fue muy larga. Tardamos casi dos horas en llegar. Le digo que habríamos llegado más rápido en Über –incluso en un viejo RTP– y que conozco la zona. Fiel a mi costumbre, hasta el último momento me tomo en serio las cosas y se me ocurre que yo mismo habría podido planear el recorrido. Normalmente, evito planear los recorridos de los lugares que visitamos. No sé por qué, pero me pone de mal humor. 

Caminamos por unas calles más o menos de difícil acceso y finalmente llegamos a la casa de su amigo. Nos saludamos y nos hace pasar a una habitación que queda al fondo de su casa. Las paredes están pintadas de color verde o azul agua y en ellas hay algunos dibujos psicodélicos a mano o los esténciles de los tatuajes que él ha realizado. 

A diferencia de la ocasión en la que lo conocí, el día está nublado y hace frío. Tan sólo están por cumplirse dos meses desde el terremoto que coincidió con el aniversario treinta y dos del terremoto de 1985 y continúo en estado de alerta y cualquier ruido que se parezca al de la alerta sísmica me sobresalta y me hace recordar mi situación en el tercer piso del Edificio S de la UAM-Iztapalapa. 




En estas semanas, a través de mi esposa, él y yo hemos estado en contacto por Facebook
Le mandé unas ideas y él trabajo en ellas. Decidí que mi primer tatuaje sea el ángel de In Utero. Me gustó su diseño final y acordamos que hoy me lo tatuaría en el hombro izquierdo.






Saúl Hernández cantaba mientras la aguja penetraba mi piel. John Frusciante.

El arte objeto de Kurt Cobain.

Gustavo Cerati y el baile del bajista de Santa Sabina.

Dimebag Darrell y Philip Anselmo hablando alemán. 

El tatuaje de Ian, el de Anthrax.

Saúl Hernández sonaba mientras la aguja penetraba mi piel. 

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