domingo, octubre 31, 2021

Live At The Paramount Theatre

En progreso. 

Aunque es un día soleado, hace un frío del carajo y mis manos parecen de hielo y los cuatro kilos de ropa que traigo encima apenas me permiten mover los brazos, pero tengo que celebrar este día en el que se cumplen 30 años del concierto de Nirvana en el Paramount Theatre de Seattle, WA. 

El recuerdo de este concierto me pone muy emocional y todos mis pensamientos están desordenados y no sé por dónde comenzar a escribir en el blog, e intento recordar cuándo me enteré de este concierto y no estoy seguro si fue en 1995 ó 1996, pero, si sé, sin saber que se trataba de este concierto, que en 1994, cuando estaba de vacaciones, antes de entrar a la prepa, que vi el video de “About A Girl” que fue grabado en este concierto. 

Veías videos musicales en la televisión para matar el tiempo; pasaban videos de bandas de rock –Aerosmith, Guns N' Roses, Metallica– y de cantantes de rock pop –Phil Collins, Brian Adams, Jon Bon Jovi– que nunca habías escuchado y que te resultaron toda una novedad –en la secundaria, la mayoría de tus compañeros escuchaban salsa y cumbias, y tú escuchabas a Michael Jackson y a Vanilla Ice–, pero una tarde viste “About A Girl” y tu mundo cambió.

En el video, tres individuos –un guitarrista con una melena rubia y con una Stratocaster para zurdos de color negro, un bajista descalzo de casi dos metros de altura y un baterista con cabello castaño y largo y con los brazos tatuados– tocaban en un escenario, frente a un montón de adolescentes un poco más grandes que tú.

La canción tenía una estructura pop que te recordó a alguna de las canciones de los sesenta de The Beatles, pero tenía también un sonido “sucio” en el que la distorsión de la Stratocaster y la ferocidad de la batería y la armonía del bajo se mezclaban de un modo que sonaba a pop y a rock al mismo tiempo spontáneo y de rock espontáneo que la hacía única para ti y que checaba perfectamente con anzamiento de Nevermind, alrededor de las diez de la noche, después de las presentaciones de Bikini Kill y de Mudhoney, Nirvana salió al escenario. 

El concierto originalmente estaba programado en el Moore Theatre (un recinto más pequeño), pero, debido a la creciente popularidad de Nirvana (y a la gran demanda de boletos), los organizadores tuvieron que cambiarlo al Paramount Theatre. 

DGC –la compañía discográfica con la que tenía contrato Nirvana– quería aprovechar el concierto para promocionar Nevermind antes de que la banda saliera de gira a Europa y grabó con varias cámaras 

martes, octubre 19, 2021

Una Jaguar '65 llena de sangre

Qué molesto es lidiar con los dolores del ayuno apareciendo intermitentemente en tu estómago como explosiones de ansiedad en un campo de batalla minado y llamando escandalosamente tu atención como un gatito hambriento y caprichoso que suelta mordiditas que te pellizcan la piel, cuando lo único que quieres hacer es poner en palabras esa idea que tenías en la cabeza antes de que tu vejiga a punto de reventar te levantara de la cama. 

Qué molesto es tener que acostumbrarse a esas convulsiones de tus intestinos y tener un ataque de tos a la mitad de todo provocado por el ayuno de toda la noche y luego tener que tomar el kit de la prueba de glucemia y sacar la libreta en la que llevas el registro de tu glucosa en sangre en ayuno desde hace más de 100 días consecutivos y sacar la pluma y luego la tira reactiva y la lanceta y después pinchar el dedo afortunado para el sacrificio de sangre de hoy, y sentir el breve pinchazo de la lanceta en tu dedo competir con los calambres locos e incontrolables de tus vísceras hambrientas en la frialdad de la recámara que parece un cruel congelador, e ir olvidando cuál idea tenías en la cabeza y querías poner en palabras, mientras esperas con desesperanza la lectura del glucómetro y haces acopio de tus fuerzas para recordar qué cosas indebidas comiste ayer y reparas en que es 19 de octubre y que se cumplen 30 años de aquel célebre concierto de Nirvana en Dallas, Texas, en un club llamado “Trees”, en el que Kurt Cobain tuvo un altercado con un guardaespaldas. 

Qué molesto es recordar todo esto justo cuando los temblores de tus intestinos reclaman que bajes a la cocina y que los alimentes exactamente en este momento y que termines comportándote como una bestia con una corteza cerebral de adorno y que obedezcas y que hagas lo mismo que cualquier otra persona, sin ningún interés en este concierto ni en ordenar en palabras la idea que se va borrando lentamente como el amanecer en tu mente, podría hacer.

Qué molesto es tener esta idea y no poder ponerla en palabras –probablemente no es una idea brillante, pero sí es auténtica sólo porque nadie más que tú puede tenerla en el mismo momento en el que tú la estás pensando– y que no puedas elaborar en detalle todos los elementos de este evento que te ha recordado este 19 de octubre del 2021, tales como los testimonios de los asistentes a ese concierto –incluyendo a Kurt Cobain, a Krist Novoselic y a Dave Grohl, y a otros músicos cercanos a ellos, como Mark Lanegan– que quedaron plasmados en algún libro o en alguna entrevista o en algún artículo y en los que casi todos los involucrados coinciden en que Kurt Cobain estaba frustrado porque había estado teniendo problemas con un amplificador toda la noche y que lo pateó varias veces y que el amplificador resultó ser de un amigo de uno de los guardaespaldas que cuidaban que el público no se subiera al escenario, y que el guardaespaldas ya le había pedido a Cobain varias veces que dejara de patear el amplificador y que éste lo ignoró y que entonces, cuando se lanzó al público a la mitad de “Love Buzz” –en la parte del feedback de la guitarra–, era inevitable que el guardaespaldas perdiera los estribos y lo jalara furiosamente de los cabellos para regresarlo al escenario y que Kurt le diera un certero guitarrazo en la frente.

Qué molesto es recordar todo esto frenéticamente, cuando mis vísceras no dejan de callarse y me hablan como si fueran voces dentro de mi cabeza conspirando en contra de estos recuerdos y obligándome a interrumpir estos recuerdos frenéticos y bajar a la cocina y tomar una aburrida manzana del aburrido frutero y comérmela en el aburrimiento de la lentitud que implica comer una manzana y concentrar toda mi atención en comerme la manzana, cuando lo que en verdad quiero hacer es escribir sobre estos recuerdos y cuando estoy seguro que más tarde podría comerme la maldita manzana y que ya no podré escribir estas tontas ideas porque el momento preciso para escribir estas tontas ideas se habrá ido.

Qué molesto es acabar con la manzana y hacer un gran esfuerzo para retomar el hilo de los recuerdos y recordar que después de jalar a Kurt Cobain de los cabellos y recibir un golpe en la frente con una Jaguar '65, el guardaespaldas enfureció y le dio una patada a Kurt cuando Kurt estaba levantándose del suelo, y que la banda dejó de tocar abruptamente y que Krist Novoselic dejó caer por ahí su bajo y que Dave Grohl saltó desde detrás de la batería y que Krist Novoselic detuvo al guardaespaldas que ya se le iba a los puños a Kurt Cobain y que se quitó su playera y que se la ofreció y que la frente del guardaespaldas sangraba copiosamente y que Dave Grohl miraba a la distancia y se pasaba el cabello detrás de una oreja como si estuviera asustado y no diera crédito a lo que estaba pasando y no supiera qué hacer, aunque tenía casi un año tocando con Nirvana en clubes parecidos al Trees y aunque había sido testigo de enfrentamientos semejantes –parece que Cobain siempre los metía en líos– y aunque tenía casi 10 años tocando la batería en diversas bandas de punk hardcore y aunque debía estar familiarizado con esta clase de peleas.

Qué molesto es recordar todo esto justo cuando mis necesidades fisiológicas me llaman estruendosamente una vez más, y cuando el frío de este congelador que parece una recámara en la que siempre es invierno me está entumeciendo los dedos que aporrean el teclado de la computadora, y cuando debo interrumpir mi escritura por enésima ocasión, pero en esta ocasión para ir al baño; y qué molesto es no recordar precisamente dónde leí –para volver a consultar la fuente– que Cobain, que Novoselic y que Grohl al final del concierto tomaron apresuradamente un taxi y que el taxi se quedó sin gasolina, o que le falló el motor, y que se quedaron allí varados, justamente a una cuadra del club, atentos a que el guardaespaldas –que había sido expulsado del concierto después del altercado con Kurt– cumpliera su amenaza y los estuviera esperando a la salida del club y los estuviera buscando y se apareciera en cualquier momento con sus amigos guardaespaldas, para romperle la madre a Kurt Cobain.

Todo esto quedó registrado en el VHS Live!!! Tonight!!! Sold!!! Out!!! y lo vi por primera vez un domingo de 1995 y me dejó tan impactado que, ahora mismo, justamente cuando se celebran 30 años del concierto, encuentro ridículo intentar ponerlo en palabras, no sólo porque tenía otra idea en la cabeza y también quería ponerla en palabras, sino porque ocurrió en el momento preciso en el que debí obedecer a mis vísceras y porque mis ruidosas vísceras asesinaron el ímpetu que tenía para escribir sobre estos recuerdos.

Qué molesto es no tener paciencia para elaborar sobre los detalles de esta escena que alimentó mi enfermiza admiración hacia Kurt Cobain y no poder entrar en detalles sobre las cosas que ocurrieron años más tarde, cuando ya me había casado y cuando mi mujer dormía a mi lado en nuestra cálida cama matrimonial y cuando yo tenía apenas unas semanas de haber ingresado al doctorado y sin embargo ya lidiaba con mis propias frustraciones; cuando, en lugar de patear furiosamente un amplificador, todos los viernes por las noches fumaba antes de dormirme para mitigar el estrés –modulando la liberación de neurotransmisores excitadores e inhibidores, y sintiendo que así me quitaba de encima una pesada semana de casi 12 horas diarias de trabajo y de los tediosos recorridos de 2 ó 3 horas diarias en el infernal transporte público desde la casa hasta Ciudad Universitaria de ida y vuelta– y me acostaba a ver conciertos en el iPod –los había descargado de YouTube y acababa de comprarme el iPod y la pila todavía no entraba en obsolescencia programada– mientras mi mujer dormía y esperaba que el fin de semana saliéramos a divertirnos a algún lugar. 

Durante varios viernes consecutivos vi este concierto en el Club Trees de Dallas, Texas, de principio a fin, y, cada vez que lo veía me sentía trasladado por un momento a aquel domingo de 1995 en el que vi por primera vez esta escena del golpe de la Jaguar '65 en la frente del guardaespaldas, o incluso me sentía trasladado a aquel 19 de octubre de 1991, como si yo mismo hubiera estado frente al escenario en ese club –el video de este concierto había sido grabado por un amigo de Krist Novoselic (¿su hermano?) desde uno de los costados del escenario y las tomas eran muy cercanas, de pésima calidad, pero muy vívidas–; y qué molesto es reconocer que entonces no tenía que lidiar con el escandaloso dolor de mis vísceras exigiendo que las alimente, ni con el pinchazo de la lanceta en uno de mis dedos, ni con la desesperanza de la lectura del glucómetro, ni con este terrible frío, ni con la necesidad de aplazar una idea que quería poner en palabras ¡y que se ha esfumado mientras todo esto ha ido ocurriendo, y mientras el mundo ha despertado y todo está lleno de ruido y me siento vigilado!, y qué molesto es admitir que nada es realmente molesto: molesto sería tener ERGE y no poder comer más que dos o tres cosas y andar con náuseas todo el día y aborrecer cada segundo, y no tener una cama cálida ni una mujer fabulosa en la cama; molesto sería no tener razones para molestarse y no tener imprevistos que no te impidieran escribir, ni poder incendiar tus emociones rabiosas en unas tontas líneas que escribes en un blog que nadie lee aparte de ti.

sábado, octubre 16, 2021

No es el karma: es tu irresponsabilidad


El vecino XX tiene un Chihuahua. Por la tarde, cuando hay más gente en el fraccionamiento, sale a su jardín a tomar el sol y deja que el Chihuahua ande libremente por ahí. A la vecina Yeye se le ocurre pasear a sus perros con correa, del otro lado del jardín del vecino XX, justamente en ese momento. El Chihuahua, como la mayoría de los perros pequeños, es un bravucón y sale a toda prisa a perseguir a los perros de la vecina Yeye. El vecino XX bosteza a la distancia y continúa tomando el sol en su jardín y la vecina Yeye tiene que hacer peripecias para que sus perros –un Pug y un Bulldog– no se le lancen encima al Chihuahua (incluso debe cargar al Pug, con todo y la correa, mientras se esfuerza por retener al Bulldog). El vecino XX es un espectador desde la primera butaca de su jardín: sólo le falta darle un sorbo a su limonada y una cámara fotográfica para completar la escena. 

Por la noche, nos enteramos en el chat de WhatsApp de los vecinos, que un corredor frustrado de F1, ha atropellado al Chihuahua –nadie sabe exactamente qué tanto daño le hizo– y entonces el vecino XX enfurece y despotrica contra la mesa directiva del fraccionamiento y se queja amargamente de la irresponsabilidad del conductor y de los vecinos en general. 

La gente sólo se da cuenta de las cosas que siempre están ocurriendo, cuando le pasan. No es el karma: es tu irresponsabilidad.

viernes, octubre 08, 2021

Antichrist Superstar (1996)


Con una voz cansada, Marilyn Manson murmura una frase incomprensible a través de un aparato que suena como un altavoz distorsionado; su voz poco a poco se pierde entre los gritos de los fans que corean “please, don't go!, please, don't go!, please, don't go...!” y los gritos son interrumpidos de pronto por cuatro rápidos compases del hi hat que orquestan la entrada de la guitarra, del bajo y de la batería al unísono.

Así comienza Antichrist Superstar.

Tras unos segundos de caos en el que todos los instrumentos compiten para capturar la atención del escucha, la guitarra y la batería van bajando su intensidad, pero las líneas del bajo de Twiggy Ramírez permanecen y abren el escenario para que Marilyn Manson diga de un modo seductor (como de estrella porno): “Soy todo un americano y te podría vender el suicidio”, y luego, tras otros momentos de caos, se desgañite y nos advierta “¡Todos somos esclavos de alguien más!”

Aún recuerdo haber escuchado estos primeros momentos de “Irresponsible Hate Anthem”, a través de los audífonos de mi walkman, en alguno de los pasillos de la Ciudad Universitaria –o tal vez en las Islas, o en el camino que conecta a la Facultad de Medicina, a la Facultad de Economía, a la Facultad de Derecho y a la Facultad de Filosofía y Letras–, alguna de esas primeras mañanas oscuras en las que me dirigía a mis primeras clases –Introducción a la Psicología o Bases Biológicas de la Conducta o Historia de la Psicología–, la Facultad de Psicología. 

Debió de ser agosto o septiembre de 1997. Acababa de entrar a la universidad. El segundo álbum de estudio de Marilyn Manson –después de Portrait of an American family, de 1994, y del EP Smells like children, de 1995– tenía poco más de un año de haber salido a la venta. Antichrist Superstar fue producido por Trent Reznor y por Sean Bavan, y catapultó a la banda de Ohio (aunque comenzaron a tocar en pequeños clubes de Miami, su fundador nació en Ohio) a la fama.

El álbum está plagado de referencias a la obra de Friedrich Nietzsche –en canciones como “Dried Up, Tied And Dead To The World”, “Antichrist Superstar” y “Man That You Fear”– y de mensajes apocalípticos, sacados de las pesadillas recurrentes de Marilyn Manson –como “Little horn”, que describe un mundo apocalíptico en el que las peleas entre androides y quimeras son parte del entretenimiento de la sociedad–, en los cuales las drogas y el sexo parecen ser las únicas opciones de la humanidad para sobrellevar su aburrida existencia en un mundo superficial. 

Salió a la venta bajo los sellos discográficos Nothing/Interscope Records y la gira que lo acompañó fue censurada en algunas ciudades de Estados Unidos por grupos católicos extremistas que decían que Manson era una mala influencia para la juventud (quemaba Biblias en sus conciertos, fingía devorar animales vivos en el escenario y hacía que la audiencia participara en rituales que parecían satánicos) y terminó con un concierto en El Palacio de Los Deportes de la Ciudad de México, en septiembre de 1997 (toda esta información está detallada en “Long hard road out of hell”). 

Hoy cumple 25 años.