(De hecho, si no recuerdo mal, los términos "dealer", "grunge*" y "Kurt Cobain" destacaban en el título de la reseña.)
Obviamente, el título me dio curiosidad y continué leyendo la nota.
Para mi sorpresa, la reseña no contenía esa clase de juicios de valor simplistas –del estilo "¡me encantó!" y "¡la odié!"– que caracterizan a la mayoría de los artículos en internet que escriben los admiradores/detractores/críticos (aficionados) de los artistas.
El autor de la reseña explotaba el status de rockstar del líder de Nirvana y de su trágica entrada al "club de los 27" y dejaba claro que American Junkie (2010) era una novela biográfica que contenía información sobre el mundo de las drogas en el que estaban inmersas las estrellas de rock más célebres del "sonido Seattle", pero no daba los detalles de la trama de la novela.
(¿A quién le interesaría leer una novela que ya le contaron de principio a fin...?)
No tuve suerte: ni Wikipedia ni El Rincón del Vago tenían artículos sobre estos temas.
Cuando estaba a punto de desertar y de ponerme a trabajar –tenía varios días postergando estas actividades–, encontré la novela en Amazon.
Allí tampoco había reseñas sobre la novela ni información sobre el autor.
Tom Hansen y su novela –al igual que las teorías conspiracionales relacionadas con la participación de los Iluminati en la muerte de Kurt Cobain– parecían una leyenda.
De acuerdo con la plataforma de Amazon, si le daba click a mi compra, adquiriría uno de los últimos ejemplares en stock de la primera edición en formato físico de American Junkie.
Debió de costar alrededor de $200.
Amazon sugirió que también podía interesarme adquirir Come As You Are.
No tenía presente este libro en ese momento, pero siempre lo había querido leer.
Los dos libros tardaron casi un mes en llegar a la casa y comencé a leer American Junkie cuando terminé de leer la biografía oficial de Nirvana, escrita por Michael Azerrad.
Acabé de leer la novela, hace unas semanas.
He estado pensando qué escribir al respecto –¡debo escribir algo al respecto!–, pero aún no sé por dónde empezar.
No quiero terminar escribiendo cuánto me gustó, ni por qué me pareció genial.
Tampoco quiero escribir mis primeras impresiones.
Si lo hiciera, probablemente terminaría escribiendo el tipo de cosas que odio de la mayoría de las reseñas que leo en internet sobre algún artista o sobre la obra de algún artista.
(No quiero llenar esta entrada con palabras rimbombantes para impresionar a nadie –como hacen algunos "profesionales" que inundan las redes sociales con sus "artículos"–, ni tampoco quiero disfrazar mi falta de imaginación con adjetivos reiterativos –ídem–.
Tampoco quiero que esta entrada parezca uno de esos artículos que van de "la descarada adulación" a "la crítica objetiva" y cuyo único propósito parece ser que el artista involucrado los encuentre, los lea –se sienta halagado o vilipendiado– y "los haga virales"...)
A diferencia de la reseña que me trajo a esta novela –o, al menos, a la idea que sugería el título de la reseña–, no creo que lo más destacable de American Junkie sea que "fue escrita por uno de los dealers de Kurt Cobain".
Aun cuando he escuchado durante más de veinte años la música de Nirvana y he leído decenas de libros sobre Kurt Cobain y lo más normal sería que terminara escribiendo una reseña sobre su adicción a las drogas y que terminara abrumando al lector con detalles sobre su vida y su obra, American Junkie no es el caso.
Tal vez no está mal publicar una reseña de American Junkie en internet enfatizando que la escribió uno de los dealers de Kurt Cobain, pero tratar de enganchar al lector sugiriéndole que en ella encontrará anécdotas que involucran al líder de Nirvana, a Mark Lanegan y a Layne Staley, como si eso fuera lo más importante de la novela, es un gran error.
(¿Una trampa?)
Los pasajes de la novela en los que se alude a Kurt Cobain –cuyo cadáver fue hallado por un electricista en el invernadero de su casa en Lake Washington, en abril de 1994–, al vocalista de Alice In Chains –cuyo cadáver fue hallado, en estado de descomposición, por sus familiares, en su departamento, dos semanas después de su muerte, en abril del 2002– y al ex-vocalista de Screaming Trees –único sobreviviente del grupo de músicos asociado con "el sonido Seattle" de la década de los noventa, adictos a la heroína–, sólo son, por decirlo de alguna forma burda, la cereza en el pastel.
(Estos pasajes, corresponden más o menos al 3% de American Junkie.)
Independientemente de su trabajo como escritor, Tom Hansen fue guitarrista de bandas punk que tocaban en el circuito underground de Seattle mucho antes de que Nevermind y Ten "le volaran la cabeza" al mundo de la música.
A finales de los ochenta, después de estar en bandas como The Fartz y The Refuzors –la primera, compartió escenario con Dead Kennedys; la segunda, tuvo un éxito llamado Splat Goes The Cat**–, grabó un álbum de estudio con Crisis Party.
(Según él mismo –y algunos expertos– es un álbum de dudosa calidad; sin embargo, actualmente es un objeto de colección y cuesta una pequeña fortuna en internet.)
Del alcohol y la marihuana, pasó a los ácidos. De los ácidos, pasó a la cocaína y a la heroína. De la heroína, pasó a analgésicos como el Percodan y el Demerol.
En algún punto de su vida, encontró su empleo ideal: siendo su propio jefe, trabajando a su propio ritmo y vendiendo (y consumiendo) drogas.
En un día de trabajo, regularmente, podía ganar hasta $5, ooo USD.
Irónicamente, proveyéndole drogas a Kurt Cobain, a Mark Lanegan y a Layne Staley –entre otros músicos de la escena– fue como se hizo de un nombre en el circuito underground de Seattle.
En 1999, Tom Hansen terminó de emergencia en el hospital.
Entonces había sido adicto a la heroína durante más de una década.
Debido a los abscesos que tenía en una de sus piernas –la pierna ya estaba casi en los huesos y estaba llena de infecciones–, le resultaba muy difícil caminar y moverse, y el dolor era insoportable.
El continuo empleo de jeringas para inyectarse drogas, ya había hecho que la mayoría de sus venas desaparecieran de la superficie de su piel. Tom Hansen tenía unos meses inyectándose en las pantorrillas... y, en particular, en una herida abierta en una de sus piernas.
En el Harborview Hospital, los médicos estuvieron a punto de amputarle la pierna infectada. Su tolerancia a los opiáceos era tan fuerte, que despertó en medio de la cirugía.
La dosis de anestesia que le administraron los médicos no fue suficiente para mantenerlo dormido durante el procedimiento quirúrgico.
Tom Hansen permaneció alrededor de nueve meses en el hospital, recapacitando acerca de su vida. Su estadía en el hospital dio lugar a la escritura de American Junkie.
American Junkie ha sido catalogada por los expertos como una novela negra, su narrativa tiene un carácter introspectivo y está plagada de pasajes en los que la muerte siempre está presente: desde que Tom Hansen era un niño y vivía en Edmonds y perdió a su padre trágicamente, hasta que se hizo de un nombre como proveedor de drogas en Seattle y vio morir por sobredosis a un montón de sus clientes.
Terminaré por lo más obvio: la última parte de la novela en la que Tom Hansen relata brevemente sus encuentros con estrellas de rock.
(Esta parte de la entrada es la única sección de la novela que te interesaría leer, si eres un fan from hell del grunge***.)
En una ocasión, él les vendió droga a Kurt Cobain y a Dylan Carlson.
Era el 13 de diciembre de 1993.
Los tres están en su Camaro, a unas cuadras de Pier 48, unas horas antes de que Nirvana toque el famoso Live N' Loud de MTV.
Él conduce, Cobain va en el asiento del copiloto y Carlson va en el asiento trasero.
Mientras el automóvil circula a través del tráfico y Hansen ve a las decenas de admiradores de Nirvana caminar hacia el muelle y a Kurt Cobain sonriéndole desde el asiento del copiloto, no puede dejar de pensar que, en ese momento, él es quizá el ser más invisible en la escena musical de Seattle y que sin embargo tiene "algo" que ni la música ni sus admiradores pueden proveerle directamente a la estrella de rock más conocida en todo el mundo.
Mientras relata ese momento, asegura que tenía la impresión de que no volvería a ver al líder de Nirvana y lo recuerda como un tipo muy solitario con el que pudo tener una sólida amistad.
Según él, cuando le llevaba drogas a algún hotel o a alguna de sus casas, Cobain siempre parecía dispuesto a conversar... y especula que tal vez Cobain lo veía como un tipo que no iba a pedirle ningún favor y que por esa razón lo invitaba a hacerle compañía.
Más tarde, vuelve a Pier 48 –Cobain le regaló un pase para el backstage– y se siente fuera de sitio. Hubo un tiempo en el que conocía a toda la gente que asistía a los conciertos en Seattle.
En ese momento, en el escenario, además de Cobain, Novoselic y Grohl, sólo identifica a Pat Smear –exguitarrista de los Germs– y, cerca de la consola de sonido, a Dylan Carlson.
Se siente ajeno a esa generación de adolescentes con camisas de leñador que saltan enloquecidamente mientras suena Radio Friendly Unit Shifter.
Se despide de Carlson, un poco defraudado porque Nirvana no ha tocado Something In The Way, y abandona el lugar cuando suena Breed.
Unas páginas más adelante, relata que va al departamento de Layne Staley.
El único mueble que hay en todo el lugar es un sillón y él se sienta en el suelo.
Layne se inyecta la droga y luego le ofrece.
A Hansen no le gusta drogarse con sus clientes, pero hace una excepción.
La heroína comienza a surtir efecto, mientras suena Mad Season a todo volumen.
Alice In Chains se ha tomado un receso y el álbum homónimo de Mad Season tiene un par de meses de haber sido lanzado a la venta.
Después, Staley y él recorren Seattle en motocicleta.
En las páginas finales de American Junkie, Tom Hansen también relata un encuentro con Mark Lanegan.
El ex-vocalista de Screaming Trees tiene unos meses viviendo en Seattle y The Winding Sheet, su álbum debut, tiene poco tiempo de haber sido lanzado a la venta.
El departamento de Lanegan es un desastre.
Hay libros, vinilos y discos compactos tirados por toda la sala.
Mientras Lanegan se va a inyectar al baño, Hansen le esconde unos gramos de heroína en una de las cajas de uno de los discos compactos que encuentra por ahí.
Lanegan suele llamarlo a altas horas de la noche, pidiéndole droga.
Se ha vuelto costumbre, así que Hansen suele dejarle algunos gramos de droga en su departamento, escondidos por ahí, y le revela los lugares en los que los escondió, cuando Lanegan lo llama por teléfono.
Estos pasajes sólo refuerzan la novela.
Sería una estupidez decir que American Junkie sólo habla de esta clase de anécdotas y que usa como "gancho" a estos personajes para "atrapar" al lector.
También sería una estupidez decir que Tom Hansen sólo fue dealer de estos artistas vinculados con el consumo de heroína.
American Junkie, no es una novela de "grunge".
Si nunca has escuchado un álbum completo de estas bandas –o de ninguna otra–, pero te gusta el "grunge", mejor no leas American Junkie.
Te aburrirás y, si no tienes la madurez suficiente... desearás volverte un junkie.
____________
*Léase despectivamente.
**En un concierto a beneficio, organizado por KRAB Radio, en el Dancehall USA, la banda arrojó al público un gato muerto que habían recogido unas horas antes en Capitol Hill, mientras compraban cerveza en una tienda de conveniencia. Splat Goes The Cat, compuesta por Michael Refuzor, narra la historia de un gato que se pierde en la ciudad, que se asusta por el ruido y por la gente y que luego corre por la calle hasta que un automóvil lo arrolla. El evento quedó registrado en un periódico.
***Léase sarcásticamente.
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