martes, julio 31, 2018

Piensa mal y acertarás


No había escuchado nada acerca de este premio hasta que leí Adiós a Dylan.

Bob Dylan había ganado el Nobel de Literatura y yo tenía algunos meses tratando de leer Tarántula y de escuchar algunos de sus álbumes.

Me estaba costando mucho trabajo leer ese libro -esperaba relatos, pero más bien se trataba de canciones escritas en prosa poética- y eso por alguna razón me impedía escuchar su música. 

Un sábado estábamos en la Librería Gandhi de Madero y me encontré la novela de Alejandro Carrillo en la sección de novedades. 

Aunque decía que era la novela ganadora del Premio Mauricio Achar, lo que más me llamó la atención fue el título. 

Según la sinopsis, se trataba de una historia cuyo protagonista admiraba a Bob Dylan y que atribuía todos sus éxitos y fracasos a su música.

Cuando acabé de leer la novela, decidí concursar en la siguiente edición del Premio Mauricio Achar



Al principio, tenía planeado concursar con una novela escrita ex profeso, pero llegué a un punto en el que la historia no fluía y opté por retomar una novela que empecé a escribir el día de mi cumpleaños treinta y tres. 


Esa novela estaba muy avanzada y según yo sólo requería algunos cambios. 


Tardé muchas semanas en decidirme, así que en el último mes antes de la fecha de cierre para la entrega de novelas inéditas, estuve escribiendo frenéticamente. 

Estuve tan enfocado en la escritura que todas las noches soñaba con la novela. 

Soñaba capítulos que aún no escribía y finales que no se me habían ocurrido.  
Me sorprendía despertando de sueños en los que estaba escribiendo. 

Terminé de escribirla un día antes de la fecha límite y al día siguiente llevé mi novela a las Oficinas de Penguin Random House

El edificio está en Polanco, a unas cuadras de Plaza Antara


Mi esposa y yo salimos del trabajo a la hora de la comida y llegamos a la recepción del edificio, alrededor de las cuatro de la tarde. 

Las oficinas de la editorial estaban en el primer piso.

Mientras subíamos en el ascensor, me sentía tan nervioso y estúpido como un adolescente que va por primera vez a hacer algo que sí le importa.


Estaba tan nervioso que me acordé de un relato de Baudelaire en el que decía que incluso la taquilla de un teatro podría representar el peor obstáculo para una persona insegura.  

A pesar de todo, tenía el presentimiento de que mi novela no era tan mala. 


En las oficinas de la editorial, un hombre de traje me dijo que podía dejar el manuscrito y el sobre con mis datos en un escritorio.

En el escritorio había decenas de sobres y decenas de manuscritos engargolados o empastados.

Le eché un vistazo a algunos de los seudónimos empleados por los autores de esos manuscritos. 
Eran francamente infantiles. Recuerdo en particular El Viajante Decimonónico, El Cronista Citadino y El Escribano de Relatos

Mi seudónimo era más simple e ingenioso. 

Tomé las iniciales de un famoso personaje cuyo caso clínico permitió la identificación de dos tipos de memoria y les agregué uno de los apellidos de un investigador con el que trabajo desde hace cuatro años. Es un apellido azteca. 

Dejé el ejemplar de mi novela en el escritorio, imaginando cuál sería la calidad de la mayoría de los manuscritos apilados allí (a juzgar por los seudónimos de sus autores) y cuáles serían las probabilidades de que a alguno de los jueces lo atrapara realmente mi novela. 

Después fuimos a comer a Antara y volvimos a la casa en transporte público. 

Al día siguiente no había labores en la universidad y nos acostamos tarde. No podía dejar de pensar cuál sería la probabilidad de que a alguno de los jueces del concurso en verdad le gustara mi novela, y no pude dormir.

Aún tenía el presentimiento de que no era tan mala. 

                                       

Tenía cuatro años cuando aprendí a escribir. 
Aunque mis profesores les preguntaban a mis papás si yo tenía amigos y si jugaba como los demás niños -era muy solitario en la escuela-, jugaba y veía caricaturas como los niños de mi edad, pero lo que más disfrutaba era escribir

Escribía historias en las que Mickey Mouse envejecía. Mientras lo hacía, me sentía poseído por una fuerza que jamás experimentaba cuando realizaba cualquier otra actividad. 

Cuando empezaron a atraerme las mujeres en la adolescencia, todo lo que escribía estaba relacionado con ellas.

Cuando empezó a interesarme la música, todo lo que escribía estaba relacionado con mis bandas favoritas. 

Cuando tuve mi primera novia, dejé de escribir. 
Me sentía tan feliz y pasaba tanto tiempo con ella que no podía escribir. 

(Hace tanto tiempo de eso.) 

Cuando la relación terminó, retomé la escritura y volví a tomar un taller de creación literaria.

Sólo había tomado uno durante la huelga de la UNAM en 1999.
Aunque en realidad fue más bien un taller de poesía y todo mundo despedazaba mis textos a la menor oportunidad, me resultó muy útil. 

Incluso aprendí a escribir décimas. 

Conocí a personas muy listas y amables -un poco outsiders- que me hicieron leer a autores que jamás habría conocido en esa época. 



Escribir es lo único que he hecho en los buenos y en los malos momentos de mi vida. Mi trabajo ideal involucraría leer y escribir acerca de lo que leo. Lo que hago se aproxima a ello, pero desde una perspectiva científica. 

Si fuera millonario, incluso sería capaz de pagar por escribir.

He escrito relatos, cuentos y novelas que abandono por largas temporadas. 
Me cuesta mucho trabajo quedar satisfecho con lo que escribo. 

Tengo este blog Metastasis Of Sound desde hace más de diez años. 


Lo que publico en estos blogs es un ejercicio y está en constante cambio. 

Raras veces digo que escribo -no me agrada la gente que dice que escribe a la menor oportunidad-, pero cuando digo que escribo, tengo la impresión de que alguien puede creer que me refiero a lo que publico aquí. 

No soy tan engreído ni tan ingenuo. 

Cuando digo que escribo, no me refiero precisamente a lo que publico en estos blogsMe toma semanas y meses escribir algo que realmente me importa. 

En la convocatoria del Premio Mauricio Achar 2018 decía que anunciarían a los ganadores en el mes de julio. Pasó la primera quincena del mes y no hubo ningún tipo de información. 

Conforme pasaban los días, se fue esfumando el presentimiento de que mi novela no era tan mala y fue cobrando más peso la idea de que era un texto mal escrito y aburrido. 

Así es cómo pienso de la mayoría de los textos que escribo.

Por esa razón, lo que publico en mis blogs cambia constantemente. 

12 de Agosto, 2018. Museo Nacional de Antropología. 
La semana anterior, Librerías Gandhi dio a conocer a los ganadores. 

Apareció el jurado en un Facebook Live desde El Foro Expresarte

No sé por qué, pero desde que vi al jurado y lo escuché hablar de literatura, supe que ninguno de ellos se habría sentido atraído por mi novela, incluso si hubiera sido lo único que pudieran leer por el resto de sus vidas. 

Empezaron a hablar de teoría literaria.

Pensé que ellos podrían ser como Bioy Casares y Jorge Luis Borges, subestimando la obra de Horacio Quiroga.  

Desde luego que no estoy comparándome con él. 

El jurado anunció que por primera ocasión habría dos ganadores.

Uno de ellos estaba en la conferencia de prensa y cuando lo entrevistaron dijo que había comenzado a escribir la novela ganadora con una beca del FONCA.

Uno de los jurados le hablaba con mucha familiaridad y decía cosas que implicaban que se conocían -probablemente tuvieron que estar en contacto algunas semanas antes de la conferencia- y otro de los jurados le dijo que le parecía que su novela estaba casi lista para publicarse. 

No he podido dejar de pensar en estas cosas. 


Necesito escribir más y concursar más, pero también conocer a gente que trabaje en editoriales. 

Da click aquí, para escuchar una canción de Bob Dylan que habla de mí

sábado, julio 28, 2018

Siempre es la misma función, el mismo espectador



Por séptima ocasión consecutiva, el mundial terminó para la selección de México en octavos de final. 

En New Jersey, nos eliminó la generación de Hristo Stoichkov en penalties


Nunca sabremos por qué Miguel Mejía Barón no metió a jugar a Hugo Sánchez, ni por qué decidió que su equipo dejara de atacar en los tiempos extra cuando los europeos ya no podían ni correr. 


En MontpellierLuis Hernández nos acercó al quinto partido, al anotar un gol cuando comenzaba el segundo tiempo. 


Pero bastaron dos remates de cabeza de Klinsmann y de Bierhoff, casi al final del partido, para dejarnos en la misma situación


17/6
En Jeonju, la generación de Landon Donovan nos borró del campo de juego. 

Nunca sabremos por qué Javier Aguirre no metió a jugar un solo minuto a Francisco Palencia, 
ni por qué sacó a Ramón Morales de la cancha cuando empezaba a ser peligroso para los defensores estadounidenses.


Francisco Palencia era el único delantero mexicano que jugaba en Europa y había sido fundamental en el subcampeonato de Cruz Azul en La Copa Libertadores más reciente y también en la clasificación a Corea-Japón 2002.


Javier Aguirre decidió meter a jugar a Luis Hernández (28') en lugar de Ramón Morales y a Alberto García-Aspe (78') en lugar de Gerardo Torrado, para que se despidieran de la selección.


23/6
En Leipzig, los argentinos nos eliminaron con un gol excepcional de Maxi Rodríguez.

Tal vez el mejor gol y el más importante de su carrera. 


Nunca sabremos si Cuauhtemoc Blanco habría marcado una gran diferencia en el equipo que dirigía Ricardo Antonio La Volpe de haber sido convocado al mundial de Alemania 2006.


Tampoco sabremos qué habría ocurrido si el árbitro suizo Massimo Bussaca se hubiera atrevido a expulsar a Gabriel Heinze, al final del primer tiempo en el Zentralstadion.


Tampoco sabremos qué habría ocurrido si Pavel Pardo y Andrés Guardado no hubieran tenido que abandonar el partido por lesión. 



27/6
En Johannesburgo, los argentinos (¡otra vez!) que dirigía Diego Armando Maradona -los mismos que perdieron posteriormente 4 a 0 contra los alemanes en Ciudad del Cabo-, nos dejaron fuera. 

Nunca sabremos por qué Javier Aguirre (¡sí, otra vez!) le restó importancia al último juego de la fase de grupos de ese mundial.


(El técnico ya había mostrado su verdadera cara en Jeonju, ¿o no?)

Si la Selección Nacional hubiera derrotado a los uruguayos en Rustenburg, habría evitado a los argentinos y habría enfrentado a 
Corea del Sur en octavos de final.


Tampoco sabremos por qué Javier Aguirre se aferró a darle más minutos Guillermo Franco cuando era evidente que Javier Hernández estaba en mejor momento.



Javier Hernández había sido campeón goleador en la Liga de México y lo acababa de contratar el Manchester United.

Los pocos minutos de juego que tuvo en Sudáfrica 2010 le bastaron para anotarle a las selecciones de Francia y de Argentina.

Guillermo Franco, en cambio, no anotó un solo gol, aunque jugó tres partidos del mundial. 


Tampoco sabremos por qué Javier Aguirre puso a jugar como medio de contención a Adolfo Bautista 
-¡siempre había jugado como delantero!- en ese partido de octavos en el Soccer City Stadium

(Cinco años atrás, Adolfo Bautista había sido un jugador clave en el Guadalajara, tanto en el partido que le ganaron 4 a 0 al Boca Juniors en La Copa Libertadores, como en la final de La Liga de México que le ganaron al Toluca, pero en ese año mundialista su desempeño había bajado considerablemente. Jugaba con los Jaguares de Chiapas).

Los albicelestes anotaron al comienzo del primer tiempo en un claro fuera de lugar y después aprovecharon un error de Ricardo Osorio para aumentar la ventaja, pero fueron ampliamente superiores.


En Fortaleza, la selección de Países Bajos nos eliminó con un penaltie que cobró Klas Jan Huntelaar a cinco minutos del final. 

Al principio del segundo tiempo, dos Santos anotó el gol más importante de su carrera con la Selección Nacional, pero el equipo de Miguel Herrera fue superado por los europeos en los últimos minutos del juego. 

Nunca sabremos qué habría ocurrido si el árbitro portugués no hubiera marcado falta de Rafael Márquez sobre Arjen Robben.

Tampoco sabremos por qué casi todos los jugadores que estuvieron en esa cancha de Brasil tuvieron unas eliminatorias desastrosas, ni por qué José Manuel de la TorreLuis Fernando Tena y Víctor Manuel Vucetich los dirigieron sin éxito. 


Ese equipo fue el penúltimo en clasificar al mundial de Brasil 2014 y t
uvieron que ganarle a la selección de Nueva Zelanda en el repechaje.

Jamás sabremos si hubieran podido eliminar a Países Bajos en tiempos extra. 


El lunes 2 de julio del 2018, se repitió la historia de los últimos 28 años.

En la Arena Samara, la selección de Brasil ganó sin dificultades.

Aunque el equipo de Juan Carlos Osorio le había ganado a los alemanes en Moscú y a los surcoreanos en Rostov y tenía seis puntos, jugó el tercer partido de la fase grupos sin haber calificado a octavos de final. 

Le bastaba empatar en Ekaterimburgo contra los suecos para quedar en primer lugar del Grupo F y así evitar a los brasileños. 

Desde el sorteo, cuando se conocieron los rivales de la Selección Nacional en Rusia 2018, se pensó que el tercer partido contra los suecos sería decisivo para avanzar a octavos de final. 

Se especulaban una derrota contra los alemanes y una victoria contra los surcoreanos. 

Sorprendentemente, la selección sueca sería la única del Grupo F que perdería contra los alemanes y sin embargo ganaría 3 a 0 a los mexicanos en Ekaterimburgo

¿No es sospechoso?



El equipo de Juan Carlos Osorio salió a ese partido como un equipo sin ambición.

Desde el primer minuto del juego, Guillermo Ochoa tuvo que esforzarse al máximo para evitar un gol sueco.

En un lapso de 20 minutos, los europeos se cansaron de fallar opciones claras de gol y Guillermo Ochoa evitó que cayera su arco en diversas ocasiones. 

Siempre era la misma jugada de los europeos: un centro al área, un jugador que remataba a la portería o que habilitaba a otro jugador en una mejor posición. 

Los mexicanos no encontraban el modo de contrarrestar el repetitivo ataque de Suecia.

Todo esto resultaba absurdo: Juan Carlos Osorio había convocado a jugadores altos, con el pretexto de diseñar una estrategia que le permitiera competir contra equipos cuyo ataque se basara en el juego aéreo.


                              
También era absurdo porque parecía que alguien les hubiera ordenado no hacer gran cosa en ese partido, para enfrentar a Brasil en octavos de final. 

Su desempeño fue semejante al del equipo de Javier Aguirre contra Uruguay en el tercer partido de la fase de grupos de Sudáfrica 2010, cuando perdieron y no lograron evitar a los argentinos.

También fue semejante al desempeño del equipo de Javier Aguirre que perdió sorprendentemente contra Estados Unidos en los cuartos de final de Corea-Japón 2002.

Hasta en ese sentido se repitió la historia, pero pasó inadvertida para la mayoría de los aficionados que esperaban que la Selección Nacional ahora sí avanzara al quinto partido.

No sería descabellado que Televisa volviera a poner a Javier Aguirre como Director Técnico de la Selección Nacional, debido a una "emergencia".

Quizá esa emergencia sea United 2026.   



A pesar de la escandalosa derrota contra los suecos, en algunos medios de comunicación ya habían perdido la objetividad, tal y como sucede cada cuatro años.

Decían que la selección de México ya le había ganado a la selección de Brasil una final de La Copa Confederaciones (1999) y una final de Juegos Olímpicos (2012).

¿Por qué no podíamos pensar que se les podía ganar en un mundial? 

Se les olvidaba un pequeño detalle: la selección de Brasil no había perdido en octavos de final desde Italia 1990 y buscaba ganar su sexta Copa del Mundo

¿Qué tal si los altos mandos de la Federación Mexicana de Futbol, dieron la orden en las dos ocasiones (contra Uruguay en el 2010 y contra Suecia en el 2018) para que la Selección Nacional no exhibiera su mejor nivel en esos partidos decisivos? 

¿Qué tal si realmente lo que preocupa a los dueños del futbol mexicano es que la Selección Nacional enfrente a un rival a modo en octavos de final y que tenga posibilidades de eliminarlo?

¿No es sospechoso que Javier Aguirre haya sido acusado de amaño de partidos en La Liga Española y que él haya sido quien dirigía a la Selección Nacional precisamente cuando tenían un rival a modo en los octavos de final en un mundial? 



De avanzar a cuartos de final, ¿qué seguiría para los dueños del futbol mexicano? 

¿Tendrían que rehacer el negocio del futbol, para continuar capturando la atención del aficionado? 

¿Los aficionados serían más difíciles de convencer con la ilusión del quinto partido? 

¿Los futbolistas se sentirían con mayores derechos y exigirían que hubiera filtros más estrictos para contratar a extranjeros y más facilidades para el jugador mexicano? 

¿Se sentirían apoyados entre ellos, capaces de ganar torneos importantes y de llamar la atención del futbol mundial y finalmente formarían un Sindicato que buscara evitar malos tratos y que aboliera el pacto de caballeros, entre otras cosas? 

¿Será posible que a los dueños del futbol mexicano les importe tanto el dinero y que estén tan cómodos con la situación que ha imperado en los últimos 28 años, que prefieran vender la ilusión del quinto partido, en lugar de mejorar la calidad del futbol mexicano y aspirar a ganar una Copa del Mundo

Si tienes un producto que genera ventas multimillonarias, independientemente de que lo aplasten 7 a 0 en el torneo más viejo del continente, o de que tenga casi 30 años quedándose en octavos de final, o de que avance sin problemas al mundial de Rusia 2018 pero sin ganar ningún torneo en cuatro años, ¿por qué deberías cambiar la fórmula?


https://peru21.pe/mundial
En estos 28 años, jamás he escuchado a ningún federativo comprometerse a ganar un mundial. Ni siquiera a llegar a semifinales. 

Cada cuatro años es la misma promesa. 

"Vamos al quinto partido". 

Ni siquiera ahora que se ha anunciado que México será sede de United 2026, ningún federativo se ha comprometido a nada. 

Supongo que cuando se acerque ese mundial, empezarán a decir

"Ahora sí vamos al quinto partido".

Supongo que los aficionados seguirán entusiasmándose con esa ilusión y que tal vez hasta el "vasco" Aguirre estará entre los candidatos para dirigir a la Selección Nacional.

¿Acaso sería tan difícil trabajar con un plan ambicioso, cuya meta sea llegar a semifinales de una Copa del Mundo

Dos generaciones de futbolistas mexicanos ganaron campeonatos mundiales juveniles (Perú 2004 y México 2011) y otra generación ganó la medalla de oro en Los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

¿Qué habrían hecho otros países de haber tenido a estas tres generaciones de futbolistas?

¿Alimentar su liga local con extranjeros y dejar a esas generaciones de futbolistas en el olvido, tal y como lo hicieron los federativos mexicanos?

No podemos ignorar las millonarias ganancias que genera la Selección NacionalLa Liga MX.

Hay dinero de sobra para invertir en el futbol mexicano. 

Lo que falta es el interés para destacar en un mundial. 


Mexicanos en Rusia
La Federación Mexicana de Futbol no tiene toda la culpa de que la Selección Nacional lleve casi tres décadas quedándose en los octavos de final de los mundiales.

Los aficionados son cómplices de esta mediocridad. 

No me refiero a los aficionados que ocasionalmente ven un partido de futbol por televisión, o que ocasionalmente van al estadio a ver a su equipo favorito. 

Me refiero a esos aficionados que apoyan incondicionalmente, que carecen de memoria y que están dispuestos a vender su patrimonio para viajar al mundial cada cuatro años.

Me refiero a esos aficionados que hacen desfiguros en las sedes mundialistas y que creen estar en todo su derecho para lanzar gritos que a otras personas pueden sonarles homofóbicos. 

Me refiero a los aficionados que compran todo lo que esté relacionado con la Selección Nacional -¡al comenzar el mundial de Rusia, la playera de la selección era más cara que la de Alemania!-, a los aficionados que adquieren boletos por decenas de dólares para asistir a los soporíferos partidos que se juegan en Estados Unidos contra selecciones improvisadas.



Me refiero a los aficionados que semana a semana abarrotan los estadios de La Liga MX, aunque la mayoría de los partidos de ligas amateur sean más intensos que los de la temporada regular y que los partidos de ida de la "fiesta grande".

Me refiero a los aficionados que cada torneo compran los uniformes de su equipo favorito -el de local, el de visitante, el alternativo y el de color verde parecido al de la Selección Nacional-, sin importar lo feos y llenos de publicidad que estén.

Me refiero a los aficionados que contratan Sky sólo para ver un clásico empate entre "dos grandes" del futbol mexicano, o para agradecerle a Sky que los obligue a pagar una renta para ver el partido por el tercer lugar del mundial de Rusia 2018

Ustedes aficionados, al igual que los codiciosos empresarios del futbol mexicano -incluyendo a las televisoras mexicanas que prefieren que la selección juegue un partido amistoso en California contra la selección de Gales que en Wembley contra la selección de Inglaterra-, tienen la culpa de que no hayamos progresado en tres décadas y de que nuestra máxima aspiración sea llegar al mundial y pasar a cuartos de final. 

La Selección Nacional ya no jugará La Copa América, ni ningún equipo de La Liga MX jugará La Copa Libertadores, así que el próximo mundial será más difícil.

Jamás sabremos hasta dónde podría llegar la Selección Nacional, si ustedes no se conformaran con la ilusión del quinto partido. 

Siempre es la misma función, el mismo espectador

lunes, julio 23, 2018

Soy peor en lo que hago mejor


Íbamos a buen tiempo, salimos a buena hora del departamento, pero el metro se detuvo una eternidad en ZapataLuego avanzamos, pero el metro volvió a detenerse entre División del 
Norte y Viveros

Ya que mi trabajo actual queda a 20 minutos de donde vivimos y desde hace más de dos años no tengo que usar el metro, olvidé que el retraso de los trenes es normal y no consideré este tiempo muerto entre una estación y otra. 

Cuando usaba el metro todos los días, pensaba que el retraso podía deberse a la falta de mantenimiento de los trenesSin embargo, hace cuatro años aumentó la tarifa en casi un 100%... y tal parece el servicio sigue igual... o que empeoró.  

Tal vez hasta haya más vendedores ambulantes que en otros tiempos. 


Es una situación que queda fuera de nuestro control, pero de todas formas no puedo evitarlo: estoy que me lleva el demonio. No me gusta llegar tarde a ningún lugar.

Es de no creerse. Salimos temprano del departamento, estamos a una estación de Miguel Ángel de Quevedo, pero el metro sigue detenido. Es obvio que llegaremos corriendo a la Librería Mauricio Achar.



Mientras trato de tranquilizarme y de aceptar que no puedo hacer nada para que cambie la situación, pienso que uno llega tarde a propósito, a donde se supone que tiene que llegar, porque, en realidad, no tiene ganas de llegar a ese lugar.

También pienso en mi numerosa familia y en los cumpleaños que hay que celebrar cada mes. A mis familiares cercanos los quiero. Siempre me invitan a sus celebraciones de cumpleaños, pero cada vez me dan menos ganas de asistir. Nunca falta el desgastante encuentro con algún invitado suspicaz que me trata como un adolescente, sólo porque no tengo hijos ni automóvil propio, ni un trabajo ordinario. Además, siempre corro con la suerte de encontrarme a alguien que me considera un mamón porque no tenemos los mismos intereses.

También pienso que hay personas que llegan tarde a todas partes, por otras razones.
Pienso que algunas personas son tan impuntuales que podrían llegar tarde incluso a su propio funeral. 

Pienso que, en general, me caen mal las personas que llegan tarde a todas partes. Creo que no lo hacen para fastidiarme, pero no se dan cuenta que tal vez dejé de hacer algo de suma importancia para verlas y que tal vez por eso no me creen cuando les digo que ya tenía más de una hora esperándolas. 

Creo que nunca he escuchado que me digan que lo lamentan, cuando llegan tarde. 

Estoy tan desesperado que empiezo a imaginarme que soy tan impuntual que estoy intentando convencerme de que llegaré a la hora que tenía planeado llegar a la librería, aun cuando es evidente que no será así. 

Imagino a la gente que tiene pensamientos mágicos y que cree que llegará a donde se supone que tiene que llegar, a pesar de que a la hora acordada apenas esté saliendo de su casa y a pesar de que el lugar al que acordó llegar quede al otro extremo de la ciudad. 

Por un momento me gustaría ser así, pero la realidad es que no me soporto. 

Me han dicho que soy un neurótico y siempre que lo hacen me enojo y creo que se equivocan y que sólo se fijan en una parte de mi comportamiento, pero miro mi reloj y me siento frustrado y reconozco que sí soy un neurótico y que soy incapaz de aceptar que el retraso de los trenes no es mi culpa. Yo no provoqué que el metro se detuviera. Yo salí del departamento a buena hora. 

Me aburro de divagar y miro de nuevo el reloj. El metro continúa detenido y no puedo dejar de verme a mí mismo como una persona incapaz de acudir a una cita que él mismo acordó.




Cuando finalmente el tren vuelve a avanzar y finalmente logramos llegar a Miguel Ángel de Quevedo y finalmente logramos salir del metro, camino a toda prisa hacia la librería.

Miro mi reloj de reojo. Tenemos cinco minutos de retraso. No lo puedo creer. ¿A dónde se fue todo ese tiempo que teníamos de ventaja? 

Estoy decepcionado. Ni siquiera soy capaz de llegar puntualmente a la presentación de un libro que me interesó tanto que lo leí en dos días. 

Considero la posibilidad de regresar al departamento, pero en ese instante preciso veo a Marcello Lara –uno de los expertos invitados a la presentación de “Guitarra Jaguar”– subiendo las escaleras eléctricas. Va tomándole la mano a una mujer que tiene pintado el cabello de azul turquesa. No sé por qué, pero pienso que tienen poco tiempo casados y que están profundamente enamorados.  

Pienso en mi mujer. Es una gran mujer. Siempre ha estado conmigo, apoyándome en los buenos y en los malos momentos. Cuando se me acabó la beca del posgrado y le propuse vivir de nuestros ahorros y le dije que quería publicar más artículos de los que necesitaba para titularme –el posgrado te pide que al menos publiques un artículo de investigación original como primer autor en una revista internacional avalada por CONACyT, pero yo publiqué cuatro– y quedarme otros meses en el laboratorio, ella me apoyó incondicionalmente y encontró un horrible trabajo y se hizo cargo de casi todos los gastos de la casa. Cuando me operaron, ella me cuidó y soportó mis abruptos cambios de humor. Debió de ser muy difícil para ella, porque yo ya estaba harto y mi nivel de tolerancia era nulo. Había seguido dos tratamientos médicos al pie de la letra durante casi dos años, había renunciado a todas las cosas que me gustaba beber, fumar y comer, y sin embargo no había mejorado mi salud. La recuperación fue dolorosa y lenta –me abrieron en canal, porque así lo decidí– y ella nunca se quejó de nada. 

Voy pensando en estas cosas, mientras ella me sonríe y se agarra del barandal de las escaleras eléctricas. Estamos por llegar al primer piso de la Librería Mauricio Achar, seguimos detrás de Marcello Lara y de la mujer de cabello azul turquesa, y yo quiero decirle a mi mujer que la amo y que es lo mejor que me ha pasado en la vida, pero estoy tan enojado que no puedo controlar mis emociones y me quedo callado.

En el primer piso de la librería, todo está tranquilo.  

Afuera del Foro Expresarte, Erick de Kerpel posa junto a una enorme cartulina en la que está impresa la portada de su libro. Un sujeto que parece fotógrafo profesional le pide que haga ciertas cosas mientras le toma varias fotografías.  

Reparo en que la publicidad es casi de la misma altura que el autor y me pregunto a dónde irá a parar cuando acabe la presentación.

Cuando acaba la sesión de fotos, se le acercan algunas personas al autor. Él las saluda con mucha familiaridad. Mientras conversan, mi esposa y yo nos metemos al foro.


Me enteré de su novela y de la presentación de su novela en twitter. Antes que cualquier otra cosa, me llamaron la atención la portada y el título de la novela. 

La portada es una acuarela que semeja al líder de Nirvana sosteniendo una Jaguar FenderSu diseño –si no recuerdo mal– corrió a cargo de un artista chileno.  

El anuncio en la cuenta de twitter de Gandhi decía que los presentadores serían Marcello Lara y RuloApenas leí el tweet, me puse a buscar información sobre la novela.

Encontré una sinopsis en Amazon. Supuestamente, la trama de la novela se centraba en la búsqueda de la guitarra Jaguar '65 de Kurt Cobain

Existen varias leyendas relacionadas con su paradero. Hay quienes dicen que Courtney Love la quemó y que luego se fumó las cenizas con algunos amigos que tenían en común ella y su esposo. Otros dicen que permanece en El Museo de la Cultura Pop en Seattle, junto a la Stratocaster blanca que Jimi Hendrix tocó en Woodstock. Hay quienes dicen que la Jaguar Fender de Cobain la tiene Eric Erlandson y que el mismo Kurt se la regaló unos meses antes de morir. 

Amazon vendía la novela en formato eBook y tenía disponible un fragmento gratuito del primer capítulo. Lo leí y me gustó.

Al día siguiente, compré la novela en formato físico, en un Mix Up cerca del departamento. 
La terminé casi de corrido, en menos de dos días.

Tenía la impresión de que los invitados a la presentación de la novela darían una charla amena y que tal vez darían información que ni yo mismo sabía, o que ahondarían en tecnicismos y que contarían algunas leyendas relacionadas con otros famosos músicos y con sus guitarras. 

Tengo entendido que Rulo ha escrito en medios impresos –al menos leí alguna nota suya en  Eres, cuando entré a la prepa– y es locutor de radio, desde al menos hace veinte años.

Marcello Lara, además de ser el guitarrista de Moderatto y de la banda Los Señores Blues Band, fue gerente de Reactor 105 y “cabeza artística” de Warner Music


En el foro, calculo alrededor de treinta asistentes. 
Se hablan con tanta naturalidad entre ellos, que me parece que la mayoría se conocen o que son familiares o amigos del autor de la novela.

Me siento fuera de sitio. Creo que la presentación tal vez es exclusivamente para familiares o amigos. Pienso que soy como un extraño que está en el examen profesional de un total desconocido. 

Estoy pensando en estas cosas, cuando mi esposa me cede un asiento para que esté más cerca del escenario. Debido a que mi neurosis aún no ha desaparecido por completo, le digo que no necesita decirme dónde debo sentarme. Le digo que no tiene por qué ser tan impositiva. Obviamente se enoja. Obviamente tiene razón. Obviamente soy un estúpido. 

Quiero decirle que lo siento, que ella tiene razón, que soy un estúpido, pero en eso comienza a hablar una mujer a través de un micrófono y nos dice que es momento de que inicie la presentación de “Guitarra Jaguar”.


Los expertos invitados toman sus asientos en el escenario, junto a Erick de Kerpel, y nos advierten que hablarán de manera improvisada sobre la novela, pues no se consideran expertos en literatura. (Lo que yo entiendo es: “vamos a improvisar, porque no leímos la novela”.)

Rulo es el primero en hablar. 

Tira un breve rollo sobre sí mismo. Lo imagino repitiendo este mismo rollo una y otra vez en otros lugares, cuando lo invitan a esta clase de eventos e inicia haciendo reír a la audiencia.

Aun cuando no necesita recordarnos que es un reconocido locutor de radio, su rollo, entre líneas, nos deja claro que es un reconocido locutor de radio. 

Luego adopta un tono filosófico y le dice a Erick de Kerpel que Tobías Goldstein –el protagonista de la novela es un personaje "desagradable y clasista". El autor permanece en silencio. Rulo le pregunta: “¿Hay algo de ti en ese personaje?” 

El autor se queda desconcertado.

(Me pregunto: “¿en verdad le hizo esta pregunta tan cruda y directa?, ¿es éste Rulo, el mismo Rulo que me caía bien?, ¿es éste Rulo, el mismo Rulo que escuchaba en Reactor 105 hace varios años?, ¿es éste Rulo, el mismo Rulo que los radioescuchas de Reactor 105 adoraban y veían como un gurú de la música...? 

También pienso que tal vez sólo lo invitaron a esta presentación porque en el inconsciente colectivo de la audiencia es una voz autorizada para hablar de música.)

Tras reflexionarlo durante unos segundos, de Kerpel responde serenamente que sí, que tal vez sí hay algo de él mismo en Tobías. Agrega que, además, el protagonista de su novela es  un perdedor y que tiene problemas infantiles

Rulo sonríe disimuladamente y se prepara para hacerle otra pregunta.

Más bien, le hace un comentario. Le dice que encuentra una semejanza entre Ignatius Reilly y Tobías Goldstein

(Lo que yo entiendo es que quiso dejar claro que sí ha leído La conjura de los necios”.) 

Erick de Kerpel suspira y es evidente que se siente halagado. 
Le dice que la novela de John Kennedy Toole es una de sus favoritas.  

Me acomodo en mi asiento y pienso que definitivamente yo no diría eso, si a mí me hicieran ese comentario en la presentación de mi segunda novela. 

Probablemente, nada más para llevarle la contraria a Rulo –entre estas cosas que escribo, se la ha pasado quejándose de los lugares comunes y de los clichés, pero sólo ha hablado como un quejumbroso cuyo único tema de conversación son los lugares comunes y los clichés– le diría que “La conjura de los necios” es una novela sobrevalorada... igual que Nirvana

(En ese escenario hipotético, si hubiera un ser inteligente entre el público, se reiría.) 

Rulo le pregunta a qué suenan Los Heartbeasts.

Ésta sí me parece la clase de pregunta que esperaba de un locutor de radio. 

“Guitarra Jaguar” comienza con la banda de Tobías Goldstein tocando en un bar. Su actuación es un desastre y el público los baja a botellazos del escenario.


Erick de Kerpel le dice que probablemente sonaban a punk metal y añade que él mismo había tocado la batería en una banda de garage cuando era adolescente.

También dice que nunca le gustó el grunge y que “le cagaba Nirvana”. 

(Me pregunto por qué, habiendo tantas guitarras “míticas” en la historia del rock n' roll, escogió precisamente la Jaguar Fender de Kurt Cobain.)

Llega el turno de Marcello Lara.

Confiesa que al principio le había dado flojera leer la novela, porque ya estaba cansado de Kurt Cobain y de toda la gente que lo ha mitificado y que ha alimentado la leyenda de su muerte.

Aunque estoy convencido de que la gente a la que se refiere no son músicos que crecieron en la década de los 90 y que no han olvidado que Nirvana llegó a ser la banda más importante del mundo y que Kurt Cobain llegó a ser quizá el artista más famoso de su época, sino que se refiere a un montón de adolescentes que escuchan todo tipo de música y que usan plataformas como Spotify y que jamás han escuchado un álbum de principio a fin, me gusta su sinceridad. 

Lara dice que encuentra cierta semejanza entre “Guitarra Jaguar” y “El Guardián en el Centeno”. 

Pienso que lo habrían destrozado en un taller de creación literaria, por hacer una acotación tan original, pero me cae bien. A diferencia de Rulo, él no suena pretencioso.

Luego pregunta si Tobías no sabía que la guitarra de Kurt Cobain era para zurdos, dejando claro que no leyó la novela completa y que no tiene ningún interés en impresionar a nadie con su cultura musical. 

Erick de Kerpel lo escucha atentamente. 

Después, burgerman habla sobre un libro especializado en una guitarra de David Gilmour y así concluye su participación. 

Él y Rulo se dirigen al público y nos preguntan si queremos hacerle algún comentario al autor. 

Nadie dice nada. Pido la palabra. Una mujer se me acerca con un micrófono en la mano. Aún estoy enojado y no tengo la mente clara. 


Cuando leí “Guitarra Jaguar me surgieron varias preguntas.

¿Por qué Erick de Kerpel se limitó a usar de referencia las canciones de Bleach?
¿Los demás álbumes no le habrían gustado más a Tobías, considerando que no era fan de Nirvana?  

¿Cómo se le ocurrió escribir la novela?, ¿cuánto tiempo tardó en escribirla...?

¿Por qué escogió precisamente la guitarra Jaguar

¿Por qué no le interesó la Stratocaster negra que tenía un sticker con la leyenda que decía que la belleza del vandalismo era como arrojarle una piedra a un policía en la cara...?

¿Por qué no le interesó la Mustang azul sónico que Cobain usó en el video de Smells Like Teen Spirit...?

¿No habría sido más enigmática la Mosrite Gospel que Kurt Cobain tocó en los meses previos a que Nirvana firmara con Geffen, considerando que fue una de las últimas guitarras que usó antes de que su banda se volviera mundialmente famosa? 

En ese momento sólo se me ocurrió hacer el comentario más trivial posible.


La mujer me dio el micrófono y lo tomé y dije que había varios personajes desagradables en la novela. Rulo me interrumpió y dijo que él sólo había hablado de uno. 

El personaje desagradable del que se me ocurrió hablar fue el papá de Tobías. Rulo me interrumpió otra vez y difirió. Según él, ese personaje no era “tan” desagradable.

Pude hablarle más sobre el padre de Tobías. 

Pude decirle que no me parece “tan” agradable un padre que le recuerda constantemente a su único hijo vivo que es una vergüenza para él y que se la pasa comparándolo con su hermano que murió en un accidente que el mismo padre provocó. 

Pude hablarle del sacerdote que chantajea con favores sexuales a una devota, que lucra con las limosnas de los feligreses y que explota a un ex-alcohólico –e incluso a Tobías–, pero no se me ocurrió. Hace tanto tiempo que no hablo frente a clase rutinariamente que mi mente es menos ágil que de costumbre.  

Pensé dos cosas: tal vez Rulo tampoco había leído la novela completa y tal vez Rulo estaría en desacuerdo con cualquier cosa que yo dijera.

Lamenté tener el cabello teñido y parecer un adolescente enloquecido por Kurt Cobain.


Cambié de tema. 

Entonces le pregunté a Erick de Kerpel quiénes serían los actores que encarnarían a los personajes principales, si la novela llegara al cine.

(Cuando compré “Bungalow 77” –su primera novela–, leí en la sinopsis que estaban por adaptarla al cine y me pareció una pregunta apropiada.) 

Se quedó en silencio durante algunos segundos y dijo que no lo había pensado. 

Entonces Rulo volvió a interrumpir y dijo que probablemente serían los hermanos Bichir.

El público estalló en carcajadas. 

Algunos asistentes hicieron otras preguntas que ya no recuerdo. 

Al final de la presentación, me tomé una foto con Erick de Kerpel y él me firmó mis ejemplares de “Guitarra Jaguar” y de “Bungalow 77”. 

Fue muy amable.

Cuando le di mi nombre para que me firmara las novelas, incluso me dijo que su papá y yo tenemos el mismo nombre. 


Al finalizar la presentación hubo un brindis, pero salimos de la librería y nos fuimos caminando a cenar a un Vips

Me sentía mal por el autor.
La novela tiene muchos elementos que podrían haber sido tratados en la presentación.  

Los presentadores se quejaron desde el principio del cliché de Kurt Cobain, pero terminaron hablando de clichés. Se quejaron de los lugares comunes y sólo hablaron de eso. 

Por desgracia esos clichés de los que hablaron ni siquiera estaban relacionados con la novela.

Estoy casi seguro que los dos habrían desestimado American Junkie por tener unos pasajes en los que Tom Hansen habla de sus negocios con Kurt Cobain, Mark Lanegan y Layne Staley.

Estoy casi seguro de que recomendarían Montage Of Heck, sólo porque Frances Bean aprobó y supervisó el documental. 

Mientras esperábamos el Uber para volver al departamento, me preguntaba cómo habría sido la presentación si yo hubiera sido uno de los invitados y cómo habría sido la sección de preguntas del público si hubiera estado dando clase frente a grupo todas las semanas. 

Tal vez habría hablado más con el autor y tal vez habría tenido un poco de confianza en mí mismo y tal vez lo habría convencido de que la única novela que he escrito hasta ahora no es la clásica estupidez del escritor desconocido que realmente no sabe ni redactar.

Tal vez habría salido de la librería con la promesa de que podría enviarle mi novela al editor de “Guitarra Jaguar”. 

Ta vez le habría dicho que yo pude haber hablado mejor de su novela y decirle al público que “Guitarra Jaguar” está escrita en un lenguaje fluido, que pueden leerla incluso en veinticuatro horas, que tiene una premisa original, una trama entretenida y un desenlace inesperado. 

Tal vez le habría dicho que los expertos invitados se encargaron de desinteresar a la gente en su novela.

Tristemente no importa que Kurt Cobain sea uno de los temas que más te apasionan.  
Tampoco importa si tienes casi veinte años siguiendo su carrera artística, ni si sabes tocar todas sus canciones en guitarra. O si sabes de memoria las letras de todas sus canciones, incluyendo los lados-B o los demos acústicos que terminaron en With The Lights Out

Tampoco importa si has leído libros sobre su música y su vida. O si has escrito sobre él y su música... 

Lo único que importa es que conozcas a la gente adecuada.

Puedes ser el idiota más idiota de todos los idiotas del mundo, pero si conoces a la gente adecuada, todo será más fácil. Hasta es posible que los inteligentes habitantes del mundo te vean como un genio. 

Tienes que gritar para EXISTIR.