domingo, enero 27, 2019

¿Bloqueo o procrastinación?


Desde octubre, no escribo regularmente en este blog. 

Casi todo el año anterior, escribía al menos una entrada al mes. 

No puedo perder el hábito. 
Si dejo de escribir una semana, las consecuencias son desastrosas. 

La última vez que escribí en este blog con cierta regularidad, no me encontraba bien y no quería llenarlo con pensamientos pesimistas. Durante casi seis meses, busqué por todas partes una plaza académica. Desde agosto del 2017 –cuando terminó el periodo de beca postdoctoral– estuve contratado por honorarios, desempeñando más o menos las funciones de un postdoc, en una dependencia de la universidad, y estuve viviendo casi exclusivamente del estímulo económico de mi nombramiento de SNI I

No sabía qué haría al comenzar este año. 
Sólo sabía que no podía seguir en la zona de comfort en la que me encontraba. 

Al principio, consideré la posibilidad de abandonar indefinidamente este blog para enfocarme en cuestiones académicas y laborales.

Fracasé. Necesito escribir todos los días. 
Si dejo de escribir una semana, las consecuencias son desastrosas. 

Más o menos dejé este blog a un lado –siempre estoy revisando las entradas viejas–, pero me enfoqué en el blog en inglés y abrí otro blog en el que escribiré sobre los álbumes que me gustan –cuando cumplan un aniversario– y sobre los conciertos a los que he asistido.

En algún momento, mi situación laboral cambió sorpresivamente y nos mudamos de casa.
Regresé a este blog y me di cuenta de que los pensamientos pesimistas sólo habían sido un pretexto: en realidad tengo un bloqueo para escribir en este blog.

Necesito trabajar en él con más constancia –darle tiempo al tiempo–, pero el asunto no es tan simple: ahora mismo, mientras reviso algunas entradas viejas (las modifico frecuentemente) y me encuentro mejor (mentalmente) que hace cuatro meses, no puedo escribir.

No sé me ocurre qué escribir, ni cómo empezar. 

Nunca he considerado seriamente "lo inconsciente", pero lo más acertado sería concluir que sufro bloqueo con este blog porque "inconscientemente" quiero escribir entradas que no molesten a nadie y que no tengan los defectos que critico a menudo en los blogs y en los textos que leo en internet.

(¿Lo que me impide escribir es un mecanismo de defensa para no cometer estos errores…?)

Otra explicación podría ser que acabo de cumplir casi seis horas trabajando en la computadora y que no puedo escribir porque ya estoy cansado y porque ya tengo que comer.

(¿Lo que me impide escribir es la fatiga, aunque sólo aplique para esta entrada…?)   

Tal vez el asunto es más fácil y simplemente soy un procastinador. 

jueves, enero 10, 2019

El vientre me duele como si me hubiera golpeado un boxeador


Percibo el sabor de la sangre en la garganta. Hace tres semanas que tengo tos. 
Los ataques de tos no son tan frecuentes como hace tres semanas, pero son más intensos. 
Cuando terminan los ataques, el vientre me duele como si hubiera tenido una pelea de box.

Todo esto comenzó el día de mi cumpleaños, un viernes antes de Navidad.
Fuimos a una cena de fin de año. En el lugar había como quince personas y la temperatura era cálida.

Cuando salimos de la cena, eran alrededor de las once de la noche. 
Hacía mucho frío y caminamos unas cuadras hasta abordar un Über
Llevaba cubrebocas, pero no me lo puse.

Había sido un largo día y sólo quería dormir.

(Me levanté a las cinco de la mañana. A las nueve, tuve una junta en Lerma.
A las cuatro de la tarde, regresamos a comer a la Ciudad de México. A las ocho de la noche, salimos a la cena de fin de año.

Cuando llegamos a la casa y me acosté a dormir, sentí un escozor en la garganta. 
No quise darle importancia, pero ya imaginaba que iba a enfermarme. 

Al otro día el escozor era más intenso. 
Me tomé una pastilla de Febrax (naproxeno sódico y paracetamol) para mitigar el dolor. 

El domingo empeoré y comencé a tomar un tratamiento de clorfenamina compuesta. 

En la cena de Navidad, me la pasé sedado y estornudando. 

El jueves nos mudamos de casa. Desperté con un terrible ataque de tos. Tenía faringoamigdalitis y tomé Ambroxol y clorfenamina compuesta. 

El último domingo del 2018, volvimos a la Ciudad de México.
Cuando llegamos al departamento en el que vivimos durante casi cuatro años, me sentía mal; no podía respirar, tenía los oídos tapados y los pulmones llenos de flemas.

Tenía siete días tomando Ambroxol y decidí suspender el tratamiento.  

La tos empeoró en la cena de Año Nuevo

No había enfermado en todo el 2018, pero las últimas semanas de diciembre y lo que va de este año he estado enfermo. Ya no recuerdo cómo es estar sano. 

En un par de horas, viajaré a Querétaro a una reunión de trabajo.

Espero que no sea un recorrido incómodo y que la tos me deje en paz.