martes, junio 23, 2009

Una vez tocaron Nos Llamamos y Candy en un feo bar de Santa Úrsula


Llovía intensamente, y la gente corría en la calle, en busca de refugio. Tuve la impresión de que las llantas de los automóviles patinaban en el asfalto y de que emitían el mismo sonido que emite el unicel cuando alguien lo rompe. 

La música sonaba a todo volumen, adentro del Jetta rojo de mi papá. Rasheed, un amigo de la banda que siempre los acompañaba a todas partes y que había sido el baterista en algún periodo, puso en el estéreo un disco de David BowieCuando sonaba Rebel, Rebel se sintió inspirado y empezó a decir tonterías que me parecieron de lo más graciosas. Él y yo habíamos bebido y fumado poco antes de salir a la calle, y todo nos parecía hilarante. 


Estábamos a unas cuadras del Estadio Azteca. Íbamos a un bar en donde tocarían Nos Llamamos y Candy. Yo nunca había escuchado a Candy, pero Rasheed me había dicho que su música no sonaba muy distinta a la de otras bandas de garage, pero que tenían un bajista fenomenal, y yo tenía curiosidad por confirmarlo.

El bar era el enorme patio de una casa, y el ambiente parecía más el de una tardeada que el de un bar con música en vivo. Había chavitos no mayores a veinte años y que se veían más interesados en bailar y beber tequila que en escuchar música en vivo. Todo ese ambiente me decepcionó. 

Estuvimos sin hacer nada realmente, alrededor de una hora, hasta que llegó Candy. De inmediato, noté que a ellos también los había decepcionado el lugar. Eran sólo dos hombres y una mujer. Mientras ellos acomodaban sus instrumentos, vi a la mujer acomodar un Fender Bass Precision y supe a qué se había referido Rasheed cuando me había dicho que tenían un bajista fenomenal. 


Cuando Valentina se puso el bajo eléctrico -y probablemente cuando comenzó a tocar las primeras líneas de Butterfly- me pregunté por qué nunca me había interesado tener una novia así, una novia que tocara en una banda. Por alguna razón pensé que sería sensacional conocerla y sin embargo no hice ningún intento por acercarme a ella. Me dio la impresión de que tal vez el guitarrista era su pareja, y no quise incomodar a nadie.

Cuando salimos del bar, Candy y Nos Llamamos se pusieron a platicar. Me subí al Jetta rojo de mi papá y allí los esperé con Rasheed. Después de un rato, los de Candy subieron a un Jetta blanco y Nos Llamamos volvieron al auto. Estaban sumamente molestos porque Candy había exigido más dinero que ellos, para pagarle a su mánager

A la distancia, vi a Valentina. Ella estaba sentada en el asiento del copiloto, y me pareció que hacía una cara que significaba que todos le habíamos caído mal. Tal vez sólo estaba decepcionada del lugar. 




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ÉSTE ES UN EXTRACTO (UN BORRADOR) DE UN LIBRO QUE PUBLICARÉ ALGÚN DÍA.