viernes, octubre 31, 2008

NIN en el Festival MOTOROKR


Estábamos en plena huelga en la UNAM, cuando escuché The Downward Spiral. 

La huelga se había alargado más de lo que todos esperaban -tenía casi 8 meses- y yo empezaba a tener problemas de salud. 

Me sentía constantemente débil e inútil, sin un propósito en la vida.

El médico me había dicho que necesitaba distraerme -no hacía más que leer novelas y escribir, encerrado en mi recámara- y entonces me inscribí en un Taller de Creación Literaria.

Jamás había expuesto mis textos a desconocidos -sólo a algunas personas en particular a quienes les había escrito algo-, y someterlos a la crítica y conocer a otras personas con intereses literarios afines a los míos, surtió un efecto positivo en mí. 

Aunque casi todos los compañeros del taller escribían poesía -yo escribía relatos-, gracias a ellos conocí a varios autores que ni siquiera sabía que existían y también aprendí a usar ciertos trucos para escribir. 

El poeta que impartía el Taller se llamaba Leonel y nos contaba un montón de anécdotas de otros escritores con los que había convivido y que por desgracia he olvidado. 


Al principio de la huelga, iba a Ciudad Universitaria con frecuencia.
Había muchas personas a favor del movimiento estudiantil.

En la Facultad de Psicología, estudiantes y familias enteras se encargaban de preparar alimentos y de salir en comisiones a informar al público en general cuáles eran las peticiones del Consejo General de Huelga.  

El movimiento había comenzado como reacción a la modificación del Reglamento General de Pagos de la UNAM, pero en pocos meses todo se salió de control. 

Asistí a un par de sesiones plenarias del CGH en el Auditorio "Che" Guevara y lo que vi allí me sorprendió. A pesar de que era un sitio de difícil acceso -todas las puertas de la Ciudad Universitaria estaban custodiadas o cercadas con malla ciclónica-, había periodistas nacionales y extranjeros, por todas partes. 

El ambiente -por supuesto- era totalmente distinto a lo que decían en Televisa y en TV Azteca

Me molestaba el poder que ejercían esas televisoras sobre la opinión de la gente.

Mi abuela, por ejemplo, leía mucho, pero constantemente me recomendaba que no anduviera con "esos vándalos" que habían tomado la UNAM

(Si eso ocurría con mi abuela, ¿qué no pasaría con la gente que sólo veía televisión?)



Con el paso del tiempo, sin embargo, la Universidad fue convirtiéndose en un muladar y la gente fue dejando de interesarse en el movimiento estudiantil. 

Incluso yo mismo dejé de ir a la Universidad. 

En la Facultad había un grupo de "estudiantes" que se habían apropiado de la escuela.

A varios de ellos yo los había visto actuar como vándalos -aventar botellas de agua, hacer desmanes y comportarse como idiotas- en los conciertos de Manu Chao y de Café Tacuba, así como en un evento del EZLN, en el Zócalo.

En la Facultad los había visto burlarse de otros estudiantes que tenían las mejores intenciones para ayudar, pero que no tenían el mismo discurso que ellos, o que simplemente no sabían los detalles más específicos del movimiento estudiantil. 

Por desgracia, cuando "terminó" la huelga, esos estudiantes consiguieron puestos políticos o becas para estudiar en el extranjero. 

A los que les fue peor, después de algunos meses en prisión, los premiaron con plazas de esquiroles de la UNAM.


Por una estación de radio que escuchábamos mucho mi hermano y yo -no hacíamos gran cosa, aparte de escuchar música- anunciaban a una empresa que vendía álbumes de música por teléfono, a precios muy bajos. 

Mi hermano se comunicó al teléfono de esa empresa y encargó The Downward Spiral, junto con un álbum de Björk.   

Cuando terminó la huelga y toda la vida académica volvía lentamente a la normalidad, yo escuchaba mucho ese álbum en un viejo walkman que funcionaba milagrosamente. 

Creo que me lo había regalado mi papá en el último año de secundaria, cuando Michael Jackson vino a la Ciudad de México, porque yo lo utilizaba principamente para escuchar Dangerous

Tenía ese álbum en cassette y lo escuchaba todos los días de regreso de la escuela a la casa, preparándome para ver en vivo a MJ en El Estadio Azteca

(Ahora que lo pienso, no sé qué efecto habría causado en mi vida si en lugar de ese álbum hubiera escuchado Nevermind.)



The Downward Spiral me gustó tanto que con mi primer dinero simbólico como becario de Servicio Social, más de un año después de la huelga, compré Closure -un VHS con todos los videos de NIN- y poco a poco los demás álbumes de estudio. 

Cuando Trent Reznor y su banda vinieron a México, en el Tour de With Teeth, los escuché en vivo.


Salí un poco decepcionado del concierto. 

Sabía que los conciertos de NIN se caracterizaban por el despliegue de tecnología, pero sólo habían recurrido a una pantalla de leds en en El Palacio de Los Deportes.    

Trent Reznor es amante de la tecnología y suele emplear la tecnología más avanzada cuando NIN toca en vivo. 

Su imaginería es deslumbrante. Sólo hay que ver algunos de los videos de su banda. 

Supuestamente hasta David Lynch recurre a él en busca de consejos, cuando va a filmar alguna película. 

The Slip y Year Zero -los álbumes que siguieron a The Fragile- no fueron de mi agrado completamente. 


Tengo casi toda la discografía de Stone Temple Pilots

Los álbumes que más me gustan son Core y Tiny Music... Songs From The Vatican Gift Shop, pero, ahora que lo pienso, casi nunca los escucho. 

Hay algo en la relación entre los hermanos De LeoScott Weiland que me parece triste. 

Ellos son músicos geniales, pero siempre me ha dado la impresión de que están supeditados al ego del vocalista. 

A diferencia de NIN, nunca había tenido mucho interés por escucharlos en vivo.

A los Flaming Lips en realidad no los conozco.

Un día me encontré por internet un video en el que tocaban Pennyroyal Tea en un programa de televisión y me llamaron la atención.

Intenté escuchar su música, pero nunca le agarré el gusto.  

Tenía unos meses de haberme casado y de haber ingresado al Doctorado en Ciencias Biomédicas de la UNAM, cuando me enteré que NINSTP y Flaming Lips tocarían en un Festival en la Ciudad de México



El Festival de música era organizado por una compañía de teléfonos celulares, y se llamaba MOTORKR.

Al principio, yo no tenía muchas ganas de ir. 

Según recuerdo, los boletos estaban muy caros.


Además, no había escuchado mucho el último álbum de NIN y prefería quedarme en casa que salir a un concierto. 

Pero el mismo día del evento hubo una promoción en la que los boletos costaban menos de la mitad del precio original -los organizadores no habían tenido el éxito que esperaban- y mi hermano y varios amigos suyos compraron boletos y Elizabeth y yo los acompañamos.

Llegamos al Foro Sol por la tarde, cuando iban a tocar los Flaming Lips.


Había mucha gente en el escenario principal, pero casi todos los demás escenarios estaban desiertos. El Festival incluía a muchas bandas mexicanas también. 


Era un día nublado y hacía mucho frío.
Parecía invierno, aunque estábamos en octubre. 

En esa época mi hermano escuchaba mucho a los Flaming Lips, y me había dicho que su música era muy psicodélica y alegre. 

Lo que más recuerdo de la actuación de los Flaming Lips es que salió el sol durante un par de canciones y que Wayne Coyne se metió en una pelota gigante de playa y que comenzó a caminar entre el público.



Nos quedamos allí a esperar a los Stone Temple Pilots.

Cuando la banda de San Diego, California, subió al escenario, estaba oscureciendo. 

El frío era muy intenso y el cielo estaba tan nublado que la lluvia parecía inminente.

Scott Weiland traía un sombrero y una bandana de color rojo. 

Aunque caminaba de un lado a otro del escenario, se veía fatal.
Parecía que estaba bajo el influjo de algún opiáceo y que apenas podía mantenerse despierto y en pie. 

A menudo él olvidaba las letras de las canciones y entonces los hermanos De Leo se turnaban para cantar las partes que quedaban incompletas.

Eric Kretz le pegaba con fuerza a la batería y el sonido de la guitarra y del bajo estaban bien, pero a la banda le faltaba algo. 

Parecía que sólo toleraban a Scott Weiland y que no estaban disfrutando el concierto.

Los STP tocaron mis canciones preferidas: Big Bang Baby, Interstate Love Song y Trippin' On A Hole In A Paper Heart

Uno de los amigos de mi hermano dijo que los hermanos De Leo habían tocado como músicos amateur y que habían sonado como una banda de bar. 



En ese mismo escenario tocó NIN por la noche.

La banda de Trent Reznor salió a tocar bajo la lluvia, cuando el frío era insoportable.

No sé a cuántos grados estábamos, pero la sensación térmica debió de ser menor a 5º C. 

En ese momento, el escenario principal de El Foro Sol estaba abarrotado. 

Dado que había escuchado a NIN en El Palacio de Los Deportes, no tenía expectativas muy altas de ellos.

Suponía que simplemente saldrían a tocar la mayoría de sus éxitos y que aprovecharían para tocar varias canciones de su álbum de estudio más reciente. 

The Slip era un álbum con un origen extraño.
Se podía descargar gratuitamente en internet, pero costaba mucho dinero en formato físico. 
También había salido Ghosts I-IV, un álbum instrumental con 36 temas.  

Sin embargo, la actuación de NIN fue estupenda, mucho mejor de lo que esperaba. 

Trent Reznor y su banda tocaron todas las canciones más famosas de su repertorio, desde Pretty Hate Machine hasta Year Zero

A diferencia de aquel concierto que ofrecieron en la Ciudad de México en el 2005, éste fue impresionante. 

Había varias pantallas detrás del escenario que proyectaban imágenes y efectos visuales con diversos contenidos ad hoc para cada canción. 

Las imágenes se fusionaban con la música a tal punto que a veces olvidabas que había una banda en el escenario tocando en vivo.

Parecía una película con música de alta calidad.  

La mejor parte del espectáculo fue cuando la banda tocó algunas canciones de Ghosts I-IV y Trent Reznor aprovechó para presentar a cada uno de sus músicos, mientras la música no cesaba.




Me gustaría que hubiera un video del concierto, para poder disfrutarlo de nuevo.

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martes, marzo 25, 2008

¿Qué has hecho para que te valoren?


Desde hacía unos cuantos meses tenía mi título de Licenciado y estaba por empezar mi primer curso como profesor de asignatura. Uno de los revisores de mi tesis me había conseguido una entrevista en la Ibero y me habían ofrecido unas cuantas horas a la semana, en el Departamento de Psicología de la Universidad. 

Ya había dado algunas clases en la UNAM, pero sólo como adjunto. 


El curso comenzaría en enero y tenía unas semanas preparándolo.


A finales de noviembre, una ex-compañera de la preparatoria me llamó por teléfono y me dijo que estaba planeando una reunión con varios ex-compañeros. 


No me gustan mucho este tipo de reuniones -¿qué sentido tiene reunirte con personas que no has visto en mucho tiempo y que no volverás a ver en mucho tiempo?-, pero sentí curiosidad. Además, la burocracia de la Ibero me estaba hartando -junto con mi programa del curso, tenía que escribir un cronograma de actividades, proponer un método "didáctico y amistoso" para interesar a los alumnos en el curso y conseguir un montón de documentos- y necesitaba distraerme. 




Nos reunimos una noche en La Casa de Los Azulejos.

Cuando llegué, no había ni siquiera 10 ex-compañeros en la mesa.

Estaba una chica que estudiaba un posgrado en Odontología. Seguía siendo egocéntrica y pretenciosa (en la preparatoria, me contó decenas de veces que un amigo suyo había matado a un Schnauzer cuando se enteró que Kurt Cobain había muerto, como si fuera una anécdota digna de mencionar), y estaba desesperada por parecer inteligente. 

Toda la noche se la pasó diciendo que ya era adjunta en la facultad y contando interesantes anécdotas de sus alumnos y señalando que yo tenía síndrome de Peter Pan, sólo porque le había comentado que no estaba muy satisfecho con la calidad académica de mi tesis de licenciatura y porque estaba considerando la posibilidad de dedicarme a escribir por completo.



También estaba una chica de enormes ojos, como los de las pinturas de Margaret Keane, y que acaba de entrar a la ENAP. Quería ser diseñadora de moda, y estaba tan arreglada que parecía una muñeca de aparador (era casi una enana, y sus manos regordetas estaban llenas de anillos y los anillos acentuaban el tamaño de sus dedos y les daban un aspecto grotesco), y traía el cabello corto y usaba kilos de maquillaje, como en la preparatoria, para disimular una enorme mancha de nacimiento que tenía en una mejilla.

La seguía enloqueciendo Bon Jovi

En la mesa también había una chica voluptuosa que ya era madre soltera. Había estudiado en la FES Acatlán sólo dos semestres de la carrera de Comunicación y estaba desempleada.

En la preparatoria era engreída y se comportaba como si fuera la chica más buena de todas (en realidad sólo tenía un busto prominente, usaba blusas escotadas y varios chicos se sentían atraídos sexualmente hacia ella), aunque en el salón de clases a casi nadie nos caía bien -algunos se burlaban de ella y la llamaban Pietroshka por su color de piel y porque tenía un bigote descomunal- y la evitábamos porque siempre estaba de malhumor.



También había una chica muy reservada que iba a terminar la carrera de Química. Hablaba con tanta inseguridad que resultaba difícil escucharla. Tenía varios años dedicándose a la investigación como pasante y no estaba segura de seguir estudiando un posgrado. Quería dedicarse a la industria farmacéutica, principalmente porque estaba decepcionada de la academia. 

También estaba una chica ansiosa y de piel extremadamente blanca que iba a terminar la carrera de Medicina. Siempre tuvo una manera muy formal para dirigirse a todos -parecía señora- y prácticamente vivía en la biblioteca de la preparatoria. 

Aun cuando no era el tipo de chica interesada en relacionarse emocionalmente con nadie, a los pocos días de clases se besó en público con un chico al que le gustaba, sólo porque él le declaró su amor frente a todos y le llevó un ramo de rosas. 

No sé por qué siempre estaba a la defensiva conmigo, como si supusiera que yo quería aprovecharme de ella o invitarla a salir. 

Ella se la pasó diciendo que no podía estar mucho tiempo con nosotros -ignorándome deliberadamente- porque tenía que prepararse para hacer guardia en un hospital. 



La anfitriona estaba en una de las cabeceras de la mesa. Tenía un problema de seseo -no recordaba lo despesperante que podía resultar- y era íntima amiga de la chica voluptuosa y de la chica que estudiaba Química. 

Creo que ellas tres no habían dejado de verse desde la preparatoria. 

Ella no había concluido la carrera de Derecho, pero ya tenía un par de años trabajando para algún diputado y parecía que todos sus sueños se habían hecho realidad. 

Me cayó mal porque toda la noche se la pasó hablando de lo importante que se sentía en su puesto de trabajo, aunque sólo se dedicaba a realizar trámites burocráticos y llamadas telefónicas. 

También me cayó mal porque se la pasó cuestionándome qué había hecho yo para que me valoraran, sólo porque le dije que dedicarse a la investigación requería hacer sacrificios que no cualquier persona estaría dispuesta a realizar, como correr experimentos en fines de semana y en días feriados, o renunciar a tu vida social, sin recibir un sueldo a cambio. 

Además de las chicas, había otros dos chicos en la mesa. 



Uno de ellos era el rompecorazones del salón. Ya trabajaba como ingeniero civil en alguna constructora. En la preparatoria jugábamos y hablábamos de futbol todo el tiempo. A veces yo lo acompañaba a comprar artículos deportivos a la tienda oficial de los Pumas -coleccionaba los uniformes de Jorge Campos- y a alguna de las kermeses de la secundaria en la que había estudiado. No habló mucho en la reunión. 

Estaba sentado junto a la chica que iba a terminar la carrera de Química, y los dos no dejaban de secretearse y de sonreírse. A lo mejor hasta estaban tomándose de las manos debajo de la mesa. Una vez me pidió que lo acompañara a la Biblioteca Jesús Reyes Heroles a buscar información para un trabajo de la escuela, pero en realidad había citado allí a la chica de Química y sólo quería que yo fuera su coartada. Su novia no confiaba en él y aparentemente creía que yo haría todo lo posible para evitar que la engañara.

Esa tarde, otro compañero de la escuela -que se había rehusado a asistir a La Casa de Los Azulejos esa noche- me había invitado a su casa a ver un partido de futbol entre el América y el Puebla, pero no pude escapar de ellos y me la pasé viéndolos besarse frente a mí. 

El otro chico que estaba en la mesa, había abandonado la preparatoria después del primer año y trabajaba en un telemarketing de asistencia vial por las madrugadas. Él era un comediante nato, fanático de U2 -tenía todos sus álbumes y había leído varios libros de la banda- y pintaba al óleo muy bien. En la reunión él se la pasó haciendo bromas y hablando de su primera novia. Ella era cristiana -se habían conocido en un templo- y no estaba muy cómodo con sus creencias, pero la amaba. 

Apenas me tomé una taza de café con leche y salí del restaurante.

Mientras caminaba hacia la estación Allende, pensaba si realmente tenía síndrome de Peter Pan -como había dicho la odontóloga-, y si no había hecho gran cosa con mi vida para que me valoraran, como había dicho la pasante de Derecho.

martes, marzo 18, 2008

28 años quejándome


La literatura y la música para mí siempre han estado ligadas a las drogas. 

Me gusta leer o escuchar música, mientras fumo o bebo.

Me gusta escribir sobre lo que leo o sobre lo que escucho, mientras fumo o bebo.

Generalmente, cuando escribo mientras fumo o bebo –y continúo fumando o bebiendo y llego a un estado de alteración de la consciencia más o menos notable–, el resultado es terrible. 

Mientras voy escribiendo, puedo tener un mal viaje y entonces me pongo paranoico y me enfoco en mis temores y me resulta imposible escribir. Otras veces, simplemente no puedo concentrarme en nada en particular y termino escribiendo estupideces

En este momento echo mucho de menos mi adolescencia y mi salud.
Estoy enfermo. Quisiera descansar. Estoy en el laboratorio. Hoy tengo experimento. 
No tengo tiempo para leer y para escuchar música, como lo hacía cuando era un adolescente.  
Quisiera descansar. 

Hace meses que no puedo perder el tiempo. Hace meses que no tengo un rato de ocio. 
Todo el día estoy metido en el laboratorio corriendo experimentos, tomando seminarios, leyendo artículos de investigación original o preparando mis clases. Raras veces tengo suficiente energía para leer a alguno de mis autores favoritos. Hace meses que no leo novelas o relatos. Hace meses que no puedo darme unos minutos para escribir. 

Últimamente, sólo duermo para descansar; antes, dormía para soñar. 
Y es por esta razón que casi todos los fines de semana, bebo alcohol desenfrenadamente. 

Las actividades que realizo cotidianamente están ligadas al trabajo bajo presión.
Mientras escribo sin ningún orden y alimento el caos de la desesperación que resulta de mi incapacidad para escribir, pienso que podría tener un mejor desempeño si tuviera la libertad de trabajar bajo mis propias reglas.

Sólo tengo 28 años, pero no puedo dejar de quejarme. 

miércoles, febrero 20, 2008

Ella tenía la cabellera de Kurt Cobain



Olía a preticor, y era un día cualquiera de agosto. 
Probablemente estábamos en los últimos días del verano, pero ya parecía otoño.

Por primera vez en toda mi vida, me estaba dejando crecer el cabello -no lo traía más que unos centímetros por debajo de las orejas- e iba a una escuela vestido como civil. 

Mi papá insistía de vez en cuando en que me cortara el cabello, pero supongo que también estaba un poco harto de haberme llevado a la peluquería dos veces al mes durante los tres años de la secundaria. 

Hasta ahora no sé qué demonios me enseñó ese tipo de disciplina. 
Hay muchos hombres que traen el cabello corto y que son unos delincuentes. 

A mi papá no le gustaba que me vistiera con bermudas -eran unos viejos Calvin Klein que había cortado hasta las rodillas-, ni que sólo usara playeras con estampados de bandas de rock -decía que parecía un retrato-, pero generalmente hacía caso omiso de mi apariencia. 

Tenía unos días en la preparatoria.

La libertad de vestirme como quisiera y de tomar clases, o no, era toda una novedad. 


La preparatoria era muy diferente a la secundaria.
La secundaria me había gustado al principio, cuando las adolescentes del último año escuchaban a Vanilla Ice y yo las veía como mujeres atrapadas en mentes de niñas, pero cuando mi generación pasó a ser la generación del tercer grado, la escuela se convirtió en un gimnasio. Todos estaban vueltos locos por el basquetbol y si no eras hábil o no te interesaba -como yo-, no había forma de encajar en ningún grupo social. 

Además, por culpa de una chica, al final tuve problemas con unos bravucones -que de hecho eran amigos de mis compañeros de clase- y ya no soportaba la intimidación. 

Todos los alumnos eran idénticos y les gustaban las mismas cosas. 
Si sólo traía el cabello un poco largo -¿cuánto puede crecer en dos semanas?-, los prefectos no me dejaban entrar a la escuela, a menos que uno de ellos fuera mi amigo. 
Tenía que usar un horrible uniforme de color café y zapatos de señor, o un pants azul y zapatillas deportivas blancas.

Si eras amigo de alguno de los prefectos, también podías llevar zapatillas deportivas de color negro, en lugar de los zapatos, o traer el cabello un poco largo.  

Ese día que olía a preticor, estaba afuera del aula del Taller de Dibujo de Imitación, cuando esta chica apareció.

Cruzó el patio como un resplandor. 

Era blanca, tenía los ojos verdes y el cabello rubio y lacio, casi como Kurt Cobain

Nos miramos unos segundos, mientras ella seguía caminando. 




Me sonrió, y noté que sus labios eran muy pequeños.

Me hicieron pensar en el hueco que queda cuando le quitas el hueso al durazno.

Aunque su sonrisa era radiante, sus labios parecían melancólicos. 

Ella iba tomándole el brazo a un tipo que se veía más grande que yo. 
Tal vez era su hermano, o su novio. 

La conocí el siguiente año. 
Tomamos clases juntos. 

Era una mujer muy amistosa y siempre estaba sonriendo. 
Su nariz era muy blanca y se le transparentaban las venas. 

Tenía un grupo de amigas, y todas ellas casi siempre estaban juntas. 
Les gustaba jugar basquetbol. Tenían un balón al que le habían dibujado los logotipos de Nirvana y de Radiohead

Paula decía muchas groserías y me gustaba su forma de ser.  

Una vez le dije a una de sus amigas que quería invitar al cine a Paula, pero nunca me atreví a decírselo directamente a ella.
Me atraía de un modo salvaje, y estoy seguro que ella lo sabía y que simplemente no tenía ningún interés en mí.

Todo el tercer año de la preparatoria, estuve buscando una oportunidad para salir con ella, pero ella siempre tuvo novio.


Su novio no era muy distinto a mí -incluso también tenía el rostro cubierto de acné y el cabello lacio, como emperador azteca-, y, varias veces, al borde de la desesperación, me pregunté cómo diablos había conseguido que ella se fijara en él. 

Paula tuvo otro novio.

Estaba en el mismo grupo que ella -los dos querían ser abogados, y cursaban el área de Derecho- y era un tipo de buen aspecto. 

Tenía el cabello quebrado, los ojos de color verde y se vestía formal.
Él y yo no teníamos nada que ver. 

Yo tenía el número telefónico de Paula y, una vez, cuando ya habíamos salido de la preparatoria, la llamé, pero ella fue cortante. 

Sólo quería saludarla y saber si podía verla pronto, pero sospecho que ella quería mucho a su novio y que no quería tener problemas.  
A lo mejor hasta su novio estaba en ese momento con ella. 

Cuando tenía una semana en la Universidad, mis clases terminaban muy temprano y recorría la Ciudad Universitaria frecuentemente. 

Una vez, mientras caminaba hacia el metro Copilco, pasé junto a la Facultad de Derecho, del lado de Las Islas, y vi a Paula. 

Estaba sola, sentada en una de las jardineras. 

Me gritó por mi segundo nombre -si no recuerdo mal, ella solía llamarme "Mau"-, y me detuve para saludarla.


Yo iba vestido con una gabardina de piel, una camisa con motivos setenteros y unos pantalones de pana. También traía unas gafas de sol, ovales y vintage, como las que hizo famosas Kurt Cobain en las últimas fotos que le tomaron con vida.
Probablemente me veía más como un dealer que como un estudiante de primer ingreso de la Facultad de Psicología.   

Paula se me quedó mirando durante algunos segundos y luego me preguntó cómo me iba en la Universidad y qué tal me había parecido la escuela. 

No recuerdo qué le dije, pero sí recuerdo que fui cortante. 
No tenía prisa por llegar a ningún lado, pero aún me sentía rechazado por aquella llamada telefónica en la que Paula había sido cortante.

Yo estaba seguro de que la vería a menudo, pero la verdad es que jamás volví a verla en Ciudad Universitaria.  

Cuando tuve a mi primera novia de la facultad, busqué como loco a Paula.
No sé por qué quería mostrarle que era capaz de hacer que una chica se interesara en mí.

Cuando vuelva a verla, probablemente me dirá que ya está casada y que incluso tiene hijos. 

martes, enero 29, 2008

A mí también me rechazaron una vez



En un par de semanas había ensayado decenas de veces mi presentación. 
Tenía un guión, pero cambiaba cada vez que ensayaba. Yo ya estaba agotado y aturdido. 

En el laboratorio, había algunos estudiantes de doctorado que habían pasado por el mismo proceso de admisión y me habían dado muchos consejos. Además, junto con mi tutor, ellos me habían estado preguntando cosas muy específicas del proyecto con el que quería ingresar al doctorado, pero yo desconocía la mayoría de las respuestas y me sentía menos preparado cada vez que ensayaba. 

Un día antes de la entrevista, tuve un ensayo final y salí del laboratorio a las 9 de la noche. Eso estuvo fatal, porque siempre que me preparo para algún evento académico prefiero estar a solas todo el día previo y ensayar a mi ritmo. 


A la mañana siguiente, llegué al instituto donde me tocaba presentar mi proyecto. 
Estaba muy nervioso. Me había fumado varios cigarrillos. Me senté junto a otra aspirante en una pequeña sala de espera. Su entrevista era a las 11 de la mañana y la mía era a las 12. Nos habían dicho que cada entrevista duraría alrededor de 30 minutos. Faltaban 20 minutos para el mediodía y aun no había terminado la entrevista de la persona que había sido citada a las 10. 

Un poco después, llegó un hombre y se puso a platicar con la aspirante de las 11. Empezó a decirle que los miembros del comité de admisión al posgrado se fijaban en todo y que ella tenía que pensar muy bien sus respuestas, porque a veces las preguntas personales que parecían no tener la menor importancia terminaban siendo definitivas. 

La aspirante pasó a la entrevista alrededor de las 12: 15. Desde afuera escuché que estaba infectada la computadora que estaban usando para cargar las presentaciones de los aspirantes y que por esa razón la entrevista de ella comenzaría aún más tarde. 
La mujer salió llorando 20 minutos después. 


Un miembro del comité me dijo que pasara a mi entrevista. Era un aula pequeña y hacía mucho calor. Estaba alfombrada y bien iluminada. Repasé mentalmente mi guión. Tenía 15 diapositivas para convencer al comité de que mi proyecto era viable y de que yo estaba preparado para ingresar al doctorado.  

Los miembros del comité eran 4 hombres y 2 mujeres. Después de un saludo formal, uno de los investigadores me dijo que estaban retrasados y que me dejarían hacer mi exposición, pero que me avisarían cuando se terminara mi tiempo o cuando lo consideraran necesario. Me puse un poco nervioso, porque recordé que los compañeros del laboratorio me habían dicho que a veces el aspirante era tan malo, que el comité no dejaba que terminara su exposición.  

Iba a comenzar con mi exposición, cuando otro investigador me preguntó por qué quería estudiar un doctorado en vez de la maestría. Apenas respondí, cuando una de las mujeres me preguntó por qué quería estudiar un posgrado en ciencias biomédicas en vez de un posgrado en psicología. No estaba preparado para esas preguntas, así que respondí lo primero que se me ocurrió. 


Estaba listo para exponer los antecedentes, pero una investigadora me interrumpió y me pidió que hiciera un resumen de mi proyecto sin usar las diapositivas. No tuve otra opción más que obedecerla. En 5 minutos le conté al comité mi proyecto. 

Cuando llegué al método, otro investigador me dijo que le parecía complicado implantar 4 cánulas, 4 electrodos para registrar la actividad electroencefalográfica y 2 electrodos para registrar la actividad electromiográfica en un solo animal. Le dije que estaba de acuerdo y que hablaría al respecto con mi tutor. Otra investigadora volvió a interrumpirme y me preguntó cosas de biología molecular. 

Acabé sin mayores contratiempos y el comité me pidió salir del aula. Estaba seguro de la mayoría de las respuestas que había dado, pero tenía la impresión de que había fallado en las preguntas personales. 

A pesar de todo, salí tranquilo de la entrevista de admisión al doctorado. 

Fui al baño y allí me encontré a uno de los investigadores del comité. Me dijo que el proyecto iba bien y que no me desanimara, y sospeché que eso significaba que me habían rechazado. 

Al otro día, mi tutor me lo confirmó. Lo vi afuera del laboratorio, puso una cara sombría, y me dijo 

No te quedaste.