martes, enero 29, 2008

A mí también me rechazaron una vez



En un par de semanas había ensayado decenas de veces mi presentación. 
Tenía un guión, pero cambiaba cada vez que ensayaba. Yo ya estaba agotado y aturdido. 

En el laboratorio, había algunos estudiantes de doctorado que habían pasado por el mismo proceso de admisión y me habían dado muchos consejos. Además, junto con mi tutor, ellos me habían estado preguntando cosas muy específicas del proyecto con el que quería ingresar al doctorado, pero yo desconocía la mayoría de las respuestas y me sentía menos preparado cada vez que ensayaba. 

Un día antes de la entrevista, tuve un ensayo final y salí del laboratorio a las 9 de la noche. Eso estuvo fatal, porque siempre que me preparo para algún evento académico prefiero estar a solas todo el día previo y ensayar a mi ritmo. 


A la mañana siguiente, llegué al instituto donde me tocaba presentar mi proyecto. 
Estaba muy nervioso. Me había fumado varios cigarrillos. Me senté junto a otra aspirante en una pequeña sala de espera. Su entrevista era a las 11 de la mañana y la mía era a las 12. Nos habían dicho que cada entrevista duraría alrededor de 30 minutos. Faltaban 20 minutos para el mediodía y aun no había terminado la entrevista de la persona que había sido citada a las 10. 

Un poco después, llegó un hombre y se puso a platicar con la aspirante de las 11. Empezó a decirle que los miembros del comité de admisión al posgrado se fijaban en todo y que ella tenía que pensar muy bien sus respuestas, porque a veces las preguntas personales que parecían no tener la menor importancia terminaban siendo definitivas. 

La aspirante pasó a la entrevista alrededor de las 12: 15. Desde afuera escuché que estaba infectada la computadora que estaban usando para cargar las presentaciones de los aspirantes y que por esa razón la entrevista de ella comenzaría aún más tarde. 
La mujer salió llorando 20 minutos después. 


Un miembro del comité me dijo que pasara a mi entrevista. Era un aula pequeña y hacía mucho calor. Estaba alfombrada y bien iluminada. Repasé mentalmente mi guión. Tenía 15 diapositivas para convencer al comité de que mi proyecto era viable y de que yo estaba preparado para ingresar al doctorado.  

Los miembros del comité eran 4 hombres y 2 mujeres. Después de un saludo formal, uno de los investigadores me dijo que estaban retrasados y que me dejarían hacer mi exposición, pero que me avisarían cuando se terminara mi tiempo o cuando lo consideraran necesario. Me puse un poco nervioso, porque recordé que los compañeros del laboratorio me habían dicho que a veces el aspirante era tan malo, que el comité no dejaba que terminara su exposición.  

Iba a comenzar con mi exposición, cuando otro investigador me preguntó por qué quería estudiar un doctorado en vez de la maestría. Apenas respondí, cuando una de las mujeres me preguntó por qué quería estudiar un posgrado en ciencias biomédicas en vez de un posgrado en psicología. No estaba preparado para esas preguntas, así que respondí lo primero que se me ocurrió. 


Estaba listo para exponer los antecedentes, pero una investigadora me interrumpió y me pidió que hiciera un resumen de mi proyecto sin usar las diapositivas. No tuve otra opción más que obedecerla. En 5 minutos le conté al comité mi proyecto. 

Cuando llegué al método, otro investigador me dijo que le parecía complicado implantar 4 cánulas, 4 electrodos para registrar la actividad electroencefalográfica y 2 electrodos para registrar la actividad electromiográfica en un solo animal. Le dije que estaba de acuerdo y que hablaría al respecto con mi tutor. Otra investigadora volvió a interrumpirme y me preguntó cosas de biología molecular. 

Acabé sin mayores contratiempos y el comité me pidió salir del aula. Estaba seguro de la mayoría de las respuestas que había dado, pero tenía la impresión de que había fallado en las preguntas personales. 

A pesar de todo, salí tranquilo de la entrevista de admisión al doctorado. 

Fui al baño y allí me encontré a uno de los investigadores del comité. Me dijo que el proyecto iba bien y que no me desanimara, y sospeché que eso significaba que me habían rechazado. 

Al otro día, mi tutor me lo confirmó. Lo vi afuera del laboratorio, puso una cara sombría, y me dijo 

No te quedaste.

lunes, enero 28, 2008

Envejecer


Necesito escribir. Hace años que debí involucrarme en lo que estoy haciendo ahora. 
A veces lamento mucho haber dejado que el tiempo pasara, pero pienso en el futuro. 
Hubo muchos días en los que simplemente me dedicaba a leer y escribir. 
Me levantaba alrededor de las 9 a.m., me desperezaba, escribía lo que había soñado (si me parecía relevante), me aseaba, desayunaba, veía varias series de TV, leía irregularmente varios libros, comía, cenaba y por la noche comenzaba a escribir, hasta que daban las 3 ó 4 a.m.  
Me he sentido muy cómodo, pero creo que es suficiente.