domingo, septiembre 04, 2016

Me obsesionan los periodistas de rock


Ayer estaba viendo un partido de futbol de la Selección Nacional, cuando me llegó una notificación de twitter

(No me gusta el estilo de juego del equipo y últimamente no veo futbol, pero me sentía mal y quería distraerme y no pensar en mi enfermedad.

Me parece una mala decisión que los directivos hayan escogido para dirigirla a un técnico que jamás ha tenido bajo su cargo a una selección y que además pasó sin pena ni gloria por La Liga MxDirigió durante once encuentros al Puebla: perdió siete, empató dos y ganó dos.)

Cuando Ángel Sepúlveda anotaba un gol en El Estadio Cuscatlán, una mujer me mandó un mensaje relacionado con una de las entradas de este blog

En su primer mensaje, me llamó “obsesivo” por compartir en twitter una entrada de ¡hace diez años! y aseguró que yo no tenía idea de lo que ella pasaba aquella noche. 

(No sé si compartir algo que yo mismo escribí en un blog, sólo porque me da la gana y porque se trata de mi blog, es más obsesivo que realizar una búsqueda en internet para averiguar qué opina la gente de ti.)  


Lo reconozco: fue provocativo lo que puse en el tweet

Pero lo compartí porque los sucesos de esos días me siguen molestando y pareciendo absurdos.

(¿No tengo derecho a escribir sobre lo que me molesta?) 

Los mensajes de la mujer fueron tan insistentes que me hicieron dudar (¿acaso realmente la había ofendido en esa entrada?) y entonces volví a leer la entrada que había compartido. 

Esa noche a la que se remontaba la entrada del blog, Nos Llamamos tocaron en La Faena y mi hermano me invitó a escucharlos.


Apenas llegamos a la cantina, ella insinuó que yo era un cabrón en busca de fiesta gratis. 

Lo dijo enfrente de mí, sin intentar disimularlo, y me pareció una grosería.


Pude decirle muchas cosas, pero evité entrar en una discusión.


Bebí unas cuantas cervezas y más tarde me acerqué a ella, intentando conversar pacíficamente, pero ella me mandó a volar. 


Me molestó mucho, pero no le di importancia. 



La situación fue ridícula. Ella también tenía una banda y ensayaba en la casa donde yo vivía. 
Algunas veces, incluso, yo mismo le había abierto la puerta.

Aun así, ella no tenía la obligación de saber quién era yo ni que yo vivía allí –tampoco tenía por qué ser grosera conmigo–, pero le dijo a mi hermano que yo le había tirado mala onda.


Unos días después del evento en La Faena, ella volvió a ensayar a la casa y yo mismo le abrí la puerta. 


¿Qué hizo? Nada. Se comportó como si nada hubiera pasado. 


Ah, ¡sí! Se quejó ¡diez años después! porque ¡hace diez años! yo fui incapaz de ponerme en su lugar y además tuve la osadía de escribir al respecto en un blog y compartirlo ¡diez años después!

¿Por qué soy tan cabrón?


Le eché un ojo a su cuenta de twitter

Su TL está lleno de mensajes en los que aboga por la libertad de expresión –es periodista de rock–, tiene varios  anuncios de un taller de periodismo que imparte en una universidad privada –yo impartía clases allí, más o menos en la época en la que ocurrieron estos eventos– y constantemente defiende “causas perdidas” o a personajes de la música que son insultados por desconocidos.



En sus mensajes por twitter negó que hubiera sido descortés conmigo y sugirió que yo no sé gran cosa de la organización de esta clase de eventos, o que organizar esta clase de eventos es una de las cosas que me gustaría hacer en la vida.

(La verdad, la única vez que lo hice sí fue un desastre, pero entonces tenía 16 años y mis intereses cambiaron drásticamente).

Ella terminó la discusión en twitter, escribiéndome que no me había hecho nada. 

Tengo mucha curiosidad por saber si la gente que escucha su música o que toma los talleres de periodismo que ella imparte, o que lee las historias que ella escribe en periódicos o revistas de rock, le compra la idea de que es una chica súper alivianada y súper buena onda.

¿Con el paso del tiempo, debes olvidar las cosas?