viernes, octubre 08, 2021

Antichrist Superstar (1996)


Con una voz cansada, Marilyn Manson murmura una frase incomprensible a través de un aparato que suena como un altavoz distorsionado; su voz poco a poco se pierde entre los gritos de los fans que corean “please, don't go!, please, don't go!, please, don't go...!” y los gritos son interrumpidos de pronto por cuatro rápidos compases del hi hat que orquestan la entrada de la guitarra, del bajo y de la batería al unísono.

Así comienza Antichrist Superstar.

Tras unos segundos de caos en el que todos los instrumentos compiten para capturar la atención del escucha, la guitarra y la batería van bajando su intensidad, pero las líneas del bajo de Twiggy Ramírez permanecen y abren el escenario para que Marilyn Manson diga de un modo seductor (como de estrella porno): “Soy todo un americano y te podría vender el suicidio”, y luego, tras otros momentos de caos, se desgañite y nos advierta “¡Todos somos esclavos de alguien más!”

Aún recuerdo haber escuchado estos primeros momentos de “Irresponsible Hate Anthem”, a través de los audífonos de mi walkman, en alguno de los pasillos de la Ciudad Universitaria –o tal vez en las Islas, o en el camino que conecta a la Facultad de Medicina, a la Facultad de Economía, a la Facultad de Derecho y a la Facultad de Filosofía y Letras–, alguna de esas primeras mañanas oscuras en las que me dirigía a mis primeras clases –Introducción a la Psicología o Bases Biológicas de la Conducta o Historia de la Psicología–, la Facultad de Psicología. 

Debió de ser agosto o septiembre de 1997. Acababa de entrar a la universidad. El segundo álbum de estudio de Marilyn Manson –después de Portrait of an American family, de 1994, y del EP Smells like children, de 1995– tenía poco más de un año de haber salido a la venta. Antichrist Superstar fue producido por Trent Reznor y por Sean Bavan, y catapultó a la banda de Ohio (aunque comenzaron a tocar en pequeños clubes de Miami, su fundador nació en Ohio) a la fama.

El álbum está plagado de referencias a la obra de Friedrich Nietzsche –en canciones como “Dried Up, Tied And Dead To The World”, “Antichrist Superstar” y “Man That You Fear”– y de mensajes apocalípticos, sacados de las pesadillas recurrentes de Marilyn Manson –como “Little horn”, que describe un mundo apocalíptico en el que las peleas entre androides y quimeras son parte del entretenimiento de la sociedad–, en los cuales las drogas y el sexo parecen ser las únicas opciones de la humanidad para sobrellevar su aburrida existencia en un mundo superficial. 

Salió a la venta bajo los sellos discográficos Nothing/Interscope Records y la gira que lo acompañó fue censurada en algunas ciudades de Estados Unidos por grupos católicos extremistas que decían que Manson era una mala influencia para la juventud (quemaba Biblias en sus conciertos, fingía devorar animales vivos en el escenario y hacía que la audiencia participara en rituales que parecían satánicos) y terminó con un concierto en El Palacio de Los Deportes de la Ciudad de México, en septiembre de 1997 (toda esta información está detallada en “Long hard road out of hell”). 

Hoy cumple 25 años. 

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