sábado, junio 29, 2024

tienes que ser una novela miniatura

«Una novela miniatura es lo que debes ser, tienes que ser una novela miniatura», me repito cuando he llegado a un punto muerto, cuando estoy perdido, cuando no sé qué más escribir, cuando el alcohol ya no es un aliado sino un enemigo, cuando las redes sociales ya no son un pasatiempo sino un obstáculo. 

Hace veinte o treinta minutos, cuando todo esto comenzó, puse un DVD que encontré el otro día, mientras limpiaba el mueble de madera en el que guardo decenas de discos compactos, de cassettes, de VHS's y de DVD's. Quién sabe cuándo compré el DVD, lo más seguro es que aún vivíamos en la CDMX, que tenía pocos meses el concierto de Pastel, del aniversario XXX de Fobia al que habíamos asistido, que en MixUp todavía vendían más discos compactos y vinilos que cómics, y que MixUp no se había convertido en un santuario de Taylor Swift. 

Cuando todo esto empezó, hace veinte o treinta minutos, la música me remontó a ese concierto de Fobia, a los días previos a ese concierto, cuando acababan de publicar mi primer paper como autor corresponsal, cuando acabábamos de ir hasta Polanco a las oficinas de Pengüin Random House a entregar el ejemplar de La chica de humo, esa burda novela que escribí para concursar por el Premio Mauricio Achar 2018. 

Estaba en otra frecuencia, en la realidad del presente, angustiándome por el futuro cercano y por la rutina de la incertidumbre, y pensando en cuánto necesitaba ir a la playa –confesándome Lo que realmente necesitas es ir a la playa y embriagarte con la brisa del mar–, pero la música de Fobia poco a poco fue hipnotizándome y cuando sonó “La Iguana” me acordé de lo importante que había sido esa canción cuando escribía esa burda novela. 

Llegó la parte del coro...

 Para que nunca me digas que no
Para que nunca me digas que no
Para que nunca me digas que no
Para que nunca me digas que no

... y me acordé de muchas cosas. 

Entonces, cuando escribía esa burda novela (que ahora tiene que ser una novela miniatura), escuchaba mucho esa canción. No sé por qué tenía la impresión de que el enamorado de Columba –la protagonista de La chica de humo–, escuchaba mucho esa canción y que pensaba mucho en Columba cada vez que la escuchaba. No sé por qué, a pesar de que la impresión era tan fuerte, nunca escribí nada sobre esta canción de Fobia en esa burda novela.

De pronto, me descubro aporreando el teclado de la MacBook Air como un boxeador enfurecido, como si hubiera heredado las habilidades pugilísticas de mi abuelo –¡el gran Kiko Serratos!–, porque el DVD de Pastel, del aniversario XXX de Fobia, reproduce una canción que no conozco, o que, creo, nunca haber escuchado. O, si lo he hecho, nunca le he prestado suficiente atención. Y me pregunto «¿Se trata de “Mundo Feliz”?» y, entonces, las imágenes resplandecen de tal forma en los límites de mi campo visual, que no puedo ignorar el televisor. 

El televisor es mi aliado, es mi entrenador personal, es quien me aconseja cuando suena la campana y termina un round y camino hacia una esquina del ring y me dice que no aporree a mi rival, que deje de aporrear el teclado de la MacBook Air, que me concentre, que vuelva a pensar en qué cosas estoy escribiendo, que últimamente el alcohol ya no ha sido un aliado sino un enemigo, que no divague, que las redes sociales ya no son un pasatiempo sino un obstáculo, que las drogas no deben ser el camino ni la meta, que las drogas sólo pueden sacar a la superficie lo que uno viene pensando desde hace tiempo, que las drogas no escriben novelas por arte de magia.

Hasta ahora sólo he escanciado tres o cuatro dedos de Jack Daniel's y alrededor de 300 ml de Coca Cola en un vaso de vidrio. Aún no le he dado un sorbo al whisky, pero sólo porque no quiero que este impulso de escribir, y que ha nacido con esta canción de Fobia, se muera. No he bebido sólo porque no quiero que este impulso que apareció cuando puse el DVD del aniversario XXX de Fobia, muera. 

Podría perderme y divagar en el millón de cosas que ocurrieron alrededor de La chica de humo, en cómo fueron los meses previos al concierto de Fobia, al que asistimos el viernes 21 de septiembre del 2018 en El Palacio de Los Deportes, cuando todavía vivíamos en Agua Caliente, cuando aún no nos mudábamos a Lerma de Villada, cuando ni siquiera sabía dónde está la universidad en la que trabajo actualmente porque he ganado tres evaluaciones curriculares y porque antes ocupé una causal; cuando tenía casi un año sobreviviendo con el estímulo económico del SNII, cuando estaba en el limbo, cuando ya no era posdoc, cuando (como ahora) tampoco había ninguna posibilidad de concursar por una plaza indeterminada; cuando el Edificio XYZ había sufrido daño estructural en el terremoto del 2017 y mis colegas de entonces y yo teníamos unos meses asilados en la oficina de divulgación de la ciencia, cuando esporádicamente entraban a esa oficina tres estudiantes de licenciatura –dos chicas y un chico– y me veían pero era invisible para ellos –¿indigno de su atención?– y ni siquiera me saludaban (¿qué será de ellos?, ¿habrán concluido satisfactoriamente sus licenciaturas?, ¿serán estudiantes de posgrado?, ¿sus tutores los tratarán como basura?, ¿ya tendrán varios papers como autores corresponsales?, ¿existe el karma...?); cuando, esporádicamente, una de esas chicas le decía a su tutora de licenciatura, a unos metros de mí, que quería cambiar su proyecto de tesis, que le interesaba más montar una línea de investigación sobre “sadomasoquismo en modelos animales” y su tutora la miraba con incredulidad y decepción; cuando llegaba a la oficina de divulgación de la ciencia otra chica que estudiaba la maestría y que sí me saludaba porque le había impartido algunas clases –¿se llamaba Rossana?– y siempre me preguntaba si ya había escuchado tal o cual canción de Faith No More, porque, al terminar una clase, le había comentado algo sobre una playera que ella llevaba puesta –la de la portada de un álbum de Daniel Johnston que hizo famosa Kurt Cobain– y entonces le recomendé escuchar a Sweet 75 –la banda que formó Krist Novoselic después de la muerte de Kurt Cobain– y porque ella me recomendó escuchar cualquier proyecto de Mike Patton y yo no me acordé en ese momento que él había sido el cantante de Faith No More.

Podría perderme y divagar más, enfocarme en que ahora ya no estoy en la zona, en que mis torpes dedos siempre chocan con una tecla que no quiero aporrear y en que tengo que estar corrigiendo una y otra vez lo que escribo, pero no quiero que este impulso muera.

«Una novela miniatura es lo que debes ser, tienes que ser una novela miniatura», me repito cuando he llegado a un punto muerto, cuando estoy perdido, cuando no sé qué más escribir, cuando el alcohol ya no es un aliado sino un enemigo, cuando las redes sociales ya no son un pasatiempo sino un obstáculo; cuando me dispongo a escribir otra vez La chica de humo, pero quiero que sea una novela miniatura, que tú la puedas leer en un solo día, que te transmita lo mismo que me transmite a mí esta canción de Fobia, o cualquier canción que a ti te guste, o cualquier cosa que te haga sentir en la zona, o cualquier cosa que a mí me guste, que nos guste a los dos, porque Fobia, en realidad, no es mi banda favorita, me cae bien Paco Huidobro, una vez me lo encontré en Guitar Gear y nos tomamos una foto y fue un tipo muy amable, sino porque Fobia, más bien, es una especie de “gusto culposo”, pero eso no importa, lo que importa es que tú y yo pasemos un buen rato, principalmente yo, que escribo para mí mismo, para darme gusto a mí mismo, porque necesito escribir.

jueves, junio 13, 2024

para que nunca me digas que no


no me soporto

me gusta Fobia
pero soporto menos a sus fans
de lo que me soporto a mí mismo

la música
al principio
me llevó al borde
del éxtasis
pero ahora 
me hace sentir 
diferente
como si estuviera ebrio
como si hubiera bebido mucho
como si bebiera por inercia
como si supiera cuánto daño
estoy haciéndome
y no me importara
en absoluto

pero la música
también me hace recordar otras cosas
cuando estaba en el limbo
cuando ya no era posdoc
cuando tampoco tenía un contrato definitivo
cuando estaba asilado en una oficina de divulgación
cuando un par de tontos estudiantes de licenciatura
se acercaban a mi escritorio
y ni siquiera me saludaban
cuando me aceptaron mi primer paper
como autor corresponsal
cuando fuimos a escuchar a Mark Lanegan
el día que publicaron mi primer paper 
como autor corresponsal

cuando me enfoqué en escribir una novela
para concursar en el premio mauricio achar
cuando fuimos a entregarla hasta polanco
cuando volvimos a la casa en transporte público
cuando escuchaba esta canción de fobia
y en el fondo sabía que esa novela 
en cierta forma era lo que me transmitía esa canción
y sin embargo no me dejé llevar por el impulso
y escribí una novela que nadie leyó

hoy sólo sé que volveré a escribir esa novela
que ya pasó por otra re escritura 
en otra etapa crítica de mi vida
y que la escribiré para que sea 
el tipo de novela que puedes leer en un sólo día