Aquella primera noche de año nuevo cuando estaba sumergido en las profundidades de la estupidez, porque se acababa de largar mi única amiga de muchos años. Me había bebido varios litros de whisky y mi cabeza retumbaba como una regadera de alfileres.
Aquella tarde de sábado en el verano cuando estaba tan desconsolado, porque Maxi Rodríguez acababa de anotarle en el último minuto de los tiempos extras el gol de su vida a la selección de México en Leipzig. Mi estómago estaba lleno de goma arábiga y mi cabeza retumbaba como una herida abierta.
Aquella noche de septiembre cuando veíamos tu película favorita y nos pusimos a fumar tila y luego te dije que no me estaba sintiendo bien y quisiste ahorcarme para hacerme reír. Me puse paranoico y te aborrecí y mi cabeza retumbaba como una ardiente bola de fuego.
Aquella tarde de noviembre en las calles de Gante y de Madero cuando me sentía increíblemente infantil y dichoso y olvidé todas las cosas que me preocupaban, porque había una chica que parecía mapache y que me sonreía y a veces me preguntaba cosas idiotas o me exigía que no la observara porque la inquietaba. Me embriagaba su adolescencia y mi cabeza sólo repetía C'mon baby light my fire mientras retumbaba al ritmo de esa canción.
Aquella noche de agosto en Chiapas cuando estaba acostado sobre unas tablas de madera en una bolsa de dormir, fumando un Grato, escuchando con todo interés a los lugareños, porque creían en las brujas y estaban convencidos de que se convertían en pequeñas luces de fuego. Me despertaron por la noche unos gritos y una serie de ruidos que provenían de la calle y que recorrían rápidamente todas las esquinas de la escuela en la que dormía.
Y esta madrugada de febrero, estoy un poco sedado y mi cabeza retumba como una ola salvaje llena de recuerdos.
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