Apenas eran las cuatro de la tarde, pero ya había hecho todas las cosas que me gustaba hacer cuando ella no estaba en casa. Afuera llovía y la música sonaba a todo volumen en el departamento. Comencé a escuchar un zumbido. Aunque me sentía fatigado y tenía mucho sueño, encendí un cigarrillo y me senté junto a la ventana. Sentí náuseas.
A través de la ventana, vi a algunos carros patinar en el asfalto y a algunas personas que corrían para refugiarse de la lluvia. La música continuaba sonando muy fuerte en el departamento. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, y me puse sombrío.
"He escuchado demasiada música punk", pensé. Apagué el cigarrillo en un cenicero atestado de colillas y fui a orinar, tambaleándome. Era mi último día de vacaciones y no había comido nada, pero ya me había bebido casi cuatro litros de alcohol.
Al volver a la sala, encendí otro cigarrillo. Después me asomé por la ventana de nuevo. La lluvia había amainado. Abrí la ventana, y tomé aire. Me sentí estúpidamente ebrio, apagué la música de inmediato y corrí al baño. El zumbido no cesaba en mis oídos.
Me arrodillé junto al water y sentí en la garganta una ráfaga caliente de ácidos gástricos. Procuré vomitar, pero no pude.
Ella llegó a la casa justo cuando yo empezaba a hiperventilar.
1 comentario:
Al final del día ella logro apaciguar a esos viejos demonios. Quizá sea ella quién aliente tus deseos de antaño y tal vez, sólo tal vez tengamos un nuevo músico o escritor a quién admirar. Los sueños no se olvidan, ni se dejan pasar, sólo los guardamos para un mejor tiempo, a lo mejor llegó el tuyo :)
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