lunes, octubre 01, 2007

Su voz flotaba en la estancia como una nube sónica


Mientras la mortuoria voz de Layne Staley flotaba en la estancia como una nube sónica, yo estaba enfocado en mis preocupaciones. Las sentía latir dentro de mi cabeza como una masa cartilaginosa que se expandía lentamente a través de mi cerebro y que saldría a la superficie por las cuencas de mis ojos. 

Faltaba menos de una semana para mi examen profesional de licenciatura y mi futuro académico era incierto. 

Mi tesis abordaba el estudio de un polémico tema de cognición animal –¿las aves cuentan estímulosen lugar de estimar el tiempo que transcurre entre ellos, cuando es relevante para su supervivencia?– y el trabajo experimental me había tomado casi ¡cuatro años! –ingresé al laboratorio de mi tutor tres semestres antes de terminar la carrera– y, aun teniendo un promedio que me podía dar acceso a alguna beca, no tenía ninguna clase de apoyo económico. Todo lo que había hecho, lo había hecho por un interés genuino.

Mi compromiso había sido tan alto que no sólo había corrido experimentos en días feriados –incluso Navidad y Año Nuevo–, perdiéndome eventos únicos que en otra época no habría en el análisis de los datos, en la discusión de los resultados, en la exposición de los datos en coloquios y congresos, en algunas clases como profesor adjunto, tanto en días hábiles como en vacaciones y días feriados  y, sin embargo, mi tutor sólo me había ofrecido seguir siendo mi tutor... de posgrado.  

El paradigma de condicionamiento operante que había empleado en mis experimentos, forzaba a los animales a aprender a contar el número de respuestas requeridas por alimento.
La implicación funcional de los datos era complicada.

Quería continuar realizando investigación, pero no con ese tema. 

Aunque los antecedentes eran claros, no sabía cómo planteárselo.

Cuando tenía más de dos años con el proyecto y los avances eran de más del 70%, él decidió "tomar" la parte experimental en la que yo había estado trabajando y"pasársela" a su tesis doctoral, y sugirió que yo comenzara con otro proyecto desde cero.

Los convencí a él y a otra compañera del laboratorio para que ella y yo pudiéramos titularnos con el proyecto de ella –yo también había estado trabajando en ese proyecto– y así evité quedarme otros meses como pasante. 

Creía que esa decisión –romper nuestra relación laboral– acarrearía muchas desventajas.
La principal sería que perdería todos los contactos que tenía en la facultad y que tendría que empezar en otra institución desde cero. Trabajaba en el laboratorio del Director de la facultad y mi asesor de tesis era Jefe de Área. Las puertas que se abrirían si me quedaba allí, parecían ser muchas. 

Sospechaba que mi asesor de tesis podría tomarse el asunto a nivel personal y ver mi falta de interés en su línea de investigación como una traición y que sería más difícil dar clases en la facultad y obtener una plaza en un futuro cercano.

En los últimos tres años me había enfocado a su línea de investigación y no conocía a muchos investigadores de otras facultades o institutos. Tampoco había buscado dónde podría dar clases. Temía tener que buscar un empleo "de psicólogo convencional" temporalmente, para tener mis propios ingresos, mientras me establecía en otro laboratorio. 

La situación me atribulaba.


Pero, además, había terminado una relación sentimental de varios años.
  
Había sido mi primera relación realmente significativa y la ruptura era muy reciente y el sentimiento de pérdida influía mucho en mi estado de ánimo.  

La situación era mala y difícil para mí. Ella y yo nos seguíamos viendo –teníamos al mismo asesor de tesis–, ella había retomado una relación con un ex y el ex era patético y siempre que nos veíamos él estaba presente.

Él iba a recogerla a la escuela y se comportaba de una manera tan hipócrita y tan políticamente correcta que me resultaba insoportable.

Era un llorón. Era un emo adelantado a su época. 

Cuando ella y yo salíamos, él la chantajeaba. Le decía que me secuestraría y que me torturaría para hacerme sentir el sufrimiento que yo le hacía sentir.

Otras veces siempre aparecía "causalmente", como el tipo más galante y maduro, cuando ella y yo teníamos problemas.

(Supongo que ella lo mantenía al tanto de nuestra relación.)

Su actitud me causaba repulsión.

Aunque ella ya no me interesaba como mujer, cada vez que él iba a recogerla a la escuela, se burlaba de mí, sin que ella se diera cuenta. 
Decenas de veces me sentí impotente, furioso y frustrado, como cuando un desconocido te provoca y luego huye.

Una vez perdí el control y estuve a punto de pelearme con él.

Los odiaba a los dos por igual.

Reparaba en todas estas cosas, mientras sonaba la última canción de Above.  


Meaghan Li, This Is Your Brain On Drugs.

Esa noche, una amiga me había invitado a su departamento.

Me había hablado mucho de los efectos de un anéstesico que había estado consumiendo desde hacía un mes.

Uno de sus conocidos había conseguido un frasco y ella quería que celebráramos la cercanía de mi examen profesional. 

Yo tenía mucha curiosidad por experimentar. 

Mi amiga me había hablado de los efectos.
Según ella, la droga te hacía entrar en un estado de trance y de relajación que te permitía recordar pasajes de tu infancia. 

Conforme la anestesia invadía mi torrente sanguíneo, me determiné a recordar pasajes de mi infancia; sin embargo, cuando cerraba los párpados, sólo podía pensar en mi situación académica, en mi ex y en su pareja.   

Ocurrió algo extraño: mis preocupaciones parecían muchísimo más graves de lo que eran y sin embargo no me importaban en absoluto.

Tenía la impresión de que las contemplaba con lujo de detalle en alguno de los resquicios de mi mente, desde una burbuja sonoamortiguada, desde la perspectiva de otra persona, como un espectador que flotaba en la estancia, igual que la voz de Layne Staley. 

Logré enfocarme en pasajes de mi infancia y olvidé todos mis problemas. 

Me invadió un sentimiento de dicha y una idea se apoderó de todos mis pensamientos: todo lo que me rodeaba era una falsedad y todo lo que me angustiaba era artificial.

Me sentía una persona distinta a la que soy realmente –ajena a los prejuicios y a las necesidades que agobian a todo el mundo– y tuve la impresión de que ese lugar era el lugar ideal y que podía permanecer así el resto de su vida. 

Creo que entiendo el poder de los opiáceos.

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ÉSTE ES UN EXTRACTO (UN BORRADOR) DE UN LIBRO QUE PUBLICARÉ ALGÚN DÍA. DERECHOS RESERVADOS.

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