miércoles, enero 28, 2009

¿Es culpa de los alumnos, o del doctorado?


Las horas pasan y los minutos estallan en mi cabeza.
El curso escolar comienza el próximo martes. Daré clase los martes y los miércoles de 10 a 12, y no me decido a prepararla. No tengo ganas ni entusiasmo. 

Desde hace tres años, imparto clases en la Facultad de Psicología. Al principio, lo disfrutaba muchísimo; ahora, no tanto. Casi todos los alumnos son perezosos y exigentes. Raras veces hay alguien que esté realmente interesado en aprender lo que yo enseño. Casi todos quieren terminar en un trabajo aplicando pruebas psicométricas para ganar mucho dinero, o imaginan que tendrán un bonito consultorio y que serán terapeutas y que saldrán por radio y televisión dando su opinión acerca de algún asesino serial. 



Sin embargo, creo que no disfruto tanto la docencia como antes, por culpa del doctorado. No por culpa de los estudiantes. Es absorbente -mi tutor raras veces reconoce mi dedicación-, y no me da tiempo para nada más. Casi casi debo pedir permiso para impartir mis clases. 

Raras veces puedo preparar mis clases de la manera en que solía hacerlo. Tengo otros compañeros de laboratorio que no tienen otra actividad más que estar en el laboratorio, y, a diferencia de mí, nunca tienen datos. 

No debería darle importancia a ciertas cosas, como cada vez que mi hermano me presenta a sus amigos y les dice "él es psicólogo, y está casado", porque en realidad no soy sólo eso. Pero aquí estoy, procastinando, pasando el tiempo en este blog, juntando palabras casi aleatoriamente. 

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