miércoles, abril 28, 2010

Ya no tengo los nervios destrozados


Finalmente, hoy fue mi examen de candidatura.

Todo el mes prácticamente la pasé muy mal. Hasta desarrollé una especie de dermatitis psicosomática y tuve los nervios destrozados. 

Creo que cuando le cuento a alguien de mi familia -o algún conocido de mi familia- que estoy cursando un posgrado, jamás se imagina todo el estrés que involucra. 
No se trata sólo de sentarse a tomar una clase y de leer unos cuantos libros, como en la licenciatura. Todos los cursos son impartidos por expertos que tienen trabajando en el tema que exponen más de diez años. Todos los libros están en inglés y son muy especializados; para entenderlos, casi siempre, hay que conocer aspectos básicos que te toma comprender casi toda una licenciatura. 

La parte experimental es divertida -incluye cirugías, manipulación de animales, administración de fármacos, realización de técnicas de biología molecular-, pero absorbente.

A veces, los experimentos no resultan como esperabas o simplemente las técnicas no salen. Además de todo, hay que saber estadística para analizar los datos. 

Es horrible el estrés, y uno tiene que vivir con él a diario, casi todas las horas. Sobre todo si tienes un tutor exigente que no te deja tiempo libre más que para dormir y sobre todo si tienes un examen de candidatura.  

En los seminarios del laboratorio, expuse decenas de veces mi proyecto. 
La presión fue brutal en algún momento. Salía destrozado de los seminarios, sintiéndome un idiota. Apenas me enfocaba en aprender más sobre un tema en particular, cuando mis compañeros de laboratorio ya me estaban haciendo pedazos en otro seminario. Cada día que exponían me hacían ver que tenía muchas más deficiencias de las que creía. 

Temía no sólo exhibir mi ignorancia en el examen, sino hacer el ridículo. 

Siempre cabe la posibilidad de no recordar un dato preciso en el momento más inoportuno, pero además, a nivel personal, siempre me ha perseguido la costumbre de cometer un error en momentos clave -por ejemplo, cuando no entré al Doctorado en Psicología, o cuando me rechazaron en mi primer intento por ingresar al Doctorado en Ciencias Biomédicas-, y el examen no era la excepción. 

Ayer por la noche estuve ansioso, tratando de leer más, pero ya estaba saturado de información y simplemente me acosté en la cama, deseando que pasara ya todo el asunto del examen. No pude dormir bien. Tuve pesadillas. 

Lo que más me preocupaba era no aprobar, porque estaba seguro de que se me haría muy pesado tener que presentar el examen dentro de un año, sin oportunidad para fallar, por segunda -y última- vez.

Hoy, antes de irme al examen, me quedé solo en la casa. 
Chinaski estaba en el funeral de su abuela, y ni siquiera pude acompañarla. 

El examen era al mediodía.
Desayuné algo que no me supo a nada y después me senté en la sala, a fumarme un cigarrillo -aunque tenía colitis- y me lo acabé. 
Después me fumé otro, y luego otro. 

Estaba sumamente ansioso y no podía evitar ponerme a pensar en todas las ocasiones que había fallado en momentos clave. Cuando casi me acabé la cajetilla de cigarrillos, me pregunté si realmente necesitaba esa clase de ansiedad en mi vida. 

Es mejor que no tener emociones fuertes jamás. 

En el examen me fue bien y lo aprobé. Estaban todos los integrantes del comité. 
René Drucker fue el primero en preguntar y pareció satisfecho con mis respuestas.

En general, al comité le gustó que además de dominar mi proyecto, tuviera suficientes datos y que me faltara poco tiempo para escribir un manuscrito con los resultados.

Al primero que vi después del examen fue a mi tutor, y él me preguntó cómo me había ido.
Le dije que había aprobado y él me felicitó y me dijo que sabía en quién podía confiar. 
Le pregunté si podía irme a mi casa porque no había dormido -ya no le pareció tan agradable- pero de todas formas me dijo que estaba bien. 

Estuve tan presionado que no había pensado que falta un mes para que comience el mundial de Sudáfrica 2010

Ahora sí ya puedo disfrutar.

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