viernes, noviembre 15, 2019

I'm So Tired, I Can't Sleep


¿Recuerdas cuando te acostabas a las tres de la mañana, después de escribir relatos en los que aparecían las mujeres que te quitaban el sueño...?, ¿recuerdas que antes de acostarte, te fumabas tranquilamente un cigarrillo (como si fuera el último que te fumarías en la vida) mientras pensabas cómo serían esas mujeres en realidad...?, ¿recuerdas que a la mañana siguiente podías levantarte temprano y estar despierto todo el día, sin ningún problema...?

Ahora, te despiertas a las tres de la mañana, no puedes volverte a dormir y difícilmente tienes tiempo para escribir sobre cualquier tema que no sean minutas de reuniones, informes técnicos de proyectos financiados por el gobierno o artículos de investigación original que nunca terminas de escribir porque no te enorgullece la metodología con la que fueron recabados los datos.

Ahora, te despiertas de alguna pesadilla en la que huyes de un asesino o de una persona que quiere hacerte la vida imposible. (Es lo usual en una carrera académica en la que debes publicar la mayor cantidad de artículos para no perecer y en la que siempre ha habido individuos poco éticos dispuestos a quedarse con el crédito de tus experimentos.) Una de cada tres ocasiones, te despiertas porque estás ahogándote. (Son los estragos de la cirugía en la que te suturaron una porción del estómago con el esfínter inferior del esófago para evitar que ascendieran los jugos gástricos a la garganta y terminaran erosionándola y provocando un tumor cancerígeno, además de hacer que continuaras odiando tu existencia). Una de cada tres ocasiones, te despiertas de algún sueño del que hubieras preferido no despertar. (¿Por qué sueñas que eres un niño y que es un día cualquiera en la escuela y que no te molestan las niñas que te gustaban...?)

Ahora no importa cómo sea la noche, lo más probable es que a la mañana siguiente siempre estarás somnoliento. 

Mientras estás mirando el techo o cierras los párpados y tratas de evocar algún recuerdo agradable o de inventar una historia basada en tus malos pensamientos (y obligarte a soñarla) y sólo transcurren las horas y no puedes volverte a dormir, te preguntas si acaso estás en una edad en la que ya no es tan fácil tener sueños. 

Mientras transcurren las horas y sigues mirando el techo o cerrando los párpados y recordando los rostros y las voces de las mujeres que te gustaban y que nunca te atreviste a invitar a salir a algún lado por temor a aburrirlas o por temor a que te rechazaran, terminas divagando y creyendo que no hay una gran diferencia entre tú y el amargado científico de La Ciudad de los Niños Perdidos que tampoco podía dormir (excepto que tú rara vez puedes realizar experimentos actualmente), y te alegra saber que al menos no has llegado a un punto de desesperación en el que consideres robarle los sueños a los niños para que tú puedas soñar. 

Cada vez despiertas con más frecuencia a las tres de la mañana y cada vez te cuesta más trabajo volverte a dormir. Antes era divertido estar despierto a las tres de la mañana e invocar a Jack Kerouac e imaginar las alucinaciones de su delirium tremens en Big Sur, pero ahora el sueño es la tierra prometida y estar despierto es el infierno. 

No tienes que reflexionarlo demasiado: sólo cuando estás enfermo y tomas altas dosis de paracetamol (o sólo cuando tienes un dolor intolerable y tomas varias pastillas de Tramadol), puedes mantenerte dormido toda la noche de corrido. 

¿Recuerdas cuando tu pretexto para consumir hipnóticos y ansiolíticos era el estrés de los últimos años del doctorado y que entonces no tenías problemas para dormir...?, ¿recuerdas que la relación con tu jefe al final era muy tensa y que llegaste a detestar el trabajo y que detestaste ir a trabajar y que sin embargo no tenías problemas para dormir...? 

Ahora, ya tienes cinco años sin fumar y ya no bebes alcohol (sólo tres o cuatro cervezas o whiskeys al mes) y definitivamente tienes problemas de mantenimiento del sueño y sin embargo no quieres acudir con un especialista porque te imaginas que terminará recetándote algún medicamento que podría modificar otra vez tu flora intestinal y otra vez volverte ansioso, paranoico y nauseabundo... y porque también temes la posibilidad de volverte dependiente a las pastillas para dormir.

En la eternidad del insomnio, te acuerdas de un texto de Guillermo Fadanelli que hablaba sobre por qué les tenía lástima a quienes deseaban la inmortalidad sin haber considerado lo triste que debe de ser la eternidad, y crees comprender a qué se refería... y también crees que nadie podría negarte que el insomnio es una probada de la eternidad a la que se enfrentan los vampiros... y también te acuerdas de haber leído en esa época Miedo y Asco en Las Vegas y esta asociación te lleva a recordar los efectos del Spice en una ciudad fronteriza de Estados Unidos y te acuerdas de cómo todo transcurría lentamente y de cómo todo tenía un carácter sexual innegable y de cómo todo parecía bañado de bienestar y de superficialidad, al ritmo de los primeros acordes de Purple Haze que te hacían dudar si tú también tenías una Stratocaster blanca como la de Jimi Hendrix.

Sólo quieres volverte a dormir, acomodas la almohada en otra posición por enésima vez, y te preguntas: ¿pastillas para dormir o THC sintético...?, ¿THC sintético...?, ¿paranoia...?, ¿ansiedad...? 

Estás cansado de mirar el techo y estás cansado de ser incapaz de conciliar el sueño y recuerdas automáticamente las letras de una canción de Kurt Cobain. Una parte del coro de esa canción define exactamente cómo te sientes, y también define la eternidad del insomnio y el lento transcurrir de los minutos... o eso crees. 

Decides que le sacarás provecho al insomnio y que te pondrás a leer las últimas páginas de Serotonina

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