sábado, junio 06, 2020

Mis venas pueden arder


Escucho por enésima ocasión “Down In The Dark” en mi viejo iPod Classic de 120 GB. 

No me vuelve loco la tecnología: prefiero escuchar álbumes físicos que digitales –tengo una colección de cassettes, discos compactos y vinilos que probablemente está cerca de los mil– y de hecho me desagrada Apple –mi iPod está en perfectas condiciones y sin embargo está atravesando su época de “obsolescencia programada” y sólo reproduce tres canciones antes de que la batería se descargue por completo–, pero actualmente hay pocas opciones para escuchar álbumes físicos y solamente he tomado un descanso de mi trabajo.

Cierro los párpados, me pongo más cómodo en la silla frente a la computadora y me enfoco en la letra de esta canción. Pienso en un hombre que está esperando que la droga surta efecto y que le murmura a su amante que ella hará que la situación mejore un poco durante algún tiempo.

Me estiro un poco. Quisiera escribir que escuché a Mark Lanegan mucho antes de que “The Winding Sheet” fuera publicado por Sub Pop en mayo de 1990.

Sin embargo, primero escuché a los Screaming Trees (¿sería acaso cuando pude ver “Singles”, alrededor de 1998, o algo así...?) y, en particular, escuché por primera vez esta canción en la cual Kurt Cobain cantó y tocó la guitarra, cuando la descargué de Napster... hace casi 20 años. 

Era un adolescente, Internet era una novedad y estaba obsesionado con Nirvana –todavía me gusta su música– y supuestamente la canción era “una canción desconocida de Kurt Cobain”. 

Lo que he escrito hasta ahora, podría verse como una cosa muy ordinaria, pero tengo algo más que contar: hace casi tres años, en una etapa de mi vida muy contrastante, vi a Mark Lanegan, frente a frente, y nos estrechamos las manos después de un concierto. 

Su banda vino a la Ciudad de México. Estaban de gira, promocionando “Gargoyle” –su décimo álbum de estudio– y tocaron en El Plaza Condesa. Fue un concierto especialmente emotivo. Estuve al borde del llanto en varias ocasiones. En el sentido más freudiano del término, fue un concierto catártico. 

Por mas de cinco años, en los cuales pasé de ser un estudiante de posgrado mentalmente inestable a ser un investigador posdoctoral físicamente enfermo, había estado escuchando su música. 


Entre ambos eventos, viví algunos años miserablemente.

Cuando comencé mi investigación posdoctoral, me diagnosticaron reflujo gastroesofágico y me adherí a varios tratamientos médicos sin éxito. Independientemente de las terribles experiencias sofocantes inherentes a la enfermedad e independientemente de las interminables náuseas provocadas por el consumo de tantos antibióticos, los gastroenterólogos me dijeron que el reflujo estaba erosionando mi esófago de tal modo que era muy probable que la erosión progresara y produjera un tumor cancerígeno. 

En los meses previos a la cirugía que equilibró la situación, escuché la música de Mark Lanegan más que nunca. La asocié con mi decadente estado de ánimo y con la enfermedad, pero, de algún modo, de una manera positiva.

De su carrera solista, “Blues Funeral” fue el primer álbum que escuché –me lo regaló mi esposa casi inmediatamente después de que 4AD lo lanzara a la venta en México en febrero del 2012–, luego escuché “The Winding Sheet” –no pude resistirme al montón de artículos que había leído a lo largo de los años que lo señalaban como la gran influencia del “MTV Unplugged In New York” de Nirvana–, “Bubblegum”, “Gargoyle” y sus colaboraciones con Queens Of The Stone Age y con Duke Garwood.

Conforme escribo estas líneas, ya he escuchado casi todos sus álbumes. (Su trayectoria comprende más de 50 álbumes.) 

Podría intentar explicarme por qué “Bleed All Over”, “My Shadow Life”, “Emperor”, “St Louis Elegy”, “Deepest Shade”, “When Your Number Isn't Up”, “One Hundred Years”, “Bombed”, “Wild Flowers”, “Juarez”... me provocan escalofríos y por qué a la vez me transmiten un sentimiento de dicha, pero no lo haré.

En este caso, las palabras serían insuficientes. 


Quizá no sea un sujeto del todo ortodoxo. Se pelea con medio mundo en twitter. Hace poco lo hizo con uno de los miembros de Oasis que se burló de él (¿el cantante?) y lo desafío a solucionar el asunto de una buena vez. Con frecuencia, también termina dejándose llevar por los reclamos de los admiradores que lo denuncian en redes sociales porque no dejó que le tomaran una fotografía mientras estaba de vacaciones en algún sitio turístico de bajo perfil. 

Lanegan también desconfía de las versiones oficiales acerca del origen del COVID-19 y ha dado un par de entrevistas en las que se vislumbra que cree en la teoría de la conspiración de la red de telecomunicaciones de quinta generación. 

A pesar de todo lo anterior, lo respeto como artista

En realidad es uno de los pocos compositores que fueron capaces de dejar atrás “el sonido Seattle” de la década de los noventa. (Sé que los Screaming Trees son de Ellensburg, pero supongo que captas mi punto.) 

A un nivel todavía más personal, sus letras fueron una poderosa inspiración en mis peores días. Me hicieron pensar en mi enfermedad y me hicieron darme cuenta de que mi enfermedad no era la peor enfermedad del mundo. Fue algo irónico, porque realmente no me sentía nada bien. 

Algunas veces estaba harto de no ser capaz ni siquiera de comer cosas “normales” o de beber algo más que no fuera agua simple. Algunas veces odiaba mi vida. Tenía náuseas todo el día. Carraspeaba todo el tiempo. Comía sin hambre, sólo algunas cuantas cosas.  Comer era algo tan monótono que perdí algunos kilos. 

Día tras día, me despertaba sintiéndome enfermo, sin esperanzas y nauseabundo. Ni siquiera soportaba los olores ligeramente intensos. Me daban arcadas. Tenía que llevar una bolsa de emergencia a todas partes, en caso de que vomitara. Los síntomas eran tan intensos que ni siquiera podía leer un artículo de investigación o realizar una cirugía estereotáxica, de principio a fin. Siempre tenía que interrumpir mis actividades, para tomar “aire fresco” y combatir las arcadas. 


Para septiembre del 2018, finalmente estaba sintiéndome de nuevo como una persona normal. Había vuelto a comer comida normal e incluso podía tomarme una cerveza, o un refresco o un jugo de naranja. 

Estaba feliz. 
Además de que me sentía bien y de que me ilusionaba asistir al concierto de Mark Lanegan en El Plaza Condesa, precisamente un día antes del concierto mi artículo de investigación original más reciente fue aceptado en una revista y publicado. 

Como en cualquier otro proceso estándar de revisión por pares de mis previos artículos, la revisión del artículo tomó varios meses, pero ese artículo en particular fue importante para mí. No sólo fue el resultado de mis últimos tres tortuosos años de investigación posdoctoral, sino que fue, oficialmente, mi primer artículo como autor corresponsal.

Ese día del concierto, unos minutos antes de que comenzara el concierto, me hubiera gustado comprar “Phantom Radio” o “I Am The Wolf” en el stand de la mercancía oficial de la banda, pero no tenía mucho dinero. Compré una litografía

A los pocos minutos de que acabara el concierto, Mark Lanegan salió nuevamente a firmar autógrafos. 

Gracias a mi esposa –a ella no le gusta la música de Lanegan, pero me acompañó al concierto y se formó en la fila antes que yo– fui el primero de la fila. Fui el primer sujeto entre los asistentes al concierto que tuvo la oportunidad de pasar a la mesa en la que Mark Lanegan firmaría autógrafos. 

Él fue muy amable y me autografió la litografía que había comprado y también mi copia de “Uncle Anesthesia” –uno de los álbumes de los Screaming Trees que produjo Chris Cornell y uno de los que más me gustan. 

Me hubiera gustado decirle algunas cuantas cosas acerca de cómo su música cambió mi perspectiva de la vida cuando estaba más enfermo, pero no quería importunarlo y los organizadores del evento nos dijeron claramente que sólo teníamos un par de minutos. Tampoco quería comportarme como un admirador idiota. 

Sólo le dije: “It was a great show”. 

En varios niveles, realmente lo había sido para mí. 

Debajo de las tenues luces del foro, lo vi sonreír. Tal vez un poco forzadamente. Cuando lo hizo, no pude dejar de pensar que ese hombre había convivido con Kurt Cobain

Durante algunos segundos, miré su cabellera rojiza y luego sus ojos –traía unos gruesos lentes– y traté de calcular cuántas veces habría escuchado las mismas tontas palabras que yo le había dicho, y me sentí estúpido. 

Entonces le ofrecí una de mis manos y él cortésmente estrechó una de sus manos con la mía. 

Luego le di las gracias y me alejé, sintiéndome aturdido. (No puedo creer que me haya tomado casi tres años, volver a recordar este evento y procesarlo.)  

Hace unos días llegó a la casa mi copia de “Sing Backwards And Weep”. 

Por la noche, después de haber estado atendiendo mis responsabilidades académicas, me di un descanso y leí un par de páginas de sus memorias.

Traté de imaginar cómo habían sido en realidad las cosas que relataba. 

Luego, me distraje y me metí a revisar twitter. 

El primer tweet que leí era uno de Mark Lanegan. Jason Bonner acababa de compartir un viejo video en donde los Sex Pistols tocaban en vivo “Anarchy In The UK”, y Lanegan le decía que los Sex Pistols habían cambiado su vida. Yo acababa de leer precisamente una página de su libro en la que se refería a ese asunto. 

Esta coincidencia me remontó a estos recuerdos y decidí escribirlos aquí. 


Ahora, acabo de darme cuenta de que Mark Lanegan cambió mi perspectiva de la vida, cuando estaba harto de estar enfermo y enfermo de estar harto y de vivir miserablemente.   



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