sábado, septiembre 06, 2025

(Help) you know I need someone

 


Cuando escucho a los Beatles, pienso en la década de los 60, en el mundial de futbol que ganaron los ingleses en Wembley, en Bobby Moore y en Gordon Banks, en Franz Beckenbauer y en Uwe Seeler, pienso en los estudiantes masacrados en Tlatelolco, en Díaz Ordaz y en los Juegos Olímpicos, en la ocupación de Ciudad Universitaria por el ejército, en el Batallón Olimpia, pienso en la moda, en esos horribles pantalones acampanados y entallados que usaban los hombres, en las fabulosas melenas de Lennon y de Harrison que escandalizaban a las autoridades del mundo, pienso en los exuberantes peinados de las mujeres, pienso en John Kennedy y en Jackie Onassis, pienso en esos vestidos de mujeres adultas que usaban las adolescentes, y la música de los Beatles me remonta a esa atmósfera en blanco y negro de la televisión de esos tiempos, y también me remonta a Adam West y a Burt Ward, a la serie de tv de Batman, y tengo flashazos de un documental del mundial de Inglaterra 1966 que vi en la inauguración de Italia '90 por tv, pienso en alguna película en la que siempre parecía estar lloviendo y en la que la muerte parecía inminente. 

Debí de tener cuatro o cinco años cuando los escuché por primera vez, los domingos mi papá y yo salíamos a comprar el desayuno y luego pasábamos al puesto de periódicos, íbamos a pie, caminábamos varias cuadras, las calles estaban semi desiertas, me gustaba cerrar los párpados ocasionalmente y no dejar de caminar, varias veces estuve a punto de estrellarme contra un poste de luz, ahora que lo pienso seguramente esas mañanas eran muy diferentes al resto de la semana para mi papá, seguramente era una época en la que mi papá trabajaba desde muy temprano y hasta muy tarde casi todos los días, seguramente los domingos por la mañana de esos tiempos eran casi el único momento en el que podía olvidarse del trabajo.

Todo estaba en paz y todo parecía en orden, apenas iban a dar las nueve de la mañana cuando volvíamos al departamento y él se sentaba a leer el periódico y ponía Abbey Road en la tornamesa, y, sin embargo, la música de los Beatles casi nunca me remonta a esos domingos, por alguna razón Abbey Road nunca ha sido uno de mis álbumes favoritos de los Beatles, a lo mejor luego lo escuché obsesivamente en una época en la que me obsesioné con una chica que nunca se interesó en mí y no dejaba de imaginarla en mi vida, mientras ponía una y otra vez “She's so heavy”, quién sabe, a lo mejor esos domingos de mi infancia no fueron tan pacíficos y ordenados como los recuerdo, a lo mejor, en el fondo, yo mismo me boicoteé porque nunca quise que esa chica por la que me obsesioné y yo, estuviéramos juntos.  

Estoy casi seguro de que escucharía más a los Beatles, si esos domingos hubiera escuchado “Help! en lugar de “Because”, probablemente me habría convertido en súper fan de los Beatles y me habría obsesionado en formar una banda que también pudiera pasar de “I want to hold your hand” a “Sgt. Pepper's Lonely Heart's Club Band”, pero las cosas no fueron así, el punto es que quién sabe por qué no me gusta tanto Abbey Road y, cuando escucho rock inglés de los 60, raras veces escucho a los Beatles, más bien les compré a los Stones esa imagen de malosos, esa leyenda de Keith Richards fumándose las cenizas de su padre, y principalmente porque los Stones continuaron haciendo música y escuché muchas veces alguna que otra canción de Voodoo Lounge cuando entré a la prepa, principalmente porque el video de “Love Is Strong” llegó a la pantalla de la tv cuando tenía pocos días de haber entrado a la prepa y movió algo dentro de mí.

Ahora es sábado, los domingos de la infancia y los primeros días de la prepa quedaron varias décadas atrás, acaban de dar las 7: 30 am, Lennon canta...

When I was younger
So much younger than today
I never needed anybody's help in any way
But now these days are gone

 ... y ya se repitieron varias veces todas las canciones de Help!, estoy escribiendo y huyendo de lo que realmente me levantó de la cama y me trajo a la computadora desde las 6 am, vuelvo a desviarme del tema y espero que la app que uso para salir a correr sí funcione hoy y miro hacia la ventana y medio veo que aún no ha salido el sol y nunca jamás volveré a escuchar a los Beatles como antes, hace casi un mes me dijeron por Whats que habías partido a otra dimensión, y no he tenido tiempo para reflexionar, sólo sé que me duele, que te gustaban mucho los Beatles, que te conocí en una feria de ciencias, que formaste parte de mi comité tutoral del doctorado, que luego fuiste mi jefe en el postdoc, que me diste la oportunidad de hacer muchas cosas, de escribir mi propio proyecto de investigación, de publicar como autor corresponsal, de tener estudiantes de posgrado, de encontrar la mejor posición académica que he tenido, que eras una gran persona, que te vi varias veces por Zoom cada lunes desde agosto o septiembre del 2022, que trabajamos varias tardes por Zoom en un plan de estudios de una licenciatura que no se concretó, que siempre estabas de buen humor, que no te dije adiós.

domingo, agosto 10, 2025

haystack charm around your neck

Acabo de correr 8 km, son las 11: 28 am del domingo, a esta hora mañana ya me habré lanzado al mar, Dexter decía que el dolor es como el océano, a veces puede estar calmado y a veces puede estar embravecido y lo único que puedes hacer es aprender a nadar, pero yo no me refiero a lo mismo que Dexter, no me refiero a tener la oportunidad de terminar con la escoria del mundo, para mí comenzar una clase o un curso es como lanzarme al mar, cuando me dé igual dar una clase o una charla o un curso me dedicaré a otra cosa, dejaré de bucear, me ahogaré.

Quiero romper la rutina, concentrarme en el cansancio que atraviesa mis músculos, últimamente no he podido correr al menos tres veces a la semana, quiero enfocarme en que he estado escuchando a Elliott Smith, en que no puedo creer que no lo haya conocido antes, de pronto me acuerdo de una tarde en la que no estaba disfrutando nada escribir un MS a contrarreloj y preparar mis clases y las planeaciones de mis clases, todo al mismo tiempo, y que le pedí a Alexa que tocara Grace de Jeff Buckley y que en algún momento terminó de reproducir ese álbum y comenzó a reproducir canciones de Elliott Smith y que una de ellas, en particular, me sacudió, me movió algo por dentro, tal vez entonces llovía, tal vez entonces estaba exhausto mentalmente, tal vez entonces acababa de beberme un Jim Beam, tal vez entonces me preguntaba si mi vida cambiará a partir de mañana, cuando me vuelva a lanzar al mar, tal vez entonces me preguntaba si a partir de mañana encontraré lo que tanto he estado buscando toda mi vida, un trabajo más estable en el que pueda concentrarme casi exclusivamente en la docencia y en la escritura, nada de asesorías, nada de levantar la basura de los profes de base, tal vez el whisky me dio náuseas y sentí escalofríos, como si una aguja penetrara la piel de mi antebrazo y una IV de ketamina estallara en mi cerebro, en un departamento de Iztapalapa hace veinte años, tal vez me vi a mí mismo tendido en una alfombra, junto a dos mujeres y a un hombre más junkies que yo, tal vez me acordé del aroma de ese departamento, como a soledad y olvido y finales de octubre del 2004, y tal vez entonces la voz de Elliott Smith me devolvió al presente...

needle in the hay, needle in the hay, needle in the hay

... y tal vez me pregunté si llegaré al mismo callejón sin salida, si esta es otra salida falsa, y si finalmente me resignaré, si me dejaré devorar por los tiburones.

Pero acabo de correr 8 km y quiero romper la rutina, ya no quiero pensar en las mismas cosas de siempre, quién sabe cómo pero tengo alrededor de 2000 seguidores en total en distintas redes sociales, obviamente la escoria del mundo con la que quería acabar Dexter aguarda por allí, hay varios trolls que hacen comentarios ofensivos...

¿y qué tal, vivir de becas toda la vida...?

¡sí que tienes una desregulación emocional...!

¡qué martirio debe de ser trabajar contigo...!

¡acabo de ver tu perfil en PubMed, tu paper con más citas tiene 46 citas y no se ve que sepas gran cosa de medicina del sueño....! 

¡de seguro todos tus papers los escribió el Doctor Todokoro!

... quiero romper la rutina, no caer en la tentación de meterme a mis redes sociales, no entiendo por qué un adulto no es capaz de darse cuenta de que las redes sociales son lo peor, que exponer a un niño a las redes sociales es lo peor, que el impacto de la exposición a redes sociales en la mente de cualquier persona es lo peor, no entiendo por qué un adulto le daría a un niño un teléfono celular para que use redes sociales, las redes sociales son drogas sintéticas, no penetran uno de tus antebrazos con una aguja hipodérmica, no estallan como un potente anestésico en tu cerebro, más bien entran como el aire que atraviesa tus ojos, más bien entran como un comercial basura que te encuentras 24/7 en todas partes y que te hace comprar algo que no necesitas porque ya dejó su ponzoña en tu mente.

Quiero romper la rutina, he estado súper ocupado, no quiero revisar mis redes sociales, no quiero leer ningún comentario de ningún troll, decenas de desconocidos comentan cosas chidas pero el cerebro está programado para enfocarse en un solo comentario negativo, me dispongo a tomarme unos minutos de paz, a escuchar música, a abrir la botella de suero y bebérmelo, y cierro los párpados, pero entonces un avión pasa muy cerca, su turbina rompe todo, suena como a dolor de muelas, suena como a una resaca en lunes por la mañana, suena como a un puñado de cohetes contaminándolo todo, y siento cómo mis tímpanos se mueven enloquecidamente, son unos animales asustados que huyen a toda prisa de su depredador, siempre hay interrupciones, siempre hay escándalo, somos parte del mundo, el mundo es escandaloso, el escándalo es inherente a la vida, no te conviene reflexionar ni tomarte unos minutos a solas, ¿ese es el mensaje?  

viernes, agosto 01, 2025

I found the key but I return to find an open door

 


Tengo esta canción en la cabeza, la escucho una y otra vez, apenas van a dar las seis de la mañana, entre sueños ya estaba escuchándola, cuando apareciste de la nada y me dijiste cosas que sólo se dicen en los sueños, independientemente de que signifique algo lo que me dijiste en el sueño y de que tus palabras son como un huracán el punto es que tengo esta canción en la cabeza, no he dejado de escucharla desde que revisé mi correo-e, la UNAM me abrió una cuenta para firmar el acta de un examen de grado al que asistí ayer como jurado, independientemente de que tengo mi opinión respecto al desempeño del estudiante y al discurso de las redes sociales institucionales que felicitan a todos los alumnos que concluyen un nivel de formación académica el punto es que tengo esta canción en la cabeza, la puse en un loop en Amazon Music, antes de salir a desayunar la toqué en la guitarra, independientemente de que es una canción súper sencilla y que hacía tiempo que no la tocaba el punto es que tengo esta canción en la cabeza y que cuenta una anécdota de Eddie Vedder y de Matt Lukin, pero lo que realmente importa es que ya son las cuatro de la tarde y que la endogamia académica también aparece en correos electrónicos, podría contarte decenas de detalles sobre el futuro ganador de este concurso del que me enteré hace una hora y que cierra el 5 de agosto a las 5 pm, pero ¿vale la pena?   

sábado, julio 19, 2025

The waiting drove me mad


Durante casi 20 meses consecutivos había estado corriendo “los experimentos”, todos los días, exceptuando uno que otro domingo, a las 8 AM. Nada ni nadie habían interrumpido esa rutina (“el amor por la investigación” y mi ingenuidad me cegaron y me hicieron creer que trabajar hasta en días feriados y en vacaciones, sin cobrar un centavo, eran la mejor forma en la que podía invertir mi tiempo y que me darían, tarde o temprano, la oportunidad de tener una plaza de académico de tiempo completo), pero, en fin, esa mañana rompí mi rutina. Las palomas, las cajas operantes de Skinner, Francis Mechner et al. y el laboratorio de Aprendizaje y Conducta Adaptativa, tuvieron que esperar. Pearl Jam había anunciado 2 fechas por primera vez en México, vendrían de gira con Riot Act –su séptimo álbum de estudio, lanzado apenas en el 2002, un álbum influenciado por el clima político y social que siguió a los atentados de Las Torres Gemelas y a la administración del “Texas leader”–, y esa mañana salían a la venta los boletos. 

Algunas estaciones del metro estaban en reparación. Después de esperar el RTP que me llevó hasta Velódromo, crucé a pie el puente de Río Frío y luego la ESEF y ese largo pasaje en el que confluyen unas canchas de futbol rápido y la calle en la que suelen ponerse los vendedores de mercancía pirata en los días de concierto. Apenas iban a dar las 7 de la mañana cuando llegué al Palacio de Los Deportes, pero ya había cientos de personas formadas en las taquillas. Parecía que había un casting para salir como extra en Singles, esa comedia romántica de 1992 donde Janet Livermore y Cliff Poncier fueron un pretexto para que Cameron Crowe mostrara la inminente explosión del grunge en Seattle, con cameos de Alice In Chains y de Chris Cornell y con Jeff Ament y Eddie Vedder en papeles secundarios. 

Traía mis walkman para matar el tiempo, así que me acomodé los audífonos, probablemente escuchaba Vs –uno de mis álbumes menos favoritos de PJ–, o la radio. Tomé mi lugar a varios kilómetros de distancia de las taquillas, entre toda esa gente melenuda con Levi’s, Martens y camisas de franela, y esperé. PJ nunca había sido mi banda favorita, mi devoción por Kurt Cobain me impedía apreciar su música, más bien creía que Vedder era un oportunista –lo delataba su desastroso pasado con Bad Radio, cuando era un desesperado imitador de Anthony Kiedis– y también creía que todo ese lío legal que PJ había armado en contra de Ticketmaster en la gira de Vitalogy sólo era mercadotecnia. Sin embargo, la chica con la que salía entonces era súper fan de la banda y me había convencido de que no podíamos perdernos ese concierto, así que allí estaba, en una especie de soledad compartida, con toda esa gente. 

Alrededor de las 9 AM, un tipo esparció el rumor de que se habían agotado los boletos para los dos conciertos. Casi de inmediato, otro tipo esparció buenas noticias: Vedder y compañía acababan de abrir una tercera fecha. Sintonicé la radio en mi walkman (o eso creo) y Rulo, “el profeta de la radio pública para dummies”, lo confirmó. Así que sólo tenía que seguir esperando. La fila avanzaba lentamente, mientras escuchaba una y otra vez Vs, mientras me preguntaba una y otra vez cómo habría sido mi vida si hubiera estado consciente de la escena musical de Seattle en septiembre y en octubre de 1993, cuando salieron a la venta In Utero y Vs, cuando In Utero vendió alrededor de 200, 000 copias en su primera semana de lanzamiento, cuando Vs vendió más de 900, 000 copias en los primeros cinco días de su lanzamiento, cuando yo sólo era un mocoso de secundaria y convivía con otros mocosos que sólo tomaban Tecates a escondidas y que no sabían ni quiénes eran los Caifanes..., ¿habría seguido el camino de la academia, o me habría convertido en un imitador de Cliff Poncier...?

Tal vez dieron las 11 AM, cuando compré tres boletos: uno para la chica que me había convencido de ir a ese concierto, uno para Diego –mi hermano, el menor, que estaba terminando la secundaria– y uno para mí. Tal vez no me quité los audífonos y continué escuchando Vs, tal vez caminé de vuelta hasta Velódromo y transbordé en Centro Médico, tal vez caminé desde Copilco hasta la Facultad de Psicología y fui al laboratorio de Aprendizaje y Conducta Adaptativa, tal vez me encargué de correr las últimas sesiones experimentales, no lo sé. Lo que sí sé es que estuve en el concierto de PJ del 19 de julio del 2003 en El Palacio de Los Deportes, fue un sábado y llovió, y me tomé una o dos cervezas, teníamos unos lugares horrendos, PJ abrió con “Wash”, la banda tocó 3 canciones consecutivas, después de “Given to fly” hicieron la primera pausa del concierto y Eddie dijo algo como: «Sábado por la noche en México... Hablo español un poco... Lo siento...», y la gente lo ovacionó. Somos un público fácil. 

En el concierto –que fue el último de la gira Riot Act por Latinoamérica y que transmitieron en vivo por radio a toda Latinoamérica– pasó de todo: Vedder llamó por teléfono a Marky Ramone, unos mariachis se subieron al escenario y le cantaron “Las Mañanitas” a Stone Gossard, Corin Tucker –la guitarrista y cantante de Sleater-Kinney– también se subió al escenario y acompañó a PJ a cantar “Hunger Strike”, las dos o tres últimas canciones las pasaron casi en directo por Telehit... 

Hoy también es sábado, a lo mejor llueve por la tarde, a lo mejor escucharé un rato Riot Act y trataré de pensar en que no han transcurrido ya 22 años.

sábado, julio 12, 2025

People You May Know

«Si no estás de acuerdo conmigo, si te gustó la película de Eggers y si no sabes tanto de Murnau como yo, eres un limitado cognitivo, sobreestimas tus capacidades...», dice, más o menos, este crítico de cine que quién sabe de dónde salió (su biografía dice que vive en la Narvarte y que no le gusta presumir pero que, jajaja, sí te presume que ha publicado varios libros), y en esta ¿columna de opinión? mete a la fuerza el taquillero “efecto Dunning-Kruger”. Independientemente de que quién sabe si el medio digital en el que escribe es como una revista “de cuates” —sin evaluación por pares— o como un Conozca Más del cine, y de que sólo bastó que sus cuates confiaran en que es un experto en el tema y que escribe cosas chidas “que vale la pena leer”, su diatriba me ha puesto a pensar en varias cosas. 

No conozco personalmente a ningún crítico de cine, pero varias veces me he encontrado en otras redes sociales a expertos alardeando sobre los filmes de Kurosawa, de Tarkovski y de Lynch, criticando a “los mortales” que no han visto cine de culto, y luego me los encuentro recomendándoles Cindy, la regia a sus followers. Debe de haber excepciones, gente con más respeto hacia las opiniones de los demás, pero siempre me ha desconcertado la actitud de los críticos de cine que he leído –¿son intelectuales exquisitos, o no...?–, y, en general, también me ha desconcertado la actitud de los cinéfilos. En enero fui a ver al cine Nosferatu de Eggers, no soy súper fan de la literatura epistolar ni de la ficción gótica, pero ya había visto Drácula de Coppola y ya había leído a Mary Shelley, a Poe, a Lovecraft, a Lord Byron, a Polidori, a Wilde, a Le Fanu... y se me ocurrió comentar en Threads que la película de Coppola era una caricatura en comparación con la de Eggers, que esa historia de amor entre Mina y Drácula, y que Drácula paseándose con gafas de sol por una ciudad europea, estaban fuera de sitio, y eso bastó para que un puñado de sus seguidores se me fueran encima. «Seguramente no has visto la película de Murnau...», «Seguramente no has leído la novela de Stoker...», decían, por ejemplo, los más suavecitos. (Pensándolo un poco mejor, no sólo lo críticos de cine son soberbios e intolerantes: tal parece que los amantes del cine de culto, también.) En fin, leí la novela de Stoker y vi la versión de Murnau, y sigo creyendo lo mismo: la película de Coppola es una caricatura en comparación con la de Eggers, esa historia de amor entre Mina y Drácula, y Drácula paseándose con gafas de sol por una ciudad europea, están fuera de sitio.

Quiero pasar de largo, No tengo por qué leer esta columna de opinión, me repito, pero me la encontré por accidente, acabo de revisar un paper para Frontiers In Endocrinology, acabo de concluir un taller de inducción a la docencia de la Ibero, acabo de leer un paper de Neuroscience Biobehavioral Reviews –no tengo cuates con un medio subvencionado en Internet, pero tengo este blog y en mi blog a veces también presumo lo que hago– y necesito urgentemente un descanso, así que hago lo más fácil, lo que sería, técnicamente, como una recaída, tengo varias redes sociales y casi nunca me aportan nada, pero mi cerebro, hambriento de estimulación, me controla: me meto a Facebook y entonces Facebook me sugiere como amistad al autor de la columna de opinión—también llama “ridículo actor” a Willem Dafoe—, resulta que tenemos un contacto en común (un escritor a quien tampoco conozco en persona), y me engancho con su columna. En mi defensa, además de todas las cosas que hice hoy, he tenido semanas muy ajetreadas: Katz contrajo la enfermedad de crup y luego se quemó un brazo con agua hirviendo, tuve una entrevista de trabajo y preparé una charla de neuroquímica y de psicofármacos para un comité de profesores de la Ibero, fui a un funeral entresemana, estoy un poco desvelado y susceptible, escribo 2 papers en inglés en paralelo, no he podido salir a correr en cuatro días, invertí decenas de horas en la página del SAT, sometí mi décimo tercera solicitud (¡en 8 meses!) para una convocatoria de académico de tiempo completo a una Institución de Educación Superior y escribí mi tercer o cuarto proyecto de investigación en lo que va del año...

Agggh

¡No quiero pensar en estas cosas! ¡Son mi mantra! ¡Son mi maldición! Tal vez no lo parece, pero estar en mis pies es sofocante, unos días más que otros.

Mis pensamientos son hostiles, no necesito leer más hostilidad, me repito, y ahora mismo ya estoy pensando en que Poserhead –el autor que tenemos en común en Facebook el crítico de cine y yo– también entra en esa categoría de gente que puede vivir del arte y que es un poco soberbia e intolerante, que no sabe nada de neurociencias pero que de pronto lee una columna amarillista del tipo «¡Estudio revela por qué a la gente le gusta Bad Bunny!» que no habla más que de lo que todo mundo sabe, que la dopamina, que la oxitocina, que el placer... Y, sin embargo, actúa como si tuviera un PhD en neurobiología de las adicciones. Algunas veces, Poserhead, en La Locura, escribe reseñas chidas, sabe muchas cosas de la historia de la música, sobre todo de Lemmy Kilmister, Ozzy Osbourne y compañía, pero otras veces despotrica en contra del gobierno y llama “simios” a quienes no piensan como él; es un tipo diplomático, le he comentado una que otra cosa sobre estos temas en sus redes sociales y se toma el tiempo para contestarme razonablemente, quizá no soy capaz de entender su punto de vista porque nunca he vivido en un mundo elitista, pero, en fin, creo que es publicista, su más reciente libro de relatos fue publicado hace no más de medio año, es un libro que sólo venden en librerías “underground”, algunas reseñas prometen que es una especie de crónica subversiva de la historia del punk rock. Sin embargo, casi cada vez que entro a Facebook para distraerme y me topo con algún post suyo, él revela su verdadera actitud de ultraderecha: a la gente que no comparte su ideología política, la llama “simios” o “gente que rebuzna”. Por supuesto que, entre un post y otro, no deja de expresar su admiración por bandas como Los Ramones, Black Sabbath y Motörhead, por ejemplo, y reseñar tal o cual festival en el que actuaron “los amigos de cuarta de Bad Bunny” y que fue “una especie de zoológico urbano”. 

No es tan extraño: según Facebook, Poserhead y el crítico de cine, son amigos, al menos en Facebook.

Bueno, ya acabé de leer esta columna de opinión, y ya no puedo evitarlo: en resumen todo mundo usa términos psicológicos, pero casi nadie lo hace bien, no sólo este crítico de cine que llama “personas limitadas que sobreestiman sus capacidades” a quienes no comparten su punto de vista, que Murnau es un chingón y que Eggers es un imitador de cuarta de Murnau –¿dónde habrá leído sobre “el efecto Dunning-Kruger”?–, y que no se da por enterado de que todo lo que escribió en su columna lo hace ver como un ejemplo del efecto Dunning-Kruger, tampoco se da cuenta de que sobreestima el conocimiento del que alardea, que cualquier persona con un IQ un poco arriba del promedio y con 5 minutos ociosos para surfear en Internet, podría aprender lo mismo. (Te recomiendo buscar en Internet sobre la vida y la muerte de Murnau, sobre las maldiciones asociadas a Nosferatu; tal vez te parecerá entretenido). 

Uff

Todo mundo usa términos psicológicos, pero casi nadie lo hace bien, como ese otro escritor de cuyo nombre no quiero acordarme pero que me dijo en X hace varios años que él no le ponía etiquetas ni a la narrativa de Kazuo Ishiguro ni a la de nadie, pero que le dedicó ¡una columna de 6,000 palabras! a “la disonancia cognitiva” y a los alienígenas, hace unos meses, entendiendo una cosa por otra: usando como etiqueta –y erróneamente–, este constructo, sin saber que la disonancia cognitiva no se refiere a cuando “sigues creyendo en los Fenómenos Anómalos No Identificados, a pesar de ser un adulto”, sino a cuando, por ejemplo, les dices a tus amigos que eres fan de los animalitos –y les presumes que hasta estás afiliado a PETA–, pero también te gusta ir a los toros. Este otro autor –a quien llamaré El Sr. Disonancia–, no sabe que la disonancia cognitiva no se refiere a que crees en cosas que van en contra tus principios, sino a cómo las incongruencias entre lo que decimos y lo que hacemos, actúan como una fuerza motivacional que nos ayuda a reducir esas incongruencias y a sentirnos mejor con nosotros mismos.

Todo mundo usa términos psicológicos, pero casi nadie lo hace bien, y a lo mejor esto se debe a que la mayoría de la gente subestima la psicología y sobrestima sus propias creencias sobre la psicología y el comportamiento humano. 

*Nada es cierto, todo es cierto, una columna que podrías leer en un diario de circulación nacional, si pudiera escribir 24/7.