viernes, agosto 24, 2007

Holcomb, Kansas


La lengua está seca, comiendo milímetro a milímetro cada uno de los poros gustativos, como una víbora que danza al compás del hambre, ejecutando maniobras caníbales y circenses. Hace frío. Tengo sueño, nuevamente. Algunos jóvenes llenos de energía, se acercan. Se posan en el suelo de adoquín. Son palomas en celo que regurgitan saliva y otros fluídos. Se alejan, pero sus voces permanecen.
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La fatiga comienza a manifestarse en mi pulso lento, zigzagueante, ávido de sueño, ávido de morir en una hoja de papel, crucificado con tinta azul de una Bic cualquiera. Mi escritura es un movimiento telúrico y violento, como una niña enfadada mostrando los dientes. Mi escritura añora su infancia, cuando las palabras no tenían más que un sentido utilitario.
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A veces, miro mis extremidades inferiores y siento nostalgia de un lugar cálido. Recuerdo, porque me tiemblan las piernas generalmente, cuán cómodo resultaba estar en cualquier parte, siempre y cuando mi mamá se encargara de procurarme. A lo lejos, las voces de los adultos se difuminaban y luego se confundían con las cercanas volutas del humo de los cigarrillos y con los primeros pasos de mis sueños infantiles. Párpados y canales auditivos abiertos desde niño, pero ningún carácter de organismo altricial, así que siestas (por la mañana, al mediodía, al atardecer, por la noche) y siestas. Con el paso del tiempo, aprendí a dormir sólo a ciertas horas. El mundo tiene un ritmo circadiano y su propio zeitgeber: el dinero.
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Ahora: voces de niños retumban en la estancia. Oscurece... pero, repentinamente, como un resultado que nadie pronosticó, surge un rayo de sol que escupe su luz sobre una pared anaranjada. 'Y vivirás en mis pupilas como un rayo de sol sobre una lentejuela...' ¿O viviré? ¡Qué hambre!
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Otro cigarro y nuevamente miraré la hora, esperando que falte menos tiempo para volver a verte. Se aproxima el momento y mi cuerpo se estremece, sacudido por la descarga de electricidad que fosforece dentro de tus ojos, sacudido por el baile imperceptible de tu melena en vaivenes de alegría (¿olanes del Alba?), tu melena que estaba flirteando con la atmósfera la última vez que la vi.

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