viernes, agosto 03, 2007

En la TV sólo importan el físico y el periodismo serio




Intento leer Oficio de Tinieblas, mientras la chica llega a ponerse de cuclillas frente a nosotros. Nos había citado a las 6 de la tarde en la librería Rosario Castellanos. Faltan 20 minutos para las 7. 

La chica es bajita y tiene el cabello despeinado y teñido de rubio cenizo -parece que ha estado corriendo todo el día-, y se lo pasa obsesivamente por detrás de las orejas. 

El sudor le perla la frente, y se ve preocupada.

Chinaski nos presenta. 


La chica es una amiga suya -la conoció en la preparatoria- y estudia la Licenciatura en Comunicación en El Claustro, y le pidió que fuéramos a participar como público en un programa de televisión que graban para Telehit y que sale al aire los sábados al mediodía y que repiten los martes a las 23:00. 


La chica mira mi libro -hace una mueca de desaprobación- y me dice que el programa tratará sobre la falta de lectores en México, y que lo conduce Gabriela Warkentin; y nos advierte que debemos comportarnos como si fuéramos estudiantes de El Claustro. Quiero decirle que no entiendo a qué diablos se refiere, pero miro a Chinaski y prefiero guardar silencio.
 



Nos levantamos de las bancas de concreto y seguimos a la chica.

Parece que no hay clientes -personas "reales"- en la librería. 


La sala de lectura está rodeada de sillas y hay cuatro enormes lámparas alrededor de las sillas y un montón de cables, cámaras y micrófonos. Más de una decena de personas caminan frenéticamente de un lado a otro, y dos terceras partes de las sillas están ocupadas por "público". 


Un tipo de la producción -trae el cabello a ras, usa lentes de aumento, y viste una camisa a cuadros y un pantalón Dockers- se acerca a una de las sillas situadas en la primera fila y observa con una mirada discriminativa a un muchacho del público. Tras pensarlo unos segundos, le pregunta, con una voz excesivamente dulce y fingida, si se puede cambiar de lugar. 


El muchacho del público le dice que el sí es estudiante de El Claustro, pero de todos modos accede y se cambia de lugar a una de las sillas de la última fila. Es obvio que lo cambiaron de lugar, por su aspecto. Tiene el cabello largo y una barba desaliñada, y viste jeans deslavados y trae un paliacate en la cabeza y una playera con el rostro del Che Guevara.


El mismo tipo le pide a una mujer caucásica, alta y esbelta -de muy buen ver- que ocupe el lugar que ha dejado vacío el muchacho del paliacate. 


Me siento incómodo. No sé cómo reaccionaría si me hicieran lo mismo, pero también nos sentaron en una de las últimas filas, muy lejos de los primeros planos.  




Después de media hora llegan Gabriela Warkentin, Katia D'Artigues y un tal Miguel Ángel a la librería. También llegan un par de estudiantes de la Universidad Iberoamericana -la chica estudia Comunicación, y el chico estudia Economía-, y otro sujeto de aspecto irreverente con jeans deslavados, peinado desordenado -al estilo de Los Strokes-, playera rosa con un mensaje provocativo en inglés -la leyenda dice algo así como "Me caga todo"- y unos Vans sucios y viejos. Está lleno de tatuajes y se hace llamar Warache, o eso dice alguien sentado junto a nosotros.   

Warache se acerca a la mujer caucásica, alta y esbelta que está sentada en primera fila, y, de la nada, le dice "Los hombres sólo hablamos de mujeres", y se carcajea. La mujer de buen ver se sonroja y se muerde los labios. 


"¡El yugi-oh puede crear adicción!", exclama Warache, ahora burlándose frente a otros muchachos del público que todo el tiempo han permanecido jugando en sus PSP. Yo sólo pienso que este sujeto tiene mucha confianza en sí mismo. Seguramente sus papás lo querían más de lo que merecía. 

Quince minutos antes de las 8, todos han tomado sus lugares y comienza el programa.


Katia D'Artigues y Miguel Ángel dirigen la discusión hacia un debate entre el periodismo "verdadero" -que ellos mismos practican- y el periodismo "improvisado"-que bloggers, como Warache, llevan a la práctica-, y, principalmente, Miguel Ángel expresa su malestar. Él se siente profundamente ofendido porque cualquier persona ejerce el periodismo en estos tiempos. 




Katia toma la palabra y cita a varios autores -parece una enciclopedia viviente-, para defender su punto, y lo hace con un tono de voz muy peculiar que me hace pensar en la voz que dejan varias botellas de whisky.

Ella insiste en que debería existir una institución encargada de verificar la veracidad de la información que usan los bloggers y Miguel Ángel la apoya. 

Warache se pone intenso y lanza un discurso que dice más o menos:


"Si la función del periodismo es anunciar... independientemente de que se anuncien hechos verdaderos... y todos tenemos derecho a anunciar... lejos de ser veraces... o sea, si no importa la verdad, sino el hecho de informar... ¿por qué el lema de la Ibero es 'La Verdad Nos Hará Libres'... y entonces por qué imparten una carrera de Comunicación?" 


El público estalla en carcajadas. 


Antes de perder el control, Gabriela Warkentin manda el programa a una pausa.
Ella y el resto de la mesa de discusión, le echan miradas de odio a Warache. 
A mí ya me cayó bien. 

Warache saca una cámara portátil, la enciende, comienza a filmar con ella al público y se acerca hasta donde estoy y me dice:


"¿Verdad que quieres hacer una pregunta?"  


Yo no sé por qué, pero le contesto:


"Sí, claro".


Al regresar de la pausa, sin embargo, no ocurre nada. 


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