sábado, octubre 20, 2018

Dead Love


Me duelen las orejas. Estoy despierto desde hace cuatro horas con los audífonos puestos. Desde hace cuatro horas estoy sentado frente a la computadora, escuchando música y tratando de escribir. Empecé con un cuento hace un mes y no puedo pasar de la primera página. La leo una y otra vez, y lo que escribo, cada vez que la leo, me parece peor.

Tal vez me distrae la música y debería tratar de escribir en silencio, pero he adquirido la costumbre de traer los audífonos puestos cuando estoy en el departamento, para no tener que escuchar el escándalo del vecino. (De hecho, estoy seguro que no tarda en despertar. Cuando se despierta, abre todas las ventanas de su departamento, le sube todo el volumen a su reproductor de sonido -un bafle con conectividad Bluetooth y unos 12,000 Watts- y pone siempre la misma canción de Ricardo Arjona. De por sí, Arjona no me gusta. Escucharlo a la fuerza es horrible. Estoy harto de escuchar la historia del taxista.)   

Tengo náuseas, y el ayuno las intensifica. He estado tomando un jarabe para la tos y tengo su amargo sabor en la boca. Nunca en mi vida había tenido que levantarme de la cama para comer algo a la mitad de la noche, porque la sensación de tener el estómago vacío es tan fuerte que me despierta. Lo peor es que si me levanto de la cama, ya no puedo volverme a dormir y entonces enciendo la computadora y trato de escribir. 

Todo esto es tan diferente a la época en que era estudiante. Me desvelaba los viernes y los sábados, escribiendo o leyendo. Leía mucho más de lo que leo ahora, y mucho más de lo que he leído en los últimos meses. Desde que estoy buscando nuevas oportunidades de crecimiento profesional, no disfruto leer novelas ni cuentos. Pierdo el interés rápidamente. 
Lo peor es que tengo un problema con abandonar un libro y comenzar otro. Tengo que acabar de leer un libro, para comenzar con otro. 

Cuando era estudiante y me desvelaba escribiendo, no tenía computadora personal y escribía a mano. Mientras escribía, llegaba a un estado de concentración y de inercia tales que no me daba cuenta del tiempo que transcurría. Terminaba a las tres o cuatro de la mañana. Leía lo que acababa de escribir, me fumaba un cigarrillo y me acostaba. Podía dormir seis horas seguidas y no me sentía cansado al despertarme.

Ahora, me levanto a alimentar a los gatos antes de que salga el sol o cuando la sensación de vacío en el estómago es insoportable. Aunque me vuelvo a acostar en la cama, ya no puedo dormir y todo el día me siento aletargado. 

Me agrada escribir cuando el vecindario está callado y cuando comienza a amanecer, pero todo lo que escribo es malísimo. Me deprime la situación. 

Ni siquiera puedo escribir acerca de las náuseas que me provoca el ayuno cuando estoy frente a la computadora y el vecindario está callado.

Hace dos años, las náuseas  formaban parte de los síntomas del reflujo, incluso después de la cirugía. Quería vomitar todo el tiempo y tenía que estar comiendo todo el tiempo con náuseas, para mitigar las náuseas. Es horrible comer con náuseas. Ahora, al menos, las náuseas se deben realmente al vacío del estómago provocado por las horas de ayuno. 

El domingo comí una carne mal cocinada y desde entonces me he sentido mal. Toda esta semana he tenido náuseas y he tenido problemas para comer. Me he sentido como cuando tenía reflujo y ningún tratamiento médico funcionaba. A nadie le importaba mi salud. Mi familia pensaba que estaba exagerando. Nadie me creía, pero comer -o beber- cualquier cosa ligeramente grasosa, ácida o dulce era un infierno. Dejé de tratar de explicar cómo me sentía y soporté estoicamente los malestares. 

Ahora creo que no tiene ningún sentido comportarse estoicamente. 
Si te sientes mal, ¿por qué esconderlo? 
Si no dices que estás realmente mal, ¿por qué alguien sospecharía que no estás bien...?

El ERGE no es ninguna trivialidad. No es como tener gastritis o faringoamigdalitis, que son enfermedades con síntomas molestos. 

Tener ERGE es horrible y asfixiante: es como meterse un trapo caliente a la boca, sentirlo atorado en la garganta y no poderlo escupir ni tragar. Cada vez que intentas escupirlo o tragarlo, los jugos gástricos ascienden en forma de saliva desde el estómago y te queman el esófago y te hacen carraspear y/o toser incesantemente, aumentando la molestia y la cantidad de flemas que suben a través del esófago y que impiden que el aire fluya libremente

Es una sensación desesperante. Es imposible no tener un ataque de ansiedad. 

El domingo volví a tener esa sensación. No podía dejar de toser ni carraspear. No podía ignorar la sensación de tener atorado algo en la garganta. Nadie puede. Tu cuerpo está diseñado para que siempre trates de aclararte la garganta o trates de expulsar algo que tienes atorado en la garganta. 

Fui a un concierto de Mark Lanegan a principios de septiembre. Sólo lo acompañaron dos músicos y tocaron canciones de todos sus álbumes. El setlist incluyó una canción que Lanegan no cantaba desde hace diez años, otra canción que nunca había cantado en vivo y Halo Of Ashes. También hubo firma de autógrafos después del concierto. 

EC se formó en la fila cuando la banda estaba tocando las últimas canciones y yo fui el primero en pasar. Le dije a Mark Lanegan que el show había sido grandioso y estreché una de sus manos. Le debí preguntar si era cierto que Kurt Cobain quería que él cantara Talk To Me, o le debí decir que su música me hizo sentir mucho mejor que cualquier medicamento cuando ningún tratamiento médico funcionaba y me sentía sin esperanza.

Él me firmó una litografía y Uncle Anesthesia

He querido escribir en este blog acerca de ese concierto, pero me pasa igual que con el cuento que tengo un mes sin terminar. Lo que he escrito -y eliminado- varias veces en este blog, me parece de muy mala calidad. 

El concierto fue tan emotivo y tan personal que me siento limitado. ¿Por qué debería compartir mis sentimientos en este blog? ¿A quién le importa realmente? Uno de los propósitos de este blog era escribir cosas que me gustaría compartir con mi hijo(a), en caso de que yo mismo no pudiera contárselas, pero nada cambia favorablemente en mi vida -de hecho, todo empeora considerablemente- para sentirme con la libertad de tenerlo(a). 

Todo lo que escribo y todo lo que leo me parece horripilante. 

Escribo como siento mi estómago: vacío. 
Escribo como me siento: nauseabundo. 
Hasta he pensado en abandonar indefinidamente este blog

Se me hace algo tan burdo compartir en redes sociales lo que escribo aquí. 

¿Qué sentido tiene? ¿Me importa que alguien sepa que escribo?

Probablemente sí, pero también me crea conflicto. 

Lo que me crea conflicto realmente es la posibilidad de que alguien a quien estime -es un caso hipotético- asegure que yo sólo escribo por imitación o -lo que sería peor- que dude que yo sé escribir y que escribo desde que sé escribir porque necesito hacerlo... y todo porque alguien más de la familia -una personalidad hipotética, totalmente opuesta a la mía- no hubiera perdido la oportunidad de presumir lo que hace y de ser reconocido por ello todo el tiempo.  

Moriría de rabia si esa persona a quien estimo -es un caso hipotético- me hiciera sentir como una de esas personas que dicen que escriben pero que realmente no saben ni redactar. 

¡Vaya tontería! Tengo dos blogs, uno en inglés y éste, desde hace más de diez años. 
¿No es una prueba de que necesito escribir, aun cuando no puedo escribir...?
No es lo único que he hecho en la vida. 

¡Vaya tontería! ¿Por qué me preocupa algo tan irrelevante...?
Supongo que la razón es que he aprendido a estar compitiendo con otros todo el tiempo. 

Si no dices que pasa algo, no pasa nada. Si te quedas callado, no piensas. Si no presumes lo que haces, no existes. 

¡Vaya tontería! ¿Estoy tan acostumbrado a tratar a personas que logran cierto nivel de reconocimiento -no por pares, sino por gente que va con la corriente- haciendo tonterías y usando las apariencias que es inevitable no terminar comportándome como ellas...?

No me gusta compartir lo que siento. 

Lo que escribo aquí no es relevante. He dedicado años enteros de mi vida a escribir textos más personales. He concursado en premios de literatura. 

¿Por qué no lo sabe ni mi familia? 

Mientras escribo algo que pienso compartir aquí, no puedo dejar de pensar en que debo ser diplomático y en que debo evitar que alguien de mi familia se sienta herido por lo que escribo. 

(Lo sé; no lo entiendo, pero me lo han dicho.) 

Las necesidades más primitivas siempre interrumpen la escritura.

Total, no puedo escribir.

Debo comer para mitigar las náuseas del ayuno. 

Dead Love

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