domingo, abril 30, 2023

Hoy no estoy hasta la madre de todo


Hace cuatro años, en otro día del niño, me peleé con un standupero. Lo seguía en twitter porque me gustaba su comedia, pero, básicamente, desde el 1 de diciembre del 2018, el tono de sus tweets fue cambiando y terminó siendo casi exclusivamente “político”. (Jaja.) Sus “críticas” y sus burlas hacia la presidencia eran cada vez más absurdas. Ese 30 de abril del 2019, por ejemplo, tuiteó, desde una sala de espera del aeropuerto O'Hare, algo como “¿Que hoy, en sus redes sociales, no ponen fotos de cuando eran niños, porque hasta este punto los ha amargado el gobierno?” (¡Ni siquiera se había cumplido medio año desde que el gobierno había entrado en funciones! ¡Cuánta impaciencia!) Luego se quejó porque, según él, su vuelo hacia la Ciudad de México tenía cuatro horas de retraso, y, obviamente, según su punto de vista, el gobierno de México tenía la culpa. (¿Por qué no le dan “luz verde” al proyecto del nuevo aeropuerto que despojará, por las malas, de sus tierras, a decenas de personas?) 

Normalmente pasaba de largo cuando él tuiteaba esta clase de cosas, pero ese día en particular, estaba hasta la madre de todo y le contesté.

La universidad iba a cumplir tres meses en huelga. Nos habíamos mudado desde la Ciudad de México a finales de diciembre, habíamos tenido un pésimo 2018, pero parecía que la situación mejoraría en mi nuevo trabajo. El trimestre había comenzado en las últimas semanas de enero, ya había viajado al INB a atender unos asuntos administrativos que formaban parte de mis responsabilidades y sólo había tenido un par de semanas de clases frente a grupo –apenas había cobrado mi primera quincena–, cuando estalló la huelga. 

Después de varias mesas de diálogo entre las autoridades y el sindicato de trabajadores, la huelga no parecía tener un fin cercano. Estaba hasta la madre de todo –frustrado, desesperado, encabronado–, y no podía hacer nada, así que me encontré el tweet del standupero en un mal momento, y le contesté. Le dije que el gobierno no tenía nada que ver con lo que él decía en su tweet: que ese 30 de abril no poníamos fotos de cuando éramos niños en nuestras redes sociales porque standuperos, como él, “nos habían abierto los ojos.” Obviamente, como la persona intolerante y egocéntrica que era en twitter, él se enojó mucho, me tuiteó varias cosas ofensivas y hostiles, y yo, como la persona que estaba hasta la madre de todo en ese momento, le respondí, y él me dijo que “estaba bien dañado” y me mandó al psiquiatra. (Al menos, yo no escribía chistes sobre mis frustraciones, ni les cobraba a las personas a las que les contaba mis chistes). Total, que se desahogó, me cansé de responderle (era como hablar con una pared) y me bloqueó. También lo bloqueé, y no sólo de esa red social, sino de todas las redes sociales que uso. 

Hoy acabo de correr y me tomo un suero, y me recupero –no tuve un buen día: corrí 6 kilómetros en poco menos de 28 minutos–, y se me ocurre meterme a Facebook y veo algunas fotografías de cuando algunos de mis contactos eran niños y me acuerdo de la pelea de hace cuatro años en twitter. Casi sin reparar en ello, me meto a twitter y me encuentro, por accidente, otro tweet similar al de hace cuatro años. 

En este caso el tweet pertenece a un personaje que sigo por curiosidad; él viaja mucho (acaba de volver de un concierto en Las Vegas y del Festival de Coachella) y escribe en Play-Boy y en otros medios parecidos (tiene publicados un par de libros de relatos y tiene una columna en un diario de circulación nacional), y ¡de vez en cuando también hace stand up!, y, generalmente, tuitea o retuitea críticas en contra del gobierno. También son igual de absurdas que las del comediante de hace cuatro años. Sigo a este escritor-comediante-politólogo-epidemiólogo porque, de vez en cuando, escribe alguna cosa que me gusta. Según él, le late la música subversiva, pero “sus ideas políticas” son más afines a las de Alex Lora, que a las de Roger Waters (que –¿quién puede negarlo?–, es un extraordinario músico, un personaje público “anti-sistema”, identificado con los gobiernos de izquierda, aunque sus regalías y sus conciertos no quedan exentos de los horrores del capitalismo que tanto execra).

Me acabo el suero –es de sabor mandarina-naranja–, y le doy vuelta a la página (dejo atrás twitter y mi teléfono). Tengo cosas más importantes que hacer.

Ahora, aunque, como hace cuatro años, las actividades en la universidad están detenidas, me encuentro más estable mental y emocionalmente que entonces, y no voy a enfrascarme en una pelea en twitter. Hoy no tengo ganas de que ningún personaje intolerante que vive en una pequeña esfera social, me diga que estoy dañado y que me mande al psiquiatra. Hoy no tengo que pelearme con nadie, ni decirle a nadie que no soporto la frivolidad.


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