viernes, junio 17, 2022

Alemania vs México

 


Nadie tenía grandes expectativas de la selección: habían clasificado al mundial sin contratiempos, pero habían perdido 7 a 0 contra los chilenos en La Copa América y 4 a 1 contra los juveniles alemanes en La Copa Confederaciones. Más allá de estas escandalosas derrotas, el equipo no parecía tener un sistema de juego claro –¿como ahora?– y los aficionados y la prensa exigían la destitución de Juan Carlos Osorio, el Director Técnico. Ya pasaron cuatro años y las cosas no han cambiado mucho.

Esa mañana del domingo 17 de junio del 2018, me levanté temprano a escribir en este blog. Había quedado en ir a ver el juego a casa de mis papás, con mis hermanos y con mis papás, como había hecho desde el mundial de Sudáfrica, cada vez que jugaba la selección y el juego caía en fin de semana y todos podíamos reunirnos. 

Se me fue el tiempo escribiendo en el blog y tuve que salir corriendo a casa de mis papás. Su casa no quedaba muy lejos del departamento, quedaba como a veinte minutos caminando, o como a cinco minutos en auto. Creo que la transmisión del juego comenzaba al mediodía y que ya faltaban diez minutos para el mediodía cuando salí del departamento. Quise tomar un taxi para llegar pronto a casa de mis papás, pero la calle estaba vacía y los pocos taxis que pasaban ya llevaban pasaje. No era un domingo cualquiera: era un domingo en el que jugaba la selección de futbol en un mundial. 

Caminé deprisa y llegué a casa de mis papás cuando iba a comenzar la ceremonia de los himnos. Poco tiempo había tenido para recordar otros debuts de la selección en otras Copas del Mundo, como el juego contra los noruegos en Washington DC, en Estados Unidos 1994, o en Francia 1998, contra la selección de Corea del Sur. Al igual que mis papás y que mis hermanos y que la mayoría de la afición, yo tampoco tenía muchas expectativas de esta selección –ya estaba acostumbrado a las derrotas – y, más bien, seguía la tradición de ver a la selección jugar en un mundial. 

Saludé a mi mamá, a mis cuñadas y a mis hermanos, y me subí a la sala de tv –mi vieja recámara de soltero– y me senté frente al televisor, junto a mi papá. Al ver los rostros de los futbolistas mexicanos, de pie, con una mano en el pecho y entonando El Himno Nacional, mientras los enfocaban las cámaras de video de la transmisión oficial de la FIFA que esporádicamente hacían tomas de los aficionados en el estadio (sin la burda publicidad tercermundista que satura los partidos de la selección en la televisión mexicana) y mientras estas tomas se alternaban con las tomas de las cámaras de TV Azteca en distintos puntos de la República Mexicana en los que se habían congregado los aficionados a ver el partido en pantallas gigantes, reparé en la importancia de ese partido y caí en la cuenta de que un mundial de futbol, pase lo que pase, es incomparable con cualquier otro torneo de futbol: no importa qué tan mal esté jugando tu selección; siempre estarás apoyándola y esperando a que gane el partido como sea, aunque ganar no sea lo más probable. 

Casi sentí que yo estaba en El Estadio Loujniki, entonando El Himno Nacional, a punto de disputar el partido, y me pregunté qué clase de futbolista habría sido yo si hubiera disputado un mundial; si estaría consciente de que casi todo el país estaría al pendiente de ese partido y si la emoción me desbordaría; si me sentiría totalmente conmovido y si me pondría a llorar mientras las cámaras de la FIFA me enfocaran. 

El juego comenzó de un modo que nadie esperaba: la selección mexicana se fue al frente y creó jugadas de peligro. Al cabo de unos minutos, el partido se emparejó y luego se convirtió en el juego que todos esperábamos: los alemanes buscaban un gol y la selección mexicana se defendía. 

Estaba por terminar el primer tiempo, cuando Héctor Herrera, después de un tiro de esquina a favor de los alemanes, recuperó el balón en el borde del área mexicana e inició un contragolpe que acabó con un gol de Hirving Lozano.

En la casa y en el país todos los aficionados seguimos la jugada paso a paso y deseamos que Lozano anotara y gritamos el gol. Ni el aficionado más optimista habría apostado por ese escenario.   

También era día del padre.

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