martes, agosto 22, 2006

¡Apaga la maldita alarma!



La alarma suena en el dormitorio contiguo y rompe la tranquilidad de mi sueño.
Y yo que creía que no había podido dormir en toda la noche.

La alarma no deja de sonar, y comienza a impacientarme. 
Los perros ladran en la calle, y los primeros automóviles circulan por la avenida. 
Yo soy una especie de sordo, debido a todo lo que he escuchado. 
Aunque estoy metido en las sábanas, la cama está vacía. 

Tengo fiebre y ardo en silencio. 
Intento escribir, pero me distraigo al mirar la sombra que forma mi mano al avanzar sobre la libreta. Dibuja animales maléficos en la hoja de papel, y la hoja de papel parece violentarse como el mar durante una tormenta. 

La alarma continúa sonando, y ahora la siento como si fuera una gotera dentro de mi cerebro, estallando como una bomba de insomnio en mis extremidades. 

El amanecer carece de sentido para mí.

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