sábado, enero 31, 2009

Martina encarnada en otro cuerpo



Son las 11:15 de un sábado
Nos Llamamos tocarán esta noche
Con los rockstars de Fenómeno Fuzz

Me siento abandonado
En El Café del Segundo Piso
Cuando la música rompe el hielo
Y te veo como una caricia de vapor

Eres sólo una mujer bailando en este inframundo adolescente
Pero tus ojos de éter me alcoholizan
Y destellan como una droga a la que no me puedo resistir

Ascie11nde como la bruma de la memoria después de

Las luces del café enturbian el olvido
Y Martina ha tomado posesión de otro cuerpo
Ella danza al ritmo de mi desolación
Y su cabellera de sol flota en la atmósfera 
Y sus ojos reverdecen como un arma secreta
Y su cuerpo se arrastra entre la música
Y aparece en mi memoria como la bruma de una borrachera

***
ÉSTE ES UN EXTRACTO (UN BORRADOR) DE UN LIBRO QUE PUBLICARÉ ALGÚN DÍA. 

miércoles, enero 28, 2009

¿Es culpa de los alumnos, o del doctorado?


Las horas pasan y los minutos estallan en mi cabeza.
El curso escolar comienza el próximo martes. Daré clase los martes y los miércoles de 10 a 12, y no me decido a prepararla. No tengo ganas ni entusiasmo. 

Desde hace tres años, imparto clases en la Facultad de Psicología. Al principio, lo disfrutaba muchísimo; ahora, no tanto. Casi todos los alumnos son perezosos y exigentes. Raras veces hay alguien que esté realmente interesado en aprender lo que yo enseño. Casi todos quieren terminar en un trabajo aplicando pruebas psicométricas para ganar mucho dinero, o imaginan que tendrán un bonito consultorio y que serán terapeutas y que saldrán por radio y televisión dando su opinión acerca de algún asesino serial. 



Sin embargo, creo que no disfruto tanto la docencia como antes, por culpa del doctorado. No por culpa de los estudiantes. Es absorbente -mi tutor raras veces reconoce mi dedicación-, y no me da tiempo para nada más. Casi casi debo pedir permiso para impartir mis clases. 

Raras veces puedo preparar mis clases de la manera en que solía hacerlo. Tengo otros compañeros de laboratorio que no tienen otra actividad más que estar en el laboratorio, y, a diferencia de mí, nunca tienen datos. 

No debería darle importancia a ciertas cosas, como cada vez que mi hermano me presenta a sus amigos y les dice "él es psicólogo, y está casado", porque en realidad no soy sólo eso. Pero aquí estoy, procastinando, pasando el tiempo en este blog, juntando palabras casi aleatoriamente. 

martes, enero 27, 2009

Spray de campos de lavanda



Camino despacio a través de la estancia

Me extravío en los confines del aromatizante ambiental Glade 

Los campos de lavanda salpican mis fosas nasales como lluvia de verano en forma de spray 
Los campos de lavanda se precipitan en mi bulbo olfatorio como una cascada de recuerdos
Los campos de lavanda  neutralizan el escandaloso olor de la yerba chamuscada

Su perfume me tranquiliza y me parece que voy avanzando entre nubes de espuma de mar
Siento que estoy en el interior de una cálida salmuera sonoamortiguada
Y no me importa nada más que mi capacidad para recordar cosas que nunca fueron

Mientras me sumerjo en la nostalgia efímera de todas las tardes
Pienso que la experiencia siempre involucra cierto nivel de paranoia
Y comienzo a preocuparme por las personas que puedan sorprenderme así

Odiaría si mis vecinos sospecharan que no se trata de que me guste mantener limpio el departamento 
Odiaría si mi familia supiera que necesito desconectarme de la realidad para soportar mi existencia 

Ellos no comprenderían nada




Cuando estoy paranoico, no puedo dejar de pensarte

Te encuentro en los rincones de mi memoria
Con tu suave cabellera rizada y tus ojos de sándalo
Emergiendo de las cosas irrelevantes que me obsesionan 

Avanzo muy despacio hacia la cama
Y me acuesto y me coloco los audífonos


Enciendo el ipod y cierro los párpados

Pienso que la almohada está hecha de cabellos
Y que los cabellos formaron parte de tu suave cabellera rizada
Y que soy un adolescente y que he vuelto a mi habitación
Después de un día cualquiera en la secundaria

Cuánto me gustaría volver a verte tal y como eras
Aunque fuera sólo durante un segundo



Quisiera contemplar tu mirada de leche de almendras
Y tu misteriosa dentadura llena de brackets
Y tu sonrisa fulminante que latía como una herida tibia
Y tus labios hinchados como un durazno a punto de madurar

Quisiera verte debajo del sol del mediodía

Todo transcurre en lentitud dentro de mi cabeza
Mientras intento recordarte exactamente como eras
Y el aromatizante ambiental Glade me remonta a tu rostro lleno de acné
Y vislumbro tu cuerpo en el patio de la escuela, desplazándose como un asteroide

Los audífonos a veces se incrustan como pájaros en las ramas de mi cabeza de árbol
Y hacen nidos de pájaros y me molestan como una piedra en los ojos
Y tengo que volver a cerrar los párpados para admirar la nostalgia dentro de mí 

martes, enero 20, 2009

Ella saboreó el refresco lentamente, entre canciones de José José




Comenzamos el año en la playa. 

Llegamos a Montepío uno de los últimos días de diciembre, a la medianoche.

Rentamos una camioneta que se descompuso a unos kilómetros de la playa y tuvimos que permanecer unas horas en un pueblo desconocido, mientras la arreglaban.

También antes nos detuvimos a comer en Puebla y a cenar unas deliciosas papas horneadas al entrar a Veracruz.  

En la playa hacía mucho frío, pero el cielo estrellado era impresionante. 

Fuimos con amigos de mis hermanos.
Ellos ya conocían el lugar y lo recomendaban ampliamente. 


Una noche, alguien sacó un carrujo y lo compartió con el grupo. 
Estábamos en la playa. Alguien había encendido una fogata. 

La yerba era muy potente y me puso paranoico.
Elizabeth quiso ir al baño y la acompañé.
El camino de la playa hasta el baño de la casa que habíamos rentado se me hizo eterno.

Aunque la calle estaba casi vacía, me sentía perseguido y tenía un gran sentimiento de culpa.

Nunca me ha gustado fumar para convivir. Prefiero escuchar música o dormirme.   
La trivialidad me desespera. 

Los amigos de mis hermanos hicieron una fiesta hace unos días. 
Alguien volvió a sacar un carrujo y a compartirlo. 
La yerba también estaba muy fuerte y me puso paranoico. 
Elizabeth tenía mucha sed. 

Los amigos de mis hermanos cantaban canciones de José José y hacían mucho ruido.
Apenas pude controlar mi paranoia para escanciar refresco en un vaso. 


Me senté en un sofá. 
Ella tomó el vaso y se lo llevó a los labios en cámara lenta.
Saboreó el refresco lentamente, y me miró.
Luego bajó la mirada, como si estuviera buscando paz en las profundidades de ella misma. 
Era evidente que tampoco estaba pasándola bien.

Ya no soporté el escándalo, y me levanté de mi lugar. 
Ella se levantó de su asiento y noté que estaba bailando. 
Se sentía ansiosa y no dejaba de moverse. 

Después tuvimos una breve discusión y subimos a la recámara. 

Sólo quería acostarme en la cama y ponerme a escuchar In Utero con los audífonos.
Me sentía fatal.
La recámara era como un desierto.
Transcurrieron cinco minutos y seguíamos sintiéndonos mal. 
Tratamos de hablar, pero ella sólo decía monosílabos. 
Era una desconocida para mí. 

El efecto se desvanece poco a poco y nos quedamos dormidos.

jueves, enero 15, 2009

Camino bajo el sol, pero es invierno en mi corazón



Tenía 12 años, cuando vi la revista en la que Marta Sánchez salía desnuda.

Estaba un poco obsesionado con ella. No podía dejar de verla por la televisión. Secretamente me enloquecía su forma de cantar y de bailar. 

Era de lo más sexy.

Un día, en la ceremonia de honores a la bandera, un compañero me presumió que había conseguido una revista española en la que Marta salía desnuda. 


Se la había comprado a un tipo más grande que nosotros y que ocasionalmente se aparecía a la salida de la escuela para vendernos tabaco, alcohol y cosas por el estilo. 


Mi compañero era un poco hablador, así que no le creí.


Pero en la primera clase de ese lunes, él tomó asiento delante de mí, puso su mochila en el suelo y, mientras la profesora de matemáticas pasaba lista, abrió su mochila lo suficiente para dejarme ver la portada de la revista. 




Apenas fueron unos segundos, pero alcancé a ver el rostro de Marta y leí 


TOTALMENTE DESNUDA

Mi corazón latió de prisa. Sentí que me faltaba el aire y se me secó la garganta. 

A lo largo del día no pude pensar en nada más. 


En el receso, mi compañero me dijo que ni siquiera había visto la revista. Tenía miedo de que sus papás lo descubrieran -tenía malas calificaciones y ellos querían meterlo a una escuela militar-, y me preguntó si estaba interesado en comprársela. 


Me pareció sospechoso y me dio un poco de repugnancia, pero ganó la curiosidad. 

Acepté y le di lo que me quedaba de mi mesada. 

Antes de salir de la escuela, en la última clase, él guardó la revista en un cuaderno y metió el cuaderno en mi mochila. 


El camino a la casa se me hizo eterno. Quería volar y llegar rápido y meterme en mi recámara y abrir la revista y ver a Marta Sánchez desnuda. 

Justamente ese día, cuando llegué a la casa, mis abuelos estaban de visita.


Mi mamá me dijo que mis abuelos estaban esperándome porque querían que los acompañara al supermercado, y no pude negarme. 


Sólo pude cambiarme el uniforme rápidamente, y salí con ellos. 


Mi abuelo tenía un Volare de color gris que olía a lavanda. Era muy cauteloso y conducía muy lento. Se me hizo eterno el trayecto hasta el supermercado. 


Yo sólo quería ver desnuda a Marta Sánchez. 




Tardamos mucho tiempo en el supermercado. A mis abuelos no les gustaba comprar cualquier cosa -además, los dos tenían diabetes y tenían que ser cuidadosos con las cosas que consumían-, y se la pasaron escogiendo productos muy especiales. 

Conforme más tiempo pasaba sin que yo pudiera ver la revista, más excitado me sentía, pero en algún momento la excitación se convirtió en malestar.

Regresamos a la casa y mi abuelo me pidió que le leyera la sección de deportes del periódico. Había olvidado sus lentes en el Volare y no quería que yo fuera a buscárselos. Me hizo leerle algo sobre la selección mexicana de futbol y su participación en un torneo en Ecuador. 


Luego llegó la hora de la comida y tuve que quedarme a la plática de sobremesa. 


Mis abuelos se marcharon casi a las seis de la tarde y entonces pude meterme en mi recámara.


Cerré la puerta con llave.  

Saqué desesperadamente el cuaderno de la mochila y dejé caer la revista en la cama. 

Contemplé durante algunos segundos la portada. Era casi idéntica a como recordaba haberla visto por la mañana, en la clase de matemáticas.  


Abrí la revista y la ojeé apresuradamente en busca de Marta Sánchez, pero no encontré ninguna fotografía suya. Le habían arrancado un montón de páginas a la revista. 


Maldije a mi compañero de la escuela, y juré que me vengaría de él.