Comenzamos el año en la playa.
Llegamos a Montepío uno de los últimos días de diciembre, a la medianoche.
Rentamos una camioneta que se descompuso a unos kilómetros de la playa y tuvimos que permanecer unas horas en un pueblo desconocido, mientras la arreglaban.
También antes nos detuvimos a comer en Puebla y a cenar unas deliciosas papas horneadas al entrar a Veracruz.
En la playa hacía mucho frío, pero el cielo estrellado era impresionante.
Fuimos con amigos de mis hermanos.
Ellos ya conocían el lugar y lo recomendaban ampliamente.
Una noche, alguien sacó un carrujo y lo compartió con el grupo.
Estábamos en la playa. Alguien había encendido una fogata.
La yerba era muy potente y me puso paranoico.
Elizabeth quiso ir al baño y la acompañé.
El camino de la playa hasta el baño de la casa que habíamos rentado se me hizo eterno.
Aunque la calle estaba casi vacía, me sentía perseguido y tenía un gran sentimiento de culpa.
Nunca me ha gustado fumar para convivir. Prefiero escuchar música o dormirme.
La trivialidad me desespera.
Los amigos de mis hermanos hicieron una fiesta hace unos días.
Alguien volvió a sacar un carrujo y a compartirlo.
La yerba también estaba muy fuerte y me puso paranoico.
Elizabeth tenía mucha sed.
Los amigos de mis hermanos cantaban canciones de José José y hacían mucho ruido.
Apenas pude controlar mi paranoia para escanciar refresco en un vaso.
Me senté en un sofá.
Ella tomó el vaso y se lo llevó a los labios en cámara lenta.
Saboreó el refresco lentamente, y me miró.
Luego bajó la mirada, como si estuviera buscando paz en las profundidades de ella misma.
Era evidente que tampoco estaba pasándola bien.
Ya no soporté el escándalo, y me levanté de mi lugar.
Ella se levantó de su asiento y noté que estaba bailando.
Se sentía ansiosa y no dejaba de moverse.
Después tuvimos una breve discusión y subimos a la recámara.
Sólo quería acostarme en la cama y ponerme a escuchar In Utero con los audífonos.
Me sentía fatal.
La recámara era como un desierto.
Transcurrieron cinco minutos y seguíamos sintiéndonos mal.
Tratamos de hablar, pero ella sólo decía monosílabos.
Era una desconocida para mí.
El efecto se desvanece poco a poco y nos quedamos dormidos.
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