Faltaban quince minutos para las siete de la noche, cuando salíamos del metro Velódromo.
Estaba más emocionado de lo que había pensado.
Ni siquiera en cuanto tuve en mis manos los boletos (hace más o menos un mes), me pasó por la cabeza que desde la mañana del viernes 31 de mayo estaría contando los minutos para el concierto de Soundgarden.
King Animal no me había encantado, pero esperaba que la banda de Seattle tocara la mayoría de las canciones que me gustaban y que no sólo vinieran a promocionar su más reciente álbum de estudio.
(¿Qué tal si hacían lo mismo que los Smashing Pumpkins cuando vinieron por primera vez a la Ciudad de México?)
El camino hacia El Palacio de Los Deportes estaba lleno de gente que parecía sacada de algún programa de MTV de la década de los noventa.
Hasta había algunos niños grungy que acompañaban a sus papás, vestidos con jeans, camisas de leñador y Converse.
El ambiente me impresionó tanto que me remontó a esa época en la que todo mundo -incluso aquellos que no conocían el sonido Seattle- sabía quién era Kurt Cobain.
El ambiente se parecía al de aquella época en la que los protagonistas de los programas de MTV eran outsiders con algún talento artístico y con crisis existenciales que los llevaban a considerar el suicidio.
(Tengo la impresión de que los protagonistas de MTV ahora son jóvenes que se la pasan en la fiesta, emborrachándose hasta perder la consciencia y acostándose con todo mundo.)
Me sentía fuera de sitio -tenía casi 4 años sin asistir a ningún concierto-, pero me bastó pasar por un puesto de playeras y tazas en el que sonaba Godsmack a todo volumen.
Pensé que habría todo tipo de puestos y souvenirs, pero sólo había unos cuantos puestos en los que vendían tazas, playeras, pines, gorras, llaveros y stickers.
Cuando asistía regularmente a conciertos -más o menos antes de ingresar al Doctorado-, la mercancía era más variada.
(Por ejemplo, cuando The Cure y Pearl Jam vinieron a tocar, hasta había algunos puestos en los que vendían las discografías de las bandas en mp3 y DVDs de conciertos difíciles de conseguir.
Las discografías eran un trabajo casi artesanal, porque no sólo tenían las carátulas de todos los álbumes oficiales de la banda y las letras de todas las canciones, sino que también incluían bootlegs de conciertos muy codiciados por los fans.)
Cuando llegamos a nuestros lugares, lamenté haber comprado boletos en esa sección.
¡Eran de la misma sección que los del concierto de los Pumpkins!
(Compré boletos de la sección C porque la beca termina en diciembre -aunque ya me puedo titular, todavía quiero terminar otros experimentos que me tomarán algunos meses del año siguiente- y necesitamos ahorrar.)
El escenario no nos quedaba tan lejos, pero aún no había mucha gente.
Sabía que cuando el foro se llenara, no escucharíamos ni veríamos nada bien desde allí.
Comencé a beber para dejar de pensar en ese asunto.
Mientras bebía y el foro se iba llenando poco a poco, los técnicos de sonido de Soundgarden subieron al escenario.
El concierto estaba anunciado a las 21:00 horas. Apenas eran las ocho y cuarto.
Los técnicos de sonido se quedaron en el escenario un largo rato y luego subieron en repetidas ocasiones.
La espera me pareció tan tediosa que tuve que beberme otra cerveza.
Pasaron unos veinte minutos y en algún momento encendí un cigarro y empecé a fumármelo.
Más o menos dos terceras partes del foro ya estaban llenas, y la gente comenzó a corear el nombre de la banda para ejercer presión.
Ya estaba ebrio y por esa razón consideré unirme a los coros, pero me dieron ganas de ir al baño.
¡Eran de la misma sección que los del concierto de los Pumpkins!
(Compré boletos de la sección C porque la beca termina en diciembre -aunque ya me puedo titular, todavía quiero terminar otros experimentos que me tomarán algunos meses del año siguiente- y necesitamos ahorrar.)
El escenario no nos quedaba tan lejos, pero aún no había mucha gente.
Sabía que cuando el foro se llenara, no escucharíamos ni veríamos nada bien desde allí.
Comencé a beber para dejar de pensar en ese asunto.
Mientras bebía y el foro se iba llenando poco a poco, los técnicos de sonido de Soundgarden subieron al escenario.
El concierto estaba anunciado a las 21:00 horas. Apenas eran las ocho y cuarto.
Los técnicos de sonido se quedaron en el escenario un largo rato y luego subieron en repetidas ocasiones.
La espera me pareció tan tediosa que tuve que beberme otra cerveza.
Pasaron unos veinte minutos y en algún momento encendí un cigarro y empecé a fumármelo.
Más o menos dos terceras partes del foro ya estaban llenas, y la gente comenzó a corear el nombre de la banda para ejercer presión.
Ya estaba ebrio y por esa razón consideré unirme a los coros, pero me dieron ganas de ir al baño.
Mientras abandonaba mi lugar, me sentí de lo más estúpido.
Qué tal si Soundgarden salía al escenario precisamente cuando yo estaba en el baño.
Qué tal si Soundgarden salía al escenario precisamente cuando yo estaba en el baño.
Caminé rápidamente.
No quería entretenerme, pero no pude ignorar las conversaciones de la gente.
Unos tipos con aspecto de nerds discutían sobre el sonido de la guitarra Guild S-100 que Kim Thayil había usado en la gira de Down On The Upside.No quería entretenerme, pero no pude ignorar las conversaciones de la gente.
Uno de ellos lo había visto tocar una Jazzmaster en un concierto reciente en Europa, y los dos especulaban que saldría a tocar esa noche con esa guitarra porque las Fender sonaban mucho mejor que las Gibson.
Una mujer con los hombros descubiertos y llena de tatuajes de calaveras y catrinas platicaba con un tipo barbudo de aspecto hipster y le decía que no le había gustado para nada la carrera solista de Chris Cornell.
El hipster le decía que Audioslave había sido una gran banda y que Chris Cornell tenía toda la libertad de explotar su voz y de cantar Billy Jean, o lo que le diera la gana.
Estuve de acuerdo con él.
Can't Change Me, Like A Stone y I Am The Highway son de mis canciones preferidas de todos los tiempos.
Son muy emotivas y siempre que las escucho me transportan a momentos que me gusta recordar.
Una de ellas decía que Bush, y la otra decía que Silverchair.
Me parecieron de lo más idiotas.
Estaba ya tan ebrio que no toleré su falsedad.
Pensé que ni siquiera conocían a Mudhoney, ni sabían que un tal Jason Everman había tenido un paso fugaz por Nirvana antes de tocar un par de conciertos con Soundgarden.
Obviamente tampoco sabían que Kurt Cobain había despedido a Jason Everman de Nirvana porque consideraba que él ejercía una influencia heavy metal en su banda y que justamente por esa razón Soundgarden lo había contratado.
Mucho menos sabían que Jason Everman había dejado la música y que se había enlistado en las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos y que incluso había combatido en Afganistán.
Estuve a punto de detenerme, para decirles dos o tres cosas, pero ya no resistía.
Finalmente llegué a un baño.
La fila era enorme, y recordé que me había prometido no beber alcohol esa tarde.
(Tenía casi diez meses bebiendo en exceso todos los fines de semana.
Ya tenía el rostro hinchado y la panza de alcohólico. La relación con mi tutor de Doctorado se estaba volviendo una tortura, y necesitaba alcohol para sobrellevar el estrés.)
Mientras permanecía formado en la fila y la fila parecía no avanzar -la gente que ocupaba los mingitorios no dejaba de conversar ni de contar chistes, y se tardaba más de lo necesario-, me acordé de otros conciertos en los que había estado en la misma situación.
Tuve que ponerme a pensar en algo divertido para tolerar la espera.
Traté de recordar un capítulo de How I Met Your Mother en el que Mosby y Marshall se pierden un concierto por estar buscando los baños.
Ellos habían fumado yerba y siempre estuvieron a unos cuantos metros del baño, pero jamás lo encontraron.
Cuando estaba a punto de recordar qué clase de concierto se habían perdido, finalmente pude pasar al mingitorio.
Cuando salí del baño, encendí otro cigarro y un tipo de seguridad me hizo apagarlo.
Al regresar a mi asiento, la gente estaba más impaciente que antes.
Los técnicos de sonido continuaban paseándose por el escenario.
Volví a tomarme otra cerveza y a encender otro cigarrillo.
Al cabo de unos minutos, tuve que ir al baño de nuevo.
La fila era todavía más grande que la ocasión anterior y estaba segurísimo de que ahora sí me perdería las primeras canciones del concierto por estar allí.
Por fortuna, nadie tuvo muchos deseos de conversar ni de hacer chistes y la fila avanzó muy rápido.
Cuando regresé a mi asiento, la sección de a pie ya estaba llena y las tribunas estaban ocupadas en su mayoría, pero todo lo demás seguía igual.
Los técnicos de sonido continuaban haciendo pruebas.
Me fumé otro cigarrillo.
Finalmente, alrededor de las nueve de la noche, las luces se apagaron en El Palacio de Los Deportes, y Chris Cornell, Kim Thayil, Ben Shepherd y Matt Cameron subieron al escenario.
Se colocaron sus instrumentos y comenzaron con Searching With My Good Eye Closed.
Estábamos tan lejos del escenario que no escuchábamos nada bien -incluso la voz de Chris Cornell sonaba cansada y vieja-, pero identifiqué la canción porque era la misma con la que habían abierto los conciertos de la gira King Animal.
Al terminar esa canción, Matt Cameron tocó los platillos y el hi hat y de inmediato sonó Spoonman.
Desde dónde estábamos sólo veía a la gente saltar en la pista y mover las manos en lo alto, mientras unas luces se encendían y se apagaban al ritmo de la guitarra de Kim Thayil.
Al final de esa canción, Chris Cornell dijo algunas palabras en español y la gente lo ovacionó.
Siguieron con Jesus Christ Pose.
Fell On Black Days me remontó a la época en la que conocí la música de Soundgarden.
(Debió de ser el verano de 1995, cuando pasaban el video de esa canción por el canal 7.
Tardé varias semanas en conseguir Superunknown.
Lo compré en un otoño, en un tianguis de Iztapalapa, y lo escuché decenas de veces.
La música era densa y sombría y mucho más elaborada que la de las bandas que escuchaba, y las letras de sus canciones contenían mensajes deprimentes y crípticos.
Luego tocaron Never The Machine Forever -una de las canciones que más me gustan de Down On The Upside-, Hunted Down -una de las pocas canciones de la era previa a Badmotorfinger que me gustan- y Flower.
Ben Shepherd, con su 1.93 de estatura y su peculiar manera de tomar el bajo casi a la altura de las rodillas, era el único miembro de la banda que recorría el escenario de un lado a otro y el único que parecía estar más conectado con el público.
Pensé que tal vez tocarían alguna de las canciones de su autoría, como Head Down.
Las canciones más emotivas fueron Black Hole Son y Blow Up The Outside World.
(Cada vez que la gente coreaba
"Won't you come and wash away the rain..."
era espeluznante.
No podías dejar de imaginarte cómo había sido la primera vez que todos los miembros de la banda escucharon juntos esa canción por la radio.
Iban en el automóvil de su mánager. Kurt Cobain acababa de morir.)
La última canción antes del encore fue Blow Up The Outside World.
Chris Cornell sostuvo el micrófono en lo alto y conminó a la gente a hacer los coros y éstos continuaron mucho tiempo después de que la canción terminara.
La comunión entre él y el público fue impresionante.
El encore terminó con Slaves & Bulldozers.
Me hubiera gustado escuchar Let Me Drown, Head Down y Applebite.
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