En reparación
Hace seis meses –para ser exactos, el cuatro de mayo– estaba saliendo del quirófano. Me suturaron una porción del esófago con una porción del estómago, para formar una válvula que impidiera que los jugos gástricos ascendieran al esófago. La cirugía no sólo me para prevenir la formación de un tumor cancerígeno que pudiera ocasionar la constante erosión del esófago por los jugos gástricos. ha adaptado totalmente al procedimiento quirúrgico y la recuperación ha sido más lenta y más fastidiosa de lo que esperaba, pero poco a poco me voy sintiendo otra vez como una persona normal.
Antes de que me operaran, me realizaron varias endoscopías y estuve casi dos años bajo tratamiento médico. Además de que ya estaba harto de comer siempre lo mismo –dos o tres alimentos sin irritantes ni grasas, meticulosamente preparados por mi esposa– y de beber exclusivamente agua simple para evitar que los jugos gástricos ascendieran al esófago y que lo erosionaran constantemente hasta tal punto que pudieran provocarme un tumor –por no mencionar que si no tomaba estas precauciones, los alimentos apetitosos y las bebidas dulces o ácidas me mantenían carraspeando y secretando excesivas cantidades de saliva que me provocaban una sensación de asfixia que terminaba en un episodio de ansiedad, mi salud no mejoraba.
Todo ese tiempo tuve que consumir muchos medicamentos y antibióticos que dañaron mi estómago y mi flora intestinal –ni siquiera podía comer yogurt o tomar jugo de naranja– y que me provocaron unas terribles náuseas que experimentaba a lo largo del día –tenía que llevar una bolsa de emergencia a todas partes y evitar los olores fuertes– y mononeuropatías –unos horribles temblores incontrolables en las extremidades, mezclados con unos horribles espasmos– El reflujo gastroesofágico me tuvo casi dos años bajo tratamiento médico, me realizaron varias endoscopías y seguí al pie de la letra varios tratamientos médicos, pero ninguno funcionó.
El exceso de medicamentos dañó mi flora intestinal y también me provocó mononeuropatías.
Las náuseas y el hormigueo en manos y piernas podían ser tan intensos que no podía concentrarme ni para leer ni para escribir.
Además de todas estas molestias, comencé a tener esofagitis.
Tenía que tomar sucralfato diariamente, varias veces al día, para mitigarla.
Los gastronterólogos me dijeron que las quemaduras que sufriera el esófago podrían provocar problemas más graves, como un tumor cancerígeno, y decidí optar por el procedimiento quirúrgico.
Estuve con molestias durante casi dos años.
La recuperación de la cirugía ha sido lenta y fastidiosa.
No puedo estar en ayuno mucho tiempo, sin sentir unos horribles deseos de vomitar.
Debo evitar casi todo tipo de alimentos.
Prácticamente sólo puedo beber agua simple.
Nunca había visto El Viaje A La Luna ni conocía el trabajo de Méliès, pero el evento me interesó porque los cortometrajes serían musicalizados por una banda en vivo.
La banda estaría integrada por John Medeski, Kenny Grohowsky, Mike Rivard y por Lee Ranaldo.
Mi única experiencia con un evento de este tipo había sido cuando Antonio Sánchez tocó en El Teatro Metropólitan durante la proyección de Birdman en el aniversario de una revista de música y no me había gustado mucho, pero Lee Ranaldo es uno de los guitarristas que más admiro y no quise perderme la oportunidad de escucharlo.
No sabía qué esperar del evento.
¿Se parecería al aniversario de WARP?
¿Pasaría a segundo término la música?
La primera vez que vino Sonic Youth a la Ciudad de México, Lee Ranaldo y Thurston Moore terminaron el concierto con improvisaciones y feedback, y me imaginaba que la música para los cortometrajes sería semejante.
El resto de los músicos de la banda eran altamente reconocidos: Medeski, tecladista; Grohowski, baterista; y Rivard, bajista. Todos tocaban, o habían tocado, jazz.
Tenía la impresión de que la mayoría de los asistentes al evento serían aficionados al cine de culto y que le prestarían más atención a los cortometrajes que a la banda -probablemente muchos de ellos ni siquiera habían escuchado a Sonic Youth o a Morphine-, o que, en todo caso, sólo apreciarían la música como un complemento de los cortometrajes, así que compré boletos de pista, convencido de que sería más fácil (que en los conciertos, por ejemplo) estar cerca del escenario y de la banda.
Llegamos al Auditorio Blackberry casi una hora antes del evento, y hasta ese momento recordé que hacía seis meses que había pasado por el quirófano.
Hacía un poco de frío y yo tenía arcadas y me sentía un poco mal.
Afuera del auditorio, en la calle de Tlaxcala, había alrededor de 50 ó 70 personas formadas en tres filas.
La mayoría de ellas vestía formalmente -como el público que va al teatro- y me dio la impresión de que no eran el tipo de gente dispuesta a permanecer de pie o frente al escenario, por mucho tiempo.
Unos 20 minutos más tarde, las puertas del foro fueron abiertas y la gente comenzó a avanzar en las filas.
En el mezzanine había un bar en el que vendían snacks y bebidas alcohólicas -cerveza de barril, cerveza artesanal, mezcal, whisky, ron- y no alcohólicas.
Se me antojó una cerveza, pero sólo compré una botella de agua y después nos formamos en una de las puertas de acceso a la pista.
Hasta el fondo del mezzanine había una mesa con mercancía del evento.
Me acerqué a la mesa y Eli se quedó formada en la fila, junto a la puerta de acceso.
En la mesa había algunos discos de Lee Ranaldo, algunos ejemplares de un pequeño libro escrito por él -creo que se llamaba Road Movies- y algunos pósters del evento.
Un tipo de bigote me dijo que Lee había llevado pocos discos, que era súper buena onda y que saldría a firmar algunos de sus discos después del evento, por si me interesaba comprar alguno.
Volví a la fila a contarle a Eli lo de los discos y ella se me quedó mirando y me dijo que parecía que me daba lo mismo tener un disco de Lee Ranaldo autografiado, o no tenerlo.
Mientras hablábamos, la gente comenzaba a acercarse a la mesa.
No demoré más de cinco minutos en volver, pero casi todos los álbumes de Lee Ranaldo ya se habían vendido.
Apenas alcancé a comprar un ejemplar de Acoustic Dust y uno del álbum doble The Rising Tide.
El tipo de bigote me dijo que esos álbumes normalmente sólo se vendían en los sitios donde tocaba Lee Ranaldo en vivo y me explicó que Acoustic Dust era un álbum con versiones acústicas de algunos covers de Neil Young y de algunas canciones poco conocidas de la carrera solista de Lee, mientras que The Rising Tide incluía un disco con versiones acústicas y otro disco con las versiones eléctricas de las canciones del disco acústico.
Creo que antes también había visto un álbum de Text of Light -un proyecto de Lee en el que improvisaba música en vivo para los filmes de Stan Brakhage, una de las figuras estadunidenses del cine experimental del siglo XX-, pero ya se habían acabado en ese momento.
Casi en cuanto volví a la fila, fueron abiertas las puertas de acceso a la pista.
Eli y yo fuimos de los primeros en entrar a la pista -apenas detrás de otras cinco personas-, y nos pusimos justo frente al escenario, del lado izquierdo, a unos metros de donde había un atril con una Jazzmaster de color azul y que parecía una de las guitarras favoritas de Lee Ranaldo.
Tal y como lo había pensado desde que había comprado los boletos y antes de entrar al Auditorio Blackberry, a la mayoría de los asistentes no le interesaba tanto la banda, como los cortometrajes.
Durante todo el evento tuvimos de frente a Lee Ranaldo, sin que nadie nos estorbara.
Yo creía que la música sería principalmente improvisación y feedback, pero parecía que la banda había ensayado y que había compuesto las canciones para cada uno de los cortometrajes y que sólo había dejado abierta la improvisación para Lee Ranaldo en ciertas partes de cada cortometraje.
Le presté más atención a la música que a los cortometrajes, pero los cortometrajes que más me gustaron fueron Alucinaciones Farmacológicas y Fausto En Los Infiernos.
Los efectos visuales de los cortometrajes eran muy básicos, pero también muy ingeniosos.
A la salida del evento, empecé a ponerme nervioso.
Después de ver todo lo que le había visto hacer con la guitarra y con los pedales de efectos, me puse a pensar en todos los músicos a los que ha influenciado Lee Ranaldo y con todos los personajes -vivos o muertos- con los que ha convivido, y, para ese momento, definitivamente ya estaba obsesionado con la idea de tener un autógrafo suyo.
En el mezannine había un caos de personas que salían del foro, sin idea de quién era Lee Ranaldo, y de personas que parecían saber que Lee Ranaldo saldría a firmar autógrafos y que ni siquiera habían comprado un póster.
Nos formamos rápidamente en una fila detrás de una pareja, frente a la mesa donde habíamos comprado los discos, y esperamos.
De repente salió Lee Ranaldo al mezannine y aparecieron personas por todas partes y se metieron a la fila sin respetar a los que estábamos formados.
La pareja delante de nosotros y nosotros fuimos a dar a varios metros de distancia de la mesa.
Tuvimos que hacer lo mismo que nos habían hecho los irrespetuosos y los sacamos de la fila a empujones.
Algunos tuvieron la osadía de quejarse, pero el tipo de bigote les preguntó si tenían mercancía oficial para que se las firmara Lee y entonces ellos dijeron que no tenían y tuvieron esperar a que nosotros pasáramos.
Todo mundo quería al menos tomarse una fotografía con Lee.
Por un momento, creí que no obtendría su firma, porque todo era caótico.
Otras personas interceptaban a Lee en el camino hacia la mesa y no permitían que llegara.
También había otro grupo de personas del otro lado de la mesa, frente a nosotros, y ellas lo interceptaron cuando finalmente llegó.
Lee Ranaldo comenzó a firmar la mercancía y alcancé a escuchar que él le preguntaba su nombre a una chica que estaba delante de mí en la fila.
Me temblaban las manos y mi corazón latía deprisa.
No podía creer que estaría con Lee Ranaldo, el guitarrista, vocalista y co-fundador de Sonic Youth. Cuántas veces los mejores festivales del mundo y cuántas veces estuvo en backstage con otros músicos que admiro.
Obviamente no pude evitar darle crédito a la leyenda de algunos bloggers que decían que le había prestado una Jazzmaster suya a Kurt Cobain en un concierto en el que tocaron Mudhoney y Sonic Youth en California.
Tampoco pude dejar de pensar que él compartió una gira con Nirvana en Europa, poco después de que saliera a la venta Nevermind.
Cuando llegó mi turno, le di Acoustic Dust y le dije mi nombre.
Le dije que se escribía igual que el de Proust, para evitar confusiones.
Lee Ranaldo se rió -tal vez sonó algo pretencioso de mi parte- y me dijo:
"Just like Duchamp, too".
Eli nos tomó la fotografía.
Yo estaba realmente nervioso.
Creo que no estuve tan nervioso ni cuando Eric Kandel apareció de la nada en el mezannine del McCormick Place y me preguntó algo irrelevante, ni cuando me metieron al quirófano hace seis meses, mientras surtía efecto la anestesia y el anestesiólogo trataba de platicarme cualquier cosa para distraerme y yo sólo pensaba que tal vez ya no volvería a despertar.