domingo, noviembre 24, 2019

Spirits In The Forest de Anton Corbijn


Anton Corbijn (Países Bajos, 1955) es fotógrafo, director de videos musicales –Personal Jesus (1989) y Barrel Of A Gun (1997) de Depeche Mode, One de U2 (1993), Heart-Shaped Box de Nirvana (1993) y Liar de Henry Rollins (1994), entre muchos otros–, de una película –Control (2007)*–, y, desde 1993, es el encargado de diseñar la escenografía de los conciertos de Depeche Mode. (Basta ver la cantidad de videos de Depeche Mode que ha dirigido, para darse cuenta de la estrecha relación artística que existe entre ellos.)

Spirits In The Forest (2019) es un documental de aproximadamente 90 minutos que se desarrolla en torno a seis breves semblanzas de seis admiradores de la banda inglesa y que tiene como fondo su asistencia al último concierto del Global Spirit Tour.

Esta gira estuvo conformada por 130 conciertos que escucharon más de 3 millones de personas en todo el mundo y concluyó el 28 de julio del 2018 en el Berliner Waldbühne ("Teatro del Bosque de Berlín").

El tema central del documental es mostrar por qué la música de Depeche Mode es importante para estos seis admiradores. 

Uno de los admiradores relata cómo los comenzó a escuchar a escondidas durante el comunismo en Rumania y cómo se fue interesando en su música y en las letras políticas de sus canciones; otro admirador colombiano tiene a dos hijos que viven en Miami y que sólo ve dos veces al año y que tocan con él canciones de Depeche Mode desde que eran niños; otra admiradora francesa, perdió la memoria en un accidente automovilístico a los 25 años y su música es el único recuerdo que conserva previo al accidente... 
  
Estas semblanzas se alternan con escenas del concierto en Berlín.

Las cámaras enfocan esporádicamente a David Gahan, a Martin Gore y a Andrew Fletcher en el escenario y capturan la energía que transmite la banda y la comunión que existe entre ellos y el público. 

Quizá lo único malo del documental es que sólo contiene fragmentos de algunas canciones del concierto –exceptuando Just Can't Get Enough– y que las cámaras continuamente están tomando las reacciones de los seis admiradores en el concierto.

Spirits In The Forest fue proyectado en exclusiva el jueves 21 de noviembre en salas de cine de todo el mundo. Ese día no pude ir al cine, pero la vi ayer en Galerías Metepec en una función especial a las ocho de la noche. 

Cuando compramos los boletos, apenas había algunos lugares disponibles. 
(Aunque es probable que la gente en su mayoría haya asistido a la función sólo por curiosidad, francamente no imaginaba que, DM tuviera tantos seguidores por estos lugares.

Había leído en algunos portales de internet que el documental había recibido buenas críticas de la prensa especializada –¡apenas un día después de la exhibición a nivel mundial!– y que algunos críticos sugerían que podría convertirse en el estándar de esta clase de documentales. 

Después de haberlo visto, creo cualquiera que haya escuchado a Depeche Mode en vivo –o que haya querido asistir a alguno de sus conciertos– disfrutaría el documental y que probablemente opinaría que Anton Corbijn debió incluir más partes del concierto y no sólo fragmentos de algunas canciones. 

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Alguna información la consulté en Wikipedia y en Grita Radio.

* Basada en la biografía Touching From A Distance, escrita por la viuda de Ian Curtis.


sábado, noviembre 16, 2019

Serotonina de Michelle Houellebecq



Florent-Claude Labrouste –el protagonista de esta novela– es un ingeniero agrónomo de cuarenta y seis años de edad que trabaja como burócrata para una empresa vinícola importante. 

Su vida, aparentemente, es la clase de vida que la mayoría de la gente de su edad desearía tener. 

Vive en un departamento en un barrio elegante. Está acostumbrado a comer en restaurantes gourmet. Filosofa acerca de su existencia, leyendo a Marcel Proust y a Thomas Mann. Se transporta a su casa de campo, a las afueras de Francia, en un buen automóvil. 

Sin embargo, padece depresión. 

También tiene una novia japonesa que se muda a vivir con él, por temporadas. Ella es más joven que él y muy superficial. Ella no se cansa de tratarlo como un anciano que debe cuidarla y cumplirle todos sus caprichos. En varias ocasiones incluso le ha dicho que su relación no es seria y que ni siquiera planea presentarle a sus padres.

Claude-Florent descubre que Yuzu tiene una vida secreta y entonces algo ocurre en su cerebro y decide abandonarla y desaparecer. 

A partir de ese momento, Houellebecq nos adentra en los problemas que enfrenta un hombre deprimido que depende del Captorix –un inhibidor de la recaptura de serotonina, uno de los fármacos empleados para tratar la depresión– para sobrellevar su existencia. Los efectos colaterales de este antidepresivo incluyen náuseas, pérdida del apetito sexual e impotencia.

Claude-Florent viaja a lugares remotos de Francia a bordo de su Mercedes 4X4 y se aloja en habitaciones de hoteles en los que debe inventarle mil pretextos a las recepcionistas para que no le tengan lástima y para que no lo etiqueten como un viejo solitario que no tiene con quién pasar la Navidad.

Todo esto ocurre mientras la Unión Europea se hunde y él acepta que su existencia no tiene sentido y añora a las mujeres que ha amado y recuerda las circunstancias en las que las conoció y en las que rompió con ellas. Se pregunta por qué ha acabado solo. 

También se aloja en un bungalow en las profundidades de un bosque y descubre a un pedófilo y se reencuentra con un viejo amigo de la universidad que atraviesa un divorcio y una crisis económica. Aprende a usar una Smith & Wesson de cañón corto, una Magnum 357 y una Steyr Mannlicher

Se involucra en un levantamiento de armas de un grupo de agricultores y es testigo de una trágica muerte que lo orilla a sopesar la posibilidad de dejar los antidepresivos y de acabar con su vida cuando los antidepresivos dejen de surtir efecto. 

Serotonina es la segunda novela de Michelle Houellebecq que leo. Comencé a leerla a finales de agosto y terminé de leerla ayer a las tres de la mañana. Los últimos capítulos coincidieron con una pérdida que todavía no asimilo. 

Será una de las novelas que siempre estaré leyendo. 

viernes, noviembre 15, 2019

I'm So Tired, I Can't Sleep


¿Recuerdas cuando te acostabas a las tres de la mañana, después de escribir relatos en los que aparecían las mujeres que te quitaban el sueño...?, ¿recuerdas que antes de acostarte, te fumabas tranquilamente un cigarrillo (como si fuera el último que te fumarías en la vida) mientras pensabas cómo serían esas mujeres en realidad...?, ¿recuerdas que a la mañana siguiente podías levantarte temprano y estar despierto todo el día, sin ningún problema...?

Ahora, te despiertas a las tres de la mañana, no puedes volverte a dormir y difícilmente tienes tiempo para escribir sobre cualquier tema que no sean minutas de reuniones, informes técnicos de proyectos financiados por el gobierno o artículos de investigación original que nunca terminas de escribir porque no te enorgullece la metodología con la que fueron recabados los datos.

Ahora, te despiertas de alguna pesadilla en la que huyes de un asesino o de una persona que quiere hacerte la vida imposible. (Es lo usual en una carrera académica en la que debes publicar la mayor cantidad de artículos para no perecer y en la que siempre ha habido individuos poco éticos dispuestos a quedarse con el crédito de tus experimentos.) Una de cada tres ocasiones, te despiertas porque estás ahogándote. (Son los estragos de la cirugía en la que te suturaron una porción del estómago con el esfínter inferior del esófago para evitar que ascendieran los jugos gástricos a la garganta y terminaran erosionándola y provocando un tumor cancerígeno, además de hacer que continuaras odiando tu existencia). Una de cada tres ocasiones, te despiertas de algún sueño del que hubieras preferido no despertar. (¿Por qué sueñas que eres un niño y que es un día cualquiera en la escuela y que no te molestan las niñas que te gustaban...?)

Ahora no importa cómo sea la noche, lo más probable es que a la mañana siguiente siempre estarás somnoliento. 

Mientras estás mirando el techo o cierras los párpados y tratas de evocar algún recuerdo agradable o de inventar una historia basada en tus malos pensamientos (y obligarte a soñarla) y sólo transcurren las horas y no puedes volverte a dormir, te preguntas si acaso estás en una edad en la que ya no es tan fácil tener sueños. 

Mientras transcurren las horas y sigues mirando el techo o cerrando los párpados y recordando los rostros y las voces de las mujeres que te gustaban y que nunca te atreviste a invitar a salir a algún lado por temor a aburrirlas o por temor a que te rechazaran, terminas divagando y creyendo que no hay una gran diferencia entre tú y el amargado científico de La Ciudad de los Niños Perdidos que tampoco podía dormir (excepto que tú rara vez puedes realizar experimentos actualmente), y te alegra saber que al menos no has llegado a un punto de desesperación en el que consideres robarle los sueños a los niños para que tú puedas soñar. 

Cada vez despiertas con más frecuencia a las tres de la mañana y cada vez te cuesta más trabajo volverte a dormir. Antes era divertido estar despierto a las tres de la mañana e invocar a Jack Kerouac e imaginar las alucinaciones de su delirium tremens en Big Sur, pero ahora el sueño es la tierra prometida y estar despierto es el infierno. 

No tienes que reflexionarlo demasiado: sólo cuando estás enfermo y tomas altas dosis de paracetamol (o sólo cuando tienes un dolor intolerable y tomas varias pastillas de Tramadol), puedes mantenerte dormido toda la noche de corrido. 

¿Recuerdas cuando tu pretexto para consumir hipnóticos y ansiolíticos era el estrés de los últimos años del doctorado y que entonces no tenías problemas para dormir...?, ¿recuerdas que la relación con tu jefe al final era muy tensa y que llegaste a detestar el trabajo y que detestaste ir a trabajar y que sin embargo no tenías problemas para dormir...? 

Ahora, ya tienes cinco años sin fumar y ya no bebes alcohol (sólo tres o cuatro cervezas o whiskeys al mes) y definitivamente tienes problemas de mantenimiento del sueño y sin embargo no quieres acudir con un especialista porque te imaginas que terminará recetándote algún medicamento que podría modificar otra vez tu flora intestinal y otra vez volverte ansioso, paranoico y nauseabundo... y porque también temes la posibilidad de volverte dependiente a las pastillas para dormir.

En la eternidad del insomnio, te acuerdas de un texto de Guillermo Fadanelli que hablaba sobre por qué les tenía lástima a quienes deseaban la inmortalidad sin haber considerado lo triste que debe de ser la eternidad, y crees comprender a qué se refería... y también crees que nadie podría negarte que el insomnio es una probada de la eternidad a la que se enfrentan los vampiros... y también te acuerdas de haber leído en esa época Miedo y Asco en Las Vegas y esta asociación te lleva a recordar los efectos del Spice en una ciudad fronteriza de Estados Unidos y te acuerdas de cómo todo transcurría lentamente y de cómo todo tenía un carácter sexual innegable y de cómo todo parecía bañado de bienestar y de superficialidad, al ritmo de los primeros acordes de Purple Haze que te hacían dudar si tú también tenías una Stratocaster blanca como la de Jimi Hendrix.

Sólo quieres volverte a dormir, acomodas la almohada en otra posición por enésima vez, y te preguntas: ¿pastillas para dormir o THC sintético...?, ¿THC sintético...?, ¿paranoia...?, ¿ansiedad...? 

Estás cansado de mirar el techo y estás cansado de ser incapaz de conciliar el sueño y recuerdas automáticamente las letras de una canción de Kurt Cobain. Una parte del coro de esa canción define exactamente cómo te sientes, y también define la eternidad del insomnio y el lento transcurrir de los minutos... o eso crees. 

Decides que le sacarás provecho al insomnio y que te pondrás a leer las últimas páginas de Serotonina