martes, enero 14, 2025

Tener una plaza indeterminada es más difícil que sacarse la lotería

 


Salí a correr 7 kilómetros, por primera vez en más de un año no asistí al seminario de cada lunes, desayunamos alrededor de la una de la tarde, algo que ha ocurrido desde que tomamos el nuevo fármaco, el que tiene dapaglifloxina y metformina, te genera una sensación de llenado en el estómago, te mantiene sin apetito y a veces con náuseas. 

Trabajé en las respuestas a los revisores de este MS que tal vez será publicado en los próximos meses, un colega sugiere algunos cambios que no solicitaron los revisores, eso me puso de malhumor, mis condiciones de trabajo de toda la vida me impiden escribir lo que quiero escribir; como no tengo una plaza indeterminada, tengo que negociar con los colegas que sí la tienen –ellos pagan los APC–, y debo ceder muchas veces y escribir algo con lo que no estoy tan de acuerdo. Está difícil publicar en revistas que no tienen Open Access. Las universidades destinan una parte de sus recursos en suscripciones a revistas y en financiamiento para que sus académicos paguen Open Access.

Además de que mi trabajo no es remunerado y de que el mundo no es un lugar gratuito –todos los días tienes que pagar algún servicio, todos los días estás expuesto a comerciales, a mensajes que te invitan a gastar en cosas que no necesitas–, trabajo sin cobrar un sueldo y ocupo mi tiempo libre en este trabajo no remunerado. Es algo tan idiota. Claro: hay que esforzarse, picar piedra, hacer sacrificios, invertir a largo plazo.... Pero, en retrospectiva, ¿qué sentido tienen todas las inversiones a largo plazo que he hecho...?; por ejemplo: ¿de qué me sirve ser Investigador Nacional Nivel II, si no tengo una plaza indeterminada...?, ¿de qué me sirven todas estas inversiones a largo plazo, si ninguna universidad me da la oportunidad de concursar por una oposición...? 

Todo esto es lo mismo, lo de siempre, pero peor. Y ¿a quién engaño? Siempre ha sido así. No tengo esa “suerte”, o fortuna, o como quieras llamarle, que otras personas tienen. Ya sabes: no quieres una plaza, y te la ofrecen. Ya sabes: te abren las puertas de la academia desde que eres estudiante de maestría, te apoyan, te dan tu lugar, reconocen tu trabajo, entras al doctorado, no te tratan con la punta del pie, te abren un concurso de oposición cuando estás en el posdoc, lo rechazas porque no te gusta esa universidad y a la semana otras personas (a quienes no has tratado directamente) te ofrecen otra plaza en una universidad que sí te gusta. Conozco casos así, no los estoy inventando, nadie me los contó, yo traté a esas personas.

Así como estoy ahora, más o menos estaba hace un año: trabajando sin recibir un centavo, ocupando mi tiempo libre en cosas súper demandantes y súper especializadas: contestándoles a 5 revisores del MS que fue publicado en abril, llenando mi solicitud de evaluación del SNII, impartiendo 15 horas de clase a la semana, coordinando simposios de divulgación, impartiendo pláticas de divulgación o cursos especializados para médicos, ¡todo en quince días! Y ¿qué conseguí con ello? Lo que tengo ahora: mi distinción de SNII II y este trabajo no remunerado desde noviembre. La experiencia de haber tocado estas 5 puertas de estas 5 universidades que nunca se abrieron y que me trataron como uno más, como un candidato del montón.

¿Cuál es el punto? Hago todas estas cosas porque tengo la expectativa del trabajo de mis sueños, pero el trabajo de mis sueños está cada vez más lejos. Hoy, por ejemplo, mientras corría, me llegó una notificación al teléfono y, ¡adivina qué! 

«Tiene una estupenda trayectoria académica, le deseamos un futuro brillante, pero...»

Y fue un correo-e con copia a más de 50 personas. Ése es el punto. Somos muchas personas. Tener una plaza indeterminada es más difícil que sacarse la lotería. 

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