viernes, octubre 10, 2025

no puedes conectar emocionalmente con todo mundo




El conductor del Uber avanza sobre la avenida X, las calles están encharcadas, cayó una tormenta toda la noche, el tráfico está a vuelta de rueda, normalmente hago 10 minutos en este recorrido pero pasaremos esa frontera, me acomodo en el asiento, me ajusto el cinturón de seguridad, no quiero pensar en estas cosas pero hace un año en 10 minutos estaba en el trabajo, la distancia entre la casa y el trabajo era muy corta, ni siquiera me daba tiempo para pensar en las clases que impartiría, estaba en mi hábitat, mi rutina era distinta. Desde agosto mis recorridos y mi rutina han cambiado, la mayoría de las cosas han mejorado aunque todavía no me adapto por completo a mi nuevo trabajo, todavía no me siento en mi hábitat, es como si me hubiera lanzado al vacío, el público es difícil, a veces  me siento rebasado, como si no tuviera sentido cuánto tiempo estudio e invierto en mis clases, es como si al final los temas que abordo no le interesaran a nadie, pero suelo exagerar, me gusta hacer las cosas bien, soy muy exigente, casi nunca quedo satisfecho, ni siquiera con estas cosas que escribo sólo para mí mismo. 

«No puedes conectar emocionalmente con todo mundo, no puedes conectar intelectualmente con todo mundo, apenas tienes un mes en este trabajo», me digo a mí mismo y aprieto la mandíbula y cierro los párpados y suspiro, y luego me acuerdo de las dos o tres ocasiones en las que me he encontrado accidentalmente a dos o tres ex estudiantes en el último año en alguna plaza, todas me han saludado con mucho gusto y me han dado un abrazo y (palabras más, palabras menos) me han dicho que me extrañan, que creían que volvería a darles clases, que qué bueno que me di lugar, que ya están trabajando en sus tesis, que se preguntan dónde estoy y por qué no puedo ser su director de tesis, que me siguen en mis redes sociales, cosas así.

Me pregunto si algún día conectaré de este modo con los estudiantes de ahora, a veces siento que somos de mundos totalmente distintos, que obviamente la brecha generacional es más amplia, que la tecnología sí cambia el modo de actuar de los estudiantes, que los hace más impacientes, que sus modos de procesar información son totalmente distintos al mío, que ya ni siquiera saben quién fue Kurt Cobain o que no les da curiosidad leer un relato de Oliver Sacks o un libro de Murakami sobre los atentados terroristas de marzo de 1995 con bombas de gas sarín en 3 estaciones del metro de Tokio.

Nos detenemos en un semáforo, en la calle una mujer circulaba en sentido contrario junto a la banqueta, no logró esquivar un charco y se cayó, un hombre está ayudándola a levantarse, otra persona ha sujetado la bicicleta, el conductor del Uber dice algo sobre el mal estado de las calles, nos miramos por el espejo retrovisor durante unos segundos, le sonrío y le digo que cuando llueve todo es más complicado, él sonríe también y asienta con la cabeza, y reparo en que está encendida la radio, aggh, la inconfundible voz de Villalvazo me arrastra a esa parte quejumbrosa de mí mismo, desde que lo recuerdo siempre está quejándose de algo, a eso lo llama periodismo, tiene un montón de seguidores y patrocinadores, y no lo soporto, habla por hablar, se mete en temas que claramente no conoce, una vez hizo una sopa de evolución y neuromarketing y Juegos Olímpicos y el Cruz Azul en un lapso de 3 minutos, él sí que salta de un tema a otro y no cierra ningún tema, escucharlo quejarse de todo lo que ocurre en México y en el mundo me pone de malhumor, es como un dolor estomacal, como cuando estás a punto de dar una conferencia que no preparaste con suficiente tiempo, escucharlo quejarse de todo es como una cucharada de sal en el corazón, y es contagioso, de por sí soy una persona muy quejumbrosa, me hace daño.

Me vuelvo a acomodar en el asiento y la voz de Villalvazo me remonta a los recorridos de hace un año, cuando salía de la casa con rumbo a ese trabajo que queda a 10 minutos de la casa, tengo la impresión de que entonces los conductores de Uber escuchaban más este programa de radio que los conductores de ahora, supongo que entonces le prestaba más atención a la radio porque el recorrido era más corto y porque ya tenía preparadas casi todas mis clases y porque podía enfocarme casi exclusivamente en eso, volvía a la casa en 10 minutos, ahora tengo más ocupaciones y más distractores, paso varias horas a la semana en Uber y en tren y caminando, lidio con más personas en el tren, unas van platicando a todo volumen, otras van escuchando música o viendo el mismo Reel una y otra vez a todo volumen, “México en la piel”, “El son de la negra”, “El mariachi loco” van sonando en el tren a todo volumen, ahora imparto cursos diferentes, debo cubrir programas de estudio diferentes, debo tratar con estudiantes diferentes, debo hacer recorridos diferentes, apenas empiezo, estoy cumpliendo poco más de un mes en este nuevo trabajo y en cada recorrido que hago de la casa al trabajo no puedo dejar de pensar en las clases que impartiré, en que todavía no me siento completamente en mi hábitat en este nuevo trabajo, en que estudio todo el fin de semana, en que llega el lunes y sin embargo tengo la impresión de que no sé nada sobre mis clases.

A veces  me siento rebasado, como si no tuviera sentido cuánto tiempo estudio e invierto en mis clases, es como si al final los temas que abordo no le interesaran a nadie, pero suelo exagerar, me gusta hacer las cosas bien, soy muy exigente, casi nunca quedo satisfecho, ni siquiera con estas cosas que escribo sólo para mí mismo. 

«No puedes conectar emocionalmente con todo mundo, no puedes conectar intelectualmente con todo mundo, apenas tienes un mes en este trabajo», me digo a mí mismo y aprieto la mandíbula y cierro los párpados y suspiro, y luego me acuerdo de las dos o tres ocasiones en las que me he encontrado accidentalmente a dos o tres ex estudiantes en el último año en alguna plaza, todas me han saludado con mucho gusto y me han dado un abrazo y (palabras más, palabras menos) me han dicho que me extrañan, que creían que volvería a darles clases, que qué bueno que me di lugar, que ya están trabajando en sus tesis, que se preguntan dónde estoy y por qué no puedo ser su director de tesis, que me siguen en mis redes sociales, cosas así.

No hay comentarios.: