Estoy completamente borracho, balbuceando conmigo mismo frente al espejo.
Me resulta vergonzoso reconocer mi reflejo. Es como si el tipo del espejo fuera un yo inferior y más salvaje y más real.
Bajo la mirada al lavamanos, escapando de mi reflejo, y contengo los deseos de vomitar. Abro el grifo del agua y me mojo las manos. También me mojo la cara y los cabellos. Los pensamientos se agolpan en mi cerebro, como en una ráfaga.
Otro chico, igual de borracho que yo, se pone junto a mí. Miro su calzado. Usa unas zapatillas deportivas Adidas, y parece que tienen una mancha de vómito.
Levanto brevemente la mirada y nuestros reflejos coinciden en el espejo. Sonreímos como autómatas.
Le hago algún comentario bobo. Cuando hablo con extraños, no es una buena señal. Les cuento cosas ofensivas y después tengo que huir.
Siempre que termino en estas condiciones en el baño de algún bar, me prometo que no volveré a beber.
Vuelvo a bajar la vista, después de lamentar mi falta de control.
El chico me da una palmadita en la espalda y se larga.
¿En qué estaba pensando antes de venir al baño?
Lo último que recuerdo es que bebía una Heineken, mientras sonaba alguna canción de rock en español -tal vez Soda Stereo- y que alguien cercano a mí hablaba sobre Nos Llamamos -una de las bandas undeground que le gustan-, cuando me percaté de que una mujer me miraba con insistencia.
Luego ella se acercó a la barra, sin dejar de mirarme, y comenzamos a charlar.
Me dijo que se llamaba Gisselle y que a menudo viene a La Capilla Sixtina.
Fue inevitable recordar a una chica de la preparatoria que me gustaba mucho.
Gisselle guardaba un parecido asombroso con ella.
Luego algo se le cayó, tuvo que agacharse a recogerlo... y no pude evitar seguirla con la mirada.
Cuando Gisselle se incorporó, volteo a verme con una amplia sonrisa.
Sus ojos parecían un par de luciérnagas en la penumbra.
Y me preguntó:
"¿Te gustó lo que viste?"
***
ÉSTE ES UN EXTRACTO (UN BORRADOR) DE UN LIBRO QUE PUBLICARÉ ALGÚN DÍA.
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