jueves, marzo 29, 2007

La presencia de 19 años



Esa mañana él se levantó sin ganas de nada. Escuchó la radio. Sonó el teléfono. Era ella, la presencia de 19 años, para decirle que estaba cerca de su casa. Caminó a toda prisa por la calle. 
Allí estaba ella. Tenía un cigarrillo en los labios, y estaba a punto de encenderlo. La observó y la olfateó como un animal en celo. Dedujo que esa visita podría significar algo. Ella sólo dijo "Hola" y permitió que él la acariciara. Sintió su rostro, su coqueto lunar debajo de un ojo, su cabellera sin ballerina verde, sus manos, sus dedos cargados de anillos. Se sintió manipulado y vil. 
Él caminó de vuelta a casa. Pensó en sus alumnos que a la mañana siguiente estarían escuchándolo con atención en la universidad. Preparó la clase. De repente recordó que había acordado ver a una antigua amiga, por la tarde. Hacía muchos años que no la veía, pero no sintió nada agradable. Tuvo náuseas, porque en realidad no quería saber nada de su antigua amiga. 
Cuando se decidió y salió a verla, ella confesó: "Te habrás dado cuenta de que estuve llamándote con insistencia en los últimos días..." y él sonrió, pero en el fondo odió ese momento. Recordó cuando ella lo manipulaba y lo hacía sentirse vil. Su antigua amiga prosiguió y todo quedó claro, pero él la rechazó. Ya le había advertido que no volvería a estar con ella, aunque fuera la última mujer en el mundo. De algún modo, él se sintió como una presencia de 19 años. 


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