Ella está tumbada en el lodo, en posición fetal, a unos metros de mí.
Está aturdida y se cubre las orejas con las manos, como si no quisiera escuchar nada.
Tengo la impresión de que estamos en una guerra y que acabamos de presenciar un ataque aéreo. Miro alrededor. Nos refugiamos debajo de un puente ruinoso.
Sin salir del puente, me asomo por un resquicio.
A lo lejos, detrás de unos edificios en ruinas, distingo el horizonte.
Atardece.
El sol arde en el cielo con un color rojizo y sangriento.
El viento sopla fuertemente. Me eriza la piel y zumba en mis oídos.
De algún lado, proviene el sonido de una canción.
El sonido cada vez se hace más fuerte, como si la fuente de sonido se acercara a nosotros.
Comienzo a identificar la canción.
No es una canción de Edith Piaf, como en la escena de Rescatando al soldado Ryan, cuando el escuadrón de Tom Hanks se alista en las ruinas de una ciudad francesa para emboscar a los nazis.
En mi sueño, se trata de And All That Could Have Been.
Tengo la impresión de que he escuchado tantas veces la canción que ya no la soporto.
(En la realidad, es una de las canciones que más escucho y que más me gustan.)
Volteo a mirarla.
Ella se ve tan vulnerable que tampoco la soporto.
Ella es igual a mí, pero tiene rasgos de mujer.
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