lunes, agosto 05, 2019

Tom Hansen no sólo le vendió drogas a Kurt Cobain


Tom Hansen es un músico y escritor norteamericano, nacido en 1961. 

En la década de los ochenta –mucho antes de que el grunge* saltara a la cima de la escena musical–, él tocó en bandas punk del circuito underground de Seattle –The Fartz, Refuzors– y, con Crisis Party –una banda que podría relacionarse más con el sonido heavy metal que con el sonido punk–, grabó un álbum de estudio. 

Sin embargo, tristemente, es más conocido por haberle proveído drogas a Kurt Cobain, a Layne Staley y a Mark Lanegan
  
American Junkie (2010), su primera novela, está inspirada en su propia vida.



Después de una década de consumo de heroína, del continuo uso de jeringas en sus brazos y de la subsecuente desaparición de sus venas de la superficie de su piel, Tom Hansen comenzó a inyectarse en una pantorrilla y adquirió una infección que lo llevó al hospital y que lo mantuvo al borde de una amputación. 

Su tolerancia a los opiáceos era tan elevada que despertó de la anestesia a la mitad de la cirugía, cuando los médicos se disponían a amputarle la pierna infectada. 

Su salud era tan deplorable que debió permanecer ochos meses en el hospital –incluso era incapaz de moverse y de tomar un baño por sí solo–, y todo lo que vivió allí –vio a niños condenados a una vida miserable por tener quemaduras de tercer grado, convivió con una mujer que contrajo SIDA por compartir, una sola vez, una jeringa para inyectarse droga; y fue testigo de las violentas y silenciosas muertes de unos cuantos ancianos olvidados por sus familias y por la sociedad–, lo llevó a reflexionar acerca de su adicción y de su vida. 



Cuando tenía alrededor de diez años supo que era adoptado, y, poco después, su padre no biológico murió en un trágico accidente en el Golfo de Alaska.

La presencia de la muerte moldeó su carácter y su apreciación de la muerte.

En la adolescencia ganó algunos concursos como patineto y continuamente se sintió fuera de lugar y ese sentimiento lo llevó a comportarse como un rebelde –incendió algunos recintos y destruyó algunas cosas–, provocando que lo expulsaran de las escuelas en las que estudiaba.

Estaba acostumbrado al rechazo y nunca logró relacionarse con nadie en ninguna escuela ni en ningún vencindario.

(La primera niña que le gustó, a la edad de ocho años, quiso abrirle la frente con una roca mientras los dos paseaban en bicicleta por el vecindario.

Su primera relación adulta terminó con la muerte por sobredosis de una mujer en la casa que compartían los tres. 

Su madre biológica era una prostituta hippie que se enredó con un pintor alcohólico que probablemente fue su padre biológico.) 

Cuando Tom Hansen se subía al escenario y tocaba su Les Paul '57 sunburst, llegó a estar convencido de que componer música era lo máximo. Luego, cuando experimentó con drogas, las drogas lo colmaron de una felicidad que jamás había sentido. 

De este modo, cansado de tocar las mismas canciones, sustituyó la emoción que le provocaba la música, por el consumo de alcohol, de tabaco y de marihuana.

Paulatinamente, pasó de la marihuana a los ácidos y de los ácidos a la cocaína y a los opiáceos.

Se convirtió en proveedor de drogas.



La novela está escrita con una crudeza introspectiva que fluctúa entre la narrativa de Henry Miller en Trópico de Cáncer y "la narrativa de los adictos" que abunda en las novelas de William Burroughs; y la complementan registros médicos de la estancia de Tom Hansen en el Harborview Hospital y también unas cuantas páginas en las que describe sus encuentros, como traficante de drogas, con estrellas de rock... pero como si él mismo sólo fuera un espectador de esos encuentros

Acabo de leerla por segunda vez y no entiendo por qué a nadie se le ha ocurrido traducirla al español o llevarla al cine. 

Tengo la impresión de que la mayoría de los críticos literarios "más famosos" –incluso, algunas veces, el mismo lector que se cree crítico literario por "haber soportado" una "dura novela"**–, le recomiendan al público a autores cuyo máximo logro literario parece ser describir los exóticos lugares que visitan ex profeso –Japón, Qatar, EgiptoBarcelona, ParísLas Vegas, Los Ángeles... el metro de la Ciudad de México, el peligroso barrio de Tepito...– o narrar una loca historia de terror con personajes psicópatas. 

Tom Hansen va mucho más allá de todos estos clichés
Él no tuvo que "inventarse una vida extraña" para escribir. 



American Junkie debería ser una novela altamente recomendada –al menos por la gente que escucha a bandas emparentadas con el sonido Seattle de la década de los noventa y al menos por la gente que se considera conocedora de la literatura  beatnik y/o amante de la novela negra–, y debería tener unos cuantos millones de seguidores en todo el mundo. 

No dudo que cuando Tom Hansen muera –¡que quede claro que no estoy deseando su muerte!–, ésta se volverá una novela de culto. 

La gente "conocedora" siempre "reconoce" el talento post mortem.  

(En Canadá, la acaban de llevar al teatro. 
¿El resto del mundo está esperando a que el autor muera, para darle crédito?)

American Junkie está llena de un conocimiento literario que no se adquiere en ninguna escuela. 

(No estoy muy seguro de que en El Claustro te enseñen que "uno no destruye su cuerpo de un momento a otro, sino que lo hace paulatinamente, y que la destrucción ocurre de manera imperceptible, como la puesta del sol". ***)

Esta novela no es una historia con final feliz –mucho menos, de princesas y de príncipes azules– o de sexo, drogas y rock n' roll; en todo caso, es una retorcida historia de superación personal. 

No es una novela para extraer frases de optimismo o para presumir lo que "has aprendido" sobre el mundo de las drogas en el que viven las estrellas de rock, sino para reflexionar.

Irónicamente, me enteré de esta novela porque a alguien se le ocurrió escribir una reseña en la que enfatizaba que American Junkie había sido escrita por uno de los dealers de Kurt Cobain



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*Léase con sarcasmo. 
**Cualquiera de Aguilar Camín o Mario Benedetti o Guadalupe Loaeza o Paulo Coehlo.
***Tom Hansen. 

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