Gish, el álbum debut de Smashing Pumpkins, que fue producido por Butch Vig en los Smart Studios en Madison, Wisconsin, entre diciembre de 1990 y marzo de 1991, y que fue publicado por la compañía discográfica Caroline Records, hoy cumple 30 años.
De acuerdo con algunos periodistas de rock, el título del álbum está inspirado en Lillian Gish –la longeva actriz del cine mudo de Hollywood–, pero Billy Corgan –autor intelectual del título– ha desmentido este rumor y ha declarado en algunas entrevistas que simplemente se le ocurrió ponerle ese nombre al álbum y que siempre hay alguien que sobre interpreta lo que hacen los artistas.
Cuando escuché Gish de principio a fin, los Pumpkins vendrían de gira por primera vez a México –acababan de publicar Adore, su cuarto álbum de estudio– y MTV transmitía constantemente los videos de “I am one”, de “Siva” y de “Rhinoceros”.
Más allá de que los videos de Gish no parecían precisamente de los noventa, era innegable que las canciones tenían una influencia de la música de los setenta, de bandas como Led Zeppelin y de artistas como Jimi Hendrix.
Compré Gish –un disco compacto de segunda mano– en El Chopo y estuve escuchándolo durante más de medio año. Además de que la mayoría de las canciones tenían cambios abruptos entre la estridencia y la quietud, había algunas canciones con una atmósfera más tranquila –más pop y folk– y, sobre todo, las letras de las canciones eran ingeniosas: hacían alusión a La Santa Trinidad, o al dios hindú de la destrucción; hablaban sobre la desesperación del amor no correspondido, o sobre el enamoramiento como una explosión de colores; o, incluso, se referían de un modo ambiguo al consumo de drogas psicodélicas.
Paradójicamente, no sólo el productor del álbum –Butch Vig–, sino también Kevin Kerslake –el director del video de “I am one”–, se involucrarían meses más tarde en la producción de Nevermind y en la dirección del video de “Lithium”, respectivamente, y el aclamado álbum de Nirvana opacaría el lanzamiento de Gish, y, todo esto, sería un fuerte golpe al ego de Billy Corgan.
Mientras escribo estas líneas, escucho el mismo disco compacto de segunda mano que me compré hace veintitrés años. Intento escribir algo más personal, pero el calor de esta habitación es apenas soportable –aunque lo prefiero mil veces, en comparación con el frío– y apenas me permite enfocarme en algunos vagos recuerdos que me trae la música de Gish, pero, igualmente, invito al lector accidental de este blog, a escucharlo por su cuenta y a formar sus propias impresiones.
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