Cuando entro en una librería y me siento como un niño en una juguetería o como un señor debe de sentirse en una agencia de automóviles, me enloquece el aroma de los libros y husmeo por aquí y por allá, entre los estantes de novedades, de novelas clásicas, de novelas contemporáneas y de poesía, y tomo un libro de algún autor que en ese momento se me antoje leer, o busco un libro de algún autor que haya estado dándome vueltas en la cabeza antes de ir a la librería, y después de leer la sinopsis y ver el precio, lo compro o no.
Si lo compro, sé que voy a terminar de leerlo, aunque me baste leer diez páginas para encontrarme en un callejón sin salida o terriblemente decepcionado y aburrido, pensando en que la sinopsis mintió descaradamente, o en que no puedo negar que soy un mamón que aborrece los extremos: la literatura pretenciosa y la literatura fácil. Raras veces compro un libro porque alguna “voz autorizada” ha dicho que es espectacularmente conmovedor, o cosas similares. Casi siempre compro un libro porque accidentalmente he leído algo sobre él –la sinopsis de la novela, en la misma librería, o alguna referencia a la novela, en otra novela o en alguna reseña o crónica, por ejemplo– que me ha llamado la atención.
En el caso de Bajar es lo peor, ya había leído otro libro de la autora y ya había buscado información sobre ella en Internet y encontré que Mariana Enríquez publicó su primera novela en 1995, cuando la autora tenía 19 años de edad, trabajaba en un diario argentino y, supuestamente, vestía (y vivía) como punk.
Desde el 2016 ó 2017 busqué el libro en varias librerías y sólo lo encontré en Amazon: había un ejemplar, de segunda mano, de la primera edición de Bajar es lo peor, pero costaba alrededor de $3, 000 MXN. Según Amazon, no se sabía si la editorial volvería a editarlo. Aunque me había gustado Las cosas que perdimos en el fuego –un libro de relatos de suspenso y de terror que se parecen un poco a los relatos de Stephen King–, no creí que la primera edición de un libro, cuya autora apenas conocía por un libro, valiera tanto dinero.
Hace cosa de un mes fui a Gandhi y encontré la segunda edición de Bajar es lo peor. Anagrama acababa de lanzarla a la venta. Le eché un ojo a la sinopsis –más o menos ya sabía de qué trataba la novela– y me la compré, aunque el precio me pareció un poco descabellado –casi $400 MXN–, pero es lo que pasa cuando los críticos dicen que una obra es “una novela de culto”.
La acabé de leer en estos días. En resumen: no la disfruté mucho.
La trama cuenta la relación bisexual amor-odio de tres adolescentes que viven en Buenos Aires, entre drogas, sexo y rock n' roll, y tiene pasajes muy bien logrados (los diálogos a veces son un tanto fáciles, como los de los escritores jóvenes, pero son dinámicos), pero es una novela juvenil, de otros tiempos: cuando la autora tenía 19 años y leía mucha “literatura de vampiros” y había visto decenas de veces Entrevista con el vampiro y estaba obsesionada con la inmortalidad, con la belleza eterna y con Brad Pitt (en el prólogo de la segunda edición, ella misma, más o menos, lo reconoce), y cuando, aparentemente (esto lo supongo yo), también estaba obsesionada con el consumo de heroína que le había costado la vida a algunas estrellas de rock de los noventa.
Tal vez vuelva a leer esta novela en otro momento –al mismo tiempo leía a Carrère y a Klosterman, y quería acabar de leerla rápidamente– y entonces la disfrute más.
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