lunes, enero 15, 2018
No es tan divertido como parece
Lola era más chica que yo.
Nos conocimos en una clase de inglés. Tanto ella como yo éramos alumnos avanzados y la profesora quería prepararnos para que participáramos en un concurso de intercambio académico.
La primera vez que la vi, Lola llegó al salón de clases, se sentó junto a mí y la profesora nos puso a trabajar juntos.
Al principio, no le di mucha importancia a su aspecto.
Medio noté que era blanca y muy delgada.
Como ella tenía el cabello largo y lacio y además usaba lentes, se veía como John Lennon en la época de Abbey Road.
Nos pusimos a trabajar en una actividad del libro de inglés.
En el ejercicio, se suponía que yo buscaba trabajo en una oficina -aunque la actividad más bien se parecía a uno de los horribles interrogatorios que hacen en las aduanas de los aeropuertos de Estados Unidos- y ella me entrevistaba.
La pronunciación de su inglés era estupenda (y eso me gustó mucho), pero ella hablaba con una voz muy temblorosa.
Yo decidí darle mi número telefónico verdadero.
Tenía la impresión de que ella se sentía atraída por mí y sólo quería comprobarlo.
A lo largo de la actividad, Lola no pudo sostenerme la mirada.
Era tan tímida que parecía que en cualquier momento se desmayaría.
Cuando llegó mi turno para entrevistarla, ella se sonrojó y tardó mucho en responder cada una de las preguntas. Corrigió la mayoría de ellas, como si estuviera buscando mi aprobación.
(Supongo que ella en verdad creía que yo ya no era un adolescente cualquiera).
Tan sólo unos días más tarde, una chica misteriosa comenzó a llamarme por teléfono, casi tres veces por semana.
La primera vez que hablamos, yo veía por televisión una sesión que Nirvana dio en los estudios MTV de Nueva York en enero de 1992.
Casi nunca transmitían esa sesión completa, y me molestó mucho que Lola me interrumpiera precisamente en ese momento, pero de todas formas hablamos durante casi una hora por teléfono.
Aun cuando la chica misteriosa se rehusó a darme su nombre, fue obvio que se trataba de ella.
Algo que sí me dijo por teléfono fue que le gustaban Los Cranberries y que era admiradora de Dolores O' Riordan.
Me contó muchas cosas de la banda irlandesa de rock e incluso prometió que, eventualmente, me prestaría sus álbumes favoritos.
Cuando estuve plenamente convencido de que Lola era la chica misteriosa que me llamaba por teléfono, decidí buscarla en la escuela.
Quería conocerla en persona porque me había simpatizado.
Además, ella había confesado que se sentía interesada en mí y yo tuve la loca idea de seguirle el juego y considerar la posibilidad de que comenzáramos a salir y de que ella terminara siendo mi novia.
Una mañana faltó el profesor de la segunda clase, y salí del aula.
Ella estaba sola.
Almorzaba, junto a una de las canchas de basquetbol.
Me acerqué y le dije que estaba seguro que ella era la chica misteriosa que me hablaba por teléfono.
Por supuesto que ella se hizo la desentendida, pero se ruborizó.
En unos días, ya nos hablábamos en persona.
Entonces me dijo que tenía novio.
Se conocían desde la secundaria.
Fue muy extraño, pues la única razón por la que Lola había comenzado a llamarme por teléfono era porque estaba interesada en mí y sin embargo no quería terminar con su novio.
También era incómodo, porque algunas veces, mientras ella me llamaba por teléfono desde su casa, su novio llegaba de visita y teníamos que colgar.
Solíamos escaparnos de algunas clases y platicar.
Una vez le dije que ya me había cansado de la situación, que también me interesaba salir con ella y que no quería seguir pretendiendo que todo estaba bien así.
Le dije que no volvería a hablarle hasta que dejara a su novio.
Entonces ella me besó.
Estábamos en el auditorio de la escuela.
Uno de mis amigos iba a actuar como Poseidón en una obra de teatro y yo había invitado a Lola para que me acompañara.
Toda la tarde había estado lloviendo y Lola y yo habíamos pasado mucho tiempo juntos.
Yo no podía dejar de ver su cabellera húmeda, ni dejar de pensar que en verdad ella se parecía mucho a John Lennon.
Lola estaba comiéndose unos Ruffles, o alguna comida chatarra.
De repente, en la penumbra del auditorio, noté que sus pupilas se dilataban detrás de los cristales empañados de sus lentes.
Ella tomó una de mis manos y sus ojos adoptaron una actitud salvaje, como si estuvieran poseídos por un embrujo y todo formara parte de un ritual, y entonces puso sus labios alrededor de los míos.
Su lengua se movía de un lado a otro.
Yo estaba estupefacto.
Mientras detectaba el sabor de los Ruffles en mi paladar y Lola mantenía los párpados cerrados, yo sólo pensaba en que jamás se me había ocurrido que ella podría besar con tanta pasión.
Siempre la había visto más como una chica culta que como una mujer pasional.
Hace más de 20 años vi a Lola por última vez.
Yo acababa de entrar a la Universidad y un día se me ocurrió ir a visitarla a mi antigua escuela.
Ella estaba en el último año de la prepa y, tontamente, durante todo el trayecto supuse que le daría gusto verme.
Pero Lola fue cortante. Se veía muy angustiada.
Tal vez esperaba que su novio apareciera en cualquier momento.
Me molestó tanto su actitud que le mentí y le dije que no había ido a la escuela a verla a ella, sino que había quedado con alguien más, y me largué de allí.
Jamás volví a buscarla.
Quisiera saber si se convirtió en la profesora de inglés que quería ser y cómo se siente hoy.
'Cause It's Not, Not What It Seems
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario