jueves, abril 08, 2021

8 de abril de 1994

                     




En cuanto cerraste la llave de la regadera, Courtney llamó a Eric Erlandson y le pidió que tomara la cámara de video y que los filmara mientras te afeitabas frente al espejo. No te habías afeitado en varios días y Courtney no se había cansado de decirte que te veías como Jim Morrison en las portadas de los últimos álbumes de The Doors. 

Te sentiste incómodo –te preguntaste desde cuándo habías aceptado que el ex de tu esposa fuera tan cercano a los dos, como para que pudiera grabarlos en el baño de la casa–, pero le seguiste la corriente a Courtney: te pusiste una bata y comenzaste a afeitarte.

Cuando te quitaste la barba y te quedó solo el bigote, te pareció que te veías como Chris Cornell y entonces te pusiste a cantar el coro de una canción de Soundgarden, mientras tu esposa lamentaba que hubieras perdido tu look de Jim Morrison y te suplicaba que al menos te dejaras el bigote unos cuantos días.

Cuando Erlandson apagó la cámara de video, dejaste de cantar y tu semblante cambió de un modo apenas perceptible. Miraste fijamente tu reflejo en el espejo durante unos cuantos segundos y tu imagen te hizo pensar en la toma que cierra el video con el que MTV catapultó a tu banda al estrellato. Te costó trabajo aceptar que no habían transcurrido ni siquiera tres años desde entonces.  

Sacaste un poco de aire por la boca, como si eso te hubiera permitido sacudirte esos recuerdos que aún te hacen dudar si eres un punk que odia a los codiciosos ejecutivos de las disqueras, o si eres una estrella de rock que se ha vendido y que se ha convertido en un cliché. 

Luego abriste la llave del agua y dejaste que el chorro de agua le quitara los residuos de crema para afeitar al rastrillo. Recordaste aquellos años en los que tu banda hacía giras infernales por la Costa Oeste de Estados Unidos, obteniendo como pago un cartón de cervezas después de haber tocado en bares en los que no había ni treinta personas escuchándolos, golpeaste el rastrillo contra el lavabo y después lo levantaste hasta tu rostro. 

Mientras el bigote iba desapareciendo y poco a poco te convertías en el rostro que tus admiradores han visto decenas de veces en MTV y en las portadas de Rolling Stone y de Kerrang!
, escuchaste las risas de tu esposa y de Erlandson. Parecían provenir de la sala. Te preguntaste, de nuevo, desde cuándo habías aceptado que el ex de tu esposa fuera tan cercano a los dos. Tuviste una epifanía: prácticamente los tres vivían en la misma casa. 

Te pasaste una toalla por el rostro recién afeitado, tomaste un poco de aire –como si estuvieras preparándote para personificar al líder de una banda que había viajado por todo el mundo y que había tocado en los festivales más importantes del mundo– y saliste del baño. 

Courtney y Eric compartían un cigarrillo, sentados junto a la ventana. Te acercaste a la mesita de centro. Recordaste que Courtney se había aferrado a comprársela a una mujer que vivía en Beverly Hills. Recordaste que esa mujer se había rehusado a venderles esa mesita a ustedes dos, porque los había catalogado como “un par de hippies sin oficio ni beneficio”. Courtney había conseguido que un ejecutivo de Geffen la adquiriera. 

Tomaste un Marlboro de la cajetilla que habías dejado allí la noche anterior. 

Le pediste fuego a Erlandson y le diste una larga chupada al cigarrillo y continuaste mirándolos. Te preguntaste cuántas veces, antes de que Hole se convirtiera en una banda más o menos conocida, en la época en que Courtney y Erlandson eran novios y vivían en un estudio en Los Ángeles, se habían acostado. Te preguntaste si aún había algo entre los dos. 

Tú sólo sabías que habían tenido una relación hacía mucho tiempo y no le habías dado importancia, pero recordaste que Eric te había confesado –en los camerinos de algún concierto con los Red Hot Chili Peppers y con Pearl Jam– que Courtney había roto con él porque no quería que la prensa supiera que la cantante y el guitarrista de Hole eran amantes. Ella suponía que esa información le restaría credibilidad a su banda.

Le diste otra chupada al cigarrillo y luego hiciste un cálculo y llegaste a la conclusión de que, cuando conociste a Courtney, en ese concierto de los Butthole Surfers del que la prensa habla, Eric y ella seguían siendo novios, aunque ella te había dicho que no tenía pareja.

Contemplaste el cigarrillo en tus manos. La ceniza se estaba acumulando y te acercaste a depositarla en el cenicero que estaba en la mesita de centro. 

Ibas a preguntarles cuándo se habían conocido y cuántos años de amistad había entre los dos, y estabas a punto de confesarles que no entendías cómo habías llegado a aceptar que Eric fuera tan cercano a Courtney y a ti y que fuera normal que pudiera filmarlos con una cámara de video mientras te afeitabas frente al espejo, cuando Courtney te arrebató el cigarrillo e interrrumpió tus pensamientos. 

“No puedes rechazar la oferta de Lollapalooza”, te dijo. 

Dejaste escapar el humo del cigarrillo por la nariz.

En los últimos meses, habías pensado en terminar con tu banda, habías considerado internarte en Exodus y habías deseado tomarte un año sabático y trabajar en tu carrera solista. Ya tenías algunos planes con Michael Stipe. Estabas convencido de que podías componer canciones de blues o country, similares a las de Neil Young.

Estrujaste el cigarrillo contra el cenicero y les dijiste a Courtney y a Erlandson que necesitabas quedarte solo el resto de la tarde. 

Tres meses después –el viernes 8 de abril de 1994–, un electricista 
hallará tu cadáver en el invernadero de tu casa de Lake Washington. Tu esposa lo habrá contratado para que instale un sistema de seguridadAl principio, el electricista creerá que tu cuerpo es un maniquí. 

Tu cuerpo estará tendido en el suelo, boca arriba. Tendrás una Remington en el pecho y te encontrarás en tal estado de descomposición, que los forenses calcularán que tienes tres días muerto. 

El sábado 9 de abril, la policía de Seattle declarará que te suicidaste con un disparo de escopeta en la boca y cerrará el caso. Tu muerte inspirará varias películas y documentales y libros, y yo estaré escuchando tu música y escribiendo sobre estos eventos, 27 años después, en un blog que a nadie le importa. 

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