sábado, enero 18, 2020

Borracho


Escucho Borracho por primera vez en mi vida y considero una desgracia no haberlo hecho antes y estoy convencido de que es muy probable que Whiskey For The Holy Ghost se convierta en uno de los álbumes que más escucharé de ahora en adelante, pero no quiero distraerme y desviar mi atención hacia otro tema: lo que en verdad quiero hacer ahora es escribir en este blog una entrada que me sirva como guía para dejar un registro de lo que he aprendido sobre “el control espinal del movimiento”.

Desde las últimas semanas de diciembre he estado consultando información al respecto –imparto un curso de Fisiología de la Conducta– y, desde el jueves por la noche, he estado considerando escribir una entrada sobre este tema, o grabar un video y subirlo a mi canal de YouTube, pero no he tenido mucho tiempo libre para hacerlo.

Ayer, por ejemplo, estuve ocupado todo el día (y fue un día representativo de cualquier otro día de trabajo).

Me desperté a las tres de la mañana –no recuerdo dónde leí que a esa hora los infartos al miocardio tienen la mayor incidencia porque la frecuencia de los latidos del corazón y la presión arterial exhiben una tasa de actividad muy baja, y, en mi caso, despertarme a esa hora es tan frecuente que no sé si debería tomarlo como una premonición– y ya no pude volverme a dormir.

Me puse a leer ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? y, dos horas después, me levanté de la cama, me bañé, me vestí y desayuné.

Salí de la casa antes de las ocho de la mañana.

Tuve dos juntas desde las ocho y media –una en español y “en persona”, con colegas de UAM Xochimilco, de UAM Lerma y del Instituto de Neurobiología; y otra en inglés y vía Skype, con una investigadora (¿alemana, austriaca, suiza?) que se conectó desde Suiza– en el Edificio P de la universidad.

A las once de la mañana, recogí el comprobante de mi coeficiente de participación de una clase de Neurofarmacología y Adicción que impartí el trimestre pasado y también recogí una constancia de un curso de SAKAI que tomé hace unos meses.

Alrededor de las 11: 40, volví al cubículo con los colegas de Xochimilco y de JuriquillaEstuve contándoles sobre los rumores que he escuchado en los pasillos de la universidad relacionados con la inminente huelga que estallará el 1 de febrero por la madrugada. Según algunos rumores –esparcidos entre los alumnos por algunos profesores extremistas–, la huelga es un hecho y durará alrededor de cinco meses, porque el Situam quiere “romper el récord” de la huelga del año pasado.

Mis colegas estuvieron preguntándome cómo se vive en Lerma y a mí sólo se me ocurrió contarles las cosas negativas. En una próxima ocasión, intentaré enfocarme en los aspectos positivos de vivir aquí.

Hasta las 13: 45, estuve arreglando algunos detalles con ellos: revisamos en qué condiciones se encuentra una cámara de Interacción Social que emplearemos con ratones C57BL/J6, revisamos cuál es el número de lote de un mimético viral que usaremos para inducir activación inmune materna en ratonas de la misma cepa y al final le pedimos prestado un frasco de pentobarbital a la Jefa de Departamento para unos experimentos que se realizarán la semana próxima.

Entre las 13: 50 y las 13: 55, me quedé solo en el cubículo y me comí un sándwich de pechuga de pavo, a toda prisa. Desde la mañana, ya había estado comiendo semillas y bebiendo té, pero, debido a mi condición médica, si permanezco en ayuno más de dos horas y luego hablo frente a grupo alrededor de dos horas, comienzo a carraspear, a ponerme ansioso y a tener dificultades para hablar y para respirar. 

Luego le di un largo sorbo al té de frutas que llevaba en un termo que me regaló mi cuñada en Navidad y le di una rápida vista a la presentación de Power Point que había preparado para mi clase de las dos de la tarde –generalmente, le doy un repaso a las clases, antes de ir al aula, pero los viernes, debido a las juntas y reuniones académicas que tengo, me resulta casi imposible– y a las dos en punto salí al Aula A-5 a dar clase de Procedimientos Estandarizados en Ciencias Biomédicas.

Cuando llegué al aula, los alumnos estaban exhaustos y aburridos –me dijeron que habían tenido horas libres desde las 11: 30 y que habían llegado desde las ocho de la mañana–, y yo mismo estaba exhausto (y aburrido), pero di mi clase hasta las 15: 30, tal y como debía ser*.

Volví al cubículo a trabajar. Quería terminar de una buena vez, al menos uno de los artículos que empecé a escribir. También quería preparar mi clase del próximo martes y dejar lista una presentación para una plática que daré el próximo miércoles en UAM-Iztapalapa, pero estaba rendido y sólo pude leer algunas cosas.

Salí de la universidad a las 18: 30.

En el camino, me encontré a un colega y me dio un aventón en su Audi plateado y me dijo que le interesaba colaborar con mi jefe y me contó su idea y nos despedimos cinco minutos después y nos deseamos buen fin de semana.

En el recorrido usual de vuelta a la casa, me resistí a quedarme dormido, mientras escuchaba algunas canciones de Nirvana que últimamente he soñado que toco en algún homenaje en el que no soy bien recibido.

Llegué a la casa a comer y me la pasé platicando con mi esposa sobre la forma en la que las células rítmicas de las interneuronas espinales que responden a Glutamato se regulan a sí mismas para generar movimientos, y también le hablé sobre mi intención de dejar este tipo de información registrada en algún medio digital.

Luego me puse a leer sobre el siguiente tema del curso y me sentí cansado y me puse a leer un rato a Marcel Proust y después me acosté y me quedé dormido.

He reflexionado sobre esta información en tantas ocasiones y he pensado cómo explicarla tantas veces de distintas formas que puedo hablar del tema ampliamente.  

Dentro de unos meses, no dominaré el tema y me sentiré frustrado. 

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