domingo, enero 26, 2020

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick


Los viajes interplanetarios son comunes. La Tierra ha sufrido los estragos de un polvo radioactivo que ha extinguido a la mayoría de los animales. Los humanos más afortunados viven en Marte
Los androides conviven con los humanos, haciéndose pasar por humanos. Los animales eléctricos han sustituido a los animales reales y son un objeto tan apreciado por los humanos como lo son los automóviles en nuestro mundo. Los animales reales son escasos, la gente puede consultar sus precios en “el catálogo Sydney”,  adquirirlos por una fortuna y endeudarse por el resto de su vida. 

Algunos de los humanos que se quedaron en La Tierra, son considerados “cabezas huecas” y tienen empleos simples y viven en apartamentos abandonados en los que la basugre se apodera paulatinamente de todo. Lo más cercano que tienen a la espiritualidad y a la religión les es proporcionado por “la caja empática” –un dispositivo a través del cual se fusionan mentalmente con otros humanos que adoran a Wilbur Mercer, el Jesús de su época– y todo lo que sienten está regulado por “un climatizador del estado de ánimo” que forma parte de los electrodomésticos imprescindibles para todo humano. Estos climatizadores fungen como los ansiolíticos de nuestro mundo. 

Otros humanos son cazarrecompensas. 

Los Nexus-6 son los androides más sofisticados. Un grupo de estas unidades cerebrales escapó de Marte y en su huída mató a algunos humanos. Rick Deckard es un cazarecompensas que debe dar con el paradero de algunos Nexus-6 y eliminarlos.

Los Nexus-6 han usurpado algunas funciones humanas y son temidos por la humanidad. 

Son casi idénticos a los humanos, pero los delata su falta de empatía –en la novela, se da por hecho que la empatía es una característica exclusivamente humana*– y cuando son sospechosos de ser andys, deben ser sometidos por los cazarecompensas a algunos tests que evalúan la empatía el test Voigt-Kampff o el test Boneli del arco reflejo cervical– y que miden algunos parámetros fisiológicos que ni los androides son capaces de manipular. 

La trama es entretenida, fácil de seguir, tiene elementos muy interesantes –¿tecnología más inteligente que las manos que la emplean?– e invita a la reflexión –¿qué tan empáticos y humanos somos, realmente?, ¿nos afecta, como especie, la muerte de otro ser vivo?, ¿qué tan superiores y libres somos, en comparación con las máquinas?, ¿los androides, de existir, realmente serían más “fríos” y “calculadores” que nosotros?–, pero el final me decepcionó un poco.

Espero que la película de Ridley Scott me muestre algo que me haya perdido en la novela. 

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*Si Philip K. Dick hubiera conocido las redes sociales y hubiera visto a la humanidad comportarse con “tanta empatía” como lo hace cotidianamente –¿algunos humanos se sacan los ojos por un lugar en un estacionamiento público?, ¿algunos humanos humillan selectiva y sistemáticamente a otros humanos porque no son expertos en Octavio Paz y porque se fijan en “nimiedades” como una palabra mal escrita?, ¿algunos humanos cobran un sueldo, por matar a otros humanos?–, quizá su novela habría adoptado otro enfoque. 

PD. Desde las década de los 60, existen modelos experimentales de empatía. Si te interesa, puedes consultar este artículo en el que se mostró que los roedores exhiben “cierto nivel de empatía” hacia otros roedores que se encontraban en una situación experimental desfavorable:





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